Castillo de Ponts
PONTS
El municipio de Ponts se encuentra en la comarca de La Noguera, en la demarcación geográfica del valle medio del Segre. Dicha localidad dista 66,2 km de la ciudad de Lleida, que se recorren por la carretera C-13, desde la que se toma la C-26 una vez pasada la ciudad de Balaguer. El núcleo Ponts se dispone a los pies de un cerro en lo alto del cual se localizan todavía las ruinas de su castillo. El territorio de Ponts fue conquistado a finales del siglo ix en el marco de la política de expansión territorial y repoblación de Guifré I el Pilós conde de Urgell y Cerdanya, quien poco después lo entregaría al monasterio de Ripoll, a fin de que éste pusiera en marcha su organización y explotación. Sin embargo, el proceso de repoblación del territorio no debió concretarse hasta fechas más tardías. Lo anterior se recoge en el privilegio concedido por Lotario al monasterio de Santa María de Ripoll, fechado en 982, donde se confirma la donación del alodio e iglesia en el término Ponts, esta última identificada con la cercana Santa Maria de Gualter. En el testamento del conde Ermengol I, de 1007, los alodios y tierras de Ponts, entonces de dominio condal, fueron cedidos al monasterio de Sant Serni de Tavérnoles. Los siglos x y xi se caracterizaron por la reorganización político-militar y eclesiástica de la región, y por los constantes avances y retrocesos de la frontera, hasta que Ermengol II en 1035 la fijó en el valle del Llobregós. La repoblación del valle medio del Segre fue promovida por los condes de Urgell y Barcelona. Al amparo de las distintas torres y castillos surgieron pequeños núcleos de población que darían lugar, por ejemplo, a la villa de Ponts, cuyo primer caserío se originó en la vertiente del cerro, buscando la protección del castillo, desplazándose posteriormente hacia el llano. No en vano la documentación de finales del siglo xiii se refiere a la Villanueva de Ponts. Dicha centuria estuvo marcada por la inestabilidad política generada por guerras intestinas en el condado de Urgell. El actual municipio de Ponts incluye los agregados de el Tossal y Torreblanca, ambos al Oeste de la población, en una zona caracterizada por los abundantes meandros del Segre.
Castillo de Ponts
Los restos del castillo de Ponts se asientan en la cima de un altozano, en la ladera del cual se encuentra la colegiata de Sant Pere. El acceso al castillo se efectúa por la carretera C-14, desde la que, pasados unos 100 m del punto kilométrico 119, arranca un desvío a mano derecha que conduce por una pista asfaltada hasta el conjunto monumental.
La mención documental más antigua de la que se dispone, de 1024, relata un juicio, en el que el abad de Santa Cecília de Elins restituyó la iglesia de Cortiuda y otros bienes eclesiásticos a Ermengol, obispo de Urgell, en presencia de los condes Ermengol II de Urgell, Berenguer Ramon I de Barcelona y su madre la condesa Ermesenda. En el manuscrito se alude indirectamente al castillo, pues se menciona que el proceso tuvo lugar en la iglesia del mismo. No obstante, tal fecha ya ofrece un término ante quem respecto a su existencia. El castillo vuelve a aparecer citado en 1044 y 1045, en relación a los pactos establecidos entre Pere Miró y Pere Vilaverd sobre las condiciones rectoras de la castellanía de Ponts. En 1057, otro documento menciona el dominio condal del mismo junto con todos sus bienes, adquirido por Ramon Berenguer I de Barcelona a su abuela, la condesa Ermesenda. Entre 1053 y 1071 el castillo de Ponts seguía bajo dominio de los condes de Barcelona, Ramon Berenguer I y Almodis, quienes adjudicaron la tenencia del mismo a la condesa Sança de Urgell. A partir de entonces el castillo fue cambiando de manos dentro de la misma dinastía de Urgell. En 1167, el conde Ermengol VII lo legó a su hijo Ermengol VIII, quien a su vez lo donó con todos sus dominios a su esposa Elvira de Subirats. En lo que respecta a los tenentes, Arnau de Ponts, recibió el castillo de su padre Pere Miró en 1061, mientras que en el siglo siguiente destacó otro Arnau, personaje que llegó a tener cierta relevancia en los acontecimientos políticos del momento, que culminarían con la desaparición de la Taifa de Lleida. Dicho Arnau desempeñó un importante papel como consejero de Ermengol VI, interviniendo en los pactos de repartición de la ciudad Lleida y su territorio después de su capitulación en 1149. A mediados del siglo xii, el castillo pasó a manos de otra saga de feudatarios, los Puigverd. Durante el siglo siguiente fue escenario destacado en las luchas intestinas acaecidas en el condado de Urgell como consecuencia de la muerte sin descendencia de Ermengol VIII. En 1278 Pedro el Grande, en el contexto de la segunda guerra civil en el condado de Urgell, presidió dos juicios en el castillo de Ponts. El declive de la fortaleza fue causado por los abundantes conflictos bélicos que tuvieron lugar en época moderna. La Guerra de los Segadores marcó el inicio de una serie de episodios de destrucción, que ya al término de la Guerra de Sucesión comprometieron seriamente la supervivencia de la estructura, que fue totalmente arruinada en el transcurso del asedio acaecido en 1839, durante la primera Guerra Carlista.
El castillo de Ponts presenta una estructura compleja, formada por un recinto inferior, otro superior y una torre circular que preside el conjunto. La planta del recinto superior se caracteriza por su forma irregular, forzada por la necesidad de adaptarse a la topografía del cerro sobre el que se asienta. Los muros de la estructura forman un ángulo recto en el lado oeste. En los lados norte y este, el muro adquiere progresivamente una mayor curvatura, describiendo una forma tendente al cuarto de círculo. En el ángulo noreste se aprecian los restos de una estructura que podría corresponder a una torrecilla inserta en la muralla. El aparejo de esta línea de fortificación, de 1,20 m de ancho, se caracteriza por el uso de sillares rectangulares de tamaño medio.
La torre, situada en el ángulo oeste, de planta circular, es el elemento a partir del cual se articula el conjunto. Actualmente, tan sólo se conserva un alzado de unos 2,5 m de altura. No obstante, se le calcula su altura original podría haber superado los 10 m. Se evidencian en ella dos fases constructivas. En la primera, se observa un grosor de 2,70 m, mientras que en la segunda, que envuelve el núcleo de la torre, el grosor de los muros, oscila entre 1,70 m y 1 m en algunos puntos. Respecto al aparejo de las distintas fases, se aprecian diferencias considerables entre el utilizado en el núcleo interior y el del recubrimiento. En el interior se utilizaron sillares escuadrados, de grandes dimensiones, ligados con mortero de cal. Dispersos en su entorno inmediato, se observan abundantes restos del derrumbe de la estructura. La fábrica del paramento exterior, en cambio, se caracteriza por el uso de sillares rectangulares, de menor tamaño, ligados mediante la misma técnica.
En el interior del perímetro del recinto superior se hallan una serie de estructuras correspondientes a construcciones auxiliares a la torre. En primer lugar se adosa a ésta una nave cubierta con bóveda de cañón de perfil apuntado, parcialmente hundida y orientada al Noreste. En la misma dirección se dispone un muro de unos 15 m de largo, en el que se encuentra la abertura correspondiente a una antigua puerta. Se yuxtaponen a éste los restos de otro muro con orientación Norte-Sur. La descripción de dichas estructuras se ve dificultada por la colmatación de las mismas, además de la proliferación de vegetación en el entorno.
Respecto a su adscripción cronológica, tradicionalmente se ha pensado que la primera fase constructiva de la torre se situaba en el siglo x, mientras que su refacción y la muralla del recinto superior formarían parte de una refortificación del enclave acaecida en algún momento del siglo xi. Sin embargo, en el año 2000, una intervención arqueológica aportó nuevos datos sobre la secuencia constructiva de las estructuras y avanzó la cronología aceptada hasta el momento, dotando el complejo arqueológico de mayor antigüedad. A la luz de las nuevas evidencias, no nos encontraríamos ante un conjunto iniciado en época califal. El primer anillo de fortificación de la torre se construiría en época ibérica, que pertenecería a la torre de un poblado presente en el lugar durante el siglo iii a. C. En época romana, la estructura se reaprovechó, añadiéndole un forro en opus vittatum, correspondiente al recubrimiento exterior, cuyo aparejo se encuentra unido mediante mortero de cal. Dicho mortero, estudiado mediante un análisis petrográfico, arrojó una cronología cercana a mediados del siglo i a.C., es decir, en época de Augusto. En cuanto al recinto superior, se considera que sus muros norte y este presentan el mismo desarrollo cronológico. A modo de conclusión, sólo resta apuntar que la aproximación al conjunto desde la arqueología presenta una nueva visión del enclave, ya fortificado desde el siglo iii a. C., sus estructuras serian amortizadas y recrecidas en época romana, momento en que el punto se convertiría en un castellum, que se reocupó y reformó durante la Edad Media. Respecto al recinto inferior, cabe decir que existe cierta disparidad de opiniones, puesto que un estudio realizado en 1991 lo consideraba obra de los siglos xvi-xviii. Contrariamente, a raíz de la realización de sondeos arqueológicos se estima que la muralla, elemento preexistente, del recinto inferior se adecuaría entre los siglos xi y xii, en el mismo momento en el que se añadirían las torrecillas y se emprenderían las reformas en los muros del recinto superior. Lo anteriormente citado, según este enfoque, se desarrollaría de forma coetánea a la construcción de la colegiata agustiniana dedicada a san Pedro.
Texto y fotos: Nuria Otero Herráiz
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