Identificador
40200_01_259
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 24' 3.76'' , -4º 19' 6.12''
Idioma
Autor
Raimundo Moreno Blanco
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Cuéllar
Municipio
Cuéllar
Provincia
Segovia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
SE YERGUE LA IGLESIA de San Martín en el interior del primer recinto amurallado de la villa, hoy sin culto y empleada como centro de interpretación de la cultura mudéjar tras sus últimas remodelaciones realizadas bajo la tutela del municipio, quien actualmente detenta su titularidad. Está enclavada en la zona occidental del núcleo urbano, a escasos metros del castillo-palacio de los Alburquerque y de la puerta de San Basilio, en la parte más elevada de Cuéllar con lo que su torre se erige en privilegiada atalaya sobre una gran extensión de la Tierra de Pinares. Como en tantas otras ocasiones salta a la luz documental a partir de los instrumentos recaudatorios del Cardenal Gil de Torres fechados en 1247, ofreciéndonos una fecha ante quem para el inicio de las obras. Tributaba cuarenta y dos maravedís y nueve sueldos, siendo únicamente superada en la localidad por San Esteban que entregaba cincuenta y cuatro maravedís. Según Ubieto Arteta se menciona San Martín junto a la Trinidad en 1322, para posteriormente, en 1365, aparecer servida por un clérigo en la relación de los beneficiados cuellaranos. Más noticias nos han llegado de época moderna, entre las que destaca el bautizo en su pila del séptimo duque de Alburquerque, don Francisco Fernández de la Cueva, el 28 de abril de 1575. A comienzos del siglo XVII debía de ser parroquia de escasa feligresía, como demuestra el dato de que en 1600 no se registren en sus libros bautismos o defunciones. Quizá por esta escasez de parroquianos se le anexionó la vecina San Gil, hoy desaparecida, y de la que sólo queda la plaza de su nombre a pocos cientos de metros al este de San Martín. Aun así la situación continuó invariable: tres bautismos y tres casamientos en 1700, y cuatro bautismos y cinco difuntos en 1800. De lleno le afectó la desamortización eclesiástica de Mendizábal, tras la que pasó a manos particulares como muestra el Boletín Oficial de la Provincia de Segovia, donde se recoge su subasta el 21 de agosto de 1854 junto a las de Santiago, Santa Marina y Santa Ana. Su remate se efectuó en 12.540 reales, siendo adquirida en 1871 por don Francisco García Minguela, cediéndola a don Vicente Suárez quien mantuvo un pleito con el Ayuntamiento debido a si el atrio y el cementerio estaban incluidos en el lote junto a la iglesia. Con su paso a manos particulares se agravó el estado de deterioro de la fábrica, realizándose distintas obras en su interior de compartimentación del espacio de las naves laterales para adecuarla a la función de almacén. Pese a llegar en precarias condiciones a comienzos del siglo XX como demuestran distintas fotografías en las que se observa que ya había perdido sus cubiertas, fue declarada Bien de Interés Cultural por decreto del 3 de junio de 1931. Se la restauró por primera vez en 1982, aunque no le serían repuestas las cubiertas hasta una segunda fase llevada a cabo a partir de 1989 a cargo de la Escuela-Taller de Cuéllar y que afectó entre otros elementos a la pavimentación, cubierta, fachadas, torre, etc. Tras estas intervenciones y el cambio en su titularidad, pasó a utilizarse como centro cultural polivalente empleándose como local de ensayos de grupos de danzas y bailes regionales o sala de exposiciones. La imagen del interior de San Martín que hoy observamos se aleja en gran medida de la que tuvo durante varios siglos. No se ha de olvidar que al igual que en su interior existe un buen sepulcro de yeserías del siglo XV posterior al plan primitivo de la iglesia, en los siglos del barroco se llevaron a cabo importantes obras de remodelación del espacio interior semejantes a las que se realizaban en el resto de la provincia. Entonces se mudó la cubierta de madera por bóvedas de medio cañón con lunetos y se remozó todo el interior cubriendo los paramentos con yeserías que actualmente hemos perdido. Está construida en fábrica mixta, de mampostería de piedra de Campaspero enfoscada en el cuerpo de naves y ladrillo para los ábsides, portadas y esquinales. Consta de planta basilical de tres naves algo irregular, con cinco tramos y cabecera triple canónicamente orientada, con accesos al norte, sur y poniente, costado al que se añadió posteriormente la torre en el ángulo meridional. En su costado sur aún se aprecian los restos de la arquería del pórtico así como su cimentación al oeste y norte de la iglesia. Los ábsides se alzan sobre un potente zócalo de mazonería. El central, formado por un polígono de once lados, se estructura mediante dos teorías de arcos de medio punto doblados y superpuestos, abiertos en los lados tercero, sexto y noveno para iluminación. Sobre ellos una banda de recuadros doblados bajo un friso de facetas por cada lado del polígono. Remata el ábside en potente cornisa volada de cuatro hileras de ladrillos aparejados a tizón. Los ábsides laterales repiten el esquema decorativo del central en la zona inferior en el que sobre el zócalo de calicanto se superponen las arquerías de medio punto dobladas y sobre ellas una pareja de recuadros simples por lado, desapareciendo los frisos de esquinillas. En suma un esquema decorativo que fue grato a los mazarifes que trabajaron en las grandes iglesias cuellaranas: San Martín, San Esteban y San Andrés y que a su vez se extiende por las actuales provincias de Ávila (Santa María del Castillo en Madrigal de las Altas Torres) y Valladolid (San Miguel de Olmedo, Santa María de Íscar o Santa María en Mojados). Al exterior su alzado muestra una leve diferencia de alturas entre la nave central y las laterales, aspecto sobre el que incidiremos más adelante. Los muros perimetrales se encuentran actualmente enfoscados, insinuando un despiece de sillares únicamente alterado por la apertura de vanos. En la fachada imafronte se abre un pequeño acceso de medio punto y doblado bajo otro vano igualmente redondo, ambos muy retocados. A norte y sur, coincidiendo con el tercer tramo de las naves, se abren dos portadas similares: de medio punto y trasdosadas por cinco roscas que arrancan de imposta de ladrillos en nacela, enmarcando el conjunto un alfiz. Este tipo de portadas se repiten en otros templos como San Esteban en la misma localidad, y en las parroquiales de San Cristóbal de Cuéllar, Lovingos, Aldea Real o San Juan de Aguilafuente. La maciza torre se encuentra yuxtapuesta en el ángulo suroeste del templo. Al igual que el resto de las cuellaranas es de esbeltas proporciones, pudiéndola relacionar más directamente con las de San Andrés, el Salvador y San Pedro en cuanto al tipo de planta cuadrada, de fábrica de mampostería de piedra de Campaspero con refuerzo de sillar en los esquinales, y en cuanto a que todas ellas fueron construidas a los pies de las naves y tras una cesura en las obras con respecto al templo. Se accede a ella desde el interior de la iglesia por medio de un hueco abierto a varios metros de altura hasta el que se llega por una escalera de madera portátil. El interior consta de tres naves, más estrechas las laterales, aun sin llegar a la desproporción de San Pedro o San Esteban, y cinco tramos. Los cuatro más cercanos a los pies de igual luz, el tangente a la cabecera mucho más estrecho y de mayor flecha, formando como puso de manifiesto Ruiz Hernando un crucero que no se delata en planta. Esta solución no es ajena al ámbito cuellarano ya que se repite en San Esteban. La coincidencia de soluciones en ambas iglesias nos hace dudar acerca del tipo de cubrición que en origen se emplearía en San Martín en este tramo, ya que por analogía pudiera haberse tratado de un medio cañón pétreo de eje transversal al de las naves. Su articulación difiere de la del resto ya que en este caso se forma mediante triple rosca que arranca del suelo y la única interrupción de la imposta de nacela; en la zona superior se disponen tres recuadros. Los formeros, muy esbeltos y doblados, reposan en pilares compuestos formados también por los arranques de los alfices. Estos se elevan hasta la coronación del muro, únicamente interrumpidos por una banda de ladrillos a sardinel dispuesta sobre los arcos. En esta zona alta, y enfiladas con las claves de los formeros, se abren ventanas de medio punto dobladas e insertas en alfiz que dan lugar a la articulación de la zona superior del muro junto a los recuadros blancos que se originan en sus flancos. En nuestra opinión, la función de estos vanos en origen sería la de iluminar la nave central del templo pese a que ahora no lo hagan. Por tanto pensamos que en el alzado original era más acusada la diferencia de altura entre las naves laterales y la central, dando lugar a este cuerpo de vanos. Así los faldones de las naves laterales arrancarían en su parte superior justo por debajo de este “claristorio”, de la misma forma que ocurría en San Esteban, donde aun quedan los mechinales de apoyo del faldón de la cubierta en esta ubicación. Dos notas más nos hacen apuntar esta posibilidad, por un lado y atendiendo al perfil de los vanos, observamos el clásico derrame al interior de los ventanales concebidos para iluminación, quedando la parte externa con la clásica forma de aspillera enmarcada por ladrillos del mismo modo que en los ventanales de los ábsides. Por otro, hemos de hacer notar las rafas de ladrillo dispuestas en la fachada occidental encintando la zona superior de los esquinales de la nave central; creemos que su disposición aquí responde a que el espacio que marcan sería la diferencia de altura entre las naves, con lo que quedarían al aire y de ahí la necesidad del refuerzo. En resumen, un alzado que aunque actualmente no estamos acostumbrados a ver en este tipo de iglesias debido en algunos casos a la proliferación de las cubiertas a dos aguas en las restauraciones, no es extraño a los planteamientos de edificios coetáneos, tanto de piedra como de ladrillo, y valga como ejemplo la ermita de Nuestra Señora de la Cabeza en Ávila, que al igual que San Martín se puede fechar en el primer tercio del siglo XIII. Da acceso a la capilla central un triunfal de medio punto triple cuyas roscas parten de imposta en nacela que se prolongará por todo el ábside. El tramo presbiterial se articula mediante sendos arcos doblados en cuya unión arranca un fajón sobre el que reposa el medio cañón que tiene por cubierta. De nuevo triple es el arco que da acceso al hemiciclo, exornado por tres vanos de medio punto de rosca triple y entre frisos de nacelas y esquinillas. Cubre este espacio la canónica exedra. Similar ordenación presentan las capillas laterales, con la salvedad del muro dispuesto en el ábside del evangelio para ubicar el sepulcro del siglo XV. Se accede a ellos por sendos arcos doblados con impostas en nacela que se prolongan por todo el interior y de la que arrancarán las bóvedas de medio cañón y horno. Los muros del tramo recto se exornan con arcos ciegos, y el hemiciclo con un vano de medio punto y triple rosca entre bandas de nacela y esquinillas.