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de la iglesia del castillo de Sant Miquel de Montmagastre

Identificador
25034_12_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41.9760644,1.1288051
Idioma
Autor
Helena Soler Castán
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Castillo de iglesia de Sant Miquel de Montmagastre

Localidad
Montmagastre
Municipio
Artesa de Segre
Provincia
Lleida
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Miguel de Montmagastre

Descripción

ARTESA DE SEGRE

Castillo e iglesia de Sant Miquel de Montmagastre

El antiguo núcleo, casi abandonado, de Montmagastre está emplazado en medio de la poco poblada y diseminada comarca de la Noguera. Dicho lugar limita al Norte con la sierra de Comiols, y al Sur, con el río Segre. La montaña de Montmagastre está circundada por  profundos acantilados en tres de sus flancos; sólo se puede acceder por el lado meridional, a través de una pronunciada cuesta. En su cima se hallan los vestigios de la fortaleza, y unos metros más abajo, se erige la iglesia de Sant Miquel. Ambas construcciones forman el típico núcleo repoblador de época medieval. Se accede a través de la carretera que va de Artesa de Segre a Tremp. Una vez pasada la primera población, a escasos kilómetros a mano derecha, hay un desvío que, transcurridos 6 km, conduce a Montmagastre. Una vez llegado a este tramo hay que continuar andando por un sendero señalizado hasta la cumbre.

 

Durante el siglo xi, la zona donde se halla la fortaleza, en el límite de la frontera entre Al-Andalús y los condados catalanes, representó un importante punto estratégico de control de las vías de comunicación entre el Montsec y la llanura de Artesa de Segre. Montmagastre, desde su situación, controlaba el paso del puerto de Comiols. En un principio, el castillo de Montmagastre debió de ser una fortificación musulmana, ya que el topónimo durante el siglo x y principios del xi fue musulmano-latino, Mamakastrum, aunque posteriormente se latinizó totalmente hasta su forma actual, Montmagastre. En el año 926 ya se tienen noticias de que los castillos de Montmagastre y Rialb se encontraban en manos cristianas, y que en ellos tenían tierras Sunifred, conde de Urgell, y su hijo, el vizconde Gescafredo. Más tarde, tras una incursión en 1003, la fortaleza fue conquistada por los musulmanes, quienes por orden expresa de Abd al-Malik, evitaron que se destruyesen las casas de la población. Una vez establecidos los sarracenos en el lugar, crearon una población permanente en la que se ofreció a los combatientes vivienda y tierras para los que desearan quedarse a vivir. La ocupación no duró mucho tiempo, ya que antes de 1010 el castillo ya había sido recuperado por el conde Ramon Borrell II de Barcelona, junto con otros de la margen derecha del río Segre, como Malagastre y Alòs de Balaguer. Todas estas fortalezas quedaron bajo su dominio, mientras que el conde de Urgell las recibía en feudo del conde barcelonés, tal y como se constata en un convenio firmado por el conde Berenguer Ramon I de Barcelona y Ermengol II de Urgell en una fecha comprendida entre los años 1018 y 1026.

 

La primera referencia histórica del templo data de 1010, cuando el conde de Urgell Ermengol I constituyó una comunidad canonical en la iglesia de Sant Miquel, poco antes de marcharse a la expedición de Córdoba, en la que encontró la muerte. Se conserva un acta de donación de bienes, fechada en 1019, donde su sucesor Ermengol II, la condesa de Barcelona Ermessenda y el hijo de ésta, Berenguer Ramon I cedieron a la iglesia del castillo de Montmagastre ciertas posesiones y todos los templos fundados dentro del término de la fortaleza. Uno de los testigos que firmó el documento fue el señor de Àger Arnau Mir de Tost, quien no sólo ratificó las anteriores concesiones, sino que otorgó otras. Así en 1041, Mir de Tost y su mujer Arsenda hicieron donación a la canónica de Sant Miquel de una viña sita en el territorio del castillo de Montmagastre, cuyos frutos debían destinarse a los sacerdotes que servían en la iglesia y vivían en aquel cenobio. La segunda acta de donación data de 1054, y en ella Arnau Mir de Tost dotó a la antigua iglesia y canónica de Montmagastre con los templos de Alentorn, Vall·llebrera, Grialó, Comiols, Collfred, Malagastre, así como con la tercera parte de las parroquias de Anya y Montmagastre. En 1068 el vizconde ya detentaba el castillo de Montmagastre en feudo. En esta misma fecha, su esposa Arsenda hacía en su testamento entrega de una tercera donación a la canónica, donde se incorporaba a las posesiones del cenobio el castillo de Marcavau y disponía que en el lugar se levantara un hospital para pobres y peregrinos. En el documento de transmisión de bienes de su marido, de 1072, aparecen nuevas cesiones a Sant Miquel, como la mitad del alodio de Seixo y de las propiedades señoriales de Gavarra. Asimismo, se dispone que la iglesia de Montmagastre debía quedar bajo el dominio y potestad de la abadía de Sant Pere de Àger. Por otra parte, se declara heredero universal de sus castillos y territorios a su nieto Guerau Ponç de Cabrera, mientras que a su hija Ledgarda le lega el castillo de Montmagastre, que tenía en feudo del conde de Urgell, quien, por su parte, era feudatario por el mismo castillo del condado de Barcelona, como lo constata el testamento de 1076 del conde Ramon Berenguer el Vell. El documento más interesante, después de las donaciones, fechado en 1093, informa de la construcción de la iglesia de Sant Miquel. Se trata del testamento de Guillem Bernat, seguramente sobrino de Arsenda, quien legó una onza de oro para la edificación de Sancti Michaelis. Dos años más tarde, Guerau Ponç de Cabrera y su mujer Estefania enfeudaron el castillo juntamente con el de Gavarra a favor de Gombau Bertran, asignándole dos tercios de la parroquia de Anya y el castillo de Vall·llebrera. A partir de 1108, Sant Miquel consta como un simple priorato. Una bula del papa Alejandro III, datada en 1162, confirma a Ramon, abad de Àger, la propiedad e inmediata protección de su monasterio y de todo aquello que le había estado cedido. Entre estas donaciones se hace constar Montmagastre y su iglesia. Pocos años después, Arnau, obispo de Urgell, y el mismo abad Ramon celebraron una convención, firmada en 1170, en la cual con el consentimiento de Hug, arzobispo de Tarragona y legado del propio papa Alejandro III, se ordenaba en una de sus cláusulas que Montmagastre recibiera al obispo con quince cabalgaduras. En el siglo xvi, se desamortizó la canónica de Àger y se suprimió el priorato de Montmagastre. La iglesia se convirtió en una simple parroquia hasta su total abandono en el siglo xx.

 

Tanto el castillo, como la iglesia de Sant Miquel presentan actualmente un estado ruinoso y de degradación progresiva. Una espesa vegetación se ha apoderado de muchas de sus estructuras, lo cual impide apreciarlas en su conjunto. En el caso de la fortaleza, la situación es mucho más grave, puesto que sólo subsisten exiguos vestigios, consistentes en escasos lienzos de muros que no otorgan suficiente información para poder calcular el perímetro de la fortaleza. En el ángulo suroeste seguramente se erigía la torre de vigilancia de planta circular, a semejanza de todas las fortificaciones de la zona. El aparejo que se conserva está formado por pequeños sillares irregulares dispuestos en hiladas y trabados con mortero de cal.

 

La iglesia dedicada a san Miguel conserva estructuras arquitectónicas de distintas etapas. Responden a época románica la primitiva nave y la cripta. Posteriormente, a lo largo del siglo xvii, la obra fue sometida a una serie de modificaciones y ampliaciones donde cabe la posibilidad que se emplearan estructuras y materiales procedentes del castillo e incluso de la propia canónica. Originariamente, se trataba de un templo de nave única con la cabecera formada por un ábside trilobulado internamente, el cual se muestra con una elevación más acusada de lo normal, porque bajo ella se encuentra una cripta. En el primer tramo de esta nave se halla un absidiolo lateral que no forma parte de la cabecera, sino que es una capilla lateral, con forma interior de hornacina y que no se manifiesta al exterior. Dicha característica es habitual en bastantes edificios de la zona, como ocurre en Sant Joan de Torreblanca, donde el absidiolo se halla en el muro septentrional, mientras que aquí está en el meridional. Otros ejemplos son Sant Salvador de Santa Linya y Santa Maria de Palau de Rialb, pero en ambos casos disponen de dos absidiolos laterales. La antigua nave medía 7 m de largo por 3,5 m de ancho, pero en una de las modificaciones del templo fue considerablemente alargada hasta alcanzar los 32 m. El ábside es la parte más rica e interesante. Tiene forma semicircular y está decorado con una teoría de arquillos ciegos combinados con siete esbeltas pilastras, en lugar de las habituales lesenas, las cuales sobresalen unos centímetros del muro absidal. En estas siete bandas, dos arquillos de medio punto por tramo reposan en ménsulas. Las basas de las columnas adosadas son del tipo ático, descansan en un plinto dotado de una pequeña moldura que lo separa de la escocia, que termina en un collarino. Los fustes están formados por varios módulos de distintas alturas y rematados por unos capiteles de factura muy sencilla y pobre. El color de la piedra de las pilastras y el de las piedras angulares contrasta con el del resto del paramento que presenta una tonalidad más clara. Este hecho, junto con una desigual destreza en la ejecución de sus distintas partes, hace pensar que podría deberse a una superposición de estructuras preexistentes en la construcción del mismo. Un arbusto oculta la parte superior del ábside y únicamente permite la visión parcial de la cornisa, la cual consiste en una moldura cóncava de sección de cuarto de círculo. La zona absidal cuenta con tres vanos, el del centro del tambor es una ventana de doble derrame; los dos laterales son de un solo derrame. En el extremo inferior se halla una estrecha saetera.

 

Bajo esta estructura se halla una sencilla cripta, a la cual se accede por el muro occidental a través de un pasillo subterráneo, el cual dispone de una puerta descentrada y resuelta con un arco de medio punto. Dicho espacio, de 8,30 m de ancho por 14,50 m de largo, consta de una nave rematada por un ábside semicircular y cubierto por una bóveda de cuarto de esfera. En su interior cuenta con dos ventanas, una, en el lado de la Epístola, de un solo derrame y forma rectangular. La otra, ubicada en el ábside, es muy similar a la anterior. Para algún autor, esta estancia inferior seguramente desempeñó funciones centradas en la conservación de productos agrícolas, como aceite o grano. La existencia de esta cripta bajo el presbiterio no es un hecho aislado en la zona, hay otras construcciones que presentan la misma particularidad como la iglesia de Sant Tirs de Oliana, e incluso, la colegiata de Sant Pere de Àger de la cual, como se ha comentado, dependía la propia canónica de Sant Miquel de Montmagastre.

 

Las ventanas que se abren a dos niveles en el lienzo meridional de la fábrica, son de doble derrame y arco de medio punto. La más cercana al ábside contrasta con la siguiente, que corresponde a la ampliación posterior y está rematada con un arco de medio punto monolítico. Consecuencia de esta misma ampliación de la nave es el óculo con tracería ubicado en esta fachada. Si bien la puerta actual está emplazada en este mismo muro, se ignora la ubicación del primitivo acceso. Aquella se resuelve con un amplio arco de medio punto con dovelas que reposan en una simple imposta y carece de cualquier ornato escultórico. En el salmer aparece inscrita la fecha de 1643 y el nombre del paer, Ivan Mir, promotor de la obra. Sobre el lienzo de poniente de la nave se levanta el campanario de torre de base cuadrada. Los paramentos del templo carecen de elementos ornamentales y escultóricos, lo que contribuye a transmitir una sensación de sobriedad y austeridad, acentuada por la situación de aislamiento en que se encuentra. El muro sur todavía conserva algunos mechinales dispuestos en una hilera. Se desconoce si el del lado norte también los posee, puesto que está totalmente cubierto de vegetación. Las distintas fachadas exhiben distintos materiales, en los que se ha querido ver la utilización de estructuras no estrictamente eclesiásticas en la ejecución final de la obra. Los lienzos correspondientes a la última reforma de la fábrica, ejecutada durante el siglo xvii, presentan un aparejo formado por hiladas de sillares de talla más precisa y trabajada que en el resto de la construcción.

 

La iglesia ha perdido parte de su techumbre, por lo que su interior permanece a la intemperie. Todo ello ha favorecido una acusada proliferación de vegetación. La nave en la zona del ábside, la parte más antigua, mantiene la bóveda de cañón ligeramente apuntada. En el resto del templo, todavía se aprecian los arranques de la bóveda de cañón apuntado con la que estuvo cubierta la nave, la cual está compartimentada en cuatro cuerpos por arcos fajones. Un arco presbiterial antecede al ábside, cubierto con casquete de cuarto de esfera, que queda oculto por una pared que tapia en la que se abre una puerta que permite acceder a este espacio que seguramente, tras su transformación,  hacía las funciones de sacristía. Los tres lóbulos del ábside central forman hornacinas semicirculares que están enmarcadas por medias columnas encaladas y rematadas por unos capiteles esculpidos toscamente que ahora se conservan en el Museu Diocesà y Comarcal de Lleida. Esta distribución interna del ábside central también la encontramos en otros edificios de la Noguera, como Sant Pere de Àger y Sant Pere de Ponts.

 

Adosadas en la fachada norte de la iglesia, restan todavía algunas construcciones realizadas en el proceso de ampliación de la fábrica; pero no se sabe con certeza cuáles eran sus funciones. Las dos más cercanas al ábside podrían tratarse de capillas dedicadas respectivamente a la Virgen del Rosario y al Santo Cristo. En el último tramo de este sector septentrional, se abre al muro una nave con bóveda de cañón, la cual fue reaprovechada seguramente como rectoría o incluso, como bodega. La base del campanario sirvió para alojar otra capilla que conserva tres pequeñas hornacinas de sección semicirculares. Las paredes presentan restos de revoque, que llegan a cubrir y ocultar parte del aparejo original. En las zonas donde se ha desprendido el mismo, afloran los sillares de piedra caliza con forma rectangular, y alineados uniformemente.

 

La iglesia de Sant Miquel de Montmagastre, a pesar de su estado de ruina y de las importantes transformaciones que sufrió, conserva suficientes elementos para que se pueda valorar la importancia de sus estructuras románicas, las cuales siguen los parámetros constructivos del siglo xi e inicios del xii. El castillo de Montmagastre responde al  tipo de fortificación de la zona de frontera correspondiente al siglo xi, que servía de refugio a la población y que era defendido en buena parte por las mismas características del relieve, las cuales le permitían vigilar el territorio de marca con sus torres de vigilancia.

 

Talla de Cristo en la cruz

 

Hubo en esta iglesia una talla en madera policromada de un Cristo en la cruz, la cual fue destruida en la Guerra Civil, y de la que se conserva un testimonio fotográfico de 1922 en el archivo Albert Bastardes. El estudio iconográfico a partir de esta fuente revela que se trataba de un Cristo sufriente, con el cuerpo cubierto tan sólo por un perizoma, la policromía del cual, según algún especialista, no parece ser la original, al igual que el nimbo y la corona de espinas, que se añadieron posteriormente. Los pies están clavados por separado, característica esta muy extendida durante el siglo xii. Bastardes ha observado una afinidad estilística de este Cristo con otras piezas del taller del maestro de Erill, si bien en este caso, afirma que se trata de una talla más sobria que pertenecería a la primera etapa de este maestro. Según esta hipótesis, la obra correspondería al primer cuarto del siglo xii. Para algún autor, dicha obra también guarda similitud con el Cristo de Salardú, de la segunda mitad del siglo xii y ejemplo del estilo más maduro del maestro de Erill, por las características faciales del rostro alargado, la inclinación de la cabeza, el peinado de los cabellos, del bigote y de la barba. Asimismo dentro de este grupo se identificarían el Cristo de Llimiana y el de Mur, que como el de Montmagastre fueron destruidos, pero que estilísticamente pertenecerían a unas fechas anteriores a este último. Por último, también se ha realizado un estudio comparativo entre esta pieza y el grupo del Descendimiento de la Cruz procedente de Erill la Vall de finales del siglo xii. Ambas obras se asemejan en la manera de destacar el detalle de las costillas y el pectoral, y la musculatura y venas de los brazos. Sin embargo, en la talla procedente del taller de Erill tan sólo se representan seis costillas a cada lado mientras que en la de Montmagastre se cuentan diez.

 

Grabados Murales

 

Actualmente, pueden contemplarse in situ unos grabados murales pertenecientes algunos de ellos a la Edad Media. El primer grupo está ubicado en el lado sureste de la nave principal, cerca del ábside, y en él se muestra un conjunto de imágenes que algunos autores identifican con cinco guantes de cota de malla, reproducidos de forma muy esquemática, y una pequeña cruz de Malta. Según los historiadores, la forma reticular de la cota de malla en la parte de la muñeca y antebrazo es una característica propia de los arneses de los siglos xii al xiv. Cerca de esta representación, se hallan las figuras de dos canes dispuestos de perfil y acompañados de varias estrellas de David y otros guantes. Detrás del ábside está emplazado el segundo grupo, se trata de dos firmas que corresponden al mismo personaje, Guyllmo Textor. Por el trazo de la escritura correspondería al siglo xiii o xiv. Todos estos grafitis han sido reconocidos por algunos arqueólogos como marcas de paso y rúbricas de peregrinos o visitantes, las cuales también se pueden observar en otros edificios religiosos de la comarca vecina del Urgell, concretamente en Sant Esteve de Pelagalls y en el monasterio de Vallbona de les Monges.

 

El último conjunto de grabados se halla en la cripta, concretamente en el extremo noreste, el cual contiene numerosas contabilidades representadas a través del sistema habitual de dibujar incisiones verticales irregularmente pautadas cada diez unidades con cruces; seguramente estas representaciones tengan que ver con la función de almacén y bodega que desempeñó esta estancia. Se han datado como pertenecientes al inicio de la Edad Moderna.

 

 

Texto y fotos: Helena Soler Castán - Planos: Marc Santacreu Ortet

 

Bibliografía

 

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