Castell de Santa Engràcia
Castillo de Santa Engràcia
El pueblo de Santa Engràcia se reparte en dos pequeñas áreas, una conocida como el Raval, a la derecha de la carretera, a menor altura que el resto de las edificaciones, y el núcleo antiguo de la población, erigido sobre la montaña que lleva su mismo nombre. Se accede desde Talarn por un camino señalizado y asfaltado. Por encima de las casas, gran parte de ellas abandonadas, se alzan, dominando unas amplias y privilegiadas perspectivas sobre la llanura de Tremp, los restos del antiguo castillo.
La primera noticia sobre el castillo de Santa Engràcia se remonta al año 1057, en el que aparece citado en la carta de los esponsales entre el conde de Pallars Sobirà, Artau i, y Llúcia de la Marca. En dicho documento, el conde ofrecía a Ramon Berenguer I y a su esposa Almodis dicho castillo, junto al de Toralla, como parte de la dote. En 1167 la encomienda hospitalera de Susterris recibía el derecho de explotación de los bosques de Santa Engràcia por parte del conde Artau iii.
En la actualidad, tan sólo se conserva del castillo de Santa Engràcia la base de la torre circular de unos 5 m de diámetro y unos 3 m de altura en su punto más elevado. Su estado ruinoso permite observar el grosor que tenía el muro. El recinto interior está lleno de tierra compactada y piedras, lo que ha sido aprovechado hace pocos años para la instalar de un mástil metálico. El aparejo utilizado está compuesto por sillarejo de pequeñas dimensiones, bastante corto, y dispuesto en hiladas uniformes. Al parecer, la torre debió de alcanzar unos 10 m de altura, y estaba acompañada de una pequeña construcción auxiliar, totalmente desaparecida. Sigue la línea tipológica de las torres circulares defensivas del siglo xi, muy numerosas en el Norte de los condados catalanes.
Texto y foto: David Rico Tortosa
Bibliografía
Bellmunt i Figueras, J., 1997-2000, IV, p. 24; Buron i Llorens, V., 1989, p. 206; Castells Catalans, Els, 1979, vi, 2, pp. 1328, 1374 y 1414; Catalunya Romànica, 1984-1998, XV, pp. 504-505; Rocafort i Sansó, C., s. d., pp. 800 y 867.