Identificador
49600_01_136
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 0' 13.77'' , -5º 40' 40.75''
Idioma
Autor
José Manuel Rodríguez Montañés
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Benavente
Provincia
Zamora
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LA ACTUAL PARROQUIA DE SAN JUAN DEL MERCADO se ubica en el centro de la localidad, entre la plaza de San Juan y la calle de la Encomienda, evocadoras denominaciones que recuerdan la condición del edificio y hospital sanjuanista. La fundación de la iglesia se debe a la noble Aldonza Osorio, hija de los condes de Villalobos, Osorio Martínez y Teresa Fernández. La ambición del primitivo proyecto condicionó su ejecución, por lo que esta noble dama debió llegar a un acuerdo con la poderosa Orden de San Juan de Jerusalén, en la persona del prior en los reinos hispanos, Pedro de Areis, para que los sanjuanistas acudiesen en apoyo económico de la fábrica. El documento en el que se recoge este acuerdo, fechado en septiembre de 1181 y publicado por Santos García Larragueta, nos proporciona algunos datos preciosos sobre el origen del templo. En primer lugar nos confirma que la iniciativa constructiva correspondiente a doña Aldonza (domna Eldoncia cepit hedificare), desde su origen con destino a una fundación hospitalaria, se traducía en un edificio de sillería (ex sectis in quadratis lapidibus) y notables dimensiones. La imposibilidad de completar tan magna obra con los medios de la noble benefactora obligó a la propia Orden militar a contribuir a los gastos (sine nostro adiutorio perficere non valet, nos damus ei adiutorium ad perficiendum), destinando a tal fin las rentas de numerosas heredades sitas en Benavente, Arrabalde, Val, Saludes, Villaquejida, Villafer, Maire y Santa Marina de Requejo. Por su parte, doña Aldonza, quien continúa como promotora de la construcción (quam ego in honore sancto Ospitalis construo), compensa a los sanjuanistas cediéndoles la tercia de parte de sus heredades. Pese a no conservarse el documento fundacional, el inicio de las obras debe rondar el año 1166. En la lápida conmemorativa mandada colocar en la capilla mayor por el comendador don Luis Rengifo se señala a “F. Álvaro de Sarria, comendador de Rubiales” como iniciador de la fábrica y a fray Toribio de Carbajal como su culminador. Consta la presencia en Benavente del comes Alvarus in Sarria, confirmando un documento de Fernando II, en 1166, por lo que las obras debieron arrancar por esas fechas. El tercer jalón cronológico importante lo pro p o rciona la inscripción grabada en el zócalo del pasaje que comunica la capilla mayor con el tramo recto del ábside del evangelio y que re za ERA : M : CC: XX: KLS A, es decir, “el 1 de abril o de agosto del año 1182”. Como bien señala Elena Hidalgo, esta inscripción bien pudiera conmemorar la reanudación de los trabajos, que debían estar centrados en la cabecera, aunque su laconismo no nos permite ser más concluyentes. Un documento de la catedral de Oviedo, fechado en 1182, recoge la donación por don Lope, freire del hospital de San Juan de Benavente del tercio de los diezmos de la iglesia de San Juan de Villafer, que había sido fundada por dicho obispo. Las obras debieron avanzar lentamente durante las dos últimas décadas del siglo XII y los primeros años del XIII. Un documento del Libro de Privilegios de la orden, fechado en octubre de 1211, fue confirmado in atrio domus Hospitalis de Benavento, (posiblemente la actual portada meridional) ante el concejo de la villa. Las campañas de finales del XII y principios del siglo XIII, es decir, la obra románica, continuaron la fábrica hacia el oeste llegando a trazar el perímetro de la iglesia, la cabecera y parte de la estructura interna. Pero una nueva paralización de los trabajos se produjo en el primer tercio del siglo XIII, quedando el templo inconcluso. Desconocemos las causas concretas de tal interrupción, aunque no serían ajenas a la crisis general que afecta a Benavente desde mediados del siglo XIII. En cualquier caso, la fábrica vuelve a tomar vigor a finales del siglo XV y principios del XVI. Una inscripción grabada en el pilar del extremo sudoccidental de la nave reza: “Estas O[...] este arco arriba como parece todo el cuerpo de la iglesia con dos pilares grandes los primeros e la boveda del altar mayor a servicio de Dios e de la Virgen María e en honor del Señor San Juan Bautista el Comendador de Benavente e de Vidayanes e Almaçan Frey Thoribio de Carvajal”, traducida por Elena Hidalgo como “Estas o(bras las hizo sobre) este arco, arriba, como aparece en todo el cuerpo de la iglesia, con dos pilares grandes, los primeros, y la bóveda del altar mayor, al servicio de Dios y de la Virgen María y en honor del Señor San Juan Bautista, el Comendador de Benavente, de Vidayanes y de Almazán Frey Toribio de Carvajal”. Su tumba, según la antes referida inscripción del comendador Luis Rengifo, está situada en la capilla mayor. A estos trabajos cabe adscribir la conclusión del edificio por los pies, con el replanteo de estos tramos, el remate del segundo pilar del lado del evangelio, la realización de los dos pilares occidentales y la culminación en alzado del hastial oeste y remate de las naves, a una altura inferior a la actual. El conjunto se cubrió con una armadura de madera y el interior recibió decoración pictórica. En 1702 se documenta un hundimiento de la iglesia, que debió afectar básicamente a las cubiertas de las naves. Entre esa fecha y 1704 se actúa en su reparación, aunque finalmente, en la segunda mitad del siglo XVIII, se decidió y acometió la sustitución de la armadura por arcos y bóvedas, calificados de “bien indignos” por Manuel Gómez-Moreno. Esta intervención, que cubrió el cuerpo de las naves a dos aguas, supuso el realzado de los muros laterales utilizando ladrillo. También se eliminó la espadaña que se alzaba sobre el hastial occidental, levantándose la actual torre de ladrillo que se yergue sobre el tramo recto del ábside de la epístola. En el siglo XX se abrieron los dos pares de ventanas ajimezadas que dan luz a las colaterales, reutilizando en las abiertas al norte lápidas funerarias de época moderna. Siguiendo un criterio de “modernidad”, esta intervención, datada en 1914, utiliza una tipología de vano que se pretendía consonante con la fábrica original. En 1934 y ante el evidente peligro de desplome de las cubiertas neoclásicas, se suprimieron éstas y los arcos que las volteaban, dotando a las naves de la actual armadura de par y nudillo, modificándose los pilares y realzando la nave central para dotarla de una cubierta a dos aguas, mientras que las colaterales reciben cubierta propia a una vertiente, elevando también sus muros con algunas verdugadas de ladrillo. También, en el segundo tercio del siglo XX, se construyó una sacristía con acceso por la puerta norte románica, dependencia luego eliminada y sustituida recientemente por un atrio, y se suprimió el coro alto que ocupaba la zona occidental. Tras esta breve descripción de los avatares sufridos por la fábrica de San Juan Bautista de Benavente, que el lector interesado podrá completar en la documentada obra de Elena Hidalgo citada en la bibliografía, pasaremos al estudio de las estructuras románicas que han llegado hasta nosotros. Una primera valoración del proyecto inicial promovido por doña Aldonza Osorio nos sitúa ante un edificio sin duda ambicioso, dado el carácter de las construcciones contemporáneas en los reinos de León y Castilla. La estructura basilical, con cabecera triple de ábsides semicirculares, precedidos por un tramo recto y avanzado el central, y tres naves, doble de ancha la central, separadas por pilares cruciformes con columnas acodilladas, responde a un tipo de edificio de notable entidad, sólo sobrepasado en el entorno por la colegiata de Toro, las catedrales de Zamora y Salamanca o la iglesias monasteriales de San Martín de Castañeda y Moreruela. Pero es sin duda con la cercana iglesia de Santa María del Azogue con quien mayores concomitancias encuentra esta de San Juan (Gómez-Moreno llegaba a pensar en una identidad de artífices), y ello pese a la aún mayor pretensión inicial de aquélla. La obra románica se levanta en una excelente sillería arenisca, de tonos dorados y rojizos, muy compacta y de grano fino, labrada a hacha y con predominio de sogas, siendo abundantes las marcas de destajista. LA CABECERA Las tres capillas se distribuyen en tramos rectos cubiertos con bóvedas de crucería y ábsides semicirculares cerrados con bóvedas de horno. Los arcos triunfales que les dan paso son doblados y apuntados, moldurándose el exterior con un bocel. Reposan en semicolumnas adosadas decoradas con sencillos capiteles vegetales de hojas de agua con bolas o pequeñas trifolias en sus puntas y basas áticas de fino toro superior, escocia y grueso toro inferior con lengüetas, sobre plintos. Las bóvedas de crucería de los presbiterios se molduran con un haz de tres boceles, más grueso el central, que reposan en ménsulas vegetales lobuladas de hojas carnosas acogolladas con brotes en las puntas, similares a las que recogen los nervios de la bóveda de la capilla mayor del monasterio de Moreruela. Los paramentos de los presbiterios quedan divididos en dos alturas mediante una imposta moldurada con perfil de bocel y bisel y a través de ellos comunícanse las capillas laterales con la central mediante pasadizos abovedados en cañón apuntado que al exterior se manifiestan como arcos exornados por boceles quebrados en zigzag. En el zócalo del pasadizo al ábside norte se grabó la inscripción de 1182 antes referida. En el ábside del evangelio se abre además una credencia coronada por arco de medio punto, tras la cual se observa el interior de uno de los sepulcros colocados en la capilla mayor. Los hemiciclos se articulan en dos pisos mediante sendas impostas, una bajo la línea de ventanas, decoradas con puntas de diamante y otra marcando el arranque de la perfectamente despiezada bóveda de horno, decorada con tres filas de finos billetes. En el eje del ábside del evangelio se abre una ventana rasgada con profundo abocinamiento y rodeada interiormente por un arco de medio punto ornado con chevrons y chambrana con puntas de diamante. Apea sobre columnas acodilladas con cimacios decorados con un vástago ondulante con contario y hojitas. El capitel derecho es vegetal, de hojas rizadas, y el izquierdo muestra una bella arpía femenina con rostro mofletudo y cuerpo serpentiforme y alado. En un arcosolio apuntado del muro norte del ábside del evangelio se conserva un muy rasurado fragmento de escultura con el tronco de un personaje ataviado con manto y capa, que quizá corresponda a una estatua-columna. La capilla meridional manifiesta una similar disposición a la norte, salvo que la ventana del eje presenta una sucesión de boceles en su derrame y la bóveda de crucería combina en sus ménsulas las vegetales ya vistas en el otro con otras dos figuradas (las orientales), una con un sonriente busto masculino y la otra con un prótomo de felino, ambos de excelente ejecución. Los capiteles de su triunfal son lisos, encastillados, y en su paramento quedan restos de pinturas murales góticas. En el muro meridional de este ábside se integró un sepulcro del siglo XVI, bajo arcosolio de arco rebajado de ladrillo, con las armas de Sancho Ruiz de Saldaña y la leyenda correspondiente. El ábside central, de mayor amplitud que los laterales, se compone de un profundo tramo recto presbiterial cubierto con bóveda de crucería sobre ménsulas trilobuladas decoradas con hojitas nervadas, salvo la del ángulo sudeste, que muestra dos personajes sedentes de piernas cruzadas en actitud de abrazarse. La mayor altura de la cubierta del tramo recto respecto al cascarón absidal permitió la apertura en su hastial de un óculo. Sus muros laterales se articulan en tres pisos mediante impostas sencillamente molduradas con boceles y nacelas, abriéndose en el superior dos ventanas de arco de medio punto, cegada la meridional. Otras tres ventanas rasgadas en el hemiciclo dan luz al altar, mostrando el alféizar escalonado y un notable abocinamiento interior. Al exterior, la visión de la bella y armónica cabecera aparece condicionada por la proximidad del edificio de la Casa de Cultura. Los ábsides se alzan sobre un zócalo hoy parcialmente oculto al subir la cota del suelo por la parte septentrional. Se estructuran en tres pisos, el inferior -sobre el referido zócalo- liso y separado del de ventanas por una imposta ornada con tres hileras de tacos en los ábsides laterales y tetrapétalas en clípeos perlados, tallos ondulados con brotes y círculos perlados secantes, en el central. El piso superior, también liso, se remata por una cornisa de arquillos-nicho, de medio punto en el ábside norte y trilobulados en el central y el de la epístola, sobre los típicamente zamoranos modillones piramidales decorados con hojitas. Pese a la aparente unidad constructiva que manifiesta la cabecera, son notables las diferencias entre los ábsides norte y sur, plasmadas en la tipología de sus ventanas y cornisas y que denotan un mayor arcaísmo en el primero. El esbelto tambor absidal de la capilla mayor aparece dividido exteriormente en tres paños por una pareja de semicolumnas de fino plinto, basa con lengüetas y capiteles que se integran en la desarrollada cornisa. El que mira al norte es vegetal, con palmetas y cogollos de marcadas nervaduras y el más septentrional, de bella factura, muestra dos parejas de aves afrontadas de largos cuellos vueltos y remate vegetal en la cola enredadas en tallos y brotes. Las estrechas ventanas rasgadas, de fuerte derrame también al exterior, presentan arcos de medio punto moldurados con bocel y chambrana con perfil de nacela, arcos que recaen en columnas acodilladas de fino fuste y capiteles vegetales de recortados acantos, palmetas, voluminosos cogollos y hojas estriadas, junto a otros figurados, como las dos parejas de aves enredadas en tallos de la ventana del eje o la pareja de grifos picoteando la cabeza de un personaje de cuerpo serpentiforme de la ventana abiert a en el paño norte. El ábside del evangelio, como vimos, manifiesta una tipología algo distinta de los otros dos. Su cornisa se compone de arquillos simples de medio punto que apoyan en canes con perfil de rollos o nacela y su ventana presenta una composición más compleja. En torno a la saetera, de exagerado derrame recercado por un bocel, se dispone una ventana de arco con dientes de sierra y chambrana decorada con puntas de diamante. El capitel izquierdo, de algo descuidada composición, muestra a una pareja de aves picoteando una liebre, mientras que el izquierdo se orna con una arpía-ave de cuerpo reptiliforme y bella factura. EL CUERPO DE LA IGLESIA Como analizamos en la introducción a este estudio, el cuerpo de las naves fue el que más sufrió los avatares de la fábrica y sus colapsos. Resta de lo antiguo, no obstante, el perímetro de la primitiva estructura, con sus tres portadas abiertas al norte, sur y oeste, así como los pilares más orientales del proyecto original. Éste planteó una estructura de tres naves divididas en cinco tramos (correspondiendo los más orientales con un transepto no marcado en planta) mediante pilares compuestos de sección cruciforme, con semicolumnas en los frentes y codillos y alzados sobre zócalos cilíndricos. Estos soportes, que parecen preparados para recibir bóvedas de crucería, fueron sustituidos hacia el oeste por la pareja de pilares cruciformes con semicolumnas en sus frentes que resumen en dos los tres tramos occidentales originales, que sí aparecen marcados por las rozas de los responsiones en los muros de las colaterales. Sólo el pilar más oriental de la nave del evangelio conserva parcialmente su remate, con un muy mutilado capitel de entrelazo y dos frisos de hojas carnosas. Probablemente a uno de estos pilares corresponda el capitel vegetal decorado con acantos hoy recogido en el Museo de Zamora. En el tercer tramo de la nave del evangelio se abre la puerta de acceso a una escalera de caracol que daría servicio al cuerpo alto de la fábrica o bien a las dependencias de la encomienda. Es un sencillo vano adintelado con dos mochetas decoradas con sendas hojas lisas puntiagudas. Así las cosas, el interés de los vestigios románicos de la nave se concentra en las tres portadas conservadas. En el muro norte del transepto, ligeramente descentrada respecto a su eje y dando servicio a las desaparecidas dependencias de la encomienda, se abre una portada de arco de medio punto y dos arquivoltas profusamente decoradas que apean en jambas escalonadas con dos parejas de columnas en los codillos. El arco decora su intradós con una mediacaña ornada con nueve florones acogollados de botón central y la rosca con arquillos trilobulados a modo de pinzas que ciñen dos boceles, apoyando en jambas de arista matada con mediacaña ornada con puntas de clavo y cogollos. La arquivolta interior se decora con florones de cuatro hojas lobuladas con piñas y una fina banda inferior de palmetas, mientras que la exterior recibe un grueso bocel ceñido por una sucesión de arquillos de medio punto, el conjunto exornado por chambrana con friso de palmetas. Coronan los capiteles cimacios corridos de hojas anudadas en clípeos de tallos. Las cestas son vegetales, de primorosa factura, con acantos de nervio central perlado, palmetas y hojas entre c ruzadas rematadas en caulículos. Sus fustes monolíticos reposan en basas de perfil ático de toro inferior más desarrollado, aplastado y con lengüetas, sobre plinto y zócalo decorado con dientes de sierra tumbados. La fachada occidental manifiesta una extraña disposición, ya que aunque su remate actual sea moderno, la parte baja se levanta en sillería, con marcas de cantero similares a las del resto de la obra, probando que el proyecto románico alcanzó a definir el perímetro de la caja de muros e incluso avanzó en alzado, y así vemos que flanquean la portada, abierta en el eje de la nave mayor, dos parejas de semicolumnas hoy desmochadas. La portada se compone de arco de medio punto sobre jambas lisas encapiteladas con motivos vegetales de acantos rizados y vástagos perlados y enredados rematados en cogollos. El arco decora su rosca con los muy zamoranos casetones decorados con flores de arum, tetrapétalas, florones, un dragón, un puerco, un león en actitud ofensiva y un ave descabezada que sujeta un pez con sus garras. Su tratamiento es más caligráfico y seco que los magníficos capiteles que lo soportan, sin que acertemos a encontrar el simbolismo que le otorga Elena Hidalgo, creemos que con menguados argumentos. Rodean al arco tres arquivoltas igualmente de medio punto, la interior decorada con un bocel entre dos filas de semibezantes, la media moldurada con bocel entre mediascañas y la externa con un haz de tres boceles, el conjunto rodeado por chambrana con perfil de nacela. Bajo los cimacios, con el típico perfil zamorano de listel con junquillo, bocel y nacela, y acodilladas en las jambas, encontramos tres parejas de columnas coronadas por capiteles vegetales de finos acantos con nervio central perlado y rematados en caulículos (lado izquierdo) y tallos trenzados con cogollos y brotes en el lado derecho. El capitel interior de este lado es iconográfico, decorado con el motivo de la dama despidiendo o recibiendo ante un fondo arquitectónico a un caballero -asunto estudiado por la profesora Ruiz Maldonado-, que repite el motivo de otro del interior de la colegiata de Toro. Las basas de estas columnas presentan toro inferior aplastado y zócalo con sucesión de arquillos, todo muy restaurado y rehecho. Sobre la portada, y bajo el óculo que da luz a la nave, campea el escudo real con la cruz de Malta acolada del infante don Gabriel, hijo de Carlos III y prior de la Orden de Malta, según reza la leyenda que lo circunda: “GABRIEL. HIS. INF. MAG. PR. ORD. HIEROSOL. IN REG. CAST. ET LEG.”. Mayor monumentalidad manifiesta la portada meridional, abierta a la calle de la Encomienda, que constituye una de las obras señeras del tardorrománico zamorano. La fachada sur en la que se abre muestra, como la norte, las vicisitudes de la fábrica plasmadas en las diferencias de aparejos. Sobre el paramento románico, levantado en la buena sillería ya vista, se adelanta en el cuarto tramo original un profundo antecuerpo coronado ya en época gótica por un arco y bóveda apuntados. Se compone esta portada de arco de medio punto cerrado por un tímpano sobre mochetas y rodeado por dos arquivoltas igualmente de medio punto más otra, a todas luces remontada al abovedarse el pórtico a finales del siglo XIII o inicios del siglo XIV, lo que explica la deformidad del arco. Apean estos arcos en jambas escalonadas con columnas acodilladas divididas en dos alturas por una imposta corrida de bocel y mediacaña, el conjunto sobre un alto zócalo abocinado y liso, plintos decorados con arcuaciones y basas de perfil ático y fino toro superior. La zona baja de los fustes muestra los tambores profusamente decorados con rosetas pentapétalas y cogollos inscritos en clípeos, flores de arum, florones, hojitas de acanto, uno entorchado con bandas de tallos ondulantes y cogollos, etc. En la parte alta los fustes dan soporte a seis imágenes casi de bulto redondo que representan a personajes del Antiguo Testamento, todos sobre zócalos curvos. Aunque han sido interpretados de modo diverso, su identificación podría ser la siguiente: en el lado izquierdo de la portada, el personaje extremo aparece descalzo, vestido con túnica y manto, apoya su ladeada cabeza, de rostro barbado, sobre su mano izquierda de brazo plegado y pegado al cuerpo y sostiene en su diestra una filacteria. Por su gesto pensativo y los paralelos con la catedral de Ciudad Rodrigo y el Pórtico de la Gloria compostelano, Elena Hernando y Luis Grau lo identifican con el profeta Jeremías. El personaje de la columna central, que igualmente sostiene una filacteria, aparece coronado, calzado y barbilampiño, vistiendo túnica y rico manto con ceñidor que revelan su elevado rango social, debiendo corresponder a la figura del rey Salomón (Hernando) o bien al profeta Daniel (Grau). Por último, la figura de la columna interior porta un libro cerrado, larga barba y calzado puntiagudo, habiendo sido identificado con el profeta Isaías (Grau) o con Santiago el Mayor o un apóstol (Hernando). Las figuras correspondientes al lado derecho de la portada, todas descalzas, presentan menor complicación en su identificación: la interior, barbada, corresponde a Moisés, quien porta y señala a las Tablas de la Ley, le sigue la figura del joven rey David, coronado y portador del libro de los Salmos y, finalmente, la estatua de San Juan Bautista, barbado, portador de un fracturado cayado y una filacteria a la que señala y ataviado con el pilis camelorum. Se completaría así, con la figura del Precursor, bisagra de las dos Leyes, el resumen de las grandes figuras del Viejo Testamento sobre las que, como es habitual, se dispone el mensaje neotestamentario del tímpano. Los capiteles que coronan estas columnas, sobre las cabezas de las figuras, no amplían el mensaje iconográfico visto, siendo su carácter meramente ornamental. Presentan decoración vegetal a base de palmetas y acantos que acogen bolas en sus puntas, otros de tratamiento espinoso y aún otro de puntas rizadas, además de dos cestas decoradas con sendas parejas de arpías afrontadas de colas de reptil entrelazadas. El tránsito al Nuevo Testamento que abría la figura del Bautista continúa con la presencia, en las mochetas que soportan el tímpano, de los símbolos de los dos evangelistas que unen a su calidad de testigos contemporáneos de Cristo su cualidad de ser los que mejor recogen el ciclo de la Infancia resumido en la parte alta de la portada. En la mocheta izquierda aparece Lucas, bajo la forma del buey, con la inscripción : LVCHAM : FUIT : IN DIEB(us), es decir, “Lucas fue en (aquellos) tiempos”. A la derecha contemplamos la espléndida representación del ángel-Mateo de acaracolados cabellos, que emerge de un fondo de nubes portando un libro abierto en el que se grabó la inscripción: MA/TE/VS LIBER/ GEN(er)A/CIONIS, es decir, “Mateo. Libro de la genealogía”. Parte del mensaje que Lucas y Mateo plasmaron en sus evangelios se recoge en la primera arquivolta, en cuyos salmeres se representaron una arpía y un águila de alas explayadas. De izquierda a derecha vemos la representación de los tres Reyes Magos ante Herodes, al que le acompaña la figura de un infante armado con escudo y alzando la espada, que recoge una apresurada síntesis de la Matanza de los Inocentes. Le siguen cuatro figuras angélicas emergiendo de ondas, la primera portadora de una filacteria y realizando un gesto con su brazo derecho alzado que puede asociarse a la figura de María que preside el tímpano, resultando así una dislocada Anunciación o bien, como parece más probable, esta dovela se encuentra recolocada y debería corresponder con la revelación en sueños a los magos de la conveniencia de continuar su viaje y no re g resar ante Herodes, tema recogido en la parte derecha de la arquivolta. Siguen otros dos ángeles turiferarios alrededor de la estrella que guió a los reyes (la cual se sitúa sobre un mascarón monstruoso que vomita dos tallos) y una cuarta figura angélica, ésta emergiendo de un fondo de ondas y hojitas lobuladas que alza en su diestra velada el Libro cerrado. Tras él se representa el ya referido Sueño de los Magos. El culmen del programa iconográfico de esta portada se sitúa en el tímpano, cuya descuidada composición es probablemente síntoma de un remonte posterior. En él se desarrolla el tema de la Epifanía, presidida por la destacada, también en escala, figura de María, coronada y con velo, bajo la figuración de la sedes sapientiæ y el Niño sobre su pierna izquierda, girado y dirigiéndose a las figuras de los magos. Completa la escena un adormilado San José, sedente y en la habitual actitud de apoyarse en su cayado. La arquivolta media se moldura con tres cuartos de bocel en esquina retraído y la exterior con un haz de cinco boceles. Ésta fue claramente remontada y su arco forzadamente apuntado al realizarse, a fines del siglo XIII o inicios del XIV, la bóveda del pórtico, decorada con unas desvaídas pinturas murales que representan a los ancianos del Apocalipsis, pinturas estudiadas por Luis Grau. En esta misma fachada meridional, a la derecha de la portada, se abrieron dos lucillos sepulcrales contemporáneos de la fábrica, el más al este de arco de medio punto ornado con un bocel y el otro, de bella factura, compuesto de dos nichos dobles bajo arcos de medio punto y rosetas en las enjutas. Su labra a hacha denuncia su carácter románico. Otro sepulcro contemporáneo de la primitiva fábrica se ubica en el interior del muro norte de la colateral, próximo al presbiterio del ábside del evangelio. Se trata de un frente de sarcófago decorado con once arcos de medio punto con chambrana, que pese a la sumaria talla individualizan los capitelillos vegetales de hojitas lisas, el fuste y la basa de las columnas que los sustentan, y decoran sus enjutas con rosetas y estrellas. En el arco central resta la impronta de una mandorla almendrada que probablemente corresponda a un arrancado relieve del Pantocrátor. Algo posterior, de finales del siglo XIII o inicios del XIV, es la ædificatio de una sepultura grabada en la jamba izquierda de la portada, que reza: “I(n) NOMIN/E : PATRIS : A/M(en): AQUESTA/ : SEPVLTV/RA: MAND/O: FAZER: G/IRAL: AIM/E: E POR: N(u)L/ OME: NO/ SER : TOLI/DO:”, es decir, “En el nombre del Padre, amén. Esta sepultura la mandó hacer Giral Aimé, y no ha de ser levantada por ningún hombre”. Si arquitectónicamente ya señalamos la proximidad de nuestro templo con el vecino de Santa María del Azogue, las relaciones que de su análisis se derivan nos llevan tanto al románico zamorano como a los más alejados focos gallegos y asturianos. En cuanto a la iglesia de Santa María del Azogue, junto a una similar disposición arquitectónica, baste reseñar la identidad de lo decorativo, como la peculiar ornamentación de la portada norte de San Juan, con sus características arquivoltas con “pinzas” y con bocel exornado de arquillos, trasunto simplificado de la portada norte del transepto de Santa María. En este punto se abre la conexión con el románico leonés y el asturiano tardío, que analizaremos sobre todo al estudiar la otra iglesia de Benavente y también al hablar de algunas de la capital. La explicación de este tan geográficamente alejado referente parece haya que buscarla en la titularidad eclesiástica de la comarca, perteneciente a la sede ovetense hasta fechas cercanas. Las características “pinzas” que ornan las arquivoltas las encontramos en una portada de San Isidoro de León y en las de San Martín de Verga de Poja y San Antolín de Bedón (Asturias). Florones similares a los de las portadas norte y oeste de San Juan nos recuerdan a los de las portadas asturianas de San Pedro de Villanueva y San Esteban de Sograndio, en cuyo arco triunfal volvemos a encontrar el tema de la despedida de la dama y el caballero, aunque aquí, como los relieves de Villanueva y Santa María de Villamayor, se aproxime más al modelo de la colegiata de Toro. Ya vimos cómo en la portada meridional de San Juan del Mercado podía rastrearse la inspiración del Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, evidentemente plasmada por un escultor de muchos menos recursos plásticos. Gómez-Moreno, al referirse a la decoración de la parte baja de sus fustes aludía a la inquietante similitud con modelos italianos, concretamente del claustro siciliano de Monreale, parentesco común a otros edificios de la orden hospitalaria, como San Juan de Duero . El contacto con la obra del monasterio cisterciense de Moreruela queda reflejado en las ménsulas que recogen los nervios de las bóvedas de la cabecera, con su característico diseño piramidal lobulado y decoración vegetal. Los arcos decorados con dientes de sierra y boceles quebrados son propios tanto del léxico rigorista como de la estética “atlántica” del románico asturiano y sobre ellos volveremos al estudiar la iglesia de Santa María. La colegiata de Toro, además de la iconografía de la dama y el caballero ya citada, repite la cornisa de arquillos en la cabecera y transepto, los boceles con arquillos de medio punto en el cimborrio. Con las iglesias de Zamora capital los contactos y similitudes son múltiples. En Santa María de la Horta y la fachada del Obispo de la catedral volvemos a encontrar la cornisa de arquillos trilobulados, las acróteras a modo de hojas incurvadas que coronan el cuerpo de San Juan las volvemos a encontrar en Santiago del Burgo, San Isidoro, y Sancti Spiritus.