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Restos del paramento románico en el muro septentrional de Sant Martí de Cassà de la Selva

Identificador
17044_01_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41.887424, 2.874558
Idioma
Autor
Annaïs Pascual Alfaras
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Martí de Cassà de la Selva

Localidad
Cassà de la Selva
Municipio
Cassà de la Selva
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Martí de Cassà de la Selva

Descripción

CASSÀ DE LA SELVA

 

El municipio de Cassà de la Selva, situado a unos 14 km al Sur de Girona, se encuentra en el límite entre las comarcas del Gironès y el Baix Empordà, entre la depresión Prelitoral y el macizo de les Gavarres. Se llega, desde Girona, por la carretera C-65, o por la C-25 desde Riudellots de la Selva y la zona del aeropuerto.

 

El pueblo se encuentra sobre una colina de 137 m de altitud, la última a los pies de los contrafuertes occidentales de les Gavarres. En la cima de dicha colina se levanta la iglesia parroquial de Sant Martí, edificio de época gótica que preside la trama urbana medieval. Cassà de la Selva ha sabido guardar un buen equilibrio entre la agricultura, la ganadería y el desarrollo de su tejido industrial, ahora principal sustento del pueblo y que tomó especial relevancia gracias a la industria del corcho.

 

El lugar aparece citado por primera vez cómo Villa Caciano en el año 914, mientras que su castillo, el castrum de Catiano, no aparece documentado hasta 1116. Consta que en 1159 la villa era propiedad de la poderosa familia Cervià, y en el año 1246 se documentan posesiones en la zona del monasterio de Sant Salvador de Breda. En algún momento pasó a formar parte de los dominios reales, puesto que en 1352 Pedro el Ceremonioso vende sus dominios del castillo a la ciudad de Girona. En 1386 la villa pasó definitivamente a ser carrer de Girona, gozando de los privilegios de la ciudad.

 

 

Iglesia de Sant Martí

 

El actual templo parroquial de Sant Martí de Cassà de la Selva, ubicado ante la plaza de Sant Pere, se empezó a construir en el siglo xvi encima de una iglesia románica anterior, bajo la misma advocación. Es un templo tardogótico de grandes dimensiones, con una amplia nave, cubierta con bóvedas de crucería y dotada de capillas laterales, y una cabecera poligonal. Dos grandes capillas, ya construidas en el siglo xviii, la dotan de un falso transepto.

 

La iglesia está documentada ya en el año 882 como Basílicam sancti Martini prope Perules (topónimo que refiere a un caserío del lugar), lo que certifica la existencia de un templo prerrománico anterior a la iglesia románica, la construcción de la cual se sitúa en una cronología incierta. El templo se documenta en el año 1019 ya como ecclesiam Sancti Martini de Cacano, siendo donada a la sede de Girona en el momento de la fundación de su canónica.

 

El edificio románico es poco conocido, apenas por algunos datos que ofrecen las visitas pastorales a partir del siglo xiv; se sabe, por ejemplo, que en 1326 se reparaba su campanario. La construcción de la iglesia gótica empezó, por la fachada occidental, hacia mediados del siglo xvi; El edificio románico se mantuvo largamente en pie; consta que las naves no fueron derribadas hasta 1621, y la cabecera y el campanario estuvieron en uso hasta 1702, cuando finalmente se derribaron para dar paso al nuevo presbiterio y las sacristías.

 

Sobre el trazado de dicha iglesia románica no podemos asegurar gran cosa. J. Bosch i Mercader plantea la hipótesis, bastante plausible, de un edificio de planta basilical con tres ábsides de influencia lombarda, y con un campanario de base cuadrada que se situaría cerca o encima del ábside central, sobre el altar mayor. Gracias a las medidas que aparecen en el documento de encargo de un retablo para dicho altar mayor al pintor gerundense Miquel Torrent (1479) podemos hacernos una idea de las dimensiones que debía tener el ábside románico, entre los 8 y 9 m de altura por 4 o 5 m de ancho.

 

El perímetro del edificio románico, de menores dimensiones que el actual, se encontraría situado coincidiendo el trazado de su muro norte con el muro perimetral actual, pasando por dónde actualmente se abre el vano del brazo norte del transepto, dónde antes de la ampliación de ésta zona se encontraba la capilla dels Dolors, pues sabemos que se aprovecharon allí buena parte de las estructuras románicas en su construcción. J. Gener en un estudio realizado pocos años después de una reforma del templo actual recoge ciertas evidencias sobre el templo románico: “quedaron al descubierto, en el muro lateral de la nave, en el lado del Evangelio y empotrada en una pared maestra una gran arcada de medio punto de fina elegancia, más al medio de la nave y del mismo lado, otro gran arco de medio punto...”.

 

De los muros románicos fueron aprovechados algunos paños de hiladas de sillería, que hoy quedan a la vista en dos lugares, en el exterior del muro septentrional de la nave, y en la parte baja del muro oriental de la sacristía norte, que presenta sillares de gran tamaño colocados en hiladas más o menos regulares. Cabe suponer que la longitud del templo antiguo sería de unos 20 m. Deducimos también que se trataría de un edificio de cierta relevancia y buena fábrica, lo que confirman las piezas escultóricas labradas en piedra arenisca de grano fino que se han conservado, y que habrían formado parte de una gran portada abocinada de cinco arquivoltas, con tímpano esculpido, cimacios, capiteles y columnas acodilladas situadas, quizá, sobre un alto zócalo.  

 

 

Fragmentos de la portada románica

 

Los elementos escultóricos de dicha portada románica merecen especial atención, pues se conservan, dispersos, unos 35 fragmentos. 19 piezas se encuentran hoy en el patio de la rectoría, dos de ellas incrustadas en ángulos dispares del edificio. La mayoría de éstas se encontraron en el interior de los muros góticos de la nave principal y del campanario al abrirse los ventanales en 1926, al igual que uno de los capiteles que fue sustraído del campanario y que ahora se usa como sustento de una pica bautismal, en el ábside. Recientemente se descubrió, a pesar del negro hollín causado por el incendio de la iglesia durante la Guerra Civil, que en los muros del campanario se hallan varios fragmentos de la misma portada románica. Hemos podido localizar in situ, y gracias a una atenta observación, unas once piezas correspondientes a las distintas arquivoltas y un capitel. Otras tres piezas se conservan hoy en colecciones particulares: la familia Gener tiene en su propiedad una cabeza esculpida, y la familia Almeda tiene dos grandes piezas que corresponderían al tímpano.

 

Los restos escultóricos corresponderían, en resumen, a una portada que tendría dos arquivoltas con decoración vegetal, dos más con motivos geométricos y una última arquivolta con inscripciones y restos de figuras humanas en el chaflán. La primera de las arquivoltas, la más externa, estaría formada (según propuesta de reconstrucción de J. M. Escalona) por dovelas con hojas de palma Las dovelas de esta primera arquivolta presentan decoración vegetal en tres de sus caras, las tres presentan el mismo tipo de hojas pero en distinta posición y secuencia: en el extradós un continuo de hojas yuxtapuestas en horizontal, en el chaflán se deducen restos de la hojas pero se encuentran muy desgastadas, finalmente, en el intradós presenta pares de hojas sobrepuestas en vertical que posiblemente se encontrarían en la clave de la arquivolta.

 

A continuación se dispondría la segunda arquivolta cuyas dovelas presentan tres molduras dispuestas longitudinalmente: en el extradós una moldura acanalada helicoidal, en el intradós una moldura estriada a modo de cordón, y entre las dos una acanaladura simple hendida en el chaflán.

 

La tercera arquivolta correspondería a la formada por las dovelas con decoración vegetal base de prominentes y trabajadas flores de cuatro pétalos situadas regularmente dentro de las acanaladuras que discurren por el centro del intradós y el extradós, mientras que dentro de la gran acanaladura que genera el chaflán se inscriben unas grandes flores de cinco pétalos apuntados, regulares, cuyo centro circular toma volumen y se divide en cuatro por una fina incisión a bisel en cruz.

 

En la siguiente arquivolta, la cuarta, de sección semicircular cubierta de posibles tallos entrelazados esculpidos delicadamente a bisel y con trompas vegetales de tamaño reducido cerca de los laterales tocando al intradós por el que discurre una acanaladura que presenta el borde interno rebajado a bisel.

 

Finalmente, la quinta arquivolta, cuyo vano correspondería al tímpano, presenta tres acanaladuras simples, una en cada cara y una más ancha en el chaflán, en cuyo interior deducimos gracias a una de las dovelas, que se inscribirían longitudinalmente personajes con largos vestidos y pies desnudos con volúmenes muy bien trabajados, quizá se trate de ángeles. En el espacio liso y estrecho entre la acanaladura del chaflán y la central del extradós, se dispone una inscripción de difícil deducción ya que sólo se han encontrado hasta hoy cinco dovelas de esta arquivolta, una de las cuales presenta fuertes pérdidas en este sector.

 

A continuación transcribimos el texto de la inscripción separado por bloques, correspondientes a cuatro de las cinco dovelas conservadas de esta arquivolta, una de ellas incrustada en el campanario, y cuyo orden y significado no alcanzamos a descifrar:

 

(?) da v i/  r(te símbolo) (...) q(u)o d[a]/ tonad (tg símbolo) ii (...)/ [r] eposse/

 

Escrita en letras capitales, presenta espacios entre palabras y algunos símbolos epigráficos complejos. Usa los tres puntos dispuestos en forma de triángulo invertido, utilizados como fin de párrafo o bien como símbolo de interrogación.

 

Hay también inscripciones en las dos grandes losas esculpidas que formarían parte del tímpano y que hoy se encuentran en la colección Almeda. Dichas piezas, aunque por su material y temática las asociamos directamente con el grupo de elementos de la portada, se conservan muy desgastadas. Apreciamos en ellas ciertos detalles que indican que se habría tratado de un tímpano esculpido con figuras expresivas, que aunque a primera vista, dado su estado, no lo parezcan, gozarían de la misma calidad escultórica que los elementos decorativos conservados. Para que ese conjunto adquiera sentido habría que situar a la derecha la pieza rectangular más alargada que contiene parte de una mandorla con restos de una inscripción, dentro de la cual se sitúa una figura vertical; y en la izquierda, la segunda pieza de tamaño más reducido con parte de la mandorla y del personaje anterior, y una nueva figura, externa, de dimensiones proporcionalmente menores que la anterior.

 

En conjunto interpretamos que se trataría de una composición románica clásica, con una Maiestas central, vestido con túnica larga de pliegues regulares bajo los que aparecen los pies desnudos que se apoyan en la mandorla. Su rostro alargado está totalmente desgastado, aunque se pueden apreciar las incisiones lineales que dibujan parte del pelo en un lateral junto a los restos de una de las orejas y la barba. Aquí, la figura de Cristo, que aparenta estar de pie, se presenta sentada en un trono. Así lo denotan los restos de pliegues a la altura de su cintura, el desgaste en la zona dónde se habrían labrado las rodillas, y los pliegues de la parte inferior que se doblan regularmente dejando visibles sus pies descalzos. Formarían un trono los animales que aparecen a cada lado de su cintura: en la derecha se conserva claramente la cabeza y medio cuerpo de un león; en la izquierda, dado el mal estado de la pieza no podemos concretarlo. Podrían ser parte del Tetramorfos que suele aparecer acompañando al Cristo en Majestad.

 

Por la colocación de los brazos de la figura, podemos deducir que en su mano izquierda sostiene un libro ante el pecho mientras con la derecha, cuyo brazo se conserva en la segunda pieza, bendeciría. Al lado de la mandorla y bajo otra inscripción más tosca labrada directamente sobre el fondo de la pieza, tendríamos una segunda figura humana, un personaje masculino descalzo, probablemente un obispo, pues viste lo que parece una túnica y una casulla; sostiene con sus manos lo que podría ser un báculo (no lo podemos asegurar, pues se ha perdido la parte superior). El personaje cuyos volúmenes se han conservado, tuerce ligeramente su cabeza hacia la derecha, quizá mirando al cristo de la mandorla. A cada lado de su cabeza quedan restos de la fina labra que presentó en tiempo románico, con incisiones indicando pelo cerca de las orejas y el arranque de un cilindro desbastado, quizá una mitra.

 

Hay inscripciones muy desgastadas y parciales en ambas piezas del tímpano, cuyo significado no alcanzamos a descifrar.

 

Entre los restos de la rectoría, la iglesia y el campanario, se cuentan tres capiteles, tres cimacios, un fuste liso de columnilla, y una pieza del basamento. En cuanto a los capiteles uno de ellos, el mejor conservado e interesante se ha reubicado dándole un nuevo uso en el altar, pues sirve de apoyo para una pila bautismal. Se trata de un capitel bellamente esculpido a bisel con volúmenes bien trabajados, La decoración se distribuye en dos niveles de hojas de palma superpuestos. El inferior presenta un anillo de hojas de palma yuxtapuestas con pequeñas volutas a cada lado del arranque de la hoja, que se apoyan en el collarín liso del capitel. Esculpidas con un biselado bastante plano y regular, toman volumen en la parte superior en cada una de las hojas, siendo éste más pronunciado en las hojas coincidentes con el ángulo del cesto. El cuerpo superior del capitel presenta, en dos de sus caras una cabeza que queda inscrita en el espacio entre las dos grandes hojas de palma que cubren las esquinas del capitel y cuya punta se dobla acogiendo una gran bola, formando una especie de voluta.

 

Merecen especial atención los diferentes rasgos que definen los rostros en los que corresponden a un hombre y a una mujer respectivamente. La primera se encuentra medio desbastada, aún así distinguimos claramente los volúmenes del rostro; con pelo, un largo bigote y barba lisos con estrías a bisel. Mientras la boca se ha perdido, entre los volúmenes de las mejillas y la frente, se dibuja un ojo con un fino biselado. El segundo rostro del mismo capitel correspondería quizá al de una mujer, con el pelo cubierto por una tela, pues en el lado derecho del rostro vemos un trozo de pelo estriado que sobresale, el rostro equilibrado y de volúmenes finamente detallados presenta un paño de tela que viniendo des de la cabeza le cubre horizontalmente los labios. Se trataría de un capitel incrustado en un ángulo, pues dos de sus caras sólo presentan decoración en el nivel inferior, mientras el superior se mantiene liso.

 

Del capitel que hoy se encuentra aún incrustado en el campanario sólo podemos ver una de sus caras, en la que aparece decoración también en dos niveles, el inferior, un anillo formado por hojas lisas que sobresalen y se doblan ligeramente en la parte superior; encima de éstas en un segundo nivel, en medio de dos grandes hojas de palma estriadas y cuyas puntas se enroscan formando las volutas de los vértices superiores, aparece una cabeza de rostro equilibrado y volúmenes bien trabajados aunque con menos detalles apreciables, dado su estado de conservación.

 

El tercer capitel se encuentra exento e inacabado en la rectoría. Su estructura es muy parecida a la del primer capitel descrito, aunque éste presenta un friso de ovas vegetales en el astrágalo, tiene esculpida en sus cuatro caras la decoración inacabada del primer nivel, con hojas de palma en cuya base los tallos aparecen doblados. El nivel superior, inacabado, se conserva con los volúmenes desbastados preparados para esculpir en ellos la decoración correspondiente.

 

Correspondería, muy probablemente, a un cuarto capitel la cabeza encontrada por Narcís Puigdevall y actualmente en manos de su mujer, Montserrat Gener; pues dicha cabeza muestra las mismas dimensiones (unos 11 cm de alto y unos 7 de ancho), que las que aparecen en el capitel guardado en la iglesia, y presenta una parte lisa (fin del bloque del sillar), sobre el que seguramente habría impostado un cimacio.

 

En el patio de la rectoría de Cassà de la Selva se conservan también tres cimacios con un estilo decorativo muy similar a los capiteles conservados. El primero se encuentra a la intemperie, incrustado en un ángulo exterior de la rectoría. Presenta decoración a base de tallos vegetales que se doblan sobre sí desarrollando trompas vegetales que se abren a modo de hoja estriada cubriendo el espacio entre tallos. En uno de los ángulos bajo el pórtico de la rectoría se halla, encastado, el segundo cimacio, que presenta la misma decoración vegetal de tallos y trompas vegetales que aquí desarrollan en la esquina una cabeza monstruosa o de león, pues abre unos grandes ojos y su ancha boca se abre de lado a lado bajo un largo bigote estriado que junto con las cejas también estriadas muy largas se acaban confundiendo con los tallos en los laterales.

 

El último de los cimacios conservados se conserva exento. Presenta la misma decoración vegetal en dos de sus caras desarrollando en el ángulo una cabeza humana masculina, con el pelo, barba y bigotes definidos con estrías incisas paralelas y muy continuas que dibujan los volúmenes del pelo y la barba del personaje que con sus manos surgidas de entre los tallos, estira. Este gesto suele significar desesperación pero aquí podría funcionar como elemento decorativo grotesco. La parte central del rostro se encuentra bastante deteriorada pero se distinguen bastante bien los rasgos del rostro que con los ojos almendrados nos mira.

 

Tanto los rostros de los capiteles como los que parecen el los cimacios se encuentran labrados a bisel, pues sólo se utiliza el trépano para indicar la retina de los ojos.

 

Encontramos también en el patio de la rectoría un fuste de columnilla liso y una de las piezas de un basamento o zócalo, podría tratarse de un plinto con escocia labrada en dos de sus caras. Presenta en su parte superior una pequeña acanaladura que discurre paralela a los costados labrados de la pieza.

 

La cronología de todos estos elementos escultóricos, y por lo tanto de la gran portada románica desaparecida, debe situarse muy probablemente a finales de siglo xii. Si la portada formó parte del proyecto arquitectónico del conjunto del templo, dicha datación puede aplicarse también a la iglesia desaparecida. Sin embargo, cabe contar también con la posibilidad que la portada de añadiera a un edificio anterior, cuya cronología no podemos determinar de forma concreta, tal y como ocurre habitualmente en el románico catalán.

 

La buena talla de la escultura, tanto en el tratamiento de  los rostros cómo en la delicada decoración de las arquivoltas, se vincula a la tradición de los talleres roselloneses activos en el siglo xii, y remite a portadas como las de Vilafranca de Conflent o de Cornellà de Conflent. La vinculación de nuestros fragmentos escultóricos con los talleres roselloneses parece clara, dada la decoración vegetal de tallos y trompas y las flores de cuatro pétalos, que aparecen tanto en los cimacios tanto del claustro de Elna como en la portada de Cornellà de Conflent. Dicha portada, por cierto, dispone de un tímpano con una Maiestas Mariae en la misma posición que la figura del tímpano encontrado en Sant Martí, pues por detrás de su cintura aparecen voluminosos los extremos de un trono con cabezas felinas.

 

Hay ejemplos de decoración escultórica similar más próximos. Por ejemplo en Besalú (en la portada del Hospital de Sant Julià, en Sant Pere y en Sant Vicenç), en la portada de la iglesia de Santa María de Lladó, e incluso en dos de los capiteles del claustro del monasterio gerundense de Sant Pere de Galligants. Por otro lado, la presencia de una arquivolta con figuras humanas inscritas longitudinalmente nos remite a portadas como la de Santa Maria de Ripoll o la de Santa María de Covet, y junto con cierto tratamiento naturalista podría revelar el influjo de la escultora tolosana.

 

Texto y fotos: Annaïs Pascual Alfaras

 

 

Bibliografía

 

Arxiu Municipal, 2001, pp. 13-14; Badia i Homs, J. y Olavarrieta i Santafè, J., 1987, pp. 80-86; Bagué i Vilà, E., Carreras i Barnés, J. y Gutiérrez i Jaramillo, O., 1990, pp. 22-23, 34-35; Bosch i Mercader, J., 1989; Casanovas i Voltà, M. D., Castells i Llevanera, R. y Ferrer i López, M., 1987, doc. 1A / Des. 87; Catalunya Romànica, 1984-1998, v, pp. 93-94; Flórez, E., 1819, XLIII, p. 426, XXVIII, p. 425; Freixas i Camps, P., 1984; Gener i Roca, J., 1970; Juanola Benet, M., 1958; Mallorquí i Garcia, E., 2008b, pp. 38-39; Marquès i Planagumà, J. M., 1993b, p. 38; Marquès i Planagumà, J. M., 2007, p. 261; Puigdevall i Diumé, N., 1982; Sales i Favà, L, 2010, XXII, p. 5; Villanueva, J., 1803-1852, XII, p. 313; Xutglà i Figueras, J. 1984.