Santa Maria de l'Aguda
Iglesia de Santa Maria de la Aguda
La iglesia de Santa Maria de la Aguda está emplazada en el núcleo urbano, conjuntamente con los restos del castillo, en la vertiente sur de la colina.
Por el acta apócrifa de consagración de la segunda catedral de La Seu d’Urgell, en el año 839, se sabe que la parroquia de la Aguda de Torà formaba parte del obispado de Urgell, puesto que se incluye en la relación de las parroquias mencionadas en dicho documento. También conocida antaño como Santa Maria del Castell, la iglesia de la Aguda es nombrada en 1010 en una donación a Santa Maria de Solsona por parte del vizconde Guerau Ponç II de Cabrera. Ecard Miró y su esposa Magència, señores de Solsona, legaron en 1085 a sus hijos Bernat y Pere el castillo y la iglesia de la Aguda, respectivamente. Su dependencia eclesiástica de Santa Maria de Solsona quedó confirmada por la bula de 1151 otorgada por el papa Eusebio III y por la propia acta de consagración de este mismo templo en 1163. En 1172, Arnau de Preixens, obispo de Urgell, consagró la iglesia de Sant Gil i Sant Pere de Torà en calidad de iglesia sufragánea de la iglesia parroquial de Santa Maria del castillo de la Aguda. Pocos años más tarde, en 1190, este mismo obispo, con el consentimiento y presencia del señor del lugar, Ponç de Cervera y su esposa Marquesa procedió a consagrar la iglesia de Santa Maria de la Aguda y el altar dedicado a san Salvador. El templo ostentó la categoría de parroquia hasta que en 1438 Arnau Roger de Pallars, obispo de Urgell, la traspasó a Sant Gil de Torà.
La iglesia de Santa Maria de la Aguda, que se asienta sobre un zócalo rocoso y alberga en su lado norte un pequeño cementerio, es una construcción que ha sido sometida a diversas modificaciones y procesos de restauración en distintas épocas. Las transformaciones consistieron básicamente en la apertura de dos capillas laterales y en el sobrealzado del lienzo sur y del ábside. Esta última reforma fue eliminada en la restauración acometida en el año 2000, así como la moderna capilla de la fachada meridional que hacía las funciones de sacristía.
La planta del templo está formada por una sola nave rectangular y dos ábsides semicirculares, ubicados uno en la cabecera y otro en el muro norte. El primero, de mayores dimensiones, exteriormente está decorado con dos lesenas que descansan directamente sobre un zócalo y que configuran tres entrepaños coronados por sendos frisos de cinco arquillos, que reposan sobre ménsulas lisas de forma trapezoidal. El ábside completa su ornamentación con una moldura biselada en la cornisa. Dos ventanas de doble derrame y arco de medio punto se abren en los paños central y sur. Por su parte, el absidiolo norte, de factura más sencilla, está oculto tras el muro que encierra el campo santo y sobresale unos 70 cm del lienzo septentrional. Conserva las lesenas de los extremos y también una especie de zócalo. Dicho absidiolo no forma parte de la cabecera del edificio, sino que es una capilla lateral, con forma interior de hornacina, incorporada en el primer tramo de la nave. El lienzo meridional, que es liso y está levantado sobre un fuerte desnivel del terreno, encima de un zócalo, fue rehecho en su cara exterior en época gótica. En el mismo se abren una ventana de doble derrame y arco de medio punto, y, en el tramo más occidental, otro vano de un solo derrame con forma de aspillera. En este mismo lienzo cabe destacar la presencia de dos marcas de cantero incisas con la forma de una cruz y un ángulo recto. En la parte del muro que da al ábside se observa un pequeño relieve consistente en una cruz griega inscrita en un círculo. La fachada norte es lisa y está interrumpida por la adición de una capilla rectangular con la cubierta de teja árabe de única vertiente. En el paramento se observan hasta tres niveles que tienen diferente aparejo. El cambio más evidente es el que se pone de manifiesto con los restos de la antigua cornisa, los cuales quedan por debajo de la parte del muro sobrealzada en las reformas posteriores. Este cambio de aparejo, consecuencia de la elevación de la nave, también se aprecia en el muro sur, si bien en este la hilada con la primitiva cornisa no se ha conservado. El acceso a la iglesia se realiza por la fachada occidental, donde se halla una puerta de época moderna, coetánea a la construcción del campanario de planta rectangular, formada por un dintel y un arco de medio punto.
El aparejo utilizado está compuesto por sillares de tamaño diverso, dispuestos en hiladas más o menos regulares. Aunque se conservan algunos mechinales en los muros laterales, los que se encontraban en el exterior del ábside lamentablemente fueron cegados en la restauración. En dicho proceso de restauración se reparó la techumbre a doble vertiente y de teja árabe que cubre la nave, y se reconstruyó en su totalidad, utilizando losas, la cubierta del ábside.
En el interior, la nave se cubre con una bóveda de cañón sin arcos fajones, aunque una pilastra que se conserva en el muro septentrional podría ser un vestigio de la existencia de los mismos. El ábside, cubierto con bóveda de cuarto de esfera, al igual, está enmarcado por un arco presbiteral de medio punto en gradación. En el muro del evangelio se halla una capilla cubierta con un arco apuntado y trabajada con sillares bien tallados de dimensiones más grandes. Actualmente, se accede a dicha estancia, que se utiliza como sacristía, mediante una puerta de madera. En este mismo lienzo, se abre a la nave cerca del ábside, el mencionado absidiolo de forma semicircular, que se cubre con bóveda de cuarto de esfera. La fachada meridional cuenta con una hornacina de grandes dimensiones rematada por un arco de medio punto. El suelo del presbiterio se sitúa a mayor altura que el de la nave. Con la excepción de la bóveda de cañón, que se halla cubierta de revestimiento, las paredes muestran la piedra vista.
La iglesia de Santa Maria de la Aguda es un edificio que por su tipología se mantiene fiel a las formas lombardas de la arquitectura de la Segarra del siglo xii. Destaca el hecho de ser un templo con dos ábsides, característica que, a pesar de su singularidad, no es única en la comarca, dado que se encuentra en otras construcciones de la zona, como Guardiolada, o de la vecina comarca de la Noguera, como Sant Romà de Comiols, Sant Bartomeu de la Vall d’Ariet y Sant Joan de Orcau, si bien estas iglesias cuentan con dos absidiolos laterales.
Pila bautismal
En el interior de la capilla septentrional se localiza una pila bautismal de época románica, en la que se aprecian restos de encalado, así como una torpe reconstrucción de la peana. Está labrada en piedra sauló, piedra de tipo arenosa típica de la comarca, monolítica en forma de copa y de 87 cm de altura. Se divide en tres partes: vaso, pie cilíndrico y una peana cuadrangular. El vaso, de 62 cm de diámetro externo por 28 cm de profundidad y 7,5 cm de grosor, muestra en el nivel superior cuatro rebajes testimonio de que en su momento contó con una tapa. Externamente exhibe una decoración, en la parte superior, formada por un friso de orificios cuadrados que la rodea en su totalidad. Debajo de éste, una moldura sogueada circunda el vaso. Este motivo es muy común en la ornamentación de esta época, y se halla en otras pilas bautismales, como las de Sant Vicenç de Can Cerdà y Sant Llorenç, ambas en el Penedès. La ornamentación gallonada de la parte inferior está formada por lóbulos que presentan incisiones que les dan un aspecto sogueado, y por piñas distribuidas entre ellos. Algún autor ha puesto en relación esta piña con las que, colgando de hojas, aparecen en los capiteles del Císter ya finales del siglo xii, como en Vallbona de les Monges. El pie, de 18 cm de altura, es de sección circular y está acabado con una moldura redonda que conecta con el vaso. Trabajada en relieve, se muestra una cruz latina. La peana es de sección cuadrangular y presenta como elemento decorativo una moldura superior con incisiones lineales que surgen de los lados y desaparecen en el inicio del pie.
La pila bautismal, según sus características tipológicas y ornamentales, puede datarse en la segunda mitad del siglo xii.
Texto y fotos: Helena Soler Castán
Bibliografía
Castells Catalans, Els, 1979; VI (I), pp. 739-745; Catalunya Romànica, 1984-1998, XXIV, pp. 468-470; Coberó i Coberó, J., 1982a, pp. 254-263 y 285-292; Coberó i Coberó, J. et alii, 2000, pp. 161-163; Sarri i Muntada, J., 1958, p. 13; Vidal Sanvicens, M. y López i Vilaseca, M., 1981, pp. 278-281.