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Interior del castillo con los restos del ala residencial al fondo

Identificador
09211_03_004
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 45' 45.32'' , - 3º 17' 41.87''
Idioma
Autor
Pedro Luis Huerta Huerta,Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Castillo

Localidad
Frías
Municipio
Frías
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
EL CASTILLO ES, SIN LUGAR a dudas, el aspecto más llamativo de Frías. Está documentado por primera vez en 1201, en la permuta que hizo Alfonso VIII con Armengol, aunque de la lectura de dicha carta se desprende que ya estaba construido por esas fechas. Sin embargo, hay que hacer constar que tal edificio no era el que hoy contemplamos, sino una construcción más sencilla y de menor importancia pues de lo contrario no se entiende que haya estado silenciada su existencia durante los conflictos que afectaron a la zona en las dos centurias anteriores. Es muy probable que al pasar ahora a manos del rey se iniciase su reconstrucción que habría que poner en relación con la nueva puebla promovida por Alfonso VIII y con el indudable valor estratégico que ésta tenía, relevando en estas funciones de control del territorio al castillo de Petralata, construido por los navarros hacia 1040 para defender los pasos más importantes entre La Bureba y Castilla la Vieja. La defensa de “La Muela” se completó casi al mismo tiempo, en 1211, con la construcción de las murallas, según pone de manifiesto un documento del monasterio de Santa María de Vadillo: de illis hereditatibus quas uendimus... ad opus uallationis uel muros eiusdem uille. Como ya quedó expresado en el apartado histórico de este estudio, a lo largo del siglo XIII y gran parte del XIV e l pueblo con su fortaleza permaneció en manos del rey, pasando en 1394 a don Diego López de Zúñiga y recuperándolo la Corona dos años después. A lo largo de este tiempo los habitantes del castillo debieron de cometer algunos abusos de los que ya se quejaba el abad de Oña a principios del siglo XIV: “los castelleros que tienen el mio castillo de Frías que fazien e mandavan fazer muchas premias a los vasallos de las aldeas tomandoles la ropa e la lenna e la carne e quebrantándoles las casas”. La intervención de Fernando IV y de Alfonso XI frenaron tales atropellos. A partir de mediados del siglo XV pasó junto con la villa al dominio de don Pedro Fernández de Velasco que debió emprender algunas obras de fortificación para garantizar el dominio de Frías. El castillo ocupa la parte más elevada de “La Muela”, dominando al resto del caserío que se acuesta sobre la vertiente sur de la misma. Consta de dos partes bien diferenciadas: por un lado la torre del homenaje, que se alza sobre la parte más abrupta de la peña, y un patio o recinto amurallado a sus pies con un acceso protegido por un foso, seguido de un puente levadizo, una torre cuadrada en la que se aloja la puerta y dos circulares en los extremos del muro. Un segundo recinto abarca el resto de la cima, incluyendo la iglesia de San Vicente. En el lado meridional del castillo se encontraba el ala residencial del que únicamente se han conservado tres ventanas ajimezadas con asientos pétreos a los lados. Ésta es la parte que más nos interesa pues constituyen los restos más antiguos de la fortaleza, pudiéndose fechar en torno a comienzos del siglo XIII. Las tres ventanas están formadas por arcos ligeramente apuntados separados por una columna dispuesta sobre una basa dotada de plinto, toro plano con cuatro cabecitas zoomorfas y fina escocia. En la ventana más oriental el capitel va decorado con cuatro arpías de alas explayadas y plumaje perfectamente definido, entrelazadas por medio de sus largas colas en forma de serpientes que se enroscan al mismo tiempo entre las patas. Una de ellas porta un collar perlado mientras que otra cubre su cabeza con una caperuza. La columna de la ventana central lleva toro con lengüetas y fuste embellecido con un entrelazo formando círculos y cuadrifolias en su interior. Su capitel muestra un fondo de acantos sobre el que destacan dos interesantes escenas protagonizadas por dos jinetes. Uno de ellos, provisto de lanza y escudo almendrado, embiste a una hembra de centauro que está amamantando a un infante desnudo que cabalga sobre su lomo. En el otro lado otro caballero, pert rechado con rodela y espada, acecha a otra figura ya perdida. Por último, la otra ventana presenta un capitel adornado con hojas planas y cuatro grifos afrontados, dos de ellos muy desgastados. La elección de alguna de estas representaciones estaría perfectamente justificada en un ambiente áulico como éste. Seguramente el estamento militar allí residente se sentía plenamente identificado con esas escenas de caballeros cristianos luchando contra seres que encarnan el Mal, viendo en ello no solamente un testimonio específico de sus actividades, sino también un reflejo de la conducta moral que debían seguir. Hay que resaltar la excelente calidad plástica de estas piezas, con una labra en altorrelieve muy bien conseguida y un acabado aceptable, lo que demuestra la gran pericia técnica de sus artífices. Desde el punto de vista estilístico e iconográfico hay que relacionar estos capiteles con los maestros que intervinieron en Abajas, Soto de Bureba, Hormaza y Carrias, lugares donde se repite el mismo tipo de cesta -con ábaco moldurado y pronunciados cuernos laterales-, así como algunos de los temas, sobre todo las arpías con collar y los grifos. En el caso de la portada de Hormaza descubrimos también la lucha de un caballero con un centauro -en este caso macho- en una composición muy parecida. Desde el punto de vista cronológico habría que fijar estos trabajos dentro de la primera década del siglo XIII, coincidiendo con la construcción de la fortaleza.