Santa Maria de Cistella
CISTELLA
El municipio de Cistella está situado en la zona más interior de la comarca del Alt Empordà, al Oeste de Figueres. Para acceder al pueblo se debe tomar la carretera N-260 en dirección Sur, desde Figueres, y tras pasar Vilafant tomar a la derecha la comarcal GIV-5101. El pequeño núcleo de Cistella se encuentra a unos 8 km. Dentro del término municipal también está ubicada la pedanía de Vilarig, donde se conservan tanto la iglesia como el castillo de origen medieval.
Ambos núcleos, Cistella y Vilarig, están documentos ya en el siglo x. Por una parte, una villa Cestella aparece en el acta de consagración de la iglesia de Santa Maria de Finestres, fechada en el año 947. Poco tiempo después, en el año 978, el conde-obispo Miró de Girona confirma el alodio de Vilarig como posesión del monasterio de Sant Pere de Besalú; la propiedad aparece citada como limítrofe con el río qui discurrit ad Cistella.
Iglesia de Santa Maria
La iglesia de Santa Maria de Cistella se encuentra en el corazón del pequeño pueblo, al lado del ayuntamiento, en la bonita Plaça Major.
La primera noticia relacionada con el templo podría estar en un documento fechado en 1092, en el que apareca una Sancte Maria de Cellarla que Francesc Monsalvatje identifica con Santa Maria de Cistella; cabe decir, no obstante, que la historiografía no siempre considera correcta esta identificación. Ya en el siglo xiii, se documenta que el militar Dalmau de Creixell y su madre, Berenguera, ceden la señoría feudal que poseían sobre Santa Maria de Cistella al cercano priorato de Santa Maria de Lledó. En el mismo siglo, la ecclesia parrochialis Sante Maria de Cistella aparece en las Rationes Decimarum gerundenses de 1270 y 1280.
La historia reciente de la iglesia de Santa Maria de Cistella es especialmente particular. La iglesia actual es casi completamente un edificio levantado en el siglo xviii, que sustituyó al anterior templo románico que se conservaba en muy mal estado; según la documentación parroquial, su vieja bóveda parece que amenazaba ruina, y en 1728 el municipio requirió la necesidad de renovarlo. Las obras están documentadas entre 1740 y 1744, y la consagración del nuevo edificio, un año más tarde. Al parecer, los constructores (un tal Pere Serrat contrató la edificación) reutilizaron la mayor parte de los bloques pétreos de la vieja fábrica románica, y con buen criterio conservaron intacta (de hecho, parece que remontaron) la parte central de la fachada Oeste, en la que se abre una espectacular portada escultórica que funciona todavía hoy como acceso principal a la iglesia, así como una ventana en la parte superior, igualmente decorada.
En realidad, la portada es uno de los mejores ejemplos de escultura románica de la segunda mitad del siglo xii en la región ampurdanesa, y forma parte de un grupo muy notable de obras de gran calidad, y de corte clasicista, que parecen derivadas, o relacionadas por lo menos, con el potente ambiente constructivo de Besalú, la capital del condado homónimo (al que pertenecía la población de Cistella).
Esta portada es de gran tamaño, formada por seis arquivoltas en degradación, ricamente articuladas y montadas sobre una poderosa línea de imposta. El tímpano es monolítico y liso, aunque casi con toda seguridad estaba originariamente policromado. La parte inferior de la estructura está resaltada por cuatro esbeltas columnas, dos por lado en la zona central de las jambas, coronadas por sendos capiteles de exquisita talla.
El ornato de las arquivoltas es austero pero de gran efectividad, al combinar arcos estrictamente lisos con otros que van moldurados; la tercera arquivolta tiene un delicado desarrollo helicoidal, con el estriado plagado de pequeños florones decorativos; la sexta va presidida por un fino cordón cilíndrico tramado por elementos cuadrangulares. Cabe subrayar, además, la presencia de dos grandes palmetas en el arranque de la arquivolta exterior, a cuyo lado se detectan dos fragmentos escultóricos (claramente desubicados); por lo menos el del lado izquierdo muestra dos patas de animal felino, lo que probablemente indique la presencia de dos relieves de notable tamaño con figuras de león, similares a los que hay, por ejemplo, en la fachada de Sant Pere de Besalú.
Las columnas que decoran las jambas responden todas a un mismo tipo: fuste liso muy estilizado, bases articuladas de gran tamaño que incluyen cuatro cabezas zoomorfas en los ángulos inferiores, e imponentes capiteles en cuya esmerada talla se impone la presencia del trépano, tan característica de la escultura bisaldunense del momento y que permite la creación de surcos profundos y una elegante combinación cromática derivada de la iluminación solar. Las cuatro piezas reciben decoración vegetal, siendo tres de ellas de base claramente corintia, aunque con marcadas diferencias formales.
El único capitel no corintio se sitúa en la parte exterior del costado izquierdo. El cesto de este capitel se decora con una bella profusión de entrelazos combinados con palmetas trilobulares, todo ello coronado por un florón circular en el centro de los costados. Los tallos del entrelazado arrancan de las bocas de las grandes cabezas de animales, quizás terneros, situadas en los ángulos, por lo menos en los tres visibles, que completan el efectista ornato de la pieza.
El capitel interior de este lado izquierdo es ya una enriquecida versión del esquema corintio, con dos registros de acantos de cierto volumen, tallados a bisel, muy ornamentales aunque poco individualizadas, y además las habituales volutas angulares, pequeñas y delicadas, y un florón superior que se dispone sobre un fondo curiosamente decorado con tallos sencillos, sutilmente entrelazados.
Los capiteles del costado derecho son ambos igualmente corintios. El exterior repite la artificiosidad ornamental del capitel corintio del lado izquierdo, pero su estructura es bien distinta; las hojas de acanto, igualmente dispuestas en dos registros, quedan perfectamente individualizadas y su interior decorado a modo de palmetas invertidas va reforzado por profundos agujeros trepanados; la parte superior es similar a la otra, con volutas finas y el florón central sobre un fondo de tallos entrelazados simples. Por su parte, el capitel interior presenta una estructura base similar, pero aquí las hojas de acanto tienen un desarrollo más naturalista, de formas gruesas y voluminosas, quizás más cercanas, por ejemplo, a las de los grandes capiteles de Santa Maria de Besalú. Destaca, en concreto, el collarín trenzado y en la parte superior, bajo el florón y tangente a las volutas, una cenefa con dos finas líneas de motivos romboidales.
Por encima de la portada se conservó, en las obras del siglo xviii, una notable cornisa moldurada que se refuerza, en la parte inferior, con un friso decorativo en forma de dientes de sierra. Otro friso similar aparece en el tramo superior de la antigua fachada románica, reproduciendo su primitiva cubierta a dos aguas, ahora integrada en el centro de la fachada moderna, más elevada. Es difícil asegurar que fuera exactamente esta su forma original, aunque sin duda la cornisa fue reaprovechada de la fábrica primitiva. En el centro del supuesto frontón se emplaza el gran ventanal, también posiblemente remontado, que completa la brillante articulación decorativa de la fachada oeste del templo
Dicha ventana es de doble derrame, y va flanqueada por dos bellas columnas con capiteles esculpidos. De las impostas nacen tres arquivoltas planas y un guardapolvo angulado que enmarca toda la estructura, todo ello decorado con finos relieves tallados a bisel. La decoración es toda ella de carácter geométrico, particularmente original en el caso de las dos arquivoltas exteriores, en cada una de cuyas dovelas se inscriben extraños motivos a base de combinaciones de círculos y motivos cruciformes, así como de pseudopalmetas y algún otro elemento de reminiscencia vegetal. La arquivolta inferior, por otra parte, es claramente distinta a las otras, extrañamente monolítica y articulando el derrame superior de la ventana con una decoración a base de florones geometrizantes, poco frecuentes; debe tratarse de un elemento añadido, cabe suponer que en las obras del siglo xviii.
Sí parece corresponder a la obra románica original la estructura que forman las impostas y el guardapolvo, decorada con distintas combinaciones de elementos pseudovegetales muy estilizados. Igualmente los dos capiteles que flanquean el vano, los cuales, en cierto modo, reproducen fórmulas elaboradas en la portada inferior. En particular, el del costado izquierdo es una simplificación del capitel no corintio de la portada, igualmente compuesto a base de entrelazos pero sin las cabezas de animales angulares. El capitel derecho tiene el cesto decorado con grandes palmetas enmarcadas por gruesos tallos estriados que arrancan de pequeñas flores situadas en los ángulos; incluye además, en el centro de la cara externa, una piña colgando de otro pequeño florón.
A la vista del considerable programa escultórico conservado de la fachada occidental, está claro la antigua iglesia románica de Cistella debió ser un templo de cierta entidad, y seguramente de buen tamaño. La falta de documentación no permite confirmar su importancia en época medieval, pero no hay duda de que debió tratarse de una parroquia económicamente poderosa, por lo menos en el período en que se levantó el edificio. Desde el punto de vista artístico, lo conservado remite, como se ha dicho, a la producción escultórica vinculada a Besalú que se desarrolló en la segunda mitad del siglo xii. El uso de materiales pétreos de gran calidad, la vibrante ejecución de las tallas y el gusto por los motivos de raigambre clasicista, en particular por los capiteles de orden corintio, son muy características de dicha producción, así como la talla a bisel y el uso habitual y expresionista del trépano. Cabe relacionar sobre todo la portada de Cistella con la de la iglesia del cercano priorato de Santa Maria de Lledó, que tiene una estructura muy similar (algo mayor y todavía más ornamentada) y los mismos intereses temáticos en los capiteles corintios y en sus decorativas arquivoltas; debe subrayarse tal vez que existe también en Lledó una ventana superior, de estructura parecida a la de Cistella pero –significativamente– sin su tan peculiar simbología ornamental. Algo más simplificada es la portada y la fachada de otra iglesia geográficamente próxima, la de Sant Pere de Navata, que tradicionalmente se ha vinculado también al grupo de Cistella y Lledó.
También deben destacarse las similitudes con la monumental portada de la iglesia de Santa Maria de Costoja, situada en la comarca, hoy francesa, del Vallespir. La consagración de este templo, en 1142, ofrece una cierta base cronológica para toda esta producción, aunque parece improbable situar su escultura en fecha tan temprana, por lo que seguramente dicha consagración se produjo con la iglesia todavía en obras, hecho bastante frecuente.
Texto: Lorena García Morato – Fotos: Lorena García Morato /Angela Trapero Rodríguez – Planos: Angela Trapero Rodríguez
Bibliografía
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