Identificador
19218_01_167n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 2' 1.00'' , -2º 56' 43.13''
Idioma
Autor
Laura Gómez Pérez
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Pinilla de Jadraque
Municipio
Pinilla de Jadraque
Provincia
Guadalajara
Comunidad
Castilla-La Mancha
País
España
Claves
Descripción
TOMANDO UN CAMINO VECINAL, al oeste de la localidad y en compañía del Cañamares, llegamos a los restos de lo que fue el monasterio cisterciense de San Salvador de Pinilla de Jadraque. Se encuentra en un enclave de gran belleza natural, como es la margen derecha del río, sobre un cerro desde donde se vislumbran cultivos de cereal rodeados por altos encinares en combinación con grandes rocas escarpadas. La fundación del convento, el 17 de junio de 1218, se produjo gracias a la donación que hicieron el atencino don Rodrigo Fernández y su esposa doña María al obispo de la mitra seguntina don Rodrigo, para que se construyera una nueva comunidad monástica bajo la advocación de San Salvador. Para ello cedieron a la orden cisterciense unos terrenos cerca de Pinilla, conocidos como Sothiel de Hazam. En esta propiedad existía una construcción arruinada que renovaron para el primitivo asentamiento de las hermanas. El documento de fundación decía así: Yo Rodrigo Fernández, de Atienza, deseando hacer bien a mi alma en el futuro, de acuerdo y beneplácito con Doña María, e introducido por ella e por mi hermano Martín Fernández e mis hermanos e todos nuestro padres, doy a Dios gracias e a vos don Rodrigo, por la gracia de dios Obispo de la iglesia seguntina, aquella casa que hay cerca de Pinilla, que antiguamente se llamó Sothiel de Hazam con dos yugadas, un huerto y ocho aranzadas de viñas, próximos al monasterio que se ha de fundar in honoris et nomine Sancto Salvatoris y a vos Urraca Fernández, en otro tiempo abadesa de Valle hermoso os hacemos abadesa de dicho monasterio para siempre
En la era MCCLVI = XV calendas de Julio. Como leemos, en su mayoría las nuevas moradoras vinieron de la casa de Valfermoso de las Monjas, de la que procedía también la primera de sus abadesas, doña Urraca Fernández, hermana de la priora, Mayor Fernández. Los fundadores donaron en la misma carta de fundación unas heredades en Torremocha y Villanueva de Ariecilla. Así mismo Martín Fernández, hermano del fundador, y su mujer Doña Ursenda donaron un huerto y un molino en Ledanca, junto con otras heredades en Bujalaro. La última donación de la familia Fernández está documentada el 4 de enero de 1230. No es exactamente una donación sino que las tierras que se donaron de Fresno y Almodóvar eran en usufructo hasta que don Rodrigo muriera, momento en el que volverían a ser parte del cenobio. Otras heredades en Medranda, Pinilla, viñas en Miedes y todas las casas que tenían en Atienza, pasarán al cenobio con la condición de que don Rodrigo no tuviera descendencia. No sólo tuvo el monasterio las tierras donadas por los fundadores, sino que el obispo don Rodrigo le eximió de pagar diezmos de sus tierras, donando sus bienes para el sostenimiento de la comunidad; a cambio debería entregar dos morabetinos en la festividad de San Martín. Las mismas abadesa y priora recibieron de sus padres heredades en Ariecilla y Valdegrudas el 22 de marzo de 1228, que fueron cedidas al monasterio. Así mismo, el rey Fernando III en 1221 aumentó la jurisdicción del monasterio hasta tierras burgalesas, lo acogió bajo su protección y le concedió cuarenta yugadas y setenta aranzadas de tierra en concepto de heredad. En 1292 el rey Sancho IV concedió un privilegio para que su ganado puediera transitar y guardarse bajo sus dominios: Sepan cuantos esta carta vieren como vos, Don Sancho por la gracia de dios rey de Castilla, de Toledo y de León, de Galicia, de Sevilla de cordoba, de Murcia, de Jaen, del Algarve, por facer bien, a favor de la abadesa y monjas del monasterio del señor San Salvador de Pinilla de Atienza: damos por juro de heredad a la dicha abadesa e convento del dicho monasterio, por termino suyo propio cerrado, para que lo puedan guardar e vender en todos tiempos del año, de cuales quiera ganados mayores o menosres ansi de ganados de lana como cabrio e puercos dende la peña negra fasta la peña rubia derecho de las dichas peñas hasta juntar con el edificio del dicho monasterio. Pudo ser en estos años, bajo el reinado de Sancho IV o Alfonso X, cuando cambió la jurisdicción de la orden, y de cistercienses pasaron a ser calatravas. La vinculación con la orden militar venía ya por las relaciones de su fundador, don Rodrigo, a través de enclaves comunes, como Cogolludo. Tenemos noticia de que en 1262 el comendador de La Riba, Lope Alfonso, fue mandado por el Maestre de la orden Calatrava, Pedro Ibáñez, para mediar en los pleitos que tuvieran las religiosas. Acerca del cambio de propiedad real a la orden militar, existe un documento de la Crónica de Rades en el que cambiaría de dueños en el momento en que era maestre Pedro Girón (1444-1466). El hecho de que el monasterio burgalés de San Felices de Amaya pasara a la orden en 1220 hace pensar a los autores que la de San Salvador no puede ser muy lejana al siglo XIII. El monasterio no sólo fue casa de retiro monacal sino que tuvo un noviciado al que acudían las hijas de los adinerados atencinos. Las hijas de Fernando Álvarez, procedentes del Barrio del Rey, aportaron varias heredades en Pálmaces que se harían efectivas en el momento en que las jóvenes ingresaran en la orden. Igualmente, el 15 de septiembre de 1286, se acogió a la viuda de Domingo Martínez de Pálmaces como nueva monja con todas sus pertenencias, que engrosaron el patrimonio del convento. Parece ser que en 1525, el capítulo de la orden quiso trasladar las comunidades de monjas de Pinilla y de San Felices de Amaya al monasterio jienense de Santa María. Y aunque este traslado no se llevó a cabo, sí se hizo el que las monjas pidieron al rey Felipe II para cambiar a un enclave de mejor habitabilidad. Es por ello que en 1576 se trasladaron a Almonacid de Zorita, y es a partir de este momento cuando el monasterio de Pinilla quedó abandonado. Como testigo de su historia se yerguen aún hoy parte de sus muros. En torno a un espacio cuadrangular se disponen las estancias que formaron el cenobio. En la actualidad se encuentra en un grado de ruina muy pronunciado, y la entrada a las estancias se hace complicada por el peligro de derrumbe de muros y techumbres. De la primitiva fábrica cisterciense nos queda la iglesia, sacristía, sala capitular y armariorum, todo ello difícil de vislumbrar a simple vista. LA IGLESIA La iglesia, fechada a mediados del siglo XIII, se dispone perpendicular a la panda este, de planta rectangular de una sola nave y presbiterio de tramo recto rematado en cabecera semicircular. Se construye con sillarejo formado por piedra arenisca, toba y caliza. La cabecera se retranquea y es menor en tamaño y altura con respecto a la nave. Al exterior, en el paso de una a otra, se dan haces de columnas adosadas cuyos fustes son de diferente grosor, creando un juego de volúmenes. El esquema se repite, ya con sólo una columna adosada, en la unión del tramo recto con el comienzo del semicírculo del ábside. Estas columnas hacen las veces de contrafuertes y se ven en otras iglesias, como Santa Clara, en Molina de Aragón, y la parroquia de Gárgoles de Arriba. Más cercana se encuentra la iglesia de Santa Coloma de Albendiego, que también dispone de estos haces en el ábside. Se conserva parte de la cornisa que sustentaba la techumbre y en ella aún se ven algunos canecillos, la mayoría sin decoración. Existe uno en el que se representa un personaje llevándose las manos a la cabeza, cuyo rostro se forma a base de pequeñas incisiones. En el muro norte del presbiterio se conserva una puerta de sillar bien labrado, constituida en arco de medio punto, que se apoya en una imposta muy marcada. Adosada a este muro norte se dispone una construcción actual que alberga la portada de acceso norte. Esta entrada, en arco carpanel con sillares, es obra de las reformas acaecidas en 1551. Al interior, la iglesia conventual está prácticamente perdida, sólo logramos ver el arco triunfal que da paso de la nave al ábside. Está dispuesto en arco apuntado, sostenido por columnas en las esquinas cuyos capiteles enyesados nos dejan imaginar cestas foliáceas. La nave está dividida en tres pisos de madera, y a los pies aún vemos parte de la representación del águila bicéfala imperial del escudo de los Reyes Católicos. Hay restos de leyendas en latín, de las que la cruz de Calatrava es protagonista por enmarcarse entre las palabras SANTI APERIFVR. Bajo el escudo se disponen dibujos que buscan asemejar sillares de color gris con flores. Prácticamente hundido se encuentra el artesonado de la reforma de 1551 que techaba la nave. LA SALA CAPITULAR Adosada a la iglesia, en un espacio rectangular bastante reducido, se encontraría el armariorum, donde las religiosas guardarían la lectio divina. Éste se dispondría al oeste de la sala, en un arco de medio punto excavado en el muro. A su lado se halla la sala capitular con acceso desde el claustro. Este acceso se hace por medio de una puerta formada por dos arcos de medio punto. Éstos apoyan en una columna geminada con capitel de hojas de acanto y dos rosetas en sus frentes, de labra muy sencilla. La sala es de planta rectangular y en sus esquinas aún se intuyen las columnas adosadas que servirían de arranque para formar las arcadas rematadas en la columna central. Probablemente, en la sala aneja a la sala capitular, y dividida en dos alturas, se dispondrían los dormitorios de las monjas. Es de destacar el arranque en sillar de lo que parece ser una escalera de caracol adosada al muro oeste, que se usaría para el acceso de las religiosas al piso superior. El resto de las dependencias se alinean en las cuatro pandas del claustro; creemos que nunca tuvo un claustro desarrollado arquitectónicamente, pues el monasterio era sencillo y no han aparecido restos de edificación en el espacio dedicado a él. Se conserva en la panda norte una puerta de la reforma del siglo XVI, con arco de medio punto adovelado, sobre la que se disponían tres medallones. Éstos representaban a San Bernardo, la cruz de Calatrava y el escudo del águila bicéfala de Carlos I. Los restos arquitectónicos del monasterio son, en la actualidad, propiedad de varios vecinos, los cual hace más complicada la labor de restauración; además, el peligro de derrumbe hace difícil su estudio pormenorizado. Se debería llevar a cabo una cata arqueológica que nos ayudara a conocer más sobre el pasado de este cenobio femenino.