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Vista exterior del muro norte de Sant Martí de Gospí

Identificador
25194_01_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41.7385, 1.35016
Idioma
Autor
Helena Soler Castán
Juan Antonio Olañeta Molina
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Martí de Gospí

Localidad
Gospí
Municipio
Sant Ramon de Portell
Provincia
Lleida
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Martí de Gospí

Descripción

SANT RAMON DE PORTELL

Iglesia de Sant Martí de Gospí

La aldea de Gospí está situada al Noroeste del término de Sant Ramon de Portell. El núcleo se extiende por la vertiente soleada de la colina en cuya cima se halla el castillo de Gospí, convertido en una casa señorial adosada a una antigua torre de vigilancia cilíndrica, la cual no conserva ningún elemento de su estructura original. Acompaña a la fortaleza en su posición privilegiada, la iglesia de Sant Martí que limita con el cementerio. Desde Sant Ramon de Portell sale una carretera señalizada que tras 2 km llega a Gospí.

 

El lugar de Gospí es citado por primera vez en un testamento redactado en 1035, en el que Guifré II, conde de Cerdanya, legó a su hijo Bernat el condado de Berga, que comprendía, entre otros núcleos, los castillos de Castellfollit, Pujalt, Gàver, Portell y Gospí. Sin embargo, la referencia histórica más antigua de la iglesia de Sant Martí data de un siglo más tarde, de 1133, cuando el obispo de Urgell donó a Santa Maria de Solsona las parroquias de Gospí y la Salsa, las cuales hasta entonces dependían de Sant Andreu de Tresponts. Esta dependencia de la canónica de Solsona fue confirmada por el acta de consagración de ésta última en 1163 y se mantuvo durante el siglo xiii con el pago por parte de Gospí de la cuarta parte de la primicia. Dos documentos del siglo xiv vinculaban el templo con el obispado de Urgell. En el primero, de 1312-1313, figuraba entre las parroquias visitadas en dicha diócesis por el vicario arzobispal de Tarragona, mientras que en el segundo, de 1391, se incluía entre la relación de parroquias que contribuían a la décima del obispado de Urgell.

 

La iglesia dedicada a san Martín se ha visto sometida a una serie de reformas y añadidos que han modificado considerablemente su antigua estructura, hasta convertirla en lo que es actualmente. El edificio primitivo constaba de una única nave y de un ábside semicircular, que fue sustituido por una estancia de planta rectangular, que hace las funciones de sacristía, y que, a su vez, tiene adosada una torre campanario de planta cuadrada con cuatro ventanas. En el muro meridional, donde se conserva la mayor parte de los restos originales, se abre la puerta, a la que se accede por medio de una pequeña escalinata. La portada, muy tardía, posiblemente de época gótica, se resuelve mediante un arco de medio punto con dovelas de gran tamaño y enmarcado por una chambrana y una imposta que presentan una decoración a base de dientes de sierra. En este mismo lienzo se abre una ventana de doble derrame y arco de medio punto monolítico fracturado en dos partes, que se encuentra cegada al interior. La utilización de este tipo de arco de una sola pieza en las ventanas no es un hecho aislado en la zona, pues se encuentran numerosos ejemplos, como Santa Maria de Castellmeià, Sant Pere de les Sitges o Sant Julià del Llor, por citar tan sólo algunos de ellos. Al Sureste se adosó la antigua rectoría, que tenía comunicación directa con el interior del templo. En el muro septentrional destaca la presencia de dos potentes contrafuertes, testimonio evidente de los problemas estructurales que presenta este edificio, posiblemente desde sus inicios. En la fachada oeste se aprecia claramente la existencia de dos grietas verticales, ya cerradas, que marcan, sobre todo la del lado norte, un notorio cambio de aparejo. Ambas son indicios manifiestos del desplome de los muros, provocado posiblemente por un deficiente cálculo del sistema de soporte de la bóveda, y de las reparaciones acometidas para afrontar el problema. Además de recurrir a reforzar la estructura mediante contrafuertes, tanto en el lienzo septentrional, como en el meridional, los paramentos fueron sobrealzados, como pone de manifiesto el cambio de aparejo en las hiladas superiores de los muros laterales, más evidente en el norte, o en la elevación de la vertiente de la cubierta que se observa en el frontispicio occidental. La fábrica cuenta con otra ventana, esta vez cruciforme, emplazada en esta fachada de poniente.

 

En el muro sur se conservan parte de los canecillos y de la cornisa que estos sostenían, la cual tiene un perfil biselado decorado con objetos semiesféricos, tres por pieza, que, por su forma y porque presentan una especie de rabillo en su parte superior, se han identificado con frutas. De ser así, podrían ser cerezas o manzanas y, por tanto, podrían ser interpretadas más allá de su función ornamental. Mientras que las primeras podrían asociarse con el fruto del Paraíso, las segundas tendrían que ver con el fruto del árbol del conocimiento y, por tanto, con Eva y el Pecado Original. Este motivo decorativo también se encuentra en otra iglesia de la zona, Sant Esteve de Pelagalls, si bien en esta la ubicación es diferente, pues se halla en una de las arquivoltas de la portada. Por su parte, los canecillos de esta misma fachada sur presentan rostros humanos, muchos de ellos seriamente deteriorados. Los dos que se han conservado en mejor estado presentan unos rasgos muy esquemáticos Si la interpretación anterior de los elementos de la cornisa como frutos relacionados con el Paraíso fuera correcta, la presencia de estas cabezas podría estar vinculada a una intención de representar a la humanidad soportando el peso del pecado. En el muro septentrional, a pesar de haber perdido la cornisa, se conservan siete canecillos, de los cuales sólo en dos se pueden reconocer los atributos de facciones humanas, dado que el resto está en tal estado que resulta imposible cualquier identificación. La representación de rostros humanos en la decoración de edificios de la comarca no es un hecho aislado, pues también aparecen en la iglesia de Sant Julià del Llor, si bien en esta figuran en las ménsulas y capiteles del ábside. Finalmente, cabe señalar que en las reformas del templo, mientras que en el muro sur se movieron la cornisa y los canecillos a la nueva altura de la techumbre, en el muro norte, los canecillos quedaron en su posición original, por lo que actualmente quedan por debajo de las últimas hiladas del paramento.

 

En uno de los procesos de ampliación a los que fue sometido el edificio, se anexionó una capilla en el lado norte, que más tarde fue ampliada hasta convertirla en una segunda nave, cuyo eje coincide con el de la nave primitiva.

 

El aparejo primitivo está realizado con piedra sedimentaria muy abundante en la zona de la Segarra, tallado en sillares de tamaño variado, no pulidos y mal escuadrados y dispuestos en hiladas poco uniformes, donde se combina la posición vertical con la horizontal de algunas piezas. La techumbre es a dos aguas y está recubierta por tejas arábigas.

 

Interiormente, la nave se cubre con una bóveda de cañón compartimentada en tres tramos por otros tantos arcos fajones, dos de los cuales, los más cercanos al ábside, son de medio punto, y el tercero, apuntado. Todos ellos descansan sobre pilastras adosadas al muro, carentes de capitel. Destaca el hecho que los arcos de factura románica están achatados y no son simétricos con su eje, lo cual, posiblemente, es consecuencia de los problemas estructurales que hemos descrito. De la zona absidal tan sólo se conserva el arco presbiteral, actualmente tapiado, detrás del cual se aloja la sacristía. Dicho arco es de medio punto, y descansaba en unas simples pilastras, una de las cuales, la del sector septentrional, ha desaparecido a causa de la ampliación del templo con la capilla lateral que ya hemos comentado, que terminó por convertirse en otra nave. Ésta se cubre con una bóveda de cañón de perfil apuntado. En el muro meridional se conservan los vestigios del arranque de un arco de medio punto. Cabe destacar la presencia de unas marcas en forma de cruz latina incisas en el muro del evangelio, las cuales podrían tratarse de cruces de consagración. Concretamente, se localizan en las dos pilastras de los arcos fajones más cercanos al ábside.

 

La construcción de la parte románica de la iglesia de Sant Martí de Gospí puede datarse entre los siglos xi y xii. A pesar de que conserva escasas estructuras originales, su singularidad reside en la ornamentación de sus muros laterales y en los problemas estructurales que presenta, los cuales han determinado buena parte de la evolución posterior del edificio.

 

Texto: Helena Soler Castán/Juan Antonio Olañeta Molina- Fotos: Helena Soler Castán

 

Bibliografía

 

Benet i Clarà, A., 1993, pp. 6-7; Catalunya Romànica, 1984-1998, XXIV, p. 461- 462; Farré i Verdés, R. y Vidal i Llavall, M., 1992, pp. 28-29; Vidal Sanvicens, M. y López i Vilaseca, M., 1981, pp. 203-205 y 276-277.