Sant Genis de Montella
MONTELLÀ I MARTINET
Iglesia de Sant Genís de Montellà
La iglesia de Sant Genís, antigua parroquia del pueblo, se encuentra en las afueras de Montellà, hacia el Sur, rodeada por el cementerio de la localidad. En el kilómetro 154 de la carretera N-260, cerca de Martinet, se ha de tomar la carretera LV-4055 en dirección a Montellà. Poco antes de llegar al pueblo que está en un montículo, un camino a mano derecha conduce a Sant Genís.
La primera mención a este templo dedicado a san Ginés se encuentra en el acta de consagración de Santa Maria de La Seu d’Urgell de 839. En 1003, en el testamento sacramental de Bernat I, conde de Conflent se legaba una viña a las iglesias de Sant Genís y Sant Serni de Montellà. La tercera parte de esta iglesia pertenecía a los canónigos de La Seu d’Urgell por una permuta llevada a cabo el 1071 por el obispo Guillem. Poco tiempo después, en 1085, Arnau, hijo de Ramon, legó un alodio en Sant Genís a Santa Maria de La Seu d’Urgell. En el siglo xii, varios documentos hacen mención al lugar, entre ellos, el testamento de Ferrara de 1163, antes de partir al Santo Sepulcro de Jerusalén. En otro testamento, en 1171, Pere Aragall dejaba a Sant Genís unas casas con los diezmos y derechos que poseía. Sant Genís perdió su condición de parroquia a favor de Sant Serni, que está en el núcleo habitado, a finales del siglo pasado.
Del templo inicial de mediados del siglo xii sólo queda el ábside liso y semicircular, pues el resto ha sido muy modificado. Su nave, rectangular y alargada, posiblemente fue reconstruida en el siglo xviii. La cubierta del ábside es abocinada y la de la nave, de cañón con lunetos. El ábside posee una ventana de doble derrame, algo descentrada, con arco de medio punto adovelado formado con piedra toba. El aparejo de este lienzo absidal está compuesto por sillarejo de tamaño mediano poco trabajado, dispuesto en hiladas regulares. En el muro sur, cerca de la cabecera, se abre otra ventana de similares características. Los muros, de paredes no muy gruesas, muestran un aparejo desigual, según los tramos, formado con sillarejo pequeño, combinado con piezas alargadas, y en algunos tramos con fragmentos de piedras dentadas que debían de corresponder a la cornisa del edificio inicial y que son muy parecidas a las que formaban la cornisa de Sant Esteve de Prullans, de las que sólo queda una original.
La construcción se levantó en un terreno inclinado que, al alargar la nave y abrir la puerta de acceso en la fachada occidental, propició la necesidad de añadir seis escalones interiores para descender al templo. La puerta está formada por dos arquivoltas de perfil apuntado: la exterior, con la arista en forma de bordón, y la interior rematada en caveto. La cornisa que hace las veces de imposta, es de piedra granítica lisa, alargada y con las aristas vivas.
En el interior, se conserva un retablo barroco de madera policromada y una pila de aceite románica junto al ángulo noroeste. Llama la atención la abertura en el centro de la cubierta de la nave, en forma de torre cuadrangular con cubierta piramidal que distorsiona la estética del edificio.
El ábside se construyó en el siglo xii, mientras que en la segunda mitad del siglo xviii se reconstruyó el resto del edificio y, a finales del siglo pasado, se llevó a cabo una nueva intervención para consolidarlo.
Herrajes de la puerta
Los batientes de madera de la puerta de acceso conservan elementos de forja de la etapa románica inicial, que corresponden a dos forjadores distintos. Unos realizados con plancha de hierro plana, de grosor considerable, bien perfilados, y otros de factura más compleja, parten de tiras de hierro grueso con surcos longitudinales. Los más numerosos, un conjunto de siete piezas, constan de cuatro pares de volutas, uno en sentido contrario en cada extremo, y los otros dos simétricos en el centro. Los clavos que las sujetan son de cabeza de gota de cera. Además se observan dos tiras lisas, largas y finas que rematan con sendas volutas diminutas. Los dos conjuntos más complejos presentan dos barras acanaladas, cruzadas. El brazo horizontal, sensiblemente más largo que el vertical. Cada uno está compuesto por ocho volutas de dos tamaños, clavadas con tres clavos, las horizontales y dos las de las tiras verticales. El cerrojo es sencillo y consiste en una barra lisa cilíndrica de la que pende una tira decorada con cordoncillos. De las cuatro argollas, dos presentan tres circunferencias acanaladas, y las otras dos muestran tres y cinco respectivamente, de menor profundidad y con incisiones en zigzag.
Texto y fotos: Montse Jorba i Valero - Plano: Jose Miguel Rodriguez Manjón
Bibliografía
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