Sant Víctor de Fígols
FÍGOLS I ALINYÀ
Situado 24 km al Sur de La Seu d’Urgell, el municipio de Fígols i Alinyà se ubica en su mayor parte a la izquierda del Segre. Se accede cruzando el puente de Espia a la altura del kilómetro 159 de la carretera C-14, donde se inician la carretera de Fígols, al Norte, y la L-401 al Sur, las cuales proporcionan acceso a la totalidad de núcleos del municipio.
Fígols –antiguamente conocido como Fígols de Segre, Fígols prop Voloriu y Fígols d’Organyà– y Alinyà fueron dos entidades independientes hasta 1972, momneto en el que se unieron para crear el municipio actual, compuesto por los pueblos de Fígols (cabeza del municipio), Alinyà, Canelles, Alzina d’Alinyà y Perles, además de los lugares de Llobera, Les Sorts, Forn, Romanius, Obac, Voloriu, Vall de Mig, Vall Baixa, Colldeboix, Caferna y el despoblado de Voltrera. En lo que refiere a los topónimos, la práctica totalidad de los nombres del municipio derivan del latín, habitualmente mediante diminutivos: Ficŭlos (posiblemente Fígols), Cannĕllas (Canelles), ĭlĭcīna o ēlĭcīna (Alzina d’Alinyà), Helinniano (Alinyà), Vultŭrarĭa (Voltrera), Lŭparĭa (Llobera), Rīvu Mannīci (Romanius) y Opācu (Obac).
Las primeras menciones referentes al territorio del actual municipio datan de mediados del siglo ix, cuando el cabildo de Urgell gozaba del señorío del lugar, que más tarde pasó al priorato de Organyà –bajo jurisdicción del cabildo– hasta el fin del antiguo régimen, sin olvidar que los Cardona y los Caboet gozaban de privilegios en sectores del lugar.
Iglesia de Sant Víctor de Fígols
La iglesia de Sant Víctor, parroquial de Fígols, que se alza solitaria en el extremo occidental de la localidad, es el primer edificio que se presenta al aproximarse a la población por la carretera que discurre paralela al Segre, una vez cruzado el puente de Espia desde el kilómetro 159 de la carretera C-14.
De este templo se conservan varias referencias indirectas, principalmente menciones a un lugar conocido como Sancti Victoris localizado en el valle de Fígols, citado como referencia para señalar los límites de varios terrenos objeto de una transacción. De todos modos, se dispone de una referencia explícita al templo fechada en 1051, la cual, junto a las menciones indirectas anteriores, permite afirmar que dicha construcción ya existía alrededor del año 1000. Consta que fue incendiada en 1836 durante la primera Guerra Carlista por los partidarios del infante Carlos.
Se trata de un templo de una nave rectangular y una cabecera compuesta por un ábside semicircular ligeramente más bajo que aquélla. La fábrica presenta un aspecto armónico, fruto de operaciones de restauración y limpieza recientes, lo cual no oculta la existencia de elementos de distintas fases constructivas. El aparejo, dispuesto en hiladas regulares, está compuesto por bloques de distintos tamaños de piedra caliza con incorporaciones de piedra toba, especialmente visibles alrededor de la entrada del muro sur, formada por un arco de medio punto con las dovelas a sardinel. Bajo el alero de la cubierta actual, de teja a dos aguas, una línea de losas de piedra sobre hiladas regulares de caliza sugiere la presencia de un tejado anterior, el cual fue ligeramente recrecido en una etapa posterior a la de la construcción original, tal como puede observarse en la fachada occidental.
Precisamente esta fachada revela el desarrollo de las distintas fases constructivas visibles en el exterior del templo. Pese a haber sido levantada con bloques de caliza de pequeño tamaño, presenta una apariencia robusta, si bien dos contrafuertes de dimensiones considerables contienen sus esquinas. De estos, el septentrional –que abraza todo el ángulo– es notablemente mayor que el meridional, que ni siquiera alcanza media altura. Tan sólo una ventana geminada de medio punto, ejecutada en piedra toba, perfora el muro y evidencia el espesor de la fábrica. Corona el frontis un campanario de espadaña, enteramente construido con piedra toba, de factura posterior.
El muro septentrional también testimonia las dificultades estructurales que comprometieron la construcción, pues es reforzado por otros dos contrafuertes de dimensiones considerables. Éstos estan relacionados con el recrecimiento del muro bajo cubierta ya mencionado. Dos capillas de planta cuadrada, y de menor altura que la nave y el ábside, fueron adosadas a los muros norte y sur, inmediatamente antes del espacio presbiterial, creando una sensación de transepto. Ambas están cubiertas por un tejado a dos aguas y colaboran a la contención de los muros.
El ábside, el elemento más destacado, es ligeramente más bajo y estrecho que la nave, presenta una fábrica marcada por la regularidad del aparejo, pese a observarse en su paramento un evidente cambio de material a la altura de las ventanas, pues la caliza deja paso a la piedra toba. Un friso de arquillos ciegos, realizados con este íltimo tipo de piedra, recorre la parte alta del lienzo, bajo una línea de bloques regulares del mismo material, todo ello aplicado bajo el alero de la cubierta, que en este caso es cónica y de losas de piedra. Dispuestas de modo equidistante en el ábside, se abren tres ventanas estrechas, de doble derrame y arco de medio punto ejecutado con pequeños bloques de piedra toba. Mientras que al Sur la lectura de la transición de la nave al ábside se realiza sin complicación alguna, al Norte ésta se ocultó parcialmente con la construcción de un contrafuerte en talud que se entrega precisamente en el ángulo donde la amplitud de la nave deja paso al ábside, cubriéndolo en su totalidad, así como parte del friso de arquillos bajo el alero. Finalmente, parte del conjunto ha sido recientemente enmarcada por un banco corrido de fábrica ciclópea adosado al muro, que sigue el perfil del ábside y la capilla meridional.
En el interior, la nave está cubierta con una bóveda de cañón rebajada, reforzada por dos gruesos arcos fajones que arrancan a media altura del muro. En el espacio entre el primer arco fajón y el muro occidental se construyó en época moderna un coro en alto. El ábside está cubierto con una bóveda de cuarto de esfera y está precedido por un amplio espacio presbiterial que se cubre con una bóveda de cañón. A excepción del ábside, con la fábrica vista y en el que se utilizó un aparejo compuesto por sillarejo irregular en hiladas no muy uniformes, la totalidad de la nave está cubierta por una capa de enlucido con elementos decorativos pictóricos y molduras de factura moderna. Las dos capillas cuadradas abiertas en los laterales, están cubiertas con bóveda de cañón sensiblemente más baja que el resto de la nave y se hallan modestamente iluminadas por unas pequeñas ventanas de doble derrame y arco de medio punto practicadas en el muro oriental de cada una de ellas.
Encastrada en el montante este de la puerta se encuentra una pila benditera monolítica de piedra caliza y sección troncocónica que puede ser considerada como una pieza bajomedieval.
El conjunto presenta un estado de conservación envidiable gracias a las recientes tareas de restauración de las que ha sido objeto. Cabe destacar que la volumetría del templo original se ha visto sustancialmente alterada en épocas posteriores, si bien la cabecera continúa siendo la estructura más destacable, especialmente por la presencia de las arcuaciones ciegas bajo el alero del tejado. Este tipo de decoración es poco frecuente en las construcciones románicas del Alt Urgell (casos similares se encuentran en Sant Julià dels Garrics o en el vecino templo de Sant Bernabé de l’Alzina d’Alinyà, por ejemplo), hecho que invita a considerar que, pese a disponer de datos documentales sobre la existencia del templo alrededor del año 1000, estamos ante una construcción más propia del siglo xi, sustancialmente modificada en épocas posteriores.
Texto: Esther Solé Martí - Fotos y planos: Xavier Cerqueda Ribó
Bibliografía
Baraut i Obiols, C., 1979, pp. 123-124; Baraut i Obiols, C., 1988-1989, pp. 62-63; Catalunya romànica, 1984-1998, vi, pp. 203-204; Madoz Ibáñez, P., 1846-1850, viii, pp. 82-83; Miret i Sans, J., 1916, 63, pp. 427-428, 431 y 437-438; Miret i Sans, J., 1916, 64, pp. 524-525; Vidal Sanvicens, M. y López i Vilaseca, M., 1997, pp. 97-98.