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Sillar exterior del lado norte de la portada, tallado como si fuese un capitel

Identificador
50270_01_072n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 35' 3.90'' , -1º 4' 46.77''
Idioma
Autor
Jorge Arruga Sahún
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de Santiago

Localidad
Ruesta
Municipio
Urriés
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Descripción
La ermita de Santiago Apóstol o San Jacobo se encuentra a poco más de un kilómetro de distancia del núcleo de Ruesta, situada en la ladera del monte, entre bosques y junto al antiguo camino que unía la villa con el vecino pueblo de Undués de Lerda, cruzando el cauce del río Regal. Desde tiempos de Sancho Ramírez y durante época románica fue priorato de la abadía gascona de la Sauve-Majeure. La edificación fue realizada en fases sucesivas en época románica, pero con posterioridad no ha sufrido modificaciones relevantes hasta llegar al siglo XX, ya que -como señala la bibliografía- desde al menos el año 1980 se encontraba abandonada. Esta fecha podría fácilmente adelantarse hasta mediados de la década de 1960, si entendemos que el despoblamiento de Ruesta como consecuencia de la creación del pantano de Yesa conllevó el obligado abandono de las ermitas circundantes. La falta de mantenimiento había provocado grietas estructurales de una cierta entidad que amenazaban directamente, incluso, la estabilidad de la cubierta. Por supuesto, las cerchas de madera que sustentan el tejado no son las originales ya que han sido rehechas en fechas contemporáneas. El templo, pues, aparece conformado por dos tramos, ambos rectangulares, levemente desviados con respecto al eje. La longitud total de la ermita es de 22 m (un tramo de 10,6 m y el otro de 11,4 m) por una anchura media aproximada de 4,6 m, siendo el espacio oriental ligeramente más estrecho en planta y algo más elevado en altura que el occidental. La zona principal del templo es la correspondiente al presbiterio, tanto por el sentido longitudinal de tránsito reforzado por el doble tramo como por la presencia de pinturas murales, de las cuales en la actualidad apenas si se aprecian algunos fragmentos. La parte oriental del edificio, incluida la cabecera, se halla cubierta a base de bóveda de medio cañón ejecutada con losetas de piedra y reforzada por un único arco fajón justo antes de dar paso al ábside; la parte occidental presenta techumbre de madera a dos aguas. El exterior es de gran sencillez, tanto volumétricamente como en lo relativo a elementos decorativos. En los paramentos advertimos varios tipos de aparejo. El testero y la fachada occidental fueron ejecutados en piedra sillar bien trabajada y trabada, que también fue empleada en contrafuertes y enmarques de vanos de los muros laterales, en uno de cuyos bloques del muro septentrional aparece una marca de cantero en forma de S. En los muros laterales hay fragmentos ejecutados a base de piedras más estrechas a modo de opus spicatum, y otras zonas quedan resueltas por medio de sencilla mampostería de traza un tanto irregular. Se aprecian dos contrafuertes en cada uno de los muros exteriores, quedando además el meridional abierto al interior por cuatro vanos de medio punto levemente abocinados al interior y una estrecha puerta adintelada, mientras que en el lienzo norte aparecen únicamente dos ventanas de medio punto y una puerta de acceso cerca de la cabecera que se halla tapiada (aunque remata en arco de medio punto, presenta un potente dintel que nos recuerda a obras de la primera mitad del siglo XI). Al exterior, la cubierta es de doble vertiente y está realizada por medio de losas de piedra dispuestas de manera escalonada, unas sobre otras, a la manera de la arquitectura popular de la zona pirenaica. La portada es, sin duda, el punto de la iglesia en el cual se concentra la mayor parte de la decoración. Se abre de manera sencilla pero elegante en arco de medio punto, desdoblado en tres arquivoltas de manera abocinada, la interior en platabanda lisa, la central con moldura abocelada en el ángulo y orla de palmetas en el frente, y la exterior con grueso toro. La línea de imposta está marcada por una moldura decorada con tallos incurvados y entrelazados con rosetas en los espacios vacíos, en la parte septentrional, y con elegantes roleos de semipalmetas en la meridional. No hay columnas por debajo, sino que los montantes en degradación presentan las esquinas lisas, salvo el exterior, redondeado a manera de seudocolumna, que además incorpora ornamentación tallada en el sillar superior como si fuera un capitel: el septentrional despliega entrelazos con piñas y el occidental figuras muy deterioradas. En el interior, la única decoración se reduce a los capiteles sobre los cuales descansa el arco fajón que separa la cabecera de la nave en la parte oriental. A pesar de la capa de pintura que los cubre actualmente, todavía se pueden distinguir en el septentrional parejas de leones que comparten cabeza en las esquinas (con cimacio de palmetas inscritas) y en el meridional sirenas-pez que alzan los brazos para sujetar sus largas trenzas (con cimacio de tallos curvilíneos). Las correspondientes columnas adosadas descansan en basas de estilo clásico, con doble toro y escocia, junto a las que aparecen dobles bolas, quedando todo el conjunto recogido por un sencillo plinto de planta cuadrada. Simplificando el devenir histórico, podríamos convenir que se evidencian dos fases constructivas en la ermita. En la más antigua se aprecian fórmulas propias de un primer románico, como el aparejo en espina de pez y la puerta con arco y dintel, luego cegada. La segunda participa de soluciones y repertorio ornamental propios del románico pleno. Esteban, Galtier y García Guatas relacionan Santiago de Ruesta con la iglesia de Santa María de Iguácel y proponen para ambas una secuencia constructiva semejante. En su opinión, el estado de conservación actual, bastante fiel al diseño original, se debió a que al no satisfacer las construcciones primigenias los deseos artísticos de los promotores regios, fueron remodeladas parcialmente tan sólo unas décadas después de haberse concluido el diseño primitivo. Estos autores fechan la primera fase en las décadas de 1030 y 1040, mientras que sitúan la rehabilitación del conjunto durante el reinado de Sancho Ramírez (1064-1094), como consecuencia del mencionado cambio de gustos estilísticos, procediéndose a su adaptación al prototipo jaqués, cuyo modelo era precisamente la catedral de dicha ciudad. Para afinar más la datación de la segunda campaña toman como referente el año 1087, en el cual está fechado el documento de donación de la iglesia de Santiago en Ruesta a la abadía francesa de Sauve Majeure por parte de Sancho Ramírez, lo que pudo haber motivado el añadido de un gran pórtico a los pies a la manera de un albergue para peregrinos, así como una reforma general de la nave con un testero recto y la unificación del espacio. Siendo ésta una explicación coherente, merecería la pena realizar un estudio más detallado del repertorio ornamental empleado en el modesto templo, ya que muestra semejanzas con obras realizadas en el ámbito de difusión del pleno románico hispano-languedociano ya entradas las primeras décadas del siglo XII, lo que llevaría simplemente a retrasar unos años la segunda fase. Se ha propuesto que la distribución del espacio construido en dos unidades perfectamente diferenciadas tenga su explicación en la mención expresa de la documentación a la “alberguería” de Santiago de Ruesta, de tiempos del rey Pedro I de Aragón. De este modo, la parte oriental constituiría el templo del priorato dependiente de la Selva Mayor, y la parte occidental la alberguería para los peregrinos a Santiago de Compostela, lo que justificaría asimismo el menor esmero arquitectónico de esta última. No obstante, en otras casas monásticas donde consta documentalmente la existencia de albergues no se siguió un reparto espacial de esta naturaleza, por lo que la hipótesis no pasa de conjetura ingeniosa.