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Detalle del capitel de la portada

Identificador
09249_02_007
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 40' 56.94'' , - 3º 19' 37.68''
Idioma
Autor
José Manuel Rodríguez Montañés,José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción

Localidad
Navas de Bureba
Municipio
Navas de Bureba
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA IGLESIA PARROQUIAL DE NAVAS se sitúa en el centro del caserío, presidiendo la pequeña plaza que cierra por el norte. El edificio responde, pese a los añadidos y reformas, al tipo característico de las iglesias románicas burebanas, con su nave única dividida en tres tramos hoy cubiertos con bóvedas de crucería simple, portada meridional y cabecera compuesta de tramo recto presbiterial cubierto con cañón apuntado y ábside semicircular con cascarón apuntado, ambas bóvedas sobre impostas de listel y nacela. La fábrica románica se elevó en excelente sillería arenisca de grano fino y tono rojizo, mientras que los numerosos añadidos y reformas posteriores utilizaron el mampuesto como aparejo (salvo la mala sillería de la sacristía adosada al norte de la cabecera), así en la cilla adosada al norte de la nave en el siglo XV -donde hoy se conserva desmontado el maltrecho retablo de San Andrés de Soto de Bureba- y en la capilla meridional. La cabecera se alza sobre un zócalo que salva el cierto desnivel norte-sur y muestra al exterior un recrecido postmedieval de entramado y tapial. El tambor absidal, retranqueado respecto al presbiterio, queda dividido en tres paños por dos rotundos haces de triples columnas, de casi el doble de diámetro la central, al estilo de las cercanas iglesias de Soto, Los Barrios de Bureba y Valdazo o las riojanas de Treviana y Junquera, estas últimas que, como en Navas, alcanzan una excesiva notoriedad. Se alzan sobre basas de perfil ático, de aplastado toro inferior y sus capiteles alcanzan la cornisa, ésta ornada con una banda de zigzag en resalte. Los capiteles que las coronan muestran cestas achatadas como los del interior, decorándose los del haz meridional con un cortejo de tres ángeles ataviados con ropas talares y portando libros, flanqueados por aves de cabeza humana y alas explayadas en los capiteles laterales. Los capiteles del haz de columnas septentrional reciben, respectivamente, una pareja de aves afrontadas alzando sus patas interiores, una pareja de rugientes leones opuestos que alzan la cola sobre el ábaco y otra arpía-ave similar a las anteriores, ésta barbada. La misma ruda talla de estos relieves se repite en la variada serie de canecillos que soportan la cornisa en el hemiciclo y tramo recto, decorados con bustos humanos, la mayoría grotescos y gesticulantes, como el que porta una extraña cornamenta a modo de disfraz, otro de llameantes cabellos o uno con grandes orejas a modo de liebre y una cruz sobre la frente, prótomos de animales fantásticos y reales (bóvidos, jabalí) y hojas de puntas incurvadas. En el eje del hemiciclo se abre una amplia ventana en torno a la estrecha saetera que daba luz al altar, hoy cegada al encontrarse el interior del hemiciclo recubierto por el retablo. Su curiosa estructura de arco doblado y polilobulado, del tipo a los vistos en el interior de San Facundo de Los Barrios de Bureba, en la ventana absidal de Encío y en las iglesias riojanas de Treviana y Valgañón, remite más al artificioso juego decorativo de la arquitectura de muy finales del siglo XII y principios del XIII que a una inspiración musulmana, como se ha señalado. Apean estos exóticos arcos en una pareja de columnas acodilladas y dispuestas en dos niveles, cuyas basas áticas de toro inferior aplastado y capiteles vegetales de hojas lanceoladas de nervio central o acogiendo caulículos en las puntas demuestran a las claras lo avanzado de la cronología del edificio. En el muro meridional del presbiterio se abría otra ventana de similares características -parcialmente solapada por una capilla-, de arco interior trilobulado y externo pentalobulado, sobre dos parejas de columnas coronadas por capiteles de arpías y vegetales similares a los señalados. La nave aparece hoy dividida en tres tramos, aunque el descentramiento de la portada y el cambio de aparejo, particularmente notorio en el muro septentrional, nos indican que esta articulación y las propias bóvedas de crucería que la cubren responden a una reforma posterior, probablemente de época bajomedieval. Conserva aún así el robusto arco triunfal que da paso desde la nave al presbiterio, apuntado y doblado, que reposa en dos gruesas semicolumnas. Sus basas presentan el mismo perfil ático degenerado ya visto (fino toro superior, escocia y toro inferior aplastado), alzándose sobre plintos y altos basamentos; en sus achaparrados capiteles volvemos a encontrar, tras el grueso enfoscado que los recubre, el rudo estilo de los exteriores. El del lado del evangelio es vegetal, a base de hojas lanceoladas partidas de gruesos bordes, de cuyas puntas avolutadas penden pequeñas palmetas acogolladas, ornándose el fondo con una banda superior de triples hojitas puntiagudas. En la cesta de la epístola se representó una tosca figuración de Daniel en el foso de los leones, con el personaje bíblico en el centro de la escena, ataviado con larga túnica y las dos bestias ante él, apoyando sus patas exteriores en su cintura. La portada, de extraordinario desarrollo, se abre en el muro meridional, probablemente en un antecuerpo hoy solapado por las reformas posteriores, que añadieron hacia el este un cuerpo para el mecanismo del reloj y hacia el oeste un cubo que alberga la escalera de caracol que da servicio al coro alto del fondo de la nave y a la angosta que se alza sobre este tramo central del muro sur. Al confuso aspecto de este sector del edificio contribuye por último el cerramiento con sillería y ladrillo del arco exterior de la portada, a ras con los muros exteriores, que determina así, aprovechando el gran abocinamiento del acceso, una especie de mínimo atrio. La portada se compone de arco apuntado ornado con un grueso bocel y cinco arquivoltas igualmente baquetonadas, protegido el conjunto por chambrana ornada con puntas de diamante. Apean en imposta de chaflán y en jambas escalonadas en cuyas aristas se integran fustes sencillos en el arco y dobles -unidos por una arista- en las arquivoltas. En los capiteles que coronan dichos fustes por el lado derecho, y de interior a exterior, se suceden los motivos siguientes: un atlante que sujeta con sus manos alzadas el ábaco de la cesta, un águila -o arpía- descabezada con las alas explayadas, una cabeza barbada y coronada entre dos hojitas, una hoja cóncava con remate avolutado y un prótomo monstruoso rugiente y con orejas puntiagudas. En los capiteles del lado izquierdo del espectador se suceden temas similares: en la cesta interior vemos otro atlante que parece soportar el peso con su espalda mientras ase con ambas manos el astrágalo, el busto de un personaje barbado que alza ambas manos, en actitud de bendecir con la diestra, un mascarón monstruoso de rasgos felinos que muestra los dientes, la cabeza de un hombre barbado, de gruesos labios y ojos almendrados entre dos hojitas y un capitel vegetal similar al del lado del evangelio del triunfal. Sobre la portada se alza hoy una extraña torre que parece aprovechar la estructura de una primitiva espadaña. No obstante, el más descuidado aparejo de la misma y las evidencias de remontaje nos hacen dudar del carácter original de la misma. Es posible que en principio se proyectase una espadaña sobre el arco triunfal, al estilo de los cercanos ejemplos de Los Barrios, Soto, San Martín de Piérnigas, etc., como parece indicar tanto la propia fortaleza del mismo como el contrafuerte que aún hoy se observa en la fachada meridional alzándose sobre la cornisa del presbiterio, aunque éste pudiera simplemente corresponder al primitivo alzado de la nave. Sea como fuere, de la primitiva estructura se reutilizaron las dos troneras apuntadas de arcos baquetonados al interior y exterior, que apoyan en ambos lienzos en columnas adosadas a los codillos y re m atadas con capiteles en los que se repiten los temas ya vistos: máscaras humanas barbadas de marcados pómulos y ojos almendrados, arpías de alas explayadas y capiteles vegetales de hojas lisas rematadas en caulículos y palmetas pinjantes. Las fechas aportadas por los templos arquitectónicamente vinculados a este de Navas, es decir, la ermita de Los Barrios (1181) y San Andrés de Soto de Bureba (1176), aparecen aquí como límites post quem para esta obra, que demuestra tanto en el diseño de su portada como en la propia decoración su dependencia de los talleres más inerciales del románico y, al mismo tiempo, el conocimiento del nuevo lenguaje gótico que iba ganando terreno, por lo que quizá su construcción haya que llevarla ya fines del primer tercio del siglo XIII.