Identificador
31253_01_011
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Julia Baldó Alcoz
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
Localidad
Miranda de Arga
Municipio
Miranda de Arga
Comunidad
Navarra
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Miranda de Arga
Municipio
Miranda de Arga
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
LA IMAGEN DE LA VIRGEN DEL CASTILLO se encuentra custodiada en la iglesia parroquial de la Asunción. La capilla donde se emplaza fue construida durante el período barroco en el cuarto tramo del muro del evangelio por iniciativa de la cofradía del Rosario. Recientemente se ha colocado allí mismo para cobijarla un retablo labrado en 1704 y trasladado desde la ermita del Castillo. Éste ha sido el lugar donde esta imagen mariana había permanecido durante siglos hasta hace algunos años. La ermita, de origen incierto, es un edificio levantado en el último tercio del siglo XVII y reconstruido en 1880. La talla mariana ha sido sometida a lo largo de los siglos a una serie de transformaciones, siendo la más radical la que tuvo lugar en el siglo XVII cuando fue transformada en imagen de vestir. Finalmente, en 1920 se encargó de su restauración el escultor valenciano José Mª Ponsoda según el proyecto efectuado por el arqueólogo Francisco Naval. El objetivo de esta intervención fue eliminar todas las superposiciones añadidas a Madre e Hijo y reponer los elementos suprimidos. Sin embargo, su estado de deterioro impedía saber cuál podría ser el aspecto primitivo de la misma. Por ello se tomaron como modelos diversas tallas marianas de los siglos XII y XIII y, en particular, la Virgen de Ujué, lo que contribuyó de forma inevitable a alterar su apariencia primigenia y sólo se mantuvo su originalidad en la expresión de los rostros. Así lo afirmaba Janáriz, que pudo contemplarla antes de la restauración. Por esta razón, vestiduras, policromías y actitudes de la Virgen y el Niño fueron adecuadas al modelo de Ujué, a pesar de que éste pudo ser también su prototipo original, como afirma Fernández- Ladreda y se corroborará en este estudio. De este modo, esta autora ha optado por encuadrarla en el tercer grupo derivado de las imágenes de Pamplona e Irache incluyéndola, en un mismo conjunto, con las efigies de Jaurrieta y Aibar, de grandes similitudes estéticas. Nuestra Señora del Castillo es mayor que otras imágenes del grupo, destacando sus 100 cm de altura (83 cm indican Fernández-Ladreda, Clavería y Janáriz), por encima del arquetipo de Ujué (91 cm); su anchura alcanza 48 cm y la profundidad 51 cm. Tanto ésta como las restantes del conjunto destacan por la estrechez del cuerpo, lo que acentúa la sensación de bloque compacto y la homogeneidad de Madre e Hijo. Su porte sigue los cánones de las efigies de Pamplona-Irache. Se presenta como Sedes Sapientiae, esto es, sedente, con brazos y piernas en ángulo recto enmarcando a su Hijo y sin mostrar ninguna relación física con él, que mantiene idéntica postura rígida que su Madre. Esta actitud también favorece la homogeneidad de ambas figuras, como en Ujué o Aibar, y marca la diferencia con el Niño de su modelo de Pamplona o con el de Jaurrieta, que habrían sido dispuestos originalmente en la rodilla materna izquierda. Su semblante, aunque serio, expresa una dulzura que ya aparece en las otras tallas del conjunto. Revela una gran similitud de rasgos faciales con la de Ujué. De hecho, todas ellas poseen un rostro alargado y ovalado rematado por una barbilla delicada y curvada, y una frente amplia, que se puede apreciar en su totalidad gracias a un velo corto. Dadas las especiales circunstancias de la restauración, esta talla guarda un parecido fisonómico más acentuado con la de Ujué. Sus cejas son largas y finas, ligeramente curvadas, y enmarcan unos ojos grandes y expresivos. La nariz es recta y corta y da paso a una boca pequeña y de labios finos, rasgos muy similares a los que se observan en el Niño, el que guarda mayor parecido con el rostro de su Madre dentro de su conjunto. El análisis de su indumentaria plantea serias dudas sobre las modificaciones que se pudieron introducir durante su restauración. Su artífice habría tratado de reproducir el efecto de la cubierta de plata que envuelve las figuras de Pamplona- Irache y Ujué, a través del trabajo de la madera en los pliegues de los ropajes (zona trasera del manto, mangas, bajos de los vestidos) que recuerdan la rigidez de las planchas de metal. La indumentaria que visten todas las imágenes de este grupo se ve simplificada a dos (túnica y manto). María viste una túnica que la cubre hasta los pies. El cuello de la misma queda rematado con una orla, resultado de la asimilación errónea del barboquejo de la imagen antigua de Ujué. Sus mangas están divididas en dos secciones, una superior con pliegues circulares concéntricos sobre los codos y una inferior con puños. La cubre un manto que aparece abierto en todas las imágenes derivadas, introduciendo una ruptura manifiesta con Pamplona-Irache, donde el manto era cerrado. En Miranda el manto deja libres los dos hombros y brazos cayendo directamente desde la espalda al regazo. Un examen minucioso de la imagen permite apreciar un zigzag vertical sobre el costado derecho de su pecho, que ha sido disimulado por la policromía. Quizás pudiera indicar la primitiva cubrición del hombro y brazo derechos de María por el manto, como indica Fernández- Ladreda y como se daría originalmente en Ujué. La doble orla bajo las rodillas suscita más controversia. La toca propia de los tres modelos se transforma en un ligero velo que cubre el cabello y los hombros, y deja la frente al descubierto. En Miranda, incluso, parte de la cabellera asoma por debajo del mismo, al igual que sucede en Ujué y Monteagudo. Jesús sólo lleva túnica y manto; la restauración, una vez más, ha modificado la disposición del mismo. Su referente sería el manto del Niño de Ujué previo a la restauración, según se puede observar en las fotografías conservadas. Esta circunstancia peculiar, sin embargo, ha sido obviada en la restauración. Una toca, rematada con un cordado, cubre su cabello, como en Ujué; en Miranda luce pliegues laterales paralelos al rostro. Manos y atributo de María fueron repuestos. Lo mismo se podría indicar para el Niño que, al igual que en Ujué, Jaurrieta o Aibar, imparte la bendición con la mano derecha y con la izquierda sostiene un libro. Madre e Hijo portan coronas de orfebrería colocadas tras la restauración (ya en 1920 habían perdido las originales). La talla está sentada en un trono bajo, como la antigua imagen de Ujué, con decoración tallada a base de arquillos góticos, columnillas, bolas y dibujos incisos. Sus brazos y laterales han sido policromados en dorado mientras que a la zona trasera se le ha aplicado una veladura que imita el mármol, como sucedía en Jaurrieta. Tradicionalmente había sido datada a finales del siglo XI; sin embargo, las características estilísticas introducidas en la última restauración, siguiendo el modelo de la primitiva imagen de la Virgen de Ujué, la acercan a finales del siglo XII o a los inicios del XIII, según indican tanto Clavería y Janáriz como Fernández-Ladreda. En este mismo templo se pueden encontrar otras dos piezas relacionadas con un templo románico anterior al gótico que se conserva en la actualidad. En primer lugar, en el muro norte de la nave, justo en el tramo anterior al coro y sobre la puerta del archivo se colocó un tímpano en el que fue labrado un crismón trinitario fechado en el entorno del 1200. Cuenta con una triple moldura en su clípeo y conserva todas las letras, si bien las que deberían estar situadas en los travesaños horizontales se encuentran desplazadas hacia un ángulo superior. La P inscribe en su interior una cruz marcada. Mientras que alfa y omega nacen directamente de los brazos de la X. Otro elemento que pudo haber formado parte de un edificio anterior es la pila bautismal ubicada en la capilla neoclásica del Santo Cristo o del Baptisterio, en el norte del sotocoro. Destaca su taza semiesférica lisa, de enormes dimensiones (127 cm de diámetro por 65 cm de altura). Apoya sobre un corto fuste cilíndrico (28 cm de altura). Ambos elementos están cubiertos por una pátina de pintura gris. Otras pilas medievales igualmente lisas pueden encontrarse en zonas del Valle de Olóriz, Garínoain, Muruzábal de Andión y numerosas poblaciones de Tierra Estella (Muniáin de Guesálaz, Arróniz, Learza, Oteiza, Echávarri, Azuelo, Etayo, Ubago, Mués, Cábrega, Murieta, Piedramillera o Villamayor de Monjardín).