MONTFERRER I CASTELLBÒ

Castillo de Castellbò

Los vestigios del castillo de Castellbò se encuentran en el centro de la localidad en lo alto de la peña que domina la población. Castellbò dista unos 12 km de La Seu d’Urgell, y es accesible por la carretera que arranca al Este en Montferrer, poco antes del kilómetro 231 de la N-260. No obstante, la última aproximación al castillo deberá realizarse a pie, tomando una estrecha callejuela que arranca enfrente de la colegiata.

Castellbò fue la capital del vizcondado homónimo, cuyo período de esplendor se sitúa entre los siglos xii y xiii. Aunque entre los siglos ix y x este territorio era conocido como Castro Leonis, adquirió su denominación actual a mediados del siglo xi. Por su parte, el vizcondado fue conocido como vizcondado de Castellbò a partir del mandato del vizconde Pere i (1126-1150), si bien la dinastía había sido fundada a mediados del siglo x por Miró i, vizconde de Urgell documentado entre 953 y 977. En lo referente al castillo, se dispone de escasos datos documentales explícitos. Destruido en 1513 por orden de Fernando II el Católico, fue objeto de múltiples pugnas a lo largo de la Edad Media. Así, en 1128, el castillo fue infeudado a Bernat de Alp; mientras que treinta años después dicha fortificación et omnia alia si qua sunt in vicecomitatu de Castellbo constructa sive destructa ve que in futuro ibi constructa fuerint fue dada al cabildo de Urgell por parte del conde Ermengol vii, aunque la transacción nunca se llevó a cabo. El mismo conde dictó testamento en 1167, en ql que dejó –entre otras posesiones– el kastrum de Castelbo a su hijo Ermengol, quien mantuvo duras disputas por el control del territorio con el vizconde Arnau de Castellbò y el conde de Foix. Estos enfrentamientos se prolongaron hasta los fallecimientos de Ermengol y del vizconde. Finalmente, el vizcondado de Castellbò se unió al de Foix por vía matrimonial. Desde entonces, Castellbò pasó a ser un enclave secundario de la casa de Foix, aunque su importancia en la vida política del actual Alt Urgell continuó siendo de espaecial relevancia hasta la caída del vizcondado a manos de las tropas de Fernando el Católico.

Los escasos testimonios de estructuras del castillo no permiten determinar la superficie de la fortaleza o la configuración de su planta, aunque se trata de una construcción que gozaba de gran dominio visual tanto sobre la entrada al valle de Castellbò como de las principales vías que lo cruzaban. Erigido directamente sobre la roca, puede observarse como ésta fue recortada para facilitar el asiento de las estructuras. Los lienzos murales conservados revelan una construcción de bloques de esquisto –bien tallados en las esquinas, más desiguales en el resto de la obra– ligados con barro y mortero. Destaca especialmente el muro del flanco oeste, asimilable a una barbacana o a un contrafuerte, que presenta hiladas ejecutadas en opus spicatum. Por su parte, esta pervivencia de un sistema constructivo anterior al de la época de máxima utilización del castillo convive con unas pocas hiladas de losas de esquisto sin material de unión dispuestas en la cima del conjunto, de factura claramente posterior. Finalmente, las fuentes documentales revelan que el castillo contaba con una capilla propia, bajo la advocación de san Pedro y san Francisco, de la cual tampoco queda vestigio alguno.

Este castillo fue el centro neurálgico del vizcondado de Castellbò, y puede considerarse que su alto grado de destrucción revela su condición de enclave poderoso y largamente codiciado, del cual apenas se conservan datos explícitos pero que sin duda fue escenario y testimonio de algunos de los episodios más destacados del Alt Urgell medieval, dominados por las pugnas entre el condado de Urgell y el vizcondado de Castellbò a lo largo del siglo xii.

Texto y fotos: Esther Solé Martí

Bibliografía

Baraut i Obiols, C., 1988-1989, pp. 211-212; Baraut i Obiols, C., 1990-1991, pp. 57-58 y 143-145; Castells Catalans, Els, 1967-1979, vi (2), pp. 1209-1232; Catalunya Romànica, 1984-1998, vi, pp. 231-233; Gascón i Chopo, C., 2009, pp. 7-8; Tragó, P., 1982, pp. 6 y 8-9.