Pasar al contenido principal
x

Ventana desde el interior en el muro de la epístola

Identificador
50041_01_127n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 33' 5.27'' , -0º 54' 23.60''
Idioma
Autor
Jorge Arruga Sahún
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de la Paruela

Localidad
Bagüés
Municipio
Bagüés
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Descripción
La ermita de la Paruela se encuentra a cuatro kilómetros de Bagüés en dirección a Larués. Para llegar hasta ella hay que tomar el único desvío que encontramos a la izquierda de la carretera, justo enfrente de una antigua casa o refugio de pastores, y continuar por él durante aproximadamente un kilómetro hasta una zona de campos desde la cual es visible esta pequeña construcción. Es una de las tres ermitas que, según Madoz, tenía Bagüés junto con la de Santa Orosia, ya desaparecida, y la del Pilar, emplazada en el interior de la villa. La ermita de la Paruela ha sido visitada con frecuencia por los fieles con motivo de las rogativas contra la sequía, las tormentas, las enfermedades, las plagas o el hambre. Se acudía a ella en Pentecostés, cuando los vecinos sacaban la cruz procesional, en agosto con la Asunción de la Virgen y el día de Pascua. Estas romerías seculares han permanecido como una de las tradiciones más sólidas del pueblo. La primera noticia documental data del año 1283, cuando el poblado de la Paruela (también conocido en otros tiempos como Pariela o Parecela) se nombra como uno de los lugares de paso durante la alianza franco-navarra- castellana en la guerra contra Aragón. Muchas crónicas se refieren a estas localidades como desaparecidas tras estas incursiones bélicas. Sin embargo, cabe la posibilidad de que algunas de ellas pudieran resurgir tiempo después, lo que pudo ocurrir con el caso de la Paruela, ya que durante el siglo XVIII su producción agrícola se contabilizaba de forma separada a la de Bagüés, lo que parece indicar que el poblado estaba habitado. No obstante, Francisco Abbad Ríos ni siquiera cita esta ermita. La iglesia, de reducidas dimensiones, es una construcción levantada en piedra en la que visualmente podemos diferenciar con nitidez dos fases. La más antigua se caracteriza por la presencia de hiadas de sillería de tamaño medio y no muy esmerada labra. Corresponde al tramo del ábside y a la zona de los pies del muro meridional. El resto, edificado con mampostería irregular, acusa peor factura y evidencia una ejecución posmedieval en las soluciones aplicadas a puerta y ventanas. De planta rectangular, con un tamaño de 10,4 metros de longitud por 3,5 de anchura, consta de una única nave canónicamente orientada y rematada por un ábside semicircular. El mencionado ábside está regularmente trabajado hasta la hilada decimoquinta, a partir de la cual se desarrolla un aparejo más basto que es el mismo que continúa por todo el muro meridional. Como dice Aramendía, el edificio actual se revela como una reconstrucción de un antiguo edificio románico, del que únicamente se aprovechó parte del ábside semicilíndrico y fragmentos murales, donde advertimos el trabajo de cantería más elaborado, frente al aparejo descuidado de los maestros de obras posteriores. Tanto en el exterior como en el interior apenas conserva elementos de relevancia artística. La puerta, de reducido tamaño ya que solamente tiene 90 centímetros de anchura, se encuentra en el lado de la epístola y es de arco rebajado trabajado muy toscamente. Hay además dos pequeños vanos en el mismo muro con un ligero derrame hacia el interior más una aspillera cegada en el ábside. En la totalidad del lienzo septentrional no encontramos ningún vano, lo que incide en la sencillez general de la construcción. El mismo esquema de simplicidad se sigue en cuanto al sistema de cubierta, de teja árabe a tres vertientes en la zona correspondiente a la nave y a base de un suave conoide en el ábside. En el interior encontramos una techumbre plana, un cielo raso que posiblemente en origen fuese visto y que en la actualidad está revestido de listones de madera. En cuanto al resto del interior, los muros quedan vistos, la solera está resuelta a base de piezas cerámicas rectangulares y solamente destacan visualmente el estrechamiento en la zona de la cabecera a modo de anteábside y la moldura que aparece como resalte en la decimotercera hilada recorriendo parcialmente el ábside. No hay posibilidad de afinar la cronología de la fase más antigua. El tipo de aparejo y el diseño de planta son propios del pleno románico de carácter rural, pero fueron empleados igualmente en el tardorrománico y aún en fechas posteriores. La sencilla moldura absidal igualmente fue utilizada en edificios de ambos períodos y perduró en construcciones rurales. Incluso cabría dudar de su realización en época románica, dada la inexistencia de ventana en el eje del ábside, pero la evidente reconstrucción de la totalidad del templo justifica que no hayan quedado vestigios. Por tanto, no es factible afirmar otra cosa que una probable realización a lo largo del siglo XII o primera mitad del XIII. La construcción ha sido objeto de pequeñas intervenciones en el siglo XX y fue en la última cuando se incorporó mortero de yeso en los sillares del centro del ábside. En las proximidades de la Paruela se localizó, con motivo de la construcción de la carretera, una pila bautismal.