Identificador
33594_01_023
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Pedro Luis Huerta Huerta
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
San Antolín de Bedón
Municipio
Llanes
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
EL ÚNICO EDIFICIO QUE SOBREVIVE de todo el complejo es la iglesia monacal, que se adscribe al románico tardío y sigue las normas estilísticas de la reforma del Cister, que aconsejaba el mínimo de ornamentación en sus construcciones. Han desaparecido, sin embargo, el resto de las dependencias monásticas, que sólo una completa y cuidadosa excavación arqueológica podría replantear. Pero en todo caso puede creerse, con P. García Cuetos, que Bedón no llegase a contar con los recintos comunitarios característicos de los cenobios benedictinos. A tenor de su modestia y de la falta de restos localizados podría creerse más bien que contó únicamente con una especie de patio comunitario muy simple, rodeado de edificios y cerrado mediante muros, en forma parecida a como hoy se presenta. En efecto, la naturaleza cenagosa del terreno al Norte y al Este y las características arquitectónicas de su flanco meridional, que cuenta con una portada monumental y varias ventanas, permiten descartar la posibilidad de que hubiese algún tipo de dependencia en estos flancos. Por eso esta autora considera que, aunque infrecuente, la disposición más adecuada sería la organización del conjunto en torno a un patio abierto ante el imafronte de la iglesia, al modo que se encuentra en el monasterio de Santa María de Mave (Palencia). De todos modos nada podremos saber hasta que una excavación detallada aclare la cuestión, y a nuestro entender puede considerarse también la posibilidad de que la total desaparición de sus dependencias monasteriales puede atribuirse al posible empleo de materiales perecederos, que dejan un rastro mucho menos perceptible que las construcciones en piedra, y que sin embargo pudieron haber cumplido a la perfección las funciones propias de este tipo de estancias. La planta, orientada canónicamente al Este, mantiene la tipología frecuente de las iglesias monasteriales románicas, tanto benedictinas como reformadas bajo la orden cisterciense; en el área del oriente asturiano aparece también en las iglesias monasteriales de San Pedro de Villanueva (Cangas de Onís) y Santa María de Tina (Ribadedeva), pero la mejor conservación de la de Bedón permite también definirla como la más compleja de todas ellas. Consta de tres naves, (la central ligeramente más ancha) de dos tramos cada una (más desarrollado el segundo). Estas naves se corresponden con tres ábsides semicirculares que, al contrario que en los ejemplos citados, no se comunican mediante arcos interabsidales; el central está precedido de un tramo recto y destacado en planta, anchura y profundidad. Entre las naves y el ábside se dispone el crucero, no sobresaliente en planta, dividido en tres tramos; de ellos, el central tiene forma cuadrada, y los laterales adoptan una disposición rectangular. Por lo que se refiere a los accesos, se conservan actualmente tres. Dos de ellos son románicos monumentales, abiertos al Sur y Oeste, mientras que el tercero, secundario, es de traza algo posterior y cala el lienzo norte en la zona cercana a los pies, donde se adosaron en época moderna varias estancias de función desconocida. Respecto a la jerarquía de volúmenes que el edificio muestra al exterior, destacan la nave central (cubierta con tejado a dos aguas como los tramos laterales del crucero) sobre las naves laterales (cubiertas a un agua); por encima del resto del edificio, si bien no alcanza demasiada altura, sobresale la torre-cimborrio del tramo central del crucero. Por último, el ábside central destaca en alzado sobre los laterales, cubriendo los tres con tejado de medio cono. Por lo que respecta a los materiales empleados en la construcción del templo, debemos señalar la existencia de una cierta variedad que comprende la arenisca blanquecina de la mayor parte de la fábrica, la arenisca de tono rosáceo de la zona Suroeste de la iglesia, en la que se advierten los retoques del paramento de Menéndez Pidal, el esquisto gris presente en la portada Norte, y los cantos rodados del muro del ábside lateral Sur, que son los que mejor revelan el lógico aprovechamiento de los materiales propios de su ubicación natural. En cuanto al tipo de paramento, la mampostería y el sillarejo dominan en los muros de cerramiento, y contrastan con los sillares que se emplean en las partes más nobles: el recercado de vanos, esquinas, aleros y contrafuertes, así como de los dos cuerpos salientes en los que se integran las portadas occidental y meridional. Líneas de imposta en nacela articulan los muros exteriores de las naves, crucero y cabecera, disponiéndose sobre ellas las ventanas. Esa línea de imposta sólo se interrumpe en la esquina norte del ábside lateral sur; a continuación se inserta en línea con ella una pieza reaprovechada, de estructura alargada y decorada con nido de abeja, cuya ubicación primitiva desconocemos, ya que ninguna parte del exterior o interior de la iglesia muestra este motivo ornamental, muy frecuente, por otra parte, en los templos tardorrománicos de la zona, como San Pedro de Villanueva y Santa María de Villaverde. Los aleros de las naves, crucero y cabecera se recorren por una cornisa en nacela que cobija canecillos en caveto lisos, la mayor parte de ellos con la hipotenusa resaltada. La única variante la presentan los tejaroces de las portadas occidental y meridional, que ofrecen un mayor cuidado de ejecución, plasmado en las cornisas molduradas por varios bocelillos estrechos y en los canecillos esculpidos con variados motivos antropomórficos, zoomórficos y vegetales. La articulación vertical y refuerzo exterior de los muros se soluciona mediante contrafuertes de sillares dispuestos a modo de bandas de perfil escalonado, de grosor decreciente de abajo a arriba. Se distribuyen en las zonas de la fábrica que se corresponden al interior con cubiertas abovedadas, excepto los dos que recorren el imafronte, flanqueando la portada, donde se alzan hasta el punto más alto del tejado de las naves laterales; otros dos pares delimitan los muros Norte y Sur de los brazos del crucero, llegando hasta el arranque de las bóvedas, y, por último, se distribuyen en los ábsides, flanqueando las ventanas, hasta los aleros. La portada occidental fue reconstruida en los años cincuenta del siglo XX a partir de los vestigios que recogen algunas fotografías inmediatamente anteriores a su restauración. Se integra en un cuerpo destacado respecto al imafronte, rematado por un tejaroz que cobija una hilera de canecillos esculpidos con diversos motivos de carácter cinegético, circense, zoomórfico, etc., semejantes a los presentes en la portada meridional. Su estructura abocinada se compone de cinco arquivoltas apuntadas de borde abocelado (excepto la interior), protegidas por un guardapolvo sencillo, que apoyan en cuatro columnas acodilladas a cada lado, excepto la rosca interior, que apea en jambas con las que se despiezan dos semicolumnas de fuste más grueso. Presentan basas áticas con garras en forma de bolas y plintos prismáticos, elevadas sobre altos basamentos de perfil biselado. Los capiteles que coronan las columnas, totalmente desornamentados, presentan una estructura de troncopirámide invertida, con astrágalo anular, y se rematan por cimacios de perfil biselado que se prolongan en horizontal en el cuerpo que integra la portada. La escasa decoración de este acceso consiste en las incisiones concéntricas que recorren dos de las arquivoltas centrales y los medios círculos entrelazados que cubren el borde de la arquivolta exterior. Por su parte, la portada meridional constituye el otro acceso monumental del templo, y la diferencia fundamental respecto a la portada occidental reside en el tipo de apoyos. Se integra en un cuerpo de sillares con tejaroz que exhibe una hilera de canecillos esculpidos; su estructura abocinada presenta seis arquivoltas apuntadas de borde abocelado (a excepción de la interior), protegidas por un guardapolvo semejante al de la portada occidental; apoyan en pilastras acodilladas, rematadas por impostas biseladas. No presentan basas. La sobria ornamentación de esta portada se reduce a los mismos motivos que señalamos en la occidental. En fin, en la zona norte del edificio monasterial puede verse la existencia de un primitivo acceso, hoy cegado, que parece responder a una época algo posterior y quizá comunicase las dependencias monásticas con la iglesia, siendo, por lo tanto, de uso exclusivo para los monjes de la comunidad. Se estructura en un sencillo arco bien despiezado, cuya rosca ligeramente apuntada se protege por un guardapolvo sencillo y apea en pilastras coronadas por impostas en nacela prolongadas en el muro. La escasa luz natural del interior del templo penetra a través de una serie de ventanas aspilleras distribuidas por toda la fábrica de forma simétrica. Éstas presentan una doble tipología: por un lado, la variante más sencilla, frecuente en numerosos edificios románicos, consiste en la aspillera que rasga el muro, recercada de pequeños sillares, rematada bien en un diminuto dintel, bien en arquillos monolíticos; las primeras calan el imafronte (sobre la portada y la nave lateral sur) y las segundas los muros norte y sur de los brazos del crucero. Estas ventanas se realzan por el derrame externo e interno y por una rosca lisa ligeramente apuntada; ésta a su vez queda protegida por un guardapolvo nacelado, que en la zona de la cabecera se prolonga en horizontal disponiéndose en paralelo a la línea de imposta que recorre el muro bajo las ventanas. En cuanto a su distribución, se reparten del siguiente modo: una en cada extremo de los brazos del crucero, otra en la nave lateral norte, que seguramente estaba acompañada de otra que fue cegada al adosarse las dependencias de este lado del templo; dos son los vanos que en la nave lateral sur flanquean la portada, tres en el ábside central, y uno en cada ábside lateral, estos últimos entre los contrafuertes. El espacio interior del templo mantiene inalterada la distribución tardorrománica, visible en la planta: las tres naves divididas en dos tramos y separadas mediante una doble arquería se continúan en el crucero, cuyos tres tramos se comunican entre sí con los ábsides a través de arcos más o menos complejos que veremos más abajo. Por último, ya hemos mencionado que la diferencia fundamental que existe entre la cabecera de Bedón y la de los otros dos importantes templos monásticos que se conservan en el espacio oriental de Asturias es la ausencia de comunicación interabsidal en el templo llanisco. Las tres naves de la iglesia se cubren en la actualidad, y muy posiblemente así lo hacían en origen, con armadura de madera (a dos aguas la central y a una las laterales). Los muros de las naves laterales se recorren por una línea de imposta en caveto, sobre la que se asientan las ventanas, cuyo doble derrame ya señalamos, realzadas también por un guardapolvo al interior. La separación entre ellas y la delimitación de sus dos tramos se resuelve mediante dos arquerías paralelas, cuyos arcos de doble rosca lisa apuntada apoyan en cuatro pilares de distinta complejidad; los dos del centro de las naves muestran una sección cruciforme, elevándose sobre robustas basas molduradas y rematando en sencillas impostas en caveto. Mayor complejidad ofrece la zona del crucero, en la que es la única iglesia románica del oriente de Asturias que presenta este elemento arquitectónico. Dicha complejidad se observa en los dos apoyos más orientales que separan las naves del crucero, a causa del total abovedamiento de esta parte del templo; se trata de pilares cruciformes a los que se adosan medias columnas en las dos caras orientadas al tramo central del crucero, que realzan la importancia simbólica de ese tramo central; presentan basas áticas con garras vegetales, dispuestas sobre plinto, que se elevan sobre el basamento poligonal que sirve de base a todo el pilar y muestran gran similitud estilística con algunas del monasterio de Santa María de Valdediós. Las semicolumnas se rematan por capiteles de estructura troncopiramidal, con astrágalo, cuya ornamentación trataremos más abajo. La comunicación de las naves con los tres tramos del crucero se resuelve mediante arcos de doble rosca apuntada, protegida por guardapolvo, que apoyan en los pilares compuestos arriba descritos y en pilastras acodilladas en los muros norte y sur de la nave; por su parte, el tránsito entre los tres tramos del crucero se produce a través de dos arcos semejantes que apean en el lado oriental en otros dos pilares compuestos de la misma estructura (los que soportan el arco de ingreso a la capilla central), cuya única diferencia es la presencia de semicolumnas adosadas en sus tres caras. En relación al sistema de cubiertas empleado, el tramo central, coronado al exterior por la torre cimborrio antes citada, cubre a una altura considerable con una bóveda de ojivas, cuyos nervios, estructurados a base de tres molduras aboceladas, se rematan por una bella clave en forma de flor. Las colas en las que terminan los boceles centrales se montan sobre el capitel-imposta del pilar, decorándose con una venera; el extremo de una de ellas se ornamenta con motivos de ochos que generan una cruz con una hoja debajo, y en otra, medios círculos enfilados; el empuje de esta bóveda se contrarresta con las dos de cañón apuntado que cubren los tramos laterales del crucero. Por lo que respecta a la cabecera tripartita del templo hay que señalar, en primer lugar, la elevación de su pavimento con respecto al nivel del solado del crucero y naves. Los arcos triunfales de los tres ábsides mantienen la misma estructura que los de acceso al crucero, alcanzando una menor elevación. Apoyan en los pilares compuestos arriba mencionados, semejantes a los que soportaban al arco de ingreso del tramo central del crucero, cuyas basas y capiteles muestran la misma morfología que presentaban en aquéllos. En lo que se refiere a las cubiertas de las tres capillas, éstas se adaptan a la estructura en planta de las mismas; así, el tramo recto del ábside central se cubre con bóveda de cañón apuntada, que precede a la de horno del tramo semicircular, presente también en los ábsides laterales, que carecen de tramo recto; la separación entre ambas cubiertas se soluciona con un ligero arquillo fajón apuntado. Por último, los muros de los tres ábsides se animan al interior de la misma forma que vimos en el exterior: mediante las dos líneas de imposta que acotan los vanos que los iluminan, resaltados por guardapolvos que se prolongan en horizontal. En San Antolín de Bedón la decoración escultórica es sencilla, y sus motivos más significativos se concentran en los canecillos de las portadas exteriores. De la occidental ya se ha comentado su reconstrucción. Presenta, de izquierda a derecha, escenas de la caza del jabalí, un ave, un músico sentado que toca un instrumento de cuerda, un cuadrúpedo que se vuelve amenazante abriendo sus fauces, una mujer tocando un pandero, un cazador con dos perros que empuña su lanza y toca un cuerno de caza, un acróbata acompañado de otro personaje, un ave y un animal fantástico. Muy similares son los que se encuentran en la portada meridional, si bien aquí existe la seguridad de que se trata de las piezas originales. De izquierda a derecha se observa un ave que picotea algo entre sus patas, un músico y un acróbata, otro músico que toca un instrumento de cuerda que apoya en sus rodillas, una mujer tocando un pandero, un canecillo aquillado con entrelazos, un cazador atacando a un jabalí, otro cazador que toca el olifante rodeado de sus perros, un motivo geométrico y, en los dos últimos, dos animales feroces. Al interior, la única zona del templo que presenta decoración esculpida es la del crucero, concentrada en los capiteles de las semicolumnas de los pilares; sus cestas se decoran con motivos acordes a la estética cisterciense: varios pisos de hojas nervadas que se enroscan sobre bolas; collarino sogueado en alguno de ellos y entrelazos vegetales que envuelven hojas enroscadas. M. P. García Cuetos ha llamado la atención sobre la presencia recurrente de este tipo de capiteles en los monasterios de Valdediós y Gradefes, que E. Fernández González ha atribuido a un mismo maestro apoyándose en la presencia de un domnus Gualterius, que lo mismo actúa como arquitecto del puente de Gradefes en 1202 que aparece vinculado a Valdediós en 1218. Sobre esta hipótesis, y a la vista de las concomitancias formales entre las iglesias monasteriales de Valdediós y Bedón, M. P. García Cuetos ha apuntado, con acierto a nuestro juicio, la posibilidad de la intervención de algún taller vinculado a este maestro en el templo llanisco. El interior del templo albergaba en el siglo XIX tres sepulcros, uno del abad D. Pedro Posada, y dos de la familia Aguilar. M. de Foronda mencionó estos enterramientos, diciendo respecto al primero, que en la época en que lo examinó Quadrado “tenía saltada la mitad de la tapa y no quedaban más que las siguientes palabras escritas en el grueso borde: DIEGO ALBS [ÁLVAREZ] CAVALLERO DE POSADA”. Este autor resaltó la rareza de la tipología del sepulcro, que en lugar de ser una caja prismática con la base plana, presenta el fondo excavado con un lecho antropomorfo en el que iría encajado el cadáver, cubierto luego por la lauda. Tras intervenir en el pavimento L. Menéndez Pidal en los años cincuenta del siglo XX, repuso únicamente las dos laudas y el sepulcro de la nave norte, todos ellos bajomedievales, que hoy alberga el templo; en éste, la flor del lis grabada en uno de los escudos de su frente ha servido de apoyo para afianzar la hipótesis de su pertenencia al linaje de los Posada. En la actualidad, el interior de la iglesia de Bedón alberga los siguientes sepulcros o fragmentos de laudas: en la nave norte el ya mencionado de los Posada, localizado a los pies, sobreelevado por una base de losas; la mitad de una tapa de sepulcro de perfil curvo, sobre la que se distingue un relieve de una espada flanqueada por dos escudos que ostentan una flor de lis y un castillo; en la zona de los pies de la nave central, una lauda de piedra grisácea, embebida en el pavimento, cuya superficie se decora con un bajorrelieve en que representa un báculo, y en la nave Sur, una lauda rectangular sin decorar, otra empotrada en el pavimento con un escudo en el que se labra un águila, y una caja de sepulcro muy deteriorada elevada del pavimento por apoyos de piedra. En esta misma nave se abre en el muro un arcosolio de medio punto que cobija otro sepulcro bastante deteriorado, sin que se pueda distinguir en él decoración alguna. En torno a San Antolín de Bedón se ha conservado también la memoria de una de las escasas pilas bautismales de tradición románica del área oriental de Asturias. Aunque la pieza se ha perdido, en el archivo fotográfico MAS existe un valioso testimonio fotográfico de la misma, que se puede fechar hacia 1918. Su relación con la iglesia de Bedón es ambigua, ya que normalmente las iglesias monásticas no ejercían el ministerio parroquial y por tanto no administraban el sacramento del bautismo. Sin embargo, cabe la posibilidad de que Bedón haya contado con alguna capilla que desarrollase tal función, ya que históricamente el territorio circundante parece haber dependido parroquialmente de la abadía, y las noticias históricas de la pila la relacionan con dicha parroquia. En efecto, en 1893 se la reconoce en la nueva iglesia de Naves, que había sido surtida con los despojos arquitectónicos de San Antolín. Luego, dicha iglesia fue incendiada y constan las gestiones de D. Rafael Borbolla para su traslado al Museo Arqueológico Provincial, pero en él no hay constancia de que haya llegado a recibirse esta pieza. Se trataba de una cuba monolítica, de sección poligonal -quizá hexagonal-, sin pie, con el borde superior abocelado y un orificio de desagüe que revela su profundidad. Las caras visibles en la fotografía están decoradas con relieves algo esquemáticos que muestran haces de hojas alargadas cruzadas en forma de aspa y una gran hoja ovalada de marcados nervios entre dos formas avolutadas. Esas estrías en la decoración vegetal aparecen en otros templos románicos de la región, por ejemplo en uno de los capiteles de la iglesia monástica de Santa María de Carzana. En cuanto a su datación, no carece de los problemas que apunta G. Bilbao López: por un lado, la naturaleza mueble de las pilas supone su fácil traslado de unos templos a otros y la frecuente ausencia de documentación al respecto no nos permite en muchas ocasiones datar una determinada pila en relación con el templo en el que fue encontrada. Por otro lado, esta autora apunta la cautela con que se deben datar las pilas románicas cuando se apliquen criterios estilísticos, por la modestia de los talleres ejecutores dedicados normalmente a su elaboración; esto supone la pervivencia de motivos muy esquemáticos y toscos -aparentemente arcaicos- durante todo el Románico. Las características de la pila bedoniana, si bien contienen estos problemas, podrían adscribirla a fines del siglo XII o principios del XIII. La fábrica románica de San Antolín de Bedón, si bien ha sufrido abundantes restauraciones, no ha sido modificada sustancialmente en lo que respecta a la estructura de su planta. Contrariamente a lo acostumbrado en la mayor parte de los templos medievales de la zona estudiada, no se añadieron a la iglesia capillas u otros cuerpos que modificaran su volumetría. Únicamente se adosaron a los pies del flanco norte de la nave, posiblemente en época moderna y contemporánea, dos dependencias, a las que se accedía por una puerta de medio punto en el primer caso -cegada en la intervención que se llevó a cabo en el templo en 1999-, y por un acceso adintelado en el segundo. La estancia situada en la zona más oriental ocultó la puerta gótica que mencionamos más arriba. El monasterio de San Antolín de Bedón fué declarado Bien de Interés Cultural en 1931, a pesar de lo cual ha sido objeto de la barbarie, consentida o no por la Administración, sobre todo en los últimos tiempos. El trabajo de M. P. García Cuetos recoge en su parte final, y basándose en la documentación disponible, las principales intervenciones llevadas a cabo en el mismo, desde las remodelaciones del siglo XVIII, pasando por la eliminación de los sepulcros de la nave y del retablo con la imagen del santo titular del siglo XVI. A mediados del siglo XIX, J. M. Quadrado denunciaba ya el mal estado del conjunto, y su restauración comenzó con sucesivas campañas dirigidas por L. Menéndez Pidal entre los años 1951 y 1968; entre las intervenciones de este arquitecto destacan la reconstrucción de la portada occidental (1953) y la apertura del drenaje meridional al exterior (1956), así como la factura de la armadura de madera de la nave (1951) y el rebaje del pavimento del edificio, sustituyendo las losas que lo cubrían por el actual de hormigón (1955-57). Sin embargo, el abandono ha seguido deteriorando el estado de este edificio, a pesar de tratarse de uno de los templos benedictinos más importantes de Asturias. En agosto de 1999 se ejecutó un desafortunado proyecto de restauración, en el que se picaron las cargas medievales del interior del templo para posteriormente recubrir los muros con un nuevo revestimiento; éste también se aplicó en el exterior en toda la superficie muraria sobre el paramento preexistente, se cegó la puerta de medio punto que daba acceso a las estancias adosadas al Norte de la nave y se reconstruyó la zanja de drenaje. Tras esta intervención, su deterioro ha continuado imparable hasta la actualidad.