Sant Cugat de Ravós de Terri
Iglesia de Sant Cugat de Ravós del Terri
El conjunto arquitectónico de Ravós del Terri, compuesto por el castillo y la iglesia dedicada a san Cucufate, se sitúa en lo alto de un cerro en el margen derecho del río Terri, a unos 3 km al Sur de Cornellà y a 2 km de Sant Andreu del Terri. Para acceder al pueblo, desde Cornellà, se debe tomar la carretera en dirección a Medinyà (GI-514). A unos 3 km se visualiza el castillo y el recinto amurallado y, a la derecha, se señaliza la entrada al pueblo. Una vez allí, a unos 500 m siguiendo la carretera se llega al conjunto que, desde 1835, es de propiedad privada.
Originariamente, las iglesias de Sant Cugat de Ravós y la de Sant Andreu del Terri mantenían una estrecha relación, siendo ésta última sufragánea de Sant Cugat. Este vínculo ha provocado errores tanto en la documentación medieval como en la historiografía moderna. En algunos casos no se hace distinción entre ellas y, en otros, incluso se mencionan como Sant Andreu del Terri y Sant Andreu de Ravós.
La iglesia de Ravós, Sant Cugat, aparece documentada en 1096, en una noticia donde no aparece especificado si ésta pertenecía al castillo. A partir de 1144, se documentan las primeras peregrinaciones del cabildo gerundense al pueblo de Ravós para hacer sus rogativas –del cual deriva el nombre de pueblo, Rogationibus–. Las relaciones con la catedral de Girona fueron desde entonces muy estrechas; de hecho, el nombramiento del arcediano mayor gerundense conllevaba la titularidad de Archidianocus de Rogationibus, convirtiéndose en propietario tanto del castillo como de la iglesia de Ravós. En el año 1296 el conjunto de Ravós aparece documentado explícitamente como posesión de la Seo.
La historiografía tiende a relacionar una remodelación de la iglesia, llevada a cabo en 1332, con la transformación del templo en parroquial. Se conoce además otra remodelación, ya en el siglo xvii, que transformó ligeramente parte de la estructura.
En el caso del castillo, que ya debía existir desde el siglo xi, la documentación es escasa. En consecuencia, no se tiene constancia de las remodelaciones realizadas en el edificio, y sólo se conoce la moderna transformación en manso cuando pasó a manos privadas en el siglo xix. Se perdieron o se desfiguraron entonces los principales elementos de la fábrica primitiva, y en realidad se conservan solamente hoy dos de las cuatro torres cilíndricas que se ubicaban en las esquinas, así como parte de los muros oriental y septentrional. El resto de la construcción es fruto de obras recientes, las cuales han cambiado sustancialmente la tipología del antiguo castillo medieval.
La parroquial de San Cugat de Ravós, por su parte, conserva gran parte de la fábrica románica. Es un templo nave única, cubierta por una bóveda ligeramente apuntada y articulada en cuatro tramos mediante arcos fajones. La irregular orientación del edificio condiciona la posición del ábside en el costado septentrional. Es de planta semicircular y cubre con bóveda de cuarto de esfera. En el eje central se sitúa una ventana de doble derrame y, en el lado Este, un pequeño nicho. En el muro absidal se conservan unas interesantes pinturas murales, de las que se hablará más adelante.
Las capillas rectangulares del muro Este fueron posiblemente abiertas durante las remodelaciones del siglo xiv; sólo la más cercana al presbiterio está iluminada con una ventana, que es de derrame simple. Durante las reformas del siglo xvii, se añadió en el tercer tramo, en el muro Oeste, de la nave un espacio con funciones de sacristía, que cubre con una bóveda poligonal.
En el interior del templo se conserva la escultura que decora la cornisa que recorre los muros laterales. Se trata de pequeños motivos ornamentales –en el muro norte– y figurativos –en el muro sur. La sucesión de las diferentes escenas no presentan un ciclo iconográfico identificable, además parte de esta escultura fue remodelada en el siglo xvii, lo que dificulta la identificación de los elementos originales. En general, la historiografía tiende a datar este conjunto escultórico a finales del siglo xii.
En el exterior, el ábside está decorado con un friso de arquillos separados por lesenas que restan escondidos por las edificaciones defensivas posteriores. Según apunta la historiografía, durante las reformas del siglo xvii también se modificó la portada de la iglesia y se esculpió en el dintel de ésta un relieve que representa a Santiago Apóstol con las veneras de peregrino, una iconografía apropiada si se recuerda las peregrinaciones que realizada el cabildo de Girona a esta iglesia. En dichas remodelaciones también debió añadirse la torre campanario situada en el muro oriental de la iglesia, de planta cuadrada, con ventanas rectangulares en cada muro y rematada en forma de pirámide.
La iglesia de Sant Cugat de Ravós del Terri, según la documentación, tiene sus orígenes en el siglo xi. Sin embargo, el aparejo románico conservado en el edificio actual, de sillares regulares y pulcramente tallados, visible sobre todo en la zona del ábside, apunta a una construcción probablemente más tardía, de entrado ya el siglo xii. Confirman esta cronología tanto la decoración del propio ábside (que es una versión elaborada y firme, aunque evidentemente tardía, de los prototipos del primer románico) como la escultura del interior de la nave, sin duda posteriores al siglo xi.
Pinturas murales
Las pinturas murales del templo fueron encontradas en mayo de 1928, detrás de un retablo barroco que decoraba el ábside. Después de su descubrimiento se propuso el arranque y el traslado de las pinturas al Museu d’Art de Catalunya de Barcelona. La negativa, tanto de la Diputación de Girona como del pueblo, a la partida de las pinturas paralizó cualquier intervención sobre ellas. Sesenta años después, en 1978, la Comisión Provincial de Girona sugirió su restauración para preservarlas y encomendó este trabajo a los especialistas del Museu d’Art de Girona. Estas circunstancias han permitido que el conjunto de Ravós sea uno de los pocos ejemplos de pintura mural románica, en Cataluña, conservado en su emplazamiento original.
Se trata de una pintura mural con la representación de la Maiestas Domini entronizada y dentro de una curiosa mandorla cuadrilobulada. Cristo, barbado y con nimbo crucífero, bendice con la mano derecha y con la izquierda sostiene el Libro. Está sentado en un escabel de tipo arquitectónico y sobre un cojín con decoración romboidal. Viste capa de cuello redondo y túnica, azuladas y con un ribete dorado. Los pies, descalzos, reposan sobre la misma mandorla. Flanqueando a la Maiestas, substituyendo las habituales alfa y omega, aparecen los símbolos del sol y la luna. En las enjutas superiores se sitúan dos ángeles nimbados y ataviados con túnicas. En la parte inferior, en forma de friso, se emplazan los cuatro evangelistas, dos a cada lado de la mandorla, vestidos con túnicas largas y sentados sobre escabeles y cojín, delante de un atril, todos identificados por tituli. La colocación del Tetramorfo en la composición no es la común, puesto que a la izquierda se sitúan Marcos y Juan y, a la derecha, Mateo y Lucas cuando debería ser al contrario. Se intuye que sostienen con una mano un bote de tinta y, con la otra, una pluma. La iconografía antropo-zoomorfíca utilizada para la representación de los Evangelistas es relativamente poco frecuente en el románico, y como se detallará en seguida, un elemento clave para conocer los modelos iconográficos del conjunto.
Las pinturas, realizadas al fresco con acabados al temple, presentan un cromatismo bastante peculiar con predominio de azules, ocres y dorados. Ciertas vicisitudes acontecidas al conjunto, como un posible incendio y la degradación y pérdida de parte de la capa pictórica, complican el análisis de la técnica empleada. Por otro lado, la insólita gama cromática tiene un paralelo muy cercano geográficamente en las pinturas de la iglesia de Sant Andreu de Pedrinyà (Baix Empordà) hoy conservadas en el Museu d’Art de Girona.
La historiografía tiende a situar las pinturas de Pedrinyà entre finales del siglo xii y comienzos del xiii, vinculadas con el notable auge en Cataluña de las artes pictóricas asociadas con el denominado estilo 1200. Aunque las pinturas son obra de talleres claramente distintos, una cronología similar se aviene con el conjunto de Ravós del Terri, al que de todos modos cabe señalar que, en ocasiones, se ha considerado mucho más tardío, incluso del siglo xiv, es decir de estilo plenamente gótico.
La pintura mural de Sant Cugat de Ravós, como se ha apuntado anteriormente, presenta una iconografía atípica dentro del repertorio figurativo románico. Por una parte, uno de los aspectos poco frecuentes es la utilización de la mandorla cuadrilobulada cuya representación sólo podemos comparar con el frontal de Santa Maria de Lluçà, ejemplo paradigmático del llamado estilo 1200 en las artes pictóricas del interior catalán. Por otra parte, otro elemento original es la representación antropo-zoomórfica de los evangelistas. Los orígenes de esta iconografía, arraigada en el mundo hispano, remiten a la miniatura visigótica y mozárabe, y es poco frecuente su utilización en la pintura mural de época románica, aunque desde luego existe otro bien conocido ejemplo catalán, en Santa Maria de Taüll.
Su presencia en Ravós del Terri parece que puede explicarse razonablemente bien, a partir de las repetidamente mencionadas relaciones del templo con la catedral de Girona. Todavía hoy conserva, la sede gerundense, un ejemplar de Beato de origen castellano (aunque llamado Beato de Girona) que fue adquirido en época medieval, y que sirvió luego de modelo para el conocido Beato de Turín, códice ya plenamente románico copiado e ilustrado en la misma catedral. En ambos beatos aparece la imagen antropo-zoomorfa de los evangelistas (folios 138v-139r del Beato de Girona, folio 126 del Beato de Turín), lo que permite proponer que sea este el modelo tipológico para su posterior utilización en los murales de Ravós; sin embargo, debe decirse que la historiografía no parece haber planteado hasta la fecha esta hipótesis. Por otra parte, el uso parcial de modelos iconográficos está perfectamente testimoniado en la propia catedral de Girona, donde se ha estudiado que el propio Beato de Turín se utilizó como fuente iconográfica para algunos motivos del conocido Tapíz de la Creación.
Texto y fotos: Lorena García Morato
Bibliografía
Butinyà i Teixidó, I. y Tubert i Tulsà, A., 2007, pp. 41-63; Catalunya Románica, 1984-1998, V, 417-421; Constans i Serrats, L., 1985-1993, I, p. 90; Corominas Planellas, J. M. y Marqués Casanovas, J., 1967-1978, III, pp. 187-192; Crozet, R., 1958, pp. 182-187; Gudiol Ricart, J. y Alcolea Blanch, S., 1986, p. 36; Monsalvatje y Fossas, F., 1889-1919, p. 329; Noguera i Massa, A., 1986, p. 33-35; Noguera i Massa, A., 2005, pp. 49-52; Palmada Auguet, G. et alii, 2005, p 259, 286-287.