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Basa

Identificador
33311_04_037
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 29' 37.86" , -5º 22' 34.34"
Idioma
Autor
Pedro Luis Huerta Huerta
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Capilla de Santa María

Localidad
Sebrayo
Municipio
Villaviciosa
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
UN TANTO ALEJADA DEL PUEBLO, continuando el camino antiguo a Colunga, en un pequeño y húmedo claro que se abre entre plantaciones de eucaliptos, se levanta la capilla de Santa María de Sebrayo. Lugar de gran devoción popular para toda la comarca, cuyas raíces pueden vincularse a cultos precristianos, pues justo encima del santuario, en la cima del monte Castiellu, se localiza el llamado castro de Moriyón. Estudiosos decimonónicos como C. Miguel Vigil o J. M. Quadrado atribuyen a la iglesia una fundación en torno al siglo X, con lo que la fábrica actual respondería a una edificación posterior. Si bien no existen fuentes documentales que verifiquen esta temprana datación, la arqueóloga G. Adan considera que dicha hipótesis pudiera ser posible, dada la reutilización en la construcción del dintel de una de las puertas de un epígrafe, en el que se lee: Sit tibi xpte lavs simvlque deipara virgo / sed cvncta placeant bona et devotio nostra (Alabanza a ti, Cristo, y a la Virgen Madre de Dios. Que te agrade nuestra devoción y el conjunto de dones). Por las características de su grafía pudiera pertenecer a esa décima centuria. Además de ello, como expone la mencionada arqueóloga, en las últimas excavaciones realizadas durante la restauración del templo en los años 90, la aparición de una tumba de lajas pisada por la cimentación del templo románico afianza esta hipótesis, por lo que tiene que responder a un momento anterior a la construcción de éste, en torno a las últimas décadas del siglo XII. Es precisamente en ese momento de la duodécima centuria cuado se datan los dos primeros documentos, ambos pertenecientes al archivo del monasterio de San Vicente de Oviedo, en que se cita la iglesia de Sebrayo. El primero de ellos, fechado en León en 1175, recoge una donación real por la que el monarca Fernando II en pro bono seruitio quod mihi fecistis, dona a Pelagio Queixali y a sus sucesores la ecclesiam Sancta Merie de Sebrai con todo su realengo y vega anexa. Pocos años después, en 1193, el propio Pelagio, quien dice llamarse Pelagius Petri, cognomento Kexal, junto con su esposa, María Peláiz, y sus hijos entregaron la misma iglesia de Sanctam Mariam de Sebraio de Maliaio con todas sus heredades, derechos y ornamentos al monasterio de San Vicente. Ya dentro del vasto señorío monacal, según se desprende de algunos documentos posteriores, en calidad de priorato de éste, la iglesia de Sebrayo no debió de ejercer durante mucho tiempo las funciones de templo parroquial, ya que ni en la Nómina de parroquias de la diócesis elaborada entre 1385-1386, ni en el llamado Libro del Prior del siglo XV se menciona el templo como parroquia. Algunos autores consideran, por tanto, que la iglesia pasó entonces a ejercer funciones de capilla funeraria, ya que en ella se constatan inhumaciones hasta el siglo XIX. Planimétrica y estructuralmente el templo de Sebrayo sigue la tradicional y repetida tipología de nave única cubierta con estructura de madera a dos aguas y cabecera cuadrada con bóveda de cañón. Sin embargo, a consecuencia de las reformas a las que ha sido sometida la fábrica, con la construcción de la sacristía en el siglo XV, y sobre todo con la el alargamiento y elevamiento del cuerpo de la nave entre finales del siglo XIX y principios de XX, en la actualidad presenta totalmente desdibujadas tanto las proporciones originales como el concepto de espacialidad propios de la arquitectura románica. La cabecera, construida con buen aparejo de cantería y realzada sobre un zócalo decorado con dientes de sierra, constituye el elemento más destacado de todo el conjunto, al ser la parte menos intervenida. Conserva en todos sus elementos el sabor del románico rural y popular que trabajaron las manos poco duchas de los artesanos locales siguiendo los modelos del románico internacional, introducido por los talleres foráneos que trabajaron en otras obras del entorno. Según es habitual en la arquitectura románica, da acceso al interior de este cuerpo, como elemento de tránsito entre la nave y la capilla, el arco triunfal. Se traza aquí este elemento, como el resto de la fábrica, con sencillas y esquemáticas líneas, por medio de un arco de medio punto con dos roscas, totalmente desornamentado, a excepción de una tetrapétala tallada en la clave, y carente de guardapolvo, que apoya la rosca externa sobre las jambas y la interna sobre sendas columnillas adosadas. Cada una de las columnas, siguiendo el esquema tradicional de este tipo de piezas, se compone de una basa de tipo ático, elevada sobre un plinto biselado y decorado con sumarios dientes de sierra, fuste monolítico y capiteles troncopiramidales. Éstos tienen en las cestas decoración vegetal y motivos geométricos, y en los ábacos, taqueado y reticulado romboidal con perlas. Los capiteles, siguiendo un modelo de tradición prerrománica, que también encontramos en San Salvador de Fuentes y en San Julián de Viñón, entre otros, presentan una composición a base de dos filas de pequeñas hojitas lanceoladas y una tercera donde se disponen una especie de dados, a manera de almenas; unas piezas, que técnica y formalmente se caracterizan por su aspecto tosco y somero, sin apenas tratamiento superficial y escaso detallismo. Una vez en el interior de la capilla, perdidas las pinturas murales que debieron de decorar sus paramentos en origen, los únicos elementos articuladores de los muros son la línea de imposta lisa que sirve de arranque de la bóveda y recorre los laterales, y la saetera de profundo derrame interno y fuerte dovelaje que se abre en el muro del testero como único punto de iluminación natural que recibe este espacio. Choca la sencillez del tratamiento interior de este vano, con la profusa decoración y compleja estructura, si se compara con el resto de la fábrica que adopta su formulación exterior. Siguiendo modelos propios del románico internacional, en este caso de factura muy tosca y poco cuidado en las proporciones, la saetera, realzada sobre una moldura saliente, se cobija bajo un arco de medio punto muy peraltado, que apoya sobre dos columnillas profusamente decoradas, en las que además de los capiteles, en los que se repite el mismo esquema vegetal que en el arco triunfal, y los ábacos, con entrelazados y rosetas, se decora también, como elemento innovador, la superficie de los fustes. Éstos aparecen recubiertos por un reticulado romboidal, uno, y con estrías helicoidales, el otro, siguiendo un modelo escasamente difundido en el románico de la zona, donde sólo se conservan fustes decorados en la portada occidental de Santa María de la Oliva, pero sí utilizados, como menciona E. Fernández González, en otras áreas de la región, caso de San Juan Priorio, y sobre todo en templos del prerrománico asturiano, como Santa María de Naranco o Santa Cristina de Lena, donde existen fustes decorados con estrías helicoidales. Completan el repertorio románico de Sebrayo las dos portadas abiertas en los muros este y sur y la serie de canecillos que recorren los aleros de la nave y de la capilla. En cuanto a las portadas, de las que la occidental fue recolocada en el imafronte del templo tras su ampliación, presentan una formulación muy sencilla y conocida en otras construcciones de la zona, como el caso de las portadas meridionales de Santa Eulalia de la Lloraza, San Andrés de Valdebárcena o Santa Eulalia de Selorio. Se trata de un simple arco de medio punto dispuesto sobre capiteles imposta biselados y carentes de decoración, todo ello envuelto por un guardapolvo, prolongado en los extremos, a modo de impostas, decorado con bocel y un festón de medios círculos enfilados, uno de los motivos más repetidos en los repertorios decorativos del llamado grupo de Villaviciosa. También en los canecillos se repiten modelos de sobra conocidos, tanto dentro como fuera de Asturias, donde, junto a canes lisos, principalmente colocados en el alero sur de la nave, encontramos los repetidos esquemas de modillones de lóbulos, frutos esféricos, felinos, lengüetas enrolladas, etc. Los elementos descritos en los párrafos anteriores guardan a todos los niveles una especial relación con otros templos de la zona, entre los que destacan los ya citados de San Salvador de Fuentes y San Julián de Viñón. En estas construcciones, además de repetirse la misma tipología planimétrica y estructural, en el caso que nos ocupa más simplificada por carecer de las arquerías ciegas que articulan los paramentos interiores de los mencionados templos, se repite también un esquema similar en el arco triunfal, tanto en la composición sencilla y carente de guardapolvo, como en los modelos utilizados para los capiteles. Relaciones que han llevado a M. S. Álvarez Martínez a datar la iglesia de Sebrayo en los últimos años del siglo XII, momento en que parecen convivir tendencias conservadoras con las innovaciones del románico internacional, especialmente notables en el aspecto decorativo. Según esta interpretación, se trataría de una de las primeras muestras del románico de Villaviciosa y, como tal, aún mantendría algunos elementos de la tradición prerrománica. Por el contrario, E. Fernández González da una interpretación diferente; considera que el conservadurismo de Sebrayo no está en conexión con el románico naciente, sino más bien con la tendencia a la esquematización y regresión hacia modelos simplificados propios de la etapa arcaizante del estilo, situando por tanto su cronología en la segunda mitad de la decimotercera centuria. A modo de conclusión, podemos decir que el templo románico de Santa María de Sebrayo es una construcción sencilla y elemental, de líneas puras y esquematizadas tanto desde el punto de vista arquitectónico como plástico, a excepción del vano del testero, obra surgida de la mano de un taller local, imitador dentro de sus posibilidades de los repertorios del románico culto llegado a estas tierras tanto a través del camino de peregrinación a San Salvador y Santiago, como a través del comercio marítimo con otras regiones del atlántico europeo.