Sant Pere de Pujol
Iglesia de Sant Pere de Pujol
La iglesia de Sant Pere de Pujol está emplazada en Mas Pujol, una de las masías que forman el núcleo disperso de les Cases de la Serra, el cual está situado al Norte de Sanaüja, en el extremo septentrional de la comarca de la Segarra, y colindante con las comarcas de la Noguera y el Solsonès. Desde Sanaüja, se accede a través del camino de Sallent, transcurridos unos 2 km hay que coger el desvío por la carretera C-149 en dirección a Solsona; se sigue 1 km a mano izquierda por una variante que lleva hasta Mas Pujol. Una vez llegado a este punto, la iglesia se halla a unos 100 m que hay que realizar a pie.
Mas Pujol ya aparece mencionado en un documento de 1072, en el que el lugar se ubica infra terminos kastro Sanauge. En otro escrito del siglo xiii, copia de un documento original de los años 1040-1075, que corresponde al inventario de las percepciones y servicios que el obispo de Urgell recibía del castillo de Sanaüja por uso y derecho, era citado el término de Pugol, del cual el clérigo recibía tributos. Más tarde, en 1087, Miró Erimà legó en su testamento a Santa Maria de La Seu d’Urgell un alodio que poseía en Pugoli, juntamente con los de Florejacs y Alàs. En un documento de 1110, Pere Ponç y su esposa Guilla donaron a la canónica de La Seu d’Urgell un alodio de Pujol y otro en Florejacs. Dado que no se dispone de ninguna referencia histórica que evidencie que la iglesia de Sant Pere de Pujol ostentara la condición de parroquia durante la Edad Media, parece más probable que pensar que dependería de Santa Maria de Ribelles o incluso de Santa Maria de Sanaüja.
Sobre un pequeño montículo, la solitaria silueta de la iglesia dedicada a san Pedro sobresale de entre la masa boscosa que la circunda. Se trata de un sencillo templo de pequeñas dimensiones que, en época moderna, fue sometido a una amplia reforma que alteró sensiblemente su estructura primitiva. Tiene una sola nave rectangular, que mide 14 m de largo por 5,70 m de ancho, y su cabecera está formada por un ábside semicircular que se levanta sobre un zócalo de unos 80 cm y que presenta la habitual decoración que caracteriza al primer románico catalán. Seis lesenas determinan cinco entrepaños que están coronados por sendas parejas de arquillos ciegos de medio punto que descansan sobre unas sencillas ménsulas de forma trapezoidal. En el centro del tambor se abre una modesta ventana de doble derrame, ligeramente desviada hacia el Norte y actualmente cegada al interior. Dicha abertura se caracteriza por estar enmarcada de forma asimétrica por una de las arcuaciones, la cual tiene un tamaño sustancialmente mayor a la que la acompaña, aspecto éste que algún autor ha puesto en relación con la iglesia oscense de San Capracio de Santa Cruz de la Serós, si bien ésta está mejor resuelta técnicamente. La mitad meridional del ábside se ve alterada por la presencia de una estructura de nichos funerarios que está adosada al muro.
La puerta de acceso al interior del templo está emplazada en la fachada septentrional, circunstancia infrecuente en las iglesias románicas. Es de suponer que, a diferencia de su vecina Santa Fe de Montfred, este emplazamiento responde a una necesidad determinada por la orografía del terreno, dado que en el lado sur hay un fuerte desnivel. Dicha puerta se compone de un arco de medio punto que rodea al tímpano liso, que reposa sobre dos ménsulas, y a las jambas que lo soportan. El aparejo utilizado en este paramento está compuesto de sillares de tamaño variado, no muy escuadrados y dispuestos en hiladas no siempre regulares. Se aprecian marcadas diferencias en la factura de la mitad oriental, cuyo aparejo es más parecido al del ábside, y la occidental, que pueden ser testimonio de algún tipo de reparación posterior. Longitudinalmente a este lienzo, y sobre la zona oriental, se alza un campanario de espadaña de dos vanos realizado con sillares de buen tamaño, bien escuadrados y pulidos, obra, sin duda, de época posterior. En contraste, el muro meridional, que también es liso y que se asienta directamente sobre el macizo rocoso, está construido con sillares de mayor tamaño, bien labrados y pulidos, dispuestos en hiladas homogéneas. Exhibe una ventana de forma cuadrada de factura moderna. Resulta evidente que ambos muros laterales fueron realizados en diferentes momentos. La fachada occidental presenta una asimetría en la cubierta, cuya cúspide se encuentra desplazada más hacia el Norte con respecto al eje longitudinal del edificio. La parte superior de este lienzo fue rehecha con un tipo de sillar irregular de menores dimensiones y dispuesto de forma irregular.
La techumbre del edificio, de dos aguas, está revestida con tejas arábes. En el espacio que queda entre el ábside y la espadaña se conserva un cuerpo elevado, que hubiera sido un frontis de doble vertiente si no hubiera quedado interrumpido a la mitad. Posiblemente es el testimonio de una modificación en el plan de obra, o el resultado de una reforma o reparación posterior.
El interior del templo se encuentra en un cierto estado de abandono. Buena parte de sus estructuras arquitectónicas permanecen ocultas bajo una espesa capa de revoque, como los arcos fajones apuntados, cuya existencia parece ponerse de manifiesto por la irregularidad de la superficie del recubrimiento. La nave se cubre con una bóveda de cañón apuntada. El ábside está cubierto con una bóveda de cuarto de esfera apuntada y está precedido por un presbiterio cubierto por bóveda de cañón apuntada que alberga en sus muros laterales sendas capillas, a modo de arcosolios, de las que la sur contiene una mesa de altar pétrea. Toda la cabecera se encuentra a un nivel ligeramente superior al resto de la nave y se accede a la misma por un pequeño escalón.
Sant Pere de Pujol es una obra que responde a dos fases constructivas diferenciadas. Por una parte, está el ábside correspondiente al siglo xi, y que se mantiene fiel a las formas estructurales del primer románico catalán, y por el otro, está la nave de finales del siglo xii, si bien se aprecian reformas acometidas en épocas posteriores.
Sarcófago
En el lado oriental exterior del muro norte hay adosado un sarcófago rectangular, que se encuentra en un lamentable estado de conservación que hace que muchos de sus elementos esculpidos apenas sean ya reconocibles. Se compone de una urna, la tapa y los pies. La urna, de 125 cm de largo, 62 cm de ancho y 15 cm de grosor, ostenta, tanto en su cara frontal como en las laterales, una serie de círculos formados por dos filetes concéntricos que rodean una flor de doce pétalos. En uno de los laterales el motivo floral tiene tan seis pétalos. En la tapa, que es de sección prismática con bisel y mide 40 cm de altura, 10 cm de bisel y 45 cm de arista, se reproduce el mismo motivo del círculo con una flor de doce pétalos, tres en la cara frontal y uno a cada lado de las laterales. Los pies, exentos de decoración, están muy deteriorados y sólo son visibles unos 30 cm.
Algún historiador ha interpretado los motivos representados en el sarcófago con una clara connotación cristiana en la que la flor de seis ó doce pétalos simbolizaría la creencia en la inmortalidad y en la eternidad del alma. Sin embargo, hay algún otro autor que defiende la teoría que dicha flor es la representación del astro rey y por tanto tiene un sentido cosmológico. Por último, también hay quien identifica los doce pétalos como una alusión al zodiaco.
Es difícil precisar la fecha de realización de esta obra, pero con muy probablemente se puede situar en la segunda mitad del siglo xii o principios del siglo xiii. Este motivo ornamental floral es muy habitual en los sarcófagos de la zona, y se puede contemplar en ejemplos como el sepulcro de Castellnou de Ossó. En el Urgell, concretamente en Vallbona de les Monges, este tipo de flor se representa con seis pétalos.
Texto: Helena Soler Castán/Juan Antonio Olañeta Molina- Fotos: Helena Soler Castán
Bibliografía
Catalunya Romànica, 1984-1998, XXIV, pp. 477-478; Diví López, C. et alii, 2010, pp. 172-17 y 242-245; Oliva i Llorens, J. y Ros i Mateu, J., 1997, pp. 8-10; Vidal Sanvicens, M. y López i Vilaseca, M., 1981, pp. 221-224 y 292-293.