Identificador
40200_01_371
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 23' 58.52'' , -4º 18' 43.53''
Idioma
Autor
José Antonio Ruíz Hernando
Colaboradores
Sin información
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Cuéllar
Municipio
Cuéllar
Provincia
Segovia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LA ANTIGUA IGLESIA DE SAN PEDRO, -hoy de propiedad privada y sin culto tras su desamortización decimonónica- se encuentra inmersa en el núcleo urbano de la localidad, cuyo límite oriental definía en época tardomedieval y moderna con su potente ábside formando parte avanzada del segundo recinto amurallado de Cuéllar, como si de una pariente menor de la catedral de Ávila se tratara. Buen reflejo de esta relación entre templo y sistema defensivo ofrece Gonzalo de la Torre de Trassierra, quien describió el vínculo entre iglesia y muralla a finales del siglo XIX del siguiente modo: “Cual inmensa barbacana que defendía el arco llamado de San Pedro el ábside de este templo se adelanta en la llanura segura de su robustez y de su fuerza; es un modelo hermoso y original de la arquitectura de aquella época religiosa y militar en todos sus detalles; la esbeltez de sus proporciones no se amengua en lo más mínimo por sus saeteras y matacanes, más propios de cubo guerrero que de casa de la oración y del recogimiento; aquel es el punto más vulnerable del recinto, y por eso sin duda se creyó necesario que el templo se convirtiera en baluarte, como lo fue siempre en los gloriosos tiempos de nuestra reconquista el ideal de su culto, para hacernos fieros y grandes en contra de los enemigos de la fe. Como toda la muralla, ostenta los escudos de don Beltrán de la Cueva, y la puerta de la villa a él contigua el heráldico blasón del concejo”. Es San Pedro la iglesia cuellarana que más tempranamente aparece citada en la documentación. Se tienen noticias de su existencia desde el año 1095, pese a que en nuestra opinión ninguno de los restos conservados a la vista en la actualidad se puedan fechar en la época de aquella primera campaña constructiva, quedando este aspecto a expensas de futuras excavaciones arqueológicas. Lo cierto es que en el mencionado año, concretamente el 21 de mayo, el conde don Pedro Ansúrez dictó testamento junto a su esposa doña Eilo, dotando a la iglesia de Santa María de Valladolid con múltiples beneficios. Entre estos se encontraba la iglesia de San Pedro con sus solares, además de la de San Martín en el vecino Lovingos junto a su solar y otro cortijo en la villa con su heredad. Con ellos ofreció los diezmos de Cuéllar, Lovingos, Frumales, Villoria y de Torre don Velasco. Más de ciento cincuenta años pasaría en el anonimato, hasta la realización del elenco fiscal de Gil de Torres en 1247, en el que se la impone un tributo de treinta y un maravedís y medio, al igual que a San Andrés, siendo únicamente superadas por San Esteban y San Martín que rondan la media centena. En agosto de 1272, el Papa Gregorio X ordena desde Orvieto al arcediano de Lara, en Burgos, que decida sobre las disputas que por entonces mantenían los clérigos de las distintas iglesias de Cuéllar con el arcipreste de San Pedro sobre cierta cantidad de dinero. Ya en el siglo XIV se la menciona de nuevo en 1302 según Ubieto Arteta, y posteriormente, pasada la mitad de siglo, se presenta en el censo de clérigos e iglesias realizado en 1365, en el que aparece servida por tres beneficiados. Tras las mencionadas desamortización y venta a finales del siglo XIX al tiempo que Santa Marina, su historia más reciente, la de los siglos XX y XXI, incluye distintos episodios desgraciados para el estado de conservación, entre los que destacan su conversión en depósito y almacén de varios materiales; en fábrica de harinas, con adecuación del interior para tal fin y apertura de una puerta en el ábside; o en sede de una peña juvenil, momento en el que sufrió un incendio. Actualmente se planea para el edificio la reconversión en bar. Se trata de un templo canónicamente orientado y construido principalmente en la caliza de Campaspero predominante en los edificios de la zona, con accesos al norte, sur y el del tiempo en que fue fábrica de harinas al este. Dibuja una planta basilical en la que se adosa a la hiperdesarrollada cabecera un corto cuerpo de naves de forma cuadrada y a este la torre en el ángulo noroccidental. Esta particular disposición en planta, con su marcada macrocefalia, deja patentes las dos campañas bien diferenciadas -románica y gótica- en que se llevó a cabo la construcción. Por un lado el cuerpo de naves, perteneciente a la zona más antigua del edificio, formando un cuadrado distribuido en tres tramos y tres naves con una proporción en anchura de 3:1 de la central con respecto a las laterales. Actualmente techa la nave mayor una cubierta metálica a dos aguas, si bien en antiguas fotografías -cedidas amablemente por los arquitectos Á. Camarero Adrados y E. Pérez de Castro- se puede observar una bóveda de medio cañón con lunetos de la que únicamente resta su roza en el hastial de poniente. Se decoraba con molduras, rimando con el enyesado completo que se debió realizar en el edificio, al igual que se hacía en la mayor parte de la provincia segoviana en los siglos del barroco. Queda la duda acerca de la cubierta primitiva, aunque hemos de suponerla de madera y atirantada dada la estructura del templo y los cercanos ejemplos de San Andrés, San Esteban o Santa Marina. Refuerza esta teoría la aparición de un canecillo suelto de madera (20 x 77 cm) con doble perfil de gola en el extradós de las bóvedas de la nave lateral norte. Las colaterales se cubren con bóvedas de arista ocultas por el yeso. En suma un sistema que vemos repetido en otros templos cuellaranos construidos entre los años finales del siglo XII y la primera mitad del XIII, con la salvedad de que San Pedro está construido en piedra, al menos en las zonas que hoy quedan a la vista, manteniéndose la duda en las enyesadas. Igualmente se plantea la interrogante sobre la forma casi cuadrada del cuerpo de naves, planteándose la duda de la existencia de un cuarto tramo hacia el este que quizá fuera derribado en el momento de la construcción de la cabecera gótica. Esta cabecera debió sustituir a finales del siglo XV o principios del XVI al primitivo ábside románico. El enorme desarrollo viene dado por su función defensiva en relación con la segunda cerca de la villa y por tratarse de una capilla funeraria como demuestran los escudos con que se timbran las claves de sus bóvedas de terceletes y estrellada. Ocupaba su frente un notable retablo pictórico en que se representaba la Pasión de Cristo, mandado construir por Gómez de Rojas y su mujer Angelina Velásquez de Herrera en 1575. En su costado norte apoya uno de los cubos de la muralla perteneciente a la puerta de San Pedro, construido en mampostería y desde el que se accede al interior del pequeño camino de ronda que vuela sobre los contrafuertes de la capilla sostenido por arcos de medio punto de ladrillo. Está timbrado, al igual que el resto de la cerca, con el escudo de los Cueva, duques de Alburquerque y señores de Cuéllar y en él se abren varias troneras de bola y raya. Esta adecuación al sistema defensivo debió forzar la construcción del ábside, desviando en unos grados al sur el eje longitudinal de la cabecera con respecto al de las naves. Al exterior los restos románicos se centran en las portadas a norte y sur. La septentrional se descubrió en la década de los setenta del siglo pasado tras derrumbarse una pared lateral adosada a la fachada. Está formada por cuatro roscas de medio punto, todas ellas de arista viva a excepción de la tercera, de bocel entre listoncillos, que reposan sobre un cimacio corrido de listel y chaflán que da paso a las jambas. Recorre el exterior del conjunto una chambrana muy retocada al igual que el resto de la portada. Al sur la portada avanza sobre la línea del muro, está formada por un arco de medio punto y cuatro arquivoltas alternándose las de arista viva con las de baquetón entre listoncillos y todo exornado por una retocada chambrana. Reposan en jambas las roscas de arista viva y lo hacían en columnillas acodilladas las de bocel, ya que han desaparecido por completo. Así quedan pinjantes los cuatro capiteles cúbicos en que remataban mostrándose muy deteriorado el más occidental; ocupa el vértice de su pareja un personaje que sobresale de un enmarañado tallo al que se aferra y del que penden piñas. En el lado opuesto, el más cercano a la portada está ocupado por un nuevo tallo de trazado ondulante en cuyos meandros se colocan piñas y que remata en el vértice con hojas lanceoladas; en el más oriental parecen intuirse figuras antropomorfas si bien su estado es precario. Corre por toda la fachada meridional un vierteaguas prolongando el gótico de la cabecera, aportando unidad a ambas zonas. Como se ha dicho se adosa la torre al ángulo noroccidental de la iglesia, presenta planta cuadrada distinguiéndose en su fábrica dos cuerpos diferenciados. El inferior está construido mediante superposición de cajones de mampostería con refuerzo de sillería en los esquinales y el superior, en el que se abren los vanos ya góticos, con sillarejo igualmente reforzado. Remata en terraza como es costumbre en Cuéllar. En la parte baja de su cara sur se aprecia el formalete de una bóveda apuntada que nos habla de una estancia adosada de la que nada conocemos. Se accede a su interior desde la nave septentrional que parece dar paso a un husillo de sillería, hoy cegado por varias toneladas de palomina.