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Muro de poniente adosado a la casona de arco apuntado y canecillos de caveto

Identificador
39004_01_003n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 11' 10.40'' , -4º 2' 55.16''
Idioma
Autor
Esteban Sainz Vidal
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de Santa Lucía

Localidad
Arenas de Iguña
Municipio
Arenas de Iguña
Provincia
Cantabria
Comunidad
Cantabria
País
España
Descripción
LA ERMITA DE SANTA LUCÍA es un reducido edificio de un románico avanzado y popular que aún conserva el alzado aunque bastante retocado de esa corriente igualatoria que a finales del XII quedó prácticamente implantada para construir las pequeñas iglesias y ermitas de concejo en todos los valles de la región: ábside cuadrado o rectangular con bóveda de cañón, apuntado o no, y nave cubierta de madera, poca altura y muros de sillería en general o con mampostería en aldeas de pocas posibilidades económicas. Y en todas, la consabida espadaña, casi siempre sobre el hastial de occidente. Santa Lucía de Arenas de Iguña, cuya primera advocación parece que fue la de Santa María Magdalena, se encuentra en medio del caserío y casi apoyada en los mismos bordes del cauce del Besaya. Su apariencia exterior no impresiona por su vejez pues intervenciones modernas la han privado de la pátina de sus muchos años. Su muro de poniente, así como la espadaña, se hallan adheridas a una casona, tal vez del XVIII, pero también muy renovada, con portalada dirigida hacia el Este para formar, con el muro meridional de la nave y de la cabecera, una pequeña placita, desde la que puede escucharse continuamente el rumor benéfico del río. La nave viene a tener unos ocho metros de largo, y la cabecera 5,15 m. La altura de la nave no llega a cuatro metros, siendo algo menor la de la cabecera. Ambas, nave y cabecera, se cubren con tejado a dos aguas. La puerta, de traza románica ya avanzada, se sitúa casi en el centro total de la nave, en el muro meridional. Es de arco claramente apuntado, con chambrana biselada muy resaltada que va a apoyar en cimacios lisos, también en bisel. No existen ni columnas ni capiteles, que son sustituidos por los citados cimacios y unas jambas de sillería continuadoras de las hiladas del muro. El arco de entrada, igualmente apuntado, remarca su intradós con un fino bocel que rompe la arista. No existen más roscas, y en todo está ausente el decorado. A la altura de la mitad de la chambrana, a la izquierda –según el espectador– de la puerta, y a unos 50 cm de aquella se ha incrustado un sillar rectangular grabado con un trozo de franja de rombos excisos, que pudieran ser restos de otra más vieja ermita anterior. Todo el muro sur de la nave se cierra con cornisa sencilla, en nacela, y sin ninguna ornamentación, que se sostiene por once canecillos todos de caveto. Digno de mención es el sillar del ángulo sureste de la nave, colocado en la novena hilada, a partir de la cornisa, que lleva en bajo relieve, una curiosa escena de rasgos populares e ingenuos, muy naif, que representa un hombrecillo de pie, de redonda cabeza, vestido con túnica hasta más debajo de las rodillas, ribeteada con cinco pliegues paralelos y envolventes. Alza su brazo derecho, doblado, hacia la altura de su cabeza, y el izquierdo, muy pequeño, raquítico y también doblado, lo apoya en su vientre. A la izquierda de esta simpática figurilla, y en el lateral oriental del sillar, se grabó un larguísimo ave que parece relacionarse con el canene, al que parece ofrecer algo circular que lleva en su pico. La cabecera de Santa Lucía lleva también en los muros laterales del ábside, cornisa igual a la de la nave y canecillos (nueve en cada) de caveto. El interior de la iglesia, de una sola nave rectangular, tiene también las huellas de la restauración, pero el muro del arco triunfal parece todo de sillería, mientras que otros muros son de mampostería. El arco triunfal es de medio punto, doblado con una especie de chambrana resaltada y da paso a la capilla absidal que mantiene su bóveda de cañón en perfecta sillería que carga sobre imposta resaltada. El arco apoya en cimacios biselados y carentes de decoración, que, a su vez, lo hacen en pilastras prismáticas de sillería. Procedentes seguramente de la iglesia vieja que fue sustituida, o de la que ahora vemos, antes de ser recuperada, son dos cabezas de simio o de homínido que fueron incrustadas en la pared oriental de la cerca de la casa solariega que se apropió la ermita. Pudieran ser viejos canecillos, aunque no podemos asegurarlo. A la derecha de ellos, cierra el muro una hexapétala que se graba sobre un bolo decorativo.