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Vista general de Sant Pere de Ripoll

Identificador
17147_07_063
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42.20131, 2.189973
Idioma
Autor
Martí Beltrán González
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Pere de Ripoll

Localidad
Ripoll
Municipio
Ripoll
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Pere de Ripoll

Descripción

Iglesia de Sant Pere de Ripoll

 

La antigua iglesia parroquial de Sant Pere se encuentra en el centro del municipio de Ripoll, a pocos metros del monasterio dedicado a santa María, en la plaza del Monestir. Para hallar sus orígenes es necesario retroceder en el tiempo hasta la fundación del cenobio, con cuya historia está estrechamente relacionada. En los alrededores de un monasterio es costumbre que se estableciera una iglesia parroquial, que ofrecía servicio religioso a las personas que residían en sus inmediaciones. Este fue el probable origen del templo, como se deduce de su temprana aparición en los documentos relacionados con el cenobio de Santa Maria.

 

La primera mención a la iglesia de Sant Pere aparece en una donación al monasterio documentada en el año 880. En dicho documento, el presbítero Ariolf menciona la iglesia de Sant Pere junto con la de Sant Joan, está última probablemente referente al núcleo fundacional de Sant Joan de les Abadesses. En los años inmediatamente posteriores a esta noticia, la primitiva iglesia de Sant Pere fue objeto de importantes modificaciones, lo que propició que el obispo Gotmar de Vic la consagrara en el año 890. Aunque el original de esta acta de consagración está perdido, conocemos su contenido gracias a diferentes copias de época moderna, en las cuales se confirma definitivamente el carácter parroquial del templo. En el acta de consagración de la iglesia abacial de Ripoll, del año 977, se menciona ya que el conde Oliba pide que sea consagrada una iglesia en honor de san Pedro y san Andrés, construcción que cabe suponer habría de sustituir al (o ser una modificación del) primitivo templo del siglo ix.

 

Hacia la mitad del siglo xi y probablemente debido al aumento de la población alrededor del monasterio, la iglesia parroquial dedicada a san Pedro fue objeto de otra importante reforma. El edificio fue derribado para ampliarlo hacia el Norte, al mismo tiempo que se construían tres naves con sus respectivos ábsides. Gracias a una noticia del año 1095 se sabe que, además del altar principal dedicado al apóstol, en uno de los altares laterales se rendía culto a san Andrés, continuando con la tradición comenzada un siglo atrás. A finales del periodo medieval, ya en el año 1338, el abad Desbach constituyó una comunidad de beneficiados que gozó de gran vitalidad: llegó a tener hasta dieciséis miembros, que se encargaban del culto de la parroquia.

 

En época moderna, durante los siglos xvi y xvii, la iglesia parroquial volvió a ser profundamente reformada, añadiéndose columnas y una bóveda de crucería. La iglesia también fue fortificada, siendo modificado su exterior con el añadido de un entramado de muros defensivos y pequeñas torres. Más adelante también fue construida la capilla de la Congregación, bendecida en el año 1704. Durante la segunda mitad del siglo xix una serie de obras dieron a la iglesia el aspecto general que tiene en la actualidad; cabe destacar la construcción del pórtico de entrada y la ampliación del presbiterio a partir del año 1860. El declive del templo vino de la mano de la reinstauración del culto en la vecina basílica de Santa Maria, que después de su restauración y posterior consagración en el año 1893, asumió las funciones parroquiales. La iglesia de Sant Pere aún continuó todavía unos años abierta al culto, hasta que después de los saqueos que ocurrieron en 1936, durante la Guerra Civil, fue despojada definitivamente de toda celebración. Años más tarde, el edificio fue cedido al Museo Folklórico de Ripoll, que utilizó sus dependencias para establecer su colección.

 

Como se ha dicho, Sant Pere es una construcción muy modificada, en la que se combinan elementos arquitectónicos que abarcan desde los siglos ix y x hasta el xix. El elemento de mayor antigüedad conservado es un pequeño añadido a la estructura principal, que se encuentra sobresaliendo en el muro de poniente. Tiene planta rectangular, techo a dos aguas y una ventana estrecha, formada por dos largos sillares como montantes que sostienen un dintel arqueado. Según Eduard Junyent, esta pared es el extremo oeste del primitivo templo prerrománico, que destaca por su aparejo a base de grandes y erosionados sillares de aspecto rojizo, similares a los que se encuentran en la cercana capilla de Sant Bartomeu.

 

De la gran reforma del siglo xi tampoco se conservan demasiados restos. En cualquier caso, se observa que la iglesia constaba de tres naves, probablemente con tres ábsides semicirculares situados en su extremo norte. Actualmente tan solo se conserva el ábside de la nave central, aunque muy modificado durante la fortificación del edificio en época moderna. En la parte exterior del muro oeste, se conservan también algunos elementos del templo románico; se puede observar una puerta de medio punto tapiada, así como una ventana de derrame simple cubierta por una cornisa. En este muro oeste también se pueden apreciar los restos de arcuaciones ciegas, que suponían la decoración exterior de la fachada. En el interior del templo se conserva un arco triunfal de medio punto, en la antigua nave central, así como parte del aparejo del antiguo ábside. Sobre la antigua nave oeste se levanta un campanario, aunque debido a la mencionada fortificación moderna no conserva elementos románicos. Como se puede extraer de la descripción de los elementos conservados, así como del aparejo regular y de pequeño tamaño conservado, se trata de una edificación típica del siglo xi, que sigue los parámetros del llamado primer románico.

 

Durante los siglos posteriores el templo perdió su orientación original, desplazando su cabecera hacia levante. También se abrió la actual entrada en el muro sur y se reemplazó la bóveda original por la actual cubierta en crucería, que da al conjunto el aspecto algo caótico que se puede observar en la actualidad.

 

 

Frontal de altar de Sant Pere de Ripoll

 

En el Museu Episcopal de Vic se conserva el frontal de altar de Sant Pere de Ripoll (núm. inv. 556), realizado sobre madera de alba y que presenta unas medidas de 102 cm de alto por 160,5 cm de largo que se ven aumentadas a 187,5 cm si se tiene en cuenta el marco conservado en el lateral. El antipendio toma su nombre del templo donde se hallaba a finales del siglo xix, cuando fue comprado por el Museo Arqueológico Artístico Diocesano. El semanario vicense La Veu de Montserrat se hacía eco de la noticia de su compra en el número publicado el 24 de agosto de 1889, donde se menciona su reciente adquisición junto con el altar gótico de Sant Pol de Sant Joan de les Abadesses.

 

Sin embargo, todos los indicios apuntan a que el origen de esta excepcional pieza del mobiliario litúrgico no se halla en la iglesia parroquial de Sant Pere. La concepción de un frontal esculpido de factura tan brillante como el presente tendría su razón de ser en el ambiente monástico del vecino monasterio de Santa Maria de Ripoll, donde probablemente fue gestado para ocupar algún altar secundario de la iglesia abacial. Este hipótesis se sustenta en el hecho de que probablemente uno de los laterales de orfebrería de su altar principal pudiera tener este mismo tema iconográfico, como sucedía con el frontal de orfebrería de la catedral de Girona. De ser esto cierto, el frontal habría acabado en las dependencias de la iglesia de Sant Pere después de los saqueos a los que fue sometido el monasterio de Santa Maria en el año 1835, sobreviviendo a los destrozos que se produjeron durante el asedio de las tropas carlistas del 1839.

 

La composición del frontal está presidida por una mandorla central adornada con motivos dorados en espiral, de la que sobresale un Cristo en majestad barbado y coronado. La Maiestas Domini está vestida con una túnica de color rojo y sostiene con la mano izquierda el libro de las escrituras, en el que se pueden leer las iniciales alfa y omega. La figura de Cristo debía hacer el gesto de bendecir con la mano derecha, aunque esta ha sido mutilada y en la actualidad no se conserva. Como corresponde a las figuras celestiales representadas en el arte románico, el Cristo central aparece descalzo, con los pies en posición frontal y apoyados sobre una especie de tarima en la que destaca una estrella dorada en su interior. La figura central probablemente estaba rodeada por las desaparecidas figuras de los evangelistas en su representación del Tetramorfos, cuya fijación al frontal se llevaba a cabo mediante dos clavos cada uno, de igual modo que sucede con el resto de figuras de la composición. A su alrededor estaba representado el colegio apostólico completo, con los doce apóstoles repartidos en dos registros horizontales a cada lado de la figura central. Cada uno de ellos ocupaba un espacio debajo de un pequeño arco de medio punto sostenido por columnas doradas, que en su parte superior están coronadas por un capitel. Desgraciadamente sólo se han conservado las figuras de cuatro de los apóstoles, siendo la correspondiente a san Matías (mat/hias), que se halla en el extremo derecho del registro superior, la que se encuentra en mejor estado. La figura de Matías presenta una bella factura, en la que resalta el gran detallismo con el que se ha tratado el aspecto del apóstol, destacando la larga túnica roja cuyos pliegues se adaptan a la postura de su cuerpo. Presenta la cabeza inclinada hacia su lado izquierdo, con un alto nivel de detalle en ojos, barba y cabello (la nariz está mutilada).

 

El resto de los apóstoles conservados han sufrido graves mutilaciones, no conservando la cabeza ninguna de las tres figuras. Su tratamiento estético es similar al descrito anteriormente, aunque se evidencia la voluntad del artista por individualizar cada uno de los apóstoles, con detalles como la gran llave que sostiene san Pedro (pe/trus), en el registro superior izquierdo, a la derecha de Cristo. En el extremo izquierdo se pueden ver las figuras de san Andrés (and/reas) y san Judas (iuda/s), que ocupan respectivamente los compartimentos superior e inferior y vuelven a mostrar este interés del artista por dotar de carácter propio a cada una de las figuras. En las fotografías de archivo se puede ver un quinto apóstol que probablemente fue sustraído a comienzos del siglo xx. Se trata de san Mateo (mat/eus), que ocupaba el compartimento inferior derecho y presentaba un tratamiento similar al del resto de figuras.

 

Como se ha podido comprobar, debido a las diferentes mutilaciones que ha sufrido el frontal a lo largo de los años su estado de conservación no es precisamente bueno. Faltan las figuras de los evangelistas y de ocho de los apóstoles; las figuras que se han conservado también presentan graves desperfectos excepto en el caso de san Matías, que se ha preservado casi íntegramente. Tanto el tema iconográfico de Cristo con el colegio apostólico, como la composición del frontal de altar son muy habituales en el románico catalán, contando con múltiples ejemplos tanto en los frontales de madera esculpida como en los de pintura sobre tabla. Entre los frontales de madera tallada su motivo se puede comparar con el de los procedentes de Santa Maria de Taüll o Esterri de Cardós, aunque estos no presentan tan alto grado de refinamiento como en la pieza aquí descrita.

 

En el frontal se pueden apreciar toda una serie de elementos decorativos realizados con la técnica del estuco y de la corladura, que le debían dar en su origen un aspecto dorado con el que se pretendía imitar a los preciados frontales de orfebrería que adornaban los altares de las iglesias catalanas más importantes en el siglo xi. Desgraciadamente ninguno de estos altares metálicos ha llegado hasta nuestros días, con lo que tan solo se puede reconstruir su aspecto mediante las descripciones posteriores.

 

 

Cristo Crucificado de Sant Pere de Ripoll

 

El Museu Nacional d’Art de Catalunya conserva, con número de registro 12266, la talla policromada de un Cristo sufriente, que fue donada al museo en el año 1935 por el arquitecto Antoni Coll i Fort. El origen de esta pieza parece ligado al de la iglesia parroquial de Sant Pere de Ripoll, ya que fue hallada durante unos trabajos realizados por el citado arquitecto en la bóveda del templo.

 

La imagen del Cristo sufriente tiene unas dimensiones de 154 cm por 121 cm y se encuentra colocada sobre una cruz de madera de nueva factura. El modelo de tipo sufriente sigue una tradición típicamente occidental, en el cual la figura de Cristo únicamente está cubierta por un perizonium, pieza de ropa o manto que cubre desde la cadera hasta las rodillas. En este caso concreto la talla presenta el torso desnudo, en el cual no se aprecian rasgos anatómicos que den al conjunto un aspecto naturalista. El punto más cuidado de la imagen es su rostro, que transmite un sentimiento de serenidad dentro de la sobriedad del conjunto. Con unas facciones alargadas, el Cristo presenta los ojos cerrados y la nariz bien definida. Cabe destacar la barba dividida en seis rizos a cada lado del mentón, tipología que sigue los usos de los talleres del Urgell. La talla está cubierta con un perizonium que cubre desde la cintura hasta las rodillas, en el cual se pueden distinguir unos pliegues bastante rudimentarios. En su parte posterior, el manto alcanza hasta los tobillos con una longitud que no es habitual en las tallas de este tipo.

 

La talla está bastante deteriorada por el paso del tiempo y el efecto de las termitas, sobre todo en el tronco y en la parte izquierda del rostro. También faltan varios dedos de la mano derecha. En cuanto a la policromía, se pueden observar algunos restos que posiblemente pertenecen a alguna reparación de época moderna. Por la tipología de la imagen, con las piernas cruzadas y con los pies sujetos por un solo clavo, se puede inscribir la imagen en el entorno de los talleres de Ripoll, dentro del estilo imperante en la primera mitad del siglo xiii. Se podría llegar a comparar con el conjunto del descendimiento de Sant Joan de les Abadesses, aunque en este caso y pese a algunos detalles de calidad estaríamos delante de la obra de un artista de segundo orden.

 

Texto y fotos: Martí Beltrán González – Planos: Conchita Ruiz Terradillos

 

 

Bibliografía

 

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