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Exterior de la fachada sur

Identificador
24750_01_005
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 17' 55.14'' , -5º 54' 11.24''
Idioma
Autor
José Manuel Rodríguez Montañés
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de El Salvador

Localidad
La Bañeza
Municipio
La Bañeza
Provincia
León
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA PRIMERA NOTICIA HISTÓRICA sobre el templo hace referencia a la fundación de un monasterio dedicado a San Salvador por el matrimonio formado por Abamor Eximiz y Sendina, quienes lo entregan al gran obispo de Astorga San Genadio en 932. En el año 1036 el presbítero Donei, tras casi un siglo en el que nada sabemos de la vida de dicho cenobio, pero que sin duda condujo a un momento decadente -Augusto Quintana piensa incluso en la desaparición del monasterio-, lo reedifica, dota y dona a la sede asturicense y su obispo Sampiro (monasterio concluso cum ecclesia et corte, et casas et omnia intrinsecum domorum). Diez años más tarde, el presbítero Veila dona a la comunidad de San Salvador toda su hacienda. Una nueva donación se produjo en 1070, por parte de Domingo Pepio y su esposa Marina Díaz. San Salvador aparece nuevamente en la confirmación de posesiones al obispado astorgano por Alfonso VI, en 1085, sin especificar si se trata de un monasterio. Ya en 1162, en documento del mismo tipo, expedido por el papa Alejandro III, se cita la iglesia de San Salvador de La Bañeza (ecclesiam sancti Salvatoris de Banieça), certificando la desaparición de la vida monástica, quizás ya a fines del siglo XI. La donación de 1174 por Pedro Moñiz al monasterio de San Pedro de Montes de su herencia en La Bañeza sitúa ésta sub ecclesia sancti Salvatoris, fluvio discurrente Ornia, sub Monte Urva, lo que nos confirma doblemente este hecho. Resulta así relevante que la erección del actual templo se produjese teniendo el rango de parroquia. Añadamos finalmente que las rentas y posesiones de la parroquia fueron cedidas en 1567 por el rector del santuario de la Encina de Ponferrada a las monjas del monasterio berciano de San Miguel de las Dueñas. En su estado actual, la iglesia de El Salvador de La Bañeza se presenta como un edificio básicamente obra de los siglos XVI, XVII y XVIII, en el que los vestigios arquitectónicos románicos se ciñen exclusivamente al ábside. El tambor absidal, articulado en tres calles delimitadas por semicolumnas adosadas, se levanta sobre un zócalo realizado en sillería arenisca y pizarra excepto en su remate, con la mampostería de pizarra que se utiliza para el resto de la fábrica. El paramento muestra claras señales de refección parcial y aunque hoy se presenta liso, hemos de suponer la presencia de una ventana abierta en el eje, bajo la línea de imposta decorada con cuatro filas de tacos y listel que recorre la calle central, aproximadamente a dos tercios de altura. Otras dos columnas se sitúan en los codillos del hemiciclo y el arranque del tramo presbiterial. Restan, hoy sin función, los canzorros que sostenían una estructura porticada desaparecida. El interior del paramento absidal aparece oculto por un retablo barroco de mediados del siglo XVII. Cosmen colige de la lectura de los Libros de Fábrica del siglo XVI que la primitiva planta correspondía a una iglesia de nave única. En cualquier caso, las reformas que van a dar al edificio su aspecto actual se inician a fines del siglo XVI, fechas en las que se añade la portada meridional, presidida por un busto del Salvador en una hornacina y datada epigráficamente en 1595, se realizan obras en la cabecera (documentadas en 1578) y se encargan las de la torre, que vino a sustituir a otra anterior, demolida. Durante el siglo XVII se acomete la torre, para la cual se acarrea piedra del monasterio berciano de Carracedo, se repara la capilla y se realiza el coro. Quizá los dos sillares decorados con arquillos de medio punto empotrados en los contrafuertes occidentales de la torre correspondan pues a la fábrica de Carracedo, o bien a un primitivo zócalo de la fábrica románica. La reforma del cuerpo del edificio que da la estructura actual de tres naves y sacristía rectangular al norte se concierta a principios del siglo XVIII y ya en 1769 se paga al maestro encargado de trazar las bóvedas. La decoración escultórica correspondiente al período románico se reduce a los capiteles de las dos columnas acodilladas en el exterior de la cabecera y otros restos dispersos. Ambos capiteles son vegetales, el del lado norte de hojas nervadas y carnosas de bordes vueltos y el meridional, bastante desgastado, con piso inferior de palmetas y superior de hojas carnosas trilobuladas. Canecillos y sillares románicos con labra a hacha se reutilizan en la cabecera del XVIII, algunos con perfil de nacela con dos rollos, otros vegetales entre los que destacan dos con helechos de bordes carnosos vueltos y uno decorado con un rostro barbado con cabellos acaracolados, de buena factura. Ya en el interior, empotrados en la cara interna de los pilares del crucero, se conservan dos fragmentos de cimacios o cornisas, uno con un friso de palmetas entre vástagos y el otro con rosetas de ocho pétalos inscritas en clípeos de tallo doble anudado. Bajo el coro, y haciendo hoy función de ménsulas, se reutilizaron dos canecillos románicos con representaciones animales, uno con un ave picoteando una liebre, que ase con sus garras y el otro con una rugiente cabeza de oso. Cronológicamente los restos románicos conservados parecen datar de la segunda mitad del siglo XII y en cualquier caso fueron erigidos siendo el edificio parroquia del primitivo núcleo de La Bañeza. Tras el retablo mayor, revistiendo el paramento interno del ábside, se descubrieron a finales de los años ochenta restos pictóricos visibles sólo mínimamente tras la hornacina del retablo ocupada por San Antonio (primer piso, calle derecha). En estas pinturas, datables a falta de un análisis más profundo en el siglo XIV (en su segunda mitad, según Luis Grau), reconocemos únicamente dos escenas, encuadradas por motivos geométricos con tonos ocres y negro. La de la derecha es una posible re p resentación del Pecado Original, de la que sólo se advierte a la figura desnuda de Eva. La escena más visible a través del hueco del retablo representa un Descensus ad Infero s y Liberación de los Justos. En ella vemos la imagen del Salvador, vestido con túnica que deja ver las llagas de sus manos y pies y portando la Cruz que dejará hincada en el infierno. Ase Cristo la mano de Adán, tras el cual aparece Eva, rescatándolos de la enorme cabeza llameante del scheol bíblico. Formalmente las figuras están bien resueltas, con cierto naturalismo y pese a las pérdidas cromáticas, el estado de conservación es correcto y la calidad más que notable, mereciendo por su valor artístico, sin duda, un más destacado relieve.