Identificador
24700_01_026
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 27' 26.88'' , -6º 3' 24.04''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Astorga
Municipio
Astorga
Provincia
León
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
AUGUSTO QUINTANA señalaba un origen altomedieval del templo de San Julián, aunque será en el siglo XII cuando se edifique la obra que ha llegado parcialmente hasta nuestros días. Funcionó como parroquia dedicada a San Julián hasta su supresión y anexión a la de San Bartolomé, en 1892. A mediados de este siglo se restauró nuevamente como parroquia, pasando su advocación a la actual de Nuestra Señora de Fátima. El santuario de Nuestra Señora de Fátima, antigua iglesia dedicada a San Julián, aparece hoy día como una iglesia fundamentalmente moderna, obra del siglo XVIII, de nave única con capillas laterales, cubierta con bóvedas de arista y cúpula sobre el desarrollado coro que precede a la cabecera rectangular, ornado todo su interior con profusión yeserías barrocas. Exteriormente dificultan su contemplación tanto la casa parroquial adosada al muro meridional como la irregular sacristía que enmascara en parte el muro norte y la cabecera. No obstante, la construcción aprovecha de la antigua fábrica tardorrománica la parte baja del hastial occidental y los muros septentrional y meridional -este último casi totalmente oculto por la casa del párroco- de los tramos más occidentales de la nave. Conservamos pues, pese a parches y reformas, buena parte de la estructura de la nave románica, observable sólo exteriormente. Sus muros fueron recrecidos para recibir el actual abovedamiento, reutilizándose en ellos la cornisa y la hilera de canecillos que la sustentaban. En el hastial occidental, sobre la portada, se abrió un óculo moldurado con baquetón entre nacelas y se coronó el muro con una espadaña moderna. El aparejo de la estructura románica es de mampostería de arenisca y pizarra, con refuerzo de sillería en las esquinas y encintados de vanos. Correspondiendo con el segundo tramo de la actual nave observamos en el muro septentrional un vano cegado compuesto por dintel monolítico que apoya en dos ménsulas con perfil de nacela. El umbral de este vano, en cuyo encintado de bien labrada sillería arenisca son perceptibles las improntas del hacha así como marcas de cantero, se sitúa aproximadamente a la misma cota que el de la portada occidental, lo que nos informa del rebaje del terreno en esta parte del edificio. En este paramento meridional se observa la ruptura en el muro, tanto en altura como en longitud, que delimita las campañas románica y barroca. En el hastial occidental se abre la portada, el elemento sin duda más destacable del edificio y tampoco él ajeno a las transformaciones posmedievales que determinaron el arco carpanel (posiblemente del siglo XVI, como señala Luengo) que cierra el vano y que apoya sobre jambas lisas, éstas en parte originales. Rodean este arco otros dos netamente apuntados que apoyan en sendas parejas de columnas acodilladas, determinándose así una especie de tímpano liso que adultera sustancialmente el aspecto de la portada. Frente a la opinión de Cosmen Alonso, estos arcos apuntados pertenecen claramente a la obra tardorrománica, como delatan tanto la labra a hacha de las dovelas como la presencia de marcas de cantero que repiten las vistas en las jambas y en la descrita puerta cegada del muro norte. Las columnas poseen basas de perfil ático con toro inferior más desarrollado y provisto de lengüetas y apoyan sobre altos plintos con restos de una muy erosionada decoración de cenefas vegetales y perlados. El conjunto reposa sobre un zócalo. Notables son los capiteles que coronan estas columnas, bajo cimacios con perfil de simple bisel. El capitel exterior del lado izquierdo es vegetal, decorado con tallos y brotes perlados y entre c ruzados en la parte inferior de la cesta y abarrocadas hojas lobuladas y vueltas, palmetas y brotes que acogen granas en la parte alta. El capitel vecino, el único historiado de la portada, nos presenta cuatro personajes sobre un astrágalo adornado con hojitas lobuladas y fondo de acantos perlados. Los situados en la cara exterior del capitel son claramente identificables con las figuras de San Pablo y San Pedro, el primero por su alopecia y rostro barbado. Sostiene con ambas manos una filacteria y viste una larga túnica de gruesos pliegues tubulares de los que recoge un voluminoso amasijo sobre su brazo derecho. Misma indumentaria cubre la erosionada figura de San Pedro, reconocible por las llaves -ya apenas visibles- sobre el libro cerrado que porta en su mano izquierda. Aparece igualmente barbado y, como su compañero, apoya sus pies desnudos en un suelo de brotes vegetales. San Pedro señala con su fragmentado brazo derecho al presumible texto de la filacteria de Pablo, con un gesto del dedo índice extendido. En la cara interna de la cesta vemos una figura, igualmente descalza y port adora de túnica de arremolinados pliegues, que aparece tocada con un gorro cónico insertado en otro del mismo tipo. La figura, semisentada en una extraña contorsión, es la de un personaje barbado de larga cabellera partida en tirabuzones, que apoya su diestra sobre la espalda de san Pedro en lo que podría interpretarse como mero recurso compositivo y dirige su mirada hacia la figura de un ángel de acaracolados cabellos que hace su aparición de entre un fondo de ondas. En su otra mano parecía sostener un objeto hoy día irreconocible, lo que hace aún más compleja la identificación de esta imagen de revelación divina. Cosmen Alonso (op. cit., pp. 168-169) considera esta escena dentro del ciclo de la Natividad, identificándola aunque sin demasiada convicción como el anuncio del ángel a San José. Nosotros vemos más bien, aunque la indefinición del relieve nos hace vagar en el terreno de la hipótesis, un carácter apostólico en las dos escenas. Desde esta perspectiva, el ángel de la cara interna del capitel no sería tanto una figura anunciadora sino inspiradora del mensaje divino que se plasma en los evangelios y el personaje al que se dirige sería así el receptor de dicho mensaje, es decir, un evangelista. Representaciones de evangelistas inspirados por apariciones angélicas son frecuentes en la miniatura y eboraria ya desde época altomedieval. La difusión del mensaje evangélico aparece confiada a los apóstoles y son precisamente dos de los más carismáticos como San Pedro y San Pablo los que completan la escena de nuestro relieve. Podría así resumirse en un símbolo pastoral lo aquí re p resentado, en alusión al clero, que recoge el testigo de la labor de los apóstoles. Menor complicación iconográfica presentan los dos capiteles del lado izquierdo de la portada. El interior es vegetal, de enrevesada y desafortunada composición. En su parte alta se disponen volutas perladas y anudadas, de las que penden hojas lobuladas y, en el centro, lo que parece ser una hoja de roble surgiendo de un tallo. El capitel vecino, de gusto muy zamorano, se decora con hojas de acanto dispuestas en dos niveles, de nervios centrales perlados y, las inferiores, con las puntas vueltas. Sobre ellas aparecen dos híbridos dispuestos a ambos lados de un cogollo vegetal: una erosionada arpía con collar y tocado perlados y un monstruo de cuerpo de ave y cabeza de felino de fauces rugientes; ambos rematan sus colas en un brote vegetal. El astrágalo de esta cesta se decora con hojitas. En este muro del hastial, entre la portada y el ángulo suroeste, se aprecian en el muro vestigios de los arcos apuntados de sendos arcosolios, correspondientes quizá a los “portales” situados “detrás de San Julián”, aludidos en la documentación de principios del siglo XIV, posteriormente utilizados por pelliteros y carniceros y eliminados en el siglo XVIII. Es claramente visible uno de los arcos y el salmer del otro, presentando sus sillares marcas de labra a hacha y los mismos signos lapidarios vistos en las otras zonas conservadas del edificio, incluido el interior de las jambas de la portada. Los muros norte y sur de la nave románica se coronan con una cornisa moldurada con un bisel y soportada por una hilera de canes reaprovechados, algunos con simple perfil de nacela y otros decorados con crochets, hojas lobuladas o acorazonadas y rollos. Destaca el del ángulo noroccidental, en el que un leoncillo rampante vuelve su cabeza contra lo que parece ser un pequeño dragón. Estilísticamente la escultura de San Julián de Astorga guarda relación, como señalan Gómez-Moreno y Cosmen Alonso, con la de la desaparecida catedral románica asturicense y data el edificio a caballo entre los siglos XII y XIII. Este parentesco sólo puede establecerse en lo referente a la decoración vegetal y nos hace volver a lamentar la casi total desaparición de la antigua seo que -a través de los escasísimos restos conservados- se nos hubiera presentado como uno de los conjuntos más excepcionales de la plástica tardorrománica hispana.