Identificador
47410_01_066
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 17' 24.11'' , -4º 41' 12.58''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Olmedo
Municipio
Olmedo
Provincia
Valladolid
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
ESTÁN SITUADOS LOS RESTOS de la antigua Iglesia de la Santísima Trinidad en la calle del mismo nombre, muy cerca del edificio que, según se cree, albergó a la Real Chancillería antes de su definitivo traslado a Valladolid. Por desgracia la estructura del templo ha sido aprovechada hace algunos años para construir un cine. Aún es conocida con el nombre de "el Hospitalillo", quizá porque formó parte de las posesiones del desaparecido Hospital de la Trinidad, cuyo patrono fue, a mediados del siglo XVIII, Don José de Aláiz y Zuazo, Jefe de las Reales Tapicerías del Rey de Nápoles don Carlos de Borbón, futuro Carlos III de España. De lo que queda se infiere que fue un templo de una nave, terminado en tramo recto y ábside semicircular, conservados éstos por completo y construidos en ladrillo. El interior ha sido transformado para adaptar el edificio a su actual función. Exteriormente se mantiene completo el ábside, el tramo recto y parte de los muros. La decoración elaborada que anima las estructuras de ladrillo, lleva a Manuel Valdés a clasificar este templo dentro de la que él llama "fase manierista" del mudéjar vallisoletano, ya francamente tardía, pues considera para ella una fecha en torno al año 1300. Se levanta el ábside románico-mudéjar de ladrillo sobre un alto zócalo de mampostería con piedra sin escuadrar. Aparece articulado en altura mediante dos bandas de arcos ciegos de medio punto doblados, dispuestos verticalmente a tresbolillo. En el lado de la epístola aparecen totalmente cubiertos por una tupida hiedra verde. Cierra la composición un friso de esquinillas, sobre el que se dispone el alero, en el que sobresalen dieciséis canecillos de piedra –visibles solo una docena, a causa de la hiedra– que sostienen la cornisa igualmente de piedra, con perfil de nacela, todo ello en la más ortodoxa línea románica. La mayor parte son de tres nacelas concéntricas, pero el más interesante es el tercero comenzando por el lado sur, que muestra una cabeza de monstruo, que tal vez sea un león o un gato. Dos bandas de tres arcos ciegos de medio punto, dispuestos verticalmente en línea recta, decoran el exterior del tramo recto, pero en este caso cada arco queda individualizado por medio de una retícula. En la actualidad están casi ocultos por la hiedra. Por encima vuelven a surgir los canecillos lisos de piedra, que son siete, invisibles tras la hiedra. Restos de una escalera de caracol, ejecutada en sillería muy bien escuadrada, son visibles junto al costado meridional del ábside. Se conservan a la vista cinco de sus peldaños. Esta estructura, que aparece inmersa en un muro de mampostería, quizá se trate del acceso a una desaparecida torre románica, pues a su izquierda hay restos de un arco de descarga de medio punto hecho en ladrillo. En el muro septentrional se abre una portada de ladrillo, cegada, inscrita en un recuadro, compuesta con arco apuntado de tres arquivoltas. La más interna de estas fue amputada posteriormente para aumentar la luz del vano. Apoyan en impostas marcadas, a cada lado, mediante tres ladrillos cortados en nacela. Las jambas son lisas, también de ladrillo y encima del alfiz hay un arco ciego túmido que quizá sirvió como hornacina para albergar alguna escultura devocional. Los muros de este lado están compuestos a base de bandas de mampostería interrumpidas por dos filas de ladrillos. A los pies del templo hay trazos de otra portada cegada, esta vez adintelada, postmedieval. Sobre ella se abrió un gran balcón en época moderna. Una pequeña ventana de arco doblado de medio punto parece ser el único resto decorativo medieval identificable en este lado de la Iglesia. La cornisa se organiza con bandas de ladrillos cortados de modo que parecen formar dientes de sierra. A juicio de Valdés, para componer la decoración externa del ábside y de alguno de los muros descritos, los alarifes debieron tomar como modelo la cercana iglesia de San Miguel, construida, siempre según el mismo autor, a fines del siglo XIII o comienzos del XIV, iglesia en la que permanecería presente además un modelo iniciado en San Pedro de Alcazarén. Sin embargo creemos que en La Trinidad pueden distinguirse dos momentos, uno, el que correspondería a la nave, con una portada que nos recuerda mucho a la de La Lugareja de Arévalo y otra, el ábside, cuyas conexiones con lo románico parecen evidentes. Así, al margen del zócalo de piedra, que caracteriza algunos templos como el de San Tirso de Sahagún o el propio de San Miguel de Olmedo, hay que valorar sobre todo la existencia de unos canes en piedra –que también existieron en San Miguel–, con elementos decorativos como la cabecita de animal o las nacelas concéntricas que constituyen unas referencias que nos hacen inclinarnos, frente a las opiniones de Valdés, por una cronología más antigua y claramente románica, posiblemente en el entorno de 1200.