Santa María de Puigcerdà
PUIGCERDÀ
La villa de Puigcerdà es la capital de la Cerdanya. Está situada en la parte septentrional de la comarca, en el límite de la frontera francesa, a 1.186 m de altura, en lo alto de una terraza fluvio-glaciar desde donde preside estratégicamente la amplia llanura que hay entre los ríos Querol y Segre. Se accede fácilmente por la N-260, que en el último tramo mantiene su antigua denominación de N-152.
Por testamento del conde Guillem Ramon de Cerdanya, del año 1094, conocemos la existencia de un núcleo inicial de población, fortificado, en el lugar de Mons Cerdanus, que es legado a su hijo y sucesor Guillem Jordà. No obstante, la villa de Puigcerdà fue fundada como tal más tarde, en 1177, por el rey Alfonso el Casto, que mandó construir una ciudad sobre una colina llamada Mont Cerdà. Adquirió los terrenos al monasterio de Sant Miquel de Cuixà, y traspasó la capital de la Cerdanya desde Ix, a la par que concedía al obispo de Urgell, Arnau de Preixens, un solar para que edificase una iglesia parroquial. En 1182 se concedió a la villa el privilegio de un mercado semanal y dos ferias de ganado.
En los años 1281 y 1309 Puigcerdà sufrió grandes incendios, que causaron graves daños en la ciudad. Posteriormente, en 1428, tuvo lugar un gran terremoto que destruyó nuevamente parte de la villa. Aun así, cabe destacar el auge de la villa ya desde la segunda mitad del siglo xiii, época en la que, además, se documenta la llegada de diferentes comunidades como las de los órdenes mendicantes de dominicos, franciscanos y clarisas, además de un importante grupo de judíos, que hicieron necesaria la creación de una vila nova (villa nueva) extramuros. Era esta cercana a la iglesia de Santa Maria, que comunicaba con la muralla a través de una puerta. En un documento de 1342 se relata que la muralla que rodeaba la ciudad tenía ocho puertas. Era, pues, una localidad de gran tamaño, que llegó a tener una población de entre 6.000 y 6.500 personas, siendo la quinta o la sexta ciudad en habitantes de toda Catalunya.
La villa cuenta con un gran estanque artificial, originado quizás en un lugar de turberas. La existencia de un estanque se menciona ya en un documento del 1260, aunque una construcción (o reconstrucción) más definitiva se fecha en el año 1310, gracias a una concesión del rey Sancho I de Mallorca para favorecer el regadío de las tierras del término. El estanque se nutre de las aguas del río Querol, que llegan a través del Canal Reial o de Rigolissa, que desde Francia discurre por la Cerdanya desde el siglo xiii.
Tras el apogeo del siglo xiii, la decadencia llegó a Puigcerdà en el siglo xv, con las guerras y los brotes de peste, junto a los estragos y destrozos causados por el ya citado terremoto de 1428. Posteriormente, y gracias a su situación estratégica que le permite controlar los pasos fronterizos pirenaicos de la Perxa y el Pimorent, volvió a recuperar su estatus a partir del siglo xvi, si bien entraría en una espiral de luchas, sitios y acometidas, por parte de las tropas francesas y españolas, que acabarían con el Tratado de los Pirineos (1659-1660) que supuso la división del territorio de la Cerdanya entre Francia y España, estableciéndose la frontera precisamente en Puigcerdà.
A partir de los años 80 del siglo xix, se produjo la llegada progresiva de veraneantes barceloneses, lo que supondría un nuevo impulso para la villa, con la creación de entidades culturales que propiciaron la presencia de los intelectuales de la época. Esta dinámica se vio truncada con la Guerra Civil, que además supuso la destrucción de gran parte del patrimonio artístico y arquitectónico de la ciudad.
Iglesia de Santa Maria
La iglesia de Santa Maria, que se encontraba en el sector noroeste de la villa, era la antigua parroquia de Puigcerdà. Sus únicos restos conservados son la gran torre campanario, de 42 m de altura, y una portada trasladada a la iglesia de Sant Domènec, que es la parroquia actual. El campanario antiguo acoge hoy una oficina de turismo.
Consta que la construcción del templo se inició en marzo de 1178, en los terrenos adquiridos al monasterio de Cuixà. Posteriormente, en octubre del mismo año, el papa Alejandro III concedió al obispo de Urgell Arnau de Preixens su posesión. La iglesia aparece mencionada en las Rationes decimarum de 1279-1280 y más adelante, en 1290, consta una donación testamentaria de 20 sueldos para su obra. Ya en el siglo xiv, se cita el templo en la relación de iglesias que fueron visitadas por los delegados del arzobispo de Tarragona entre los años 1312 y 1314.
El edificio se inició en estilo románico, aunque a finales del siglo xiii se realizaron notables transformaciones ya en estilo gótico. Posteriormente se llevaron a cabo una serie de reformas, durante los siglos xiv y xviii, en el último caso a causa de un incendio (documentado el 1 de junio de 1785) que afectó el altar mayor, el presbiterio, la sacristía, el archivo y el órgano; es decir, la totalidad de la iglesia. Sabemos que a finales del xix la iglesia ya no tenía ábside.
Durante la Guerra Civil, el templo fue incendiado y se destruyó todo su patrimonio litúrgico. Luego se procedió al desmantelamiento de los muros que quedaban en pie, en lo que se vino a llamar política de reocupación de parados, con el objetivo final de la venta de los sillares de piedra granítica como material de construcción.
La iglesia original constaba de tres naves, con un pórtico-campanario en la zona de los pies. Fue objeto de sucesivas ampliaciones en los siglos xiv y xviii, y en su etapa final llegó a tener catorce capillas laterales entre sus contrafuertes.
De la etapa gótica se conserva la portada ojival interior, del siglo xiv, hecha con mármol rojo de Isòvol, que correspondía a la entrada principal de la iglesia. Está formada por cinco arquivoltas donde se alternan molduras redondas y pentagonales. Estas se sostienen sobre diez columnas circulares culminadas por capiteles decorados con motivos vegetales finamente esculpidos. A la derecha, se conserva un bajo relieve con la representación de un arriero.
Unas excavaciones arqueológicas en 2012-2013 permitieron localizar el muro norte de la nave y tres contrafuertes, correspondientes a la primitiva iglesia de finales del siglo xii y principios del xiii. Se localizó además, en el subsuelo, una arcada del puente a través del cual se sorteaba el foso y se accedía al portal norte de la muralla, que conectaba con la ciudad nueva y el barrio judío.
También se ha documentado la transformación en un templo gótico, más grande, entre finales del siglo xiii y principios del xiv, así como las consecuencias de varios desastres, como los terremotos de 1428, el incendio del campanario de 1650 y el del templo, el año 1785, amén de las correspondientes reparaciones.
La parte del pórtico se amplió en el siglo xvii mediante la construcción de dos capillas laterales con vasos funerarios o criptas. Además, se excavó un túnel del que se ha documentado un tramo de 12 m. La documentación y la arqueología han evidenciado igualmente las reformas hechas en el siglo xviii para instalar un órgano, la decoración del siglo xix y, finalmente, el proceso de expolio durante la Guerra Civil, así como el proceso de adecuación del espacio tras la permuta con la iglesia de Sant Domènec. Finalmente, aparecieron diferentes elementos entre los que destacan una clave de bóveda decorada, de mediados del siglo xvii, que perteneció a la capilla de la familia Pujol, y también varios elementos arquitectónicos y decorativos de las portadas góticas.
En la iglesia de Santa Maria de Puigcerdà se veneraba, hasta su destrucción el 22 de julio de 1936, una imagen de la Virgen que era conocida como la Mare de Déu de la sacristía, debido a su traslado a este lugar, por “pudor”, en el año 1585. Actualmente se puede admirar una copia de la imagen en la iglesia parroquial de Sant Domènec.
Texto y foto: Montse Jorba i Valero
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