Pasar al contenido principal
x

Detalle de los restos de pintura en el interior de la hornacina del lado derecho de la nave

Identificador
40446_01_048
Tipo
Fecha
Cobertura
40º 59' 46.5" , -4º 35' 46.89"
Idioma
Autor
Ignacio Hernández García de la Barrera
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción

Localidad
Martín Muñoz de las Posadas
Municipio
Martín Muñoz de las Posadas
Provincia
Segovia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
DECLARADAMONUMENTO en 1996, la iglesia de Nuestra Señora de La Asunción en Martín Muñoz de las Posadas, es uno de esos ejemplos en los que tras visitar tanto el exterior como el interior cabe preguntarse si realmente corresponde al periodo que centran el objeto de estas páginas; son por tanto las líneas que siguen no una justificación sino una explicación de lo que este templo fue -o se supone que fue- frente al aspecto que hoy presenta. Son las páginas escritas por el profesor Ruiz Hernando referencia obligada a la hora de hacer una lectura de este edificio, páginas que tienen su origen en un profundo conocimiento de estas arquitecturas y en una intuición tremendamente acertada. Superpone este autor diferentes fases de construcción y grandes reformas que llevan desde la que sería iglesia originaria, anterior al siglo XIII, hasta la construcción de su crucero y cabecera en el siglo XVI, última de las obras de envergadura. De la primera de estas fases quedarían la hoja externa del muro septentrional y la intermedia, literalmente forrada por ambas caras, del meridional; estaría justificado esto por la relación que parece tuvo aquel templo con la arquitectura cuellarana, concretamente con San Esteban, según este autor. De este modo habría que suponer una cabecera triple y un templo con tres naves, de las que las laterales serían sensiblemente más estrechas; a su vez el reducido grosor de los muros hablaría de unas cubiertas menos potentes que la actual, quizá unas pequeñas bóvedas de medio cañón para las laterales y cubierta de madera la central. El templo por tanto luciría un aspecto realmente diferente; frente al actual espacio único, de gran amplitud y altura, cubierto con una airosa bóveda apuntada organizada por fajones de ladrillo un tanto deformados, se dispondrían espacios compartimentados, presencia de pilares, naves de menor altura, menor desarrollo en planta al faltar el cuerpo del coro y la torre... En el muro septentrional se encuentra una portada compuesta por un triple arco apuntado de ladrillo, salvo unas piezas de caliza que actúan a modo de cimacio corrido que se adapta al abocinamiento de las roscas; sobre este arco, un primer friso de ladrillos a sardinel da paso a otro de esquinillas, que se repite -con menor desarrollo- en la parte superior. Una teoría de achaparrados arquillos ciegos de medio punto recorre toda esa parte del muro en dirección a la cabecera, mientras que hacia los pies unas llaves de ladrillo indican dónde concluiría este paramento antes de la ampliación indicada anteriormente. En el interior se comprueba la presencia de una nueva hoja de ladrillo, dispuesta sin coser a la existente, organizándose una serie de arcos ciegos apuntados que articulan el muro, a modo de hornacinas. Conserva además este muro en su parte más próxima al crucero, restos de lo que parece fue un arco fajón de la anterior cubierta, de tal manera que su escasa luz permite intuir la estrechez que correspondería a las naves laterales. En el muro meridional la situación es más compleja ya que toda su extensión se encuentra envuelta por revestimientos posteriores, que al interior dan lugar a una serie de hornacinas -similares a las vistas en el muro enfrentado- y al exterior a un pórtico donde hoy se conservan una portada y unas pinturas murales, elementos pertenecientes a sucesivas reformas posteriores al siglo XIII, y sobre las que se ha dicho que “son un claro exponente de un maestro de segundo orden de finales del siglo XV”. Sobre este cuerpo se sitúa un espacio que sirve de acceso a la torre y en el que se conserva parte del paramento original del templo, realizado en cajones de mampostería entre verdugadas de ladrillo, rematando en la parte superior en un almenado cuyos merlones alternan los perfiles rectangular y triangular; en su parte más próxima a la cabecera este muro, tras presentar un codillo, cambia de materiales, empleando ahora el ladrillo de modo masivo, luciendo además ornamentales frisos a sardinel y un pequeño vano de iluminación. El siglo XVI vio trocar por completo el aspecto del templo; siguiendo a Moreno Alcalde, estas reformas afectarían al coro, la portada, la torre y la cabecera. La ampliación del templo hacia los pies tenía la finalidad de incorporar un coro, para lo que fue necesario añadir dos cuerpos que se cubrieron con crucería en el sotocoro y con un intento de prolongación del cañón apuntado en el cuerpo alto. A esta fachada occidental además se incorporó una ornamentada portada, reflejo de las postrimerías del gótico en Castilla, situándose contigua al coro, en su costado meridional, la torre. La cabecera por su parte pasó a convertirse en monumental representación arquitectónica del poder del cardenal Espinosa, el cual había elegido este lugar para su enterramiento; de este modo se organizó un presbiterio pentagonal antecedido por un crucero, todo ello cubierto con crucería, que por las huellas exteriores tenía pretensiones de haber prolongado con esa anchura las que iban a ser las naves, proyecto que quedó inconcluso.