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Capitel con una escena de lucha entre un hombre y una bestia, en el pórtico

Identificador
40296_01_015
Tipo
Fecha
Cobertura
41º 15' 39.28" , -4º 17' 45.12"
Idioma
Autor
Raimundo Moreno Blanco
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción

Localidad
Pinarejos
Municipio
Pinarejos
Provincia
Segovia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción se encuentra ubicada en el extremo noroeste del caserío, abierta a una pequeña plaza ajardinada al sur. Al norte y oeste la ciñen llanas tierras de labor y espesos pinares. Mucho difiere el aspecto general del templo que hoy podemos contemplar del que mostraba en 1983 al paso de don Fernando Chueca, con el fin de realizar el informe de monumentalidad del edificio para la Real Academia de la Historia, aprobado al año siguiente. Desde la “intervención” perpetrada en 2001-2002 materiales, revocos y piezas incoherentes jalonan la fábrica del vetusto edificio, indefensa ante tales atropellos. Se trata de un templo cuya única nave rectangular se aproxima a la proporción 1:2 en cuanto a su anchura y longitud. A esta se yuxtapone una profunda cabecera rectangular más estrecha, formando una composición telescópica con la primera, siguiendo la definición de Chueca. A la cabecera se adosa por el norte una espléndida torre, del tiempo de la iglesia y por el sur un pórtico -hoy liberado de añadidos- y una estancia que debió realizar funciones de capilla. Este tipo de estructuras tardías -para La Asunción Chueca propuso el tercer tercio del siglo XIII- no son extrañas en la comarca como demuestran los casos de Dehesa de Cuéllar, Frumales, Chatún o Moraleja de Cuéllar. La nave se cubría con techumbre de madera, de la cual Ruiz Hernando alcanzó a ver algunos restos por encima de las actuales bóvedas barrocas, hoy desaparecidos por completo, al sustituirse la cubierta quedando únicamente el estribo en que apoyaba la estructura primitiva, más de un metro por debajo de la actual cota de muros. La nave contaba con accesos a norte y sur, desenfilados y ambos latericios. El más amplio es el de mediodía formado por tres roscas y jambas con imposta de nacela bajo un friso de esquinillas, todo inserto en un alfiz. El abierto al norte muestra los mismos elementos a excepción de las jambas y de las impostas que han sido rozadas. Su disposición y medidas hacen que Ruiz Hernando lo emparentase con el de la ermita de San Marcos en Narros de Cuéllar, otorgando a ambos uso funerario. En el interior de la nave, al igual que en el pórtico y capilla sur, quedan restos de pinturas murales góticas. Destacan por su factura y estado de conservación las de la zona superior del muro norte de la nave que representan la Última Cena y en un plano inferior la perdida imagen de un jinete de perfil, ataviado para un torneo o combate, en la que se usó como pigmento el óxido de hierro según la memoria de su restauración. La cabecera también fue objeto de la renovación barroca dejando únicamente a la vista los esbeltos arcos de medio punto que articulan los tramos laterales del ábside. Desde él se accede a la torre cuyo primer nivel fue baptisterio como atestigua el enlosado. La torre es una de las más excepcionales de la provincia, cuyo pariente más cercano sería la de Santa María en Fuentepelayo. Está construida mediante cajones de mampostería entre verdugadas de ladrillo que al exterior han sido irrespetuosamente revocados, al igual que el resto de los muros del templo. Su elemento más singular es la cubierta en forma de alcuza, compuesta en mampostería y trasdosada en ladrillo, repitiendo a escala rural los modelos de Santa María de la Antigua en Valladolid o la primitiva de San Esteban en Segovia. Al interior una bóveda de medio cañón con eje norte-sur cubría el baptisterio, hoy en ruinas al instalarse una escalera de madera adosada a los paramentos. No era este el acceso original, que se efectuaba por el muro norte, desembocando en el trasdós de la bóveda; tras la última intervención ha desaparecido el nacimiento de esta vía, aunque al menos queda la desembocadura, cegada por una puerta de madera. Similares a este tipo de acceso encontramos en Melque, Rapariegos -ermita del Santo Cristo de la Moralejilla-, Carbonero el Mayor, -ruinas de Santa Águeda- y la ermita del Santo Cristo de San Mamés en Campo de Cuéllar. El pórtico es una pieza única en la provincia por su fábrica mixta. El único que guardaría semejanza con él debió ser el de Santa Marina de Cuéllar, hoy perdido, pero que a la vista de la litografía que publicó Quadrado debía conjugar los mismos materiales, esto es, arcos de ladrillo y capiteles y columnas pétreas. Está formado por siete arcos de medio punto, siendo más amplio el central, que reposan sobre columnillas pareadas labradas en una única pieza ambas y que a su vez comparten capitel. Cuatro son las cestas de estos que tras eliminarse los añadidos han quedado visibles, pudiéndose contemplar únicamente los dos más próximos al hastial oeste en su integridad. El más cercano a los pies nos muestra en sus caras más estrechas flores tetrapétalas inscritas en un motivo cuadrangular rematado con lazos en sus vértices; en las más anchas, rígidas pencas dispuestas en dos alturas. El más cercano a la portada se decora con palomas picoteando racimos (iconografía repetida en San Andrés de Cuéllar, aunque aquella de superior calidad en la factura) y pavos reales en las caras más estrechas; en las laterales destaca la imagen de dos figuras humanas en un palacio de la época. Los capiteles al este del arco de ingreso aportan caulículos y el más cercano a la cabecera una escena de lucha entre hombre y bestia que bien pudiera identificarse con Sansón desquijarando al león. Todos ellos de tosca factura. La capilla adosada al muro sur de la nave se encuentra en la actualidad enfoscada en su mayor parte, a excepción del muro norte donde existen restos de pinturas góticas que representan un toro alanceado por dos personajes. Se cubre con bóveda de medio cañón apuntado sostenida por un fajón. También adosada al sur se encontraba la casa parroquial, datada en 1805 y que siguiendo confusos criterios restauradores fue demolida en el transcurso de la intervención reseñada. La pila bautismal ha sido reubicada en la sacristía. Se trata de una pieza lisa, cuya única decoración es un bocelillo en la embocadura. El diámetro de su copa alcanza los 119 cm, el alto total 80,5 cm y el del vaso 55, 5 cm.