Sant Sadurní de la Fabregada
VILANOVA DE MEIÀ
Iglesia de Sant Sadurní de la Fabregada
En el antiguo poblado de la Fabregada, a pocos metros de la Cova de les Monges, se encuentran las ruinas de la iglesia de Sant Sadurní, a para llegar a las cuales se necesita un todo terreno. Desde Vilanova de Meià se toma la pista que sale hacia el Hostal Roi. En el coll de Cabesses, se debe abandonar el vehículo y realizar una caminata de veinticinco minutos por un sendero que se adentra en el barranco, sube las empinadas pendientes, y va a parar a la Cova de les Monges, donde se encuentran el castillo de la Fabregada y la iglesia de Sant Sadurní.
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No existen documentos de época medieval que hagan referencia a Sant Sadurní, aunque es muy probable que el templo ya existiera en 1094, cuando se habla por primera vez del castillo de la Fabregada. Se sabe, por Roig i Jalpí, que funcionó como iglesia parroquial de la Fabregada, que tenía como sufragánea, entre otras, a la iglesia de Santa Cecília. Ambos templos pasaron a depender del priorato de Santa Maria de Meià con anterioridad a 1315, fecha en la que el visitador del obispo de Tarragona inspeccionó las posesiones de dicho monasterio.
La iglesia dedicada a san Saturnino, advocación, bastante frecuente a ambos lados del Pirineo, era un sencillo edificio, sin grandes alardes técnicos y de tosca factura, pero con una solución arquitectónica original. Del edificio originario sólo queda en pie el muro norte hasta el arranque de la bóveda, el inicio de la curva del ábside y gran parte del muro oeste, que conformaba los pies de la iglesia. Del resto sólo se conservan, enterrados y cubiertos por la espesa vegetación, parte de los cimientos. Dichos vestigios permiten saber que la iglesia se organizaba a partir de una sola nave rectangular de tamaño considerable, y de un ábside semicircular que ha desaparecido casi por completo. Estaba cubierta por una bóveda de cañón en la que cinco arcos fajones de medio punto, de los que han pervivido las pilastras rectangulares en las que se apoyaban, compartimentaban el espacio. Entre estas pilastras, todavía se conservan en el paramento septentrional, unos arcos formeros, también de medio punto, aunque más estrechos. Esta estructura de arcos formeros adosados a los muros laterales es muy frecuente en las iglesias de la zona del Pallars Jussà y la Noguera, como Sant Romà de Comiols, Sant Miquel de Alòs de Balaguer, la Mare de Déu de la Plana, Sant Serni de Vall-llebrerola, Sant Miquel de Vilaplana, Sant Martí de Terrassola, Sant Miquel de Grialó, Sant Cristòfol del Puig de Meià o la de Santa Maria de Lavansa, entre otras. El ábside, de menor anchura que la nave, se abría a ella mediante un arco presbiterial en degradación que es apreciable en la forma escalonada del muro exterior. En el arranque del ábside se encontraron rastros de lesenas, que permiten pensar en que tenía decoración lombarda. No se ha conservado la puerta, que debió situarse en el desaparecido muro sur, ni ventana alguna, aunque muy posiblemente las tuvo. En el paramento interior se abren unos pequeños nichos. El aparejo se compone de sillarejo de tamaño diverso dispuesto en hiladas más o menos regulares.
La ausencia de noticias y los escasos, pero significativos, restos conservados no son obstáculo para que sus características arquitectónicas hayan llevado a algunos autores a situar la construcción de este templo en el marco de la arquitectura románica del siglo xi.
Texto y foto: Juan Antonio Campos
Bibliografía
Bernaus i Santacreu, R. y Sánchez i Agustí, F., 1999, pp. 260-264; Catalunya Romànica, 1984-1998, XVII, pp. 478; Vidal Sanvicens, M. y López i Vilaseca, M., 1984, p. 559.