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Capiteles del pórtico meridional

Identificador
40173_02_100
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 6' 57.97" , -3º 50' 46.62"
Idioma
Autor
Carlos Álvarez Marcos,José Manuel Rodríguez Montañés
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de Nuestra Señora de las Vegas

Localidad
Requijada
Municipio
Santiuste de Pedraza
Provincia
Segovia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
ENCLAVADA EN PLENA TIERRA DE PEDRAZA, a unos 35 km de Segovia, en plena vega del río Cega (de ahí su apellido) la iglesia de Nuestra Señora de las Vegas constituye una de los ejemplos más representativos del arte románico en la provincia segoviana. Fue declarada Monumento Histórico-Artístico el 19 de Agosto de 1969. Para llegar a ella desde la capital es necesario tomar la carretera nacional 101 en dirección a Soria y nada más atravesar la localidad de La Salceda desviarnos en el cruce que nos encontramos en dirección a Pedraza. Encontramos la iglesia unos 8 km después emplazada al borde la carretera que atraviesa todo el valle, contribuyendo esta ubicación a resaltar aún más los valores arquitectónicos del edificio. Ya a mediados del siglo XIII, en 1247, aparece citado este lugar como Sancta Maria de las Vegas en un plan de distribución del cabildo catedralicio en el que rentaba diez maravedís menos dieciocho dineros. Es posible, por tanto, que en el entorno de la iglesia se ubicase un antigua poblado, que junto con los desaparecidos asentamientos de Oteruelo y Cega y el actual de Requijada, pudieron conformar el concejo de Las Vegas citado en el mencionado documento. Dicho concejo ya debía ser bastante reducido a mediados del siglo XV como se deduce de una visita pastoral de 1446 en la que se señala que el cura solamente aparecía por allí una vez por semana diciendo misa “con hostias que avían mal sabor por ser de tan luengo tiempo fechas que olían”. En la actualidad, la iglesia se encuentra totalmente aislada teniendo como núcleo de población más cercano a unos 2 km el pueblo de Requijada. Madoz en 1849 considera este templo como una de las dos ermitas del pueblo que se encontraba “a 1/8 leg. de él, en el camino de Pedraza para Segovia que sirvió en lo anterior de parroquia y en ella se celebra el día 8 de setiembre función y romería”. En 1812 la iglesia se convirtió en un anejo de la parroquia de Arahuetes y civilmente Requijada pasó a formar parte del Ayuntamiento de Santiuste de Pedraza en 1847. Destacar también el cariño y la importancia que esta iglesia tiene para los habitantes de la zona ya que albergaba la imagen románica de la patrona de la tierra de Pedraza, la Virgen de las Vegas, actualmente custodiada en el templo parroquial de Requijada. Exteriormente nos encontramos ante un edificio de dimensiones considerables con tres naves con sus correspondientes ábsides, aunque los dos laterales presentan un testero recto y sobre uno de ellos, concretamente el septentrional, se alza la torre campanario de la iglesia. La iglesia cuenta también con un pórtico adosado al costado de la nave meridional. El material constructivo empleado permanece oculto en su mayor parte bajo una capa de enfoscado de color blanquecino aunque es posible presuponer que el cuerpo de la iglesia incluida la cabecera está realizada en mampostería reforzada por sillares en esquinas, ventanas y cornisa; no así el pórtico, erigido con posterioridad a la iglesia que se encuentra construido íntegramente con sillería. La cabecera de la iglesia presenta un esquema muy sencillo en cuanto a la decoración se refiere, solamente alterada por la presencia de las ventanas que iluminan el interior; el ábside principal es ligeramente más elevado que su adosado ábside sur y su tambor liso y oculto bajo capas de cal, únicamente está animado por tres pequeñas ventanas saeteras con un ligero abocinamiento interior construidas con sillería y ubicadas en cada uno de los laterales y en la parte central. La cornisa que sustenta el tejado tiene un perfil biselado y canecillos todos ellos de tipo caveto. El ábside sur, igualmente liso y enfoscado, tiene en centro una pequeña ventana de tipo saetera abocinada al interior, configurada mediante un pequeño arco de medio punto y dos pequeñas arquivoltas, la interna sobre minúsculos capiteles sin decoración y la externa recogida por jambas prismáticas y cimacios de nacela. La ventana queda protegida por una chambrana configurada sucesivamente por un fino bocel, una moldura de mediacaña y un listel. La cornisa y canecillos que rodean el perímetro de este ábside no presentan ninguna diferencia con los del ábside principal. Finalmente, el ábside más septentrional se encuentra enfoscado como los dos anteriores aunque aquí se pueden percibir en las esquinas unas líneas blancas que imitan un despiece de sillería. La ventana de la parte central, saetera con abocinamiento interno, está formada por un arquito de medio punto con intradós abocelado que descansa en estilizadas columnas de fustes monolíticos que llevan pequeños capiteles con hojas que vuelven sus puntas en espiral formando diminutos crochets; entre las hojas se tallan en cada cesta pequeñas cabecitas humanas. El arco se rodea por una arquivolta conformada por tres filas de boceles partidos o en zigzag decoración que, aunque aquí se utilice en una ventana, podemos verla en portadas y pórticos de iglesias de la provincia como San Pedro de Gaíllos, Castroserna de Arriba, El Arenal de Orejana, Cascajares, Muñoveros, Sotosalbos, o la ermita de la Virgen de las Nieves de Rebollo por citar sólo algunos ejemplos. Hemos apuntado con anterioridad cómo la torre de la iglesia se encuentra construida sobre el ábside norte de la misma, hecho éste que se repite en otras iglesias de la tierra de Pedraza, casos de Aldealengua de Pedraza o Arcones, pero también en iglesias de la capital como San Quirce o San Andrés; en el caso de Las Vegas el acceso original al primer piso de la torre se encuentra en la cara sur constituido por una pequeña puerta con forma de arco de medio punto que todavía se conserva a la cual se accedía por una escalera colocada en el espacio existente entre el ábside principal y el ábside norte. La existencia de este espacio entre las capillas viene motivado por el esviaje del ábside septentrional respecto a la línea recta que marca el muro de la nave norte. Es decir, creemos que en el momento de erección de la capilla norte los constructores románicos eligen desviar el ábside respecto al eje de la nave para poder colocar una escalera a la cual se tiene acceso desde el interior de la iglesia. Actualmente, esta escalera ha desaparecido colocándose en su lugar una escalera de metal, pero todavía es posible ver en el lateral sur de la torre los riñones de la bóveda de piedra que cubría la primitiva escalera de subida a la torre. En cuanto al último cuerpo de la torre que alberga las troneras, dos en cada lado, se tiene documentada su fecha de reedificación realizada entre 1756 y 1758. Continuando el recorrido por el exterior del templo, nos encontramos en el último tramo del muro norte con una pequeña puerta románica de sillería con un arco de medio punto conformado por dovelas lisas y sin decoración que apoya en jambas prismáticas con las esquinas matadas por un bocel, cimacios de nacela y una chambrana que rodea al arco con tres filas de billetes. Junto a ella se descubrió en las obras de restauración de la iglesia un arco de ladrillo también con forma de medio punto; el tamaño y forma de estos ladrillos junto con la existencia de otros restos romanos en el entorno cercano de la iglesia nos hacen elucubrar sobre la presencia de este arco en la iglesia románica como una pervivencia de una anterior construcción, probablemente una villa romana o una basílica paleocristiana. Y es que en las excavaciones arqueológicas efectuadas en el edificio en los años setenta del siglo pasado apareció bajo la iglesia no sólo una interesante necrópolis medieval con restos datables entre los siglos IX al XIV sino que también se comprobó la existencia de construcciones tardoromanas, concretamente una piscina bautismal de inmersión, hoy visible en la esquina suroccidental de la nave sur de la iglesia, y un mausoleo con restos de mosaico en el pórtico justo debajo de la entrada principal. Almagro Gorbea y Caballero Zoreda concluyen que estas dos construcciones de carácter religiosofunerario formarían parte de una villa latifundista perteneciente al Bajo Imperio datable aproximadamente en el siglo V d. C. Estos dos historiadores observaron también durante las excavaciones restos de cimentación que les llevan a pensar en la existencia de una basílica presidiendo todo el conjunto. Es necesario, por tanto, apuntar aquí como la sacralización del solar en el que se asienta la ermita de Nuestra Señora de las Vegas se ha mantenido al menos desde época romana. Al contrario de lo que ocurre en otras iglesias segovianas en las que el espacio del pórtico se extiende por los costados meridional y occidental del edificio, en el caso de Las Vegas, el pórtico solamente se encuentra adosado al lateral sur incluyendo, eso sí, en su longitud total la nave y el ábside; está formado por siete arcos de medio punto recogidos por columnas pareadas que apoyan en un banco corrido con las esquinas matadas por un fino bocel. El tejado del pórtico está sujetado por varios canecillos entre los que se conservan algunos figurados con la representación de rostros humanos, cabezas de felinos, aves, serpientes, etc... Dos son las entradas que se conservan ubicadas en los laterales sur y este, caracterizadas fundamentalmente por su sencillez: la principal está conformada por un arco de medio punto doblado recogido por jamas prismáticas lisas y trasdosado por una chambrana con perfil de media caña y listel. En los cimacios se conserva una decoración a base de estrellas de cuatro puntas inscritas en un doble círculo formado por un entrelazo vegetal. La entrada ubicado en el lado este del pórtico, bastante deteriorada, tiene también un arco de medio punto de doble rosca completado por chambrana y cimacio de nacela. Como ya hemos apuntado, son siete los arcos que conforman esta estancia todos ellos de formato muy similar apoyados en dobles columnas coronadas por interesantes capiteles. Comenzando la descripción de este a oeste, nos encontramos primero con una escena mitológica tallándose en las caras estrechas de la cesta dos nereidas o sirenas de doble cola con las escamas talladas muy toscamente mientras que las caras anchas las ocupan dos centauros con los arcos preparados y apuntando para abatir a las sirenas. La siguiente cesta se conserva muy estropeada y tan sólo es posible distinguir un personaje descabezado a lomos de un dromedario, ataviado con capa y con las manos extendidas sobre la joroba del animal. En otra cara se conservan los restos de dos figuras humanas sin cabeza, vestidas con largas túnicas que llegan hasta los tobillos anudadas a la cintura mediante un cinturón. Algunos autores han considerado que puedo tratarse de la representación de una Epifanía, con la imagen de la Virgen con el Niño tallada en la parte del capitel ahora desaparecida; la profesora Ruiz Montejo no ofrece ninguna explicación iconográfica de la escena aunque apunta que “la nota insólita del dromedario podría indicar la actuación de artesanos mudéjares”. En nuestra opinión, el lamentable estado de conservación de la cesta hace imposible conocer su significado original y tan sólo podemos apuntar la existencia de representaciones de dromedarios o camellos en otras iglesias segovianas como en Duratón, Sotillo o San Cristóbal de Segovia, en ninguna de ellas formando parte de una Epifanía. La siguiente cesta es la que peor se conserva de todo el pórtico, de hecho tan sólo es posible visionar la mitad del capitel en el que una pareja de aves zancudas de rico plumaje agachan y giran sus cuellos para llegar a picotear sus patas traseras. Presumiblemente estarían unidas por el cuello con la pareja de aves tallada en la otra cara de la cesta. Aunque algunos autores han querido ver en la ausencia de la mitad de este capitel un expolio en toda regla, incluso alguno apuntó a una radial como instrumento de corte, lo cierto es que esta cesta se encuentra así desde el descubrimiento del pórtico, que se encontraba cegado, durante la década de los años setenta del siglo pasado siendo su estado más bien fruto de la impericia de alguno de los trabajadores que actuaron en las obras de restauración del edificio. De hecho las columnas que sostienen esta cesta presentan un fuste totalmente renovado en su parte superior. Los cimacios colocados sobre las cestas de la parte oriental del claustro tiene todos el mismo perfil achaflanado simple y liso sin decoración escultórica. La parte más occidental del pórtico tiene tres arcos igualmente con columnas pareadas con capiteles decorados el primero de ellos con seis arpías colocadas por parejas en las caras anchas de la cesta y solitarias en las caras estrechas, algunas de ellas mal conservadas; tienen un rostro femenino inexpresivo con una larga melena partida en dos finos mechones que caen sobre las alas desplegadas. Esta forma de presentar la figura de la arpía debía ser habitual y estar bastante extendida ya que entre las iglesias segovianas las encontramos muy similares en puntos tan dispares como Fuentidueña (iglesia de San Miguel), Sepúlveda (Virgen de la Peña) o Armuña (ermita del Tormejón). La otra cesta que completa la decoración escultórica del pórtico, lleva una decoración vegetal con grandes hojas de acantos partidas por un grueso nervio central, entre las que se intercalan cabecitas humanas talladas muy esquemáticamente de las que sólo se conservan tres: las de las caras estrechas con peinado corto y barboquejo mientras que en la conservada en la cara ancha aprovechan la forma de la hoja de acanto y simulan una larga melena. Las columnas de la parte occidental llevan el mismo tipo de cimacio con perfil de nacela mientras que las basas en las que se apoyan también son muy similares de perfil ático y alzándose sobre un pequeño plinto. En el lateral occidental del pórtico se conservan hoy día dos sepulcros de finales del siglo XVI pertenecientes a la familia de los Chavida. En cuanto a la cronología establecida para este espacio, la tesis más habitual es fechar esta construcción a finales del siglo XI, considerándolo junto con la nave sur la parte más antigua del edificio. Desde nuestro punto de vista esa cronología habría que adelantarla al menos hasta la segunda mitad del siglo XII, siendo posterior en todo caso a la edificación de las naves de la iglesia realizadas todas ellas en un mismo momento constructivo. La portada principal de acceso al interior de la iglesia se encuentra ubicada en la nave sur de la iglesia, apróximadamente a mitad de la longitud de la nave. Es una interesante portada que conserva una policromía donde predominan los tonos rojos, blancos y negros fechable en torno al siglo XVI y que concuerda con las pinturas del interior. La portada, ligeramente adelantada respecto al muro de la nave, está formada por un arco de medio punto y tres arquivoltas, protegidas todas ellas por una chambrana de tres pequeñas filas de billetes; el arco de ingreso apoya en jambas prismáticas con la esquina decorada por un bocel mientras que cada una de las dovelas que lo conforman está decorada por una cinta vegetal enrollada en forma de espiral. Desde el interior al exterior las arquivoltas, que descansan sobre un podium abocinado, están decoradas la primera con un grueso bocel, la siguiente con tres filas de billetes y la más exterior con florones de ocho pétalos y grueso botón central. Mientras que las arquivoltas más exteriores son recogidas por jambas prismáticas con la arista matada por un bocel, la más interna descansa sobre columnas acodilladas y basas de perfil ático adornadas con lengüetas en las esquinas, fustes monolíticos y capiteles en los que se representan dos cuadrúpedos enfrentados con las fauces abiertas y sobre ellos, una especie de máscara con cuernos mientras que en la otra cesta dos arpías flanquean una figura humana, parece un varón, con el pelo largo que le cae sobre los hombros y una serpiente que rodea su cuerpo a la altura de la cintura. Tanto en el arco de entrada como en la primera arquivolta los cimacios llevan tallada una decoración a base de un grueso tallo vegetal que se entrelaza continuamente mientras que en las dos arquivoltas restantes los cimacios tienen estilizadas y puntiagudas hojas encerradas dentro de clípeos, extendiéndose este motivo por el resto de la portada. A destacar también la existencia en las enjutas de esta portada de dos figuras en relieve que representan la escena de la Anunciación. A la izquierda la imagen del arcángel San Gabriel se representa con un rostro aniñado de suaves líneas y espesa melena rizada que llega a la altura de los hombros, vestido con una larga túnica que le cubre los pies anudada bajo los brazos. Ha perdido los brazos por lo que la imagen al encontrarse incompleta da una sensación general de hieratismo, siendo el contacto visual el único modo de establecer una relación con el relieve opuesto. Al otro lado la Virgen María lleva un vestido largo que oculta casi la totalidad de los pies tallado en pliegues circulares en torno al pecho y con pliegues en forma de tubo la parte inferior; sobre el vestido lleva una capa de la que sólo asoman las manos, extendidas con las palmas hacia fuera, quizás queriendo representar el efecto sorpresivo producido por la inesperada aparición del ángel. En la cabeza solamente es visible el rostro de la Virgen, de factura similar al de San Gabriel, ya que sus cabellos permanecen ocultos bajo un velo que cae sobre los hombros. No hemos encontrado en Segovia ninguna iglesia que cuente entre sus muros con relieves similares ni en la temática ni en el estilo aunque autores como el Marqués de Lozoya han dicho de estas figuras que “el modelado, sencillo y vigoroso, recuerda a la imaginería que decora el santuario sepulvedano de la Virgen de la Peña”. Para otros como Carlos Lafora la imagen de la Virgen podría tratarse más bien de la representación de una donante, teoría esta última que nos parece improbable. En cuanto a la cronología los relieves pueden datarse en el siglo XII, fecha que concuerda con lo realizado en la portada y ligeramente posterior a la erección de la iglesia. El interior del templo está estructurado en tres naves, la central casi el doble de ancha que las laterales, cubiertas con sencillas armaduras de madera y separadas entre sí por una doble arquería de medio punto doblados que apean en pilares rectangulares a los cuales se adosan columnas que recogen el peso de los arcos. Estas columnas elevadas sobre plinto llevan una basa con un grueso toro inferior, amplia escocia y un pequeño listel rectangular en la parte superior. Los fustes están coronados por capiteles sencillos lisos (algunos han sido picados) y sobre ellos cimacios de perfil de caveto con lo que la decoración escultórica existente en las naves es prácticamente nula. En cuanto a la iluminación de este espacio central, de todos los vanos que tuvo la fábrica románica primigenia tan sólo queda útil la ventana del hastial oriental sobre el arco triunfal, conservada sin duda por la diferencia de altura entre la capilla mayor y la nave central. El resto de ventanas que se ubicaban a ambos lados de la nave central fueron cegadas y partidas sobre los arcos, por lo que originalmente la altura de la nave central tuvo que ser superior a la de las naves laterales, permitiendo esa diferencia abrir cuatro vanos sobre los arcos, dos en cada lateral, que proporcionaban luz directa al interior de la iglesia. Sin embargo en algún momento se consideró innecesario la presencia de esos vanos y se optó por reducir la altura de la nave central y aumentar la altura de las colaterales igualando de ese modo la altura de los aleros, con diferencias mínimas entre ellos como se puede apreciar claramente en el alzado occidental. La nave central también recibe luz de la ventana ubicada en el hastial occidental, en la cual no habíamos reparado hasta ahora ya que se trata de un vano realizado en época más moderna en torno a 1762, quizás en el mismo lugar en el que se ubicaba una ventana románica hoy desaparecida. En el suelo de la nave central, situadas relativamente cerca de la cabecera se conservan ocho laudas sepulcrales todas ellas fechadas en el último tercio del siglo XVI (1570). En cuanto a la cabecera, las tres naves culminan en tres capillas, las dos laterales de menor tamaño, que se encuentran abovedadas siguiendo un esquema característico del arte románico, utilizando una bóveda de cañón para cubrir el tramo correspondiente al presbiterio y una bóveda de horno para el hemiciclo absidal. Como ya hemos visto, al exterior los ábsides laterales presentan un perfil plano con una estructura interna similar a pesar de haber sido construidos en épocas diferentes; por un lado el ábside sur se comunica con la nave mediante un arco de medio punto doblado con la rosca externa recogida por jambas prismáticas y la interna por columnas adosadas, todo ello apoyado sobre un pequeño banco con la arista abocelada. Las columnas se rematan en capiteles de decoración vegetal utilizando hojas de pequeño tamaño dispuestas perpendicularmente a un marcado nervio central, que acaban formando parte de una hoja de mayor tamaño que remata en pequeños cogollos. En el interior de la capilla los muros del tramo presbiterial se articulan mediante dos arcos de medio punto ciegos sobre pequeñas columnas con capiteles sin decoración y cimacios de nacela. Sobre ellos una imposta también de nacela recorre el presbiterio y el ábside como único elemento decorativo escultórico, mientras que la ventana ubicada en la parte central presenta interiormente un sencillo esquema de arquillo de medio punto con derrame interno. La capilla meridional se comunica con la capilla mayor a través de una estrecha puerta ubicada a la altura del presbiterio construida con posterioridad a la época románica y conformada por un arco de medio punto con dovelas de gran tamaño. La capilla mayor se comunica con la nave central mediante un gran arco triunfal de medio punto doblado trasdosado por un guardapolvos de perfil abocelado. La rosca externa apea sobre columnas adosadas al machón coronadas por capiteles muy estropeados ya que fueron picados: la cesta situada en el lado septentrional tiene una decoración vegetal muy esquemática de toscas hojas talladas a bisel que parecen volver sus puntas para acoger un fruto hoy desaparecido y en la cesta del lateral meridional se conservan los restos de lo que fueron cuatro aves zancudas de largos y delgados cuellos y afilados picos. Sobre ambos capiteles se coloca un cimacio ornado con tres filas de billetes y un listel. La rosca externa del arco triunfal apea en delgadas columnas acodilladas que terminan en cestas lisas y sin decoración y cimacios con decoración floral: cuatripétalas dentro de clípeos para la columna situada más al norte y de tres pétalos para la pieza situada a mediodía. En el tramo presbiterial de esta capilla se coloca una doble arquería ciega de medio punto apoyado sobre un podium con la esquina abocelada; estos arcos se adornan con un grueso baquetón en el intradós y apean en columnas de fustes monolíticos con capiteles en los que se tallan, en la arquería septentrional, una pareja de cuadrúpedos, aves con las cabezas enfrentadas y un capitel picado sin decoración y en la arquería meridional, capiteles con sirenas de doble cola y capiteles sin ornamentar aunque uno de ellos pudo tener decoración vegetal. La existencia de una doble arquería en el tramo recto de la capilla mayor se repite en otras iglesias segovianas como en Tenzuela, Santo Domingo de Pirón, Fuentesoto y Aldealengua de Pedraza. El hemiciclo absidal acoge tres estrechas y sencillas ventanas ya vistas al exterior con forma de arco de medio punto y amplio derrame interno, que estuvieron ocultas desde la colocación del retablo barroco a finales del siglo XVII hasta las últimas obras de restauración en las que se quitó dicho retablo. En cuanto al ábside septentrional, creemos que se trata de una estancia construida con posterioridad a la primitiva fábrica aunque todavía en estilo románico. Como ya hemos señalado, este ábside constituye el cuerpo bajo de la torre encontrándose en claro esviaje respecto a la línea recta marcada por el muro norte de la iglesia, creándose un espacio que se aprovechó para construir la escalera de subida a la torre. La puerta de entrada a esta escalera la encontramos en el interior situada entre la capilla mayor y el ábside norte. Éste se comunica con su nave respectiva a través de un arco de medio punto doblado elevado ligeramente respecto al suelo de la nave. La rosca del arco más exterior apea en columnas acodilladas de fustes monolíticos y capiteles lisos mientras que la rosca interior es recogida por columnas adosadas al muro, con basas sobre pequeño plinto, grueso toro inferior, escocia y toro superior tallado a bisel, siendo coronadas estas columnas por capiteles en los que se representa: en el capitel situado más al norte una pareja de cuadrúpedos probablemente leones separados por un grueso tallo entrelazado del que surgen pequeñas hojas vegetales lobuladas y en el capitel más meridional cuatro arpías con la cabeza cubierta por un extraño gorro y que destacan por la extraordinaria longitud de sus extremidades, aproximadamente la mitad de la longitud total de la figura. Un cordón vegetal se intercala entre las arpías envolviendo el cuello y las patas de los animales. Ambos capiteles llevan sobre ellos una pieza a modo de cimacio decorado por dos finos boceles, moldura que se repite en los arcos del presbiterio. En el interior del ábside norte se mantiene el sistema de cubrición de las dos capillas anteriores, bóveda de cañón en el tramo recto y bóveda de horno en el ábside, e incluso podemos ver aquí también cómo el muro del presbiterio se anima mediante arcos ciegos de medio punto recogidos por pequeñas columnas que culminan en pequeños capiteles. En el arco que se encuentra en el muro norte en los capiteles se representan dos pequeñas arpías entre un entrelazo vegetal y en la otra cesta dos figuras animalísticas con cabeza de felino, largo cuello, y cuerpo de ave con las garras apoyando en el collarino. El arco del muro sur descansa en cestas más sencillas de temática vegetal formadas por cinco hojas rectas y de talla muy esquemática que vuelven sus puntas formando diminutos cogollos. Esta estancia es iluminada por una ventana situada en el eje central del ábside y que presenta un sencillo esquema con forma de arco de medio punto y amplio abocinamiento interno. Pero la iglesia de Nuestra Señora de las Vegas destaca, no sólo por sus valores arquitectónicos o escultóricos, indudables por otra parte, sino también por la conservación en su interior de un notable conjunto de pinturas murales datables a finales del siglo XVI, realizadas con la técnica del mezzo fresco consistente en pintar sobre una superficie seca con pigmentos aglutinados en un medio acuoso y en donde predominan los tonos grises, rojos, naranjas y negros. Los cimacios están pintados con tonos blancos y negros imitando un ajedrazado, motivo decorativo que se extiende a modo de imposta por el interior de las capillas y de las naves; asimismo las roscas de los arcos se pintan con círculos y elipses de trazo negro e interior blanco mientras que en el intradós sobre un fondo naranja o rojo se dibujan en color blanco cintas decorativas que surgen de las fauces de extrañas máscaras con semblante burlesco. Pero también existe un programa iconográfico relacionado con la pasión de Cristo: en el cascarón del ábside de la capilla mayor se representa la escena de la resurrección de Jesucristo acompañado de dos ángeles y con los soldados que custodian la tumba dormidos a sus pies. En la nave sur sobre la portada encontramos pinturas con el tema de la crucifixión y el descendimiento. También se representan figuras de santos aislados, como San Pedro y San Pablo en la nave central, y repetidos en el ábside septentrional o San Cristóbal en la nave norte junto con la representación de animales exóticos y mitológicos, un pelícano y el ave fénix, en clara relación sin duda con la escena de la resurrección. El paralelismo más cercano y directo de estas pinturas lo encontramos en la iglesia de Valleruela de Pedraza que conserva en su interior motivos pictóricos prácticamente iguales e incluso el nombre del autor, el pintor Antonio de Tejerina y la fecha en la que concluyó el trabajo 1572. Sin duda se trata del mismo pintor que trabajó en la iglesia de Las Vegas de Pedraza aunque creemos que, debido a la monumentalidad y dimensiones del edificio, fue en Requijada donde el artífice desplegó todo su repertorio ornamental que luego trasladaría a la pequeña iglesia de San Cristóbal en Valleruela. Señalar también aquí la importancia de las primeras obras de restauración emprendidas en la iglesia durante la década de los años 70. En 1971 se interviene en las cubiertas, el pórtico, las pinturas del interior y se realizan las primeras excavaciones que se continúan en la intervención de 1974 para sacar a la luz la necrópolis medieval, el mausoleo y la piscina baustimal. Ya en 1979, se trabajó para acondicionar el terreno circundante a la iglesia, y se rellenaron de arena las zonas ya excavadas y estudiadas para garantizar así una mejor conservación. Finalmente en 1991 se desarrollaron otras obras de consolidación como el retejo de la torre, arreglos en las techumbres de madera de las naves, y reparaciones de los cierres de las puertas y ventanas. En cuanto a la cronología, la mayoría de los autores que han escrito sobre esta iglesia, caso del Marqués de Lozoya o Manuel González Herrero, consideran las partes más antiguas del edificio el pórtico y la nave de la epístola adelantando su construcción hasta el siglo XI, estableciendo en algunos casos paralelismos entre esta iglesia y el románico sepulvedano de finales del siglo XI. Sin embargo, en nuestra opinión son las tres naves de la iglesia así como el ábside central y el meridional los que constituyen los restos de mayor antigüedad y su erección no debería situarse antes del siglo XII. En un momento poco posterior quizá la segunda mitad del siglo XII se construyó el pórtico adosado a la nave sur y ya tardíamente en el siglo XIII se reformó el ábside septentrional.