Identificador
05160_01_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin descripción
Idioma
Autor
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Colaboradores
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Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Alamedilla del Berrocal
Provincia
Ávila
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
ESCASAS SON LAS MANIFESTACIONES que la pintura y la imaginería románica dejan en la provincia. La pintura mural tiene el único ejemplo de Santa María de Arévalo que vimos al tratar del templo (Burgohondo ya es esencialmente gótica). La pintura sobre tabla tiene el magnífico ejemplar de San Pablo del museo catedralicio, pieza que proviene de San Vicente de Ávila. Sin duda lo más singular de la plástica monumental del románico abulense es la magnífica Biblia de Ávila que se conserva actualmente en la Biblioteca Nacional de Madrid. La imaginería se centra en las figuras de la Virgen y de Cristo. Es obra muy dispersa, muy retocada y de muy dudosa cronología. Parte de ella está en los museos de la capital y los otros ejemplares aun están en las iglesias para los que fueron tallados. Seguros estamos que algunas de las piezas de “procedencia desconocida” que hemos visto en museos estatales y particulares pueden proceder de iglesias abulenses. El carácter retardatario de estas piezas es evidente. Son la manifestación de la larga pervivencia litúrgica de los modelos iconográficos (muchas de las tallas más que retardatarias son torpes, toscas, primitivas si se quiere, pero no románicas). Muchas veces será difícil situar a un ejemplar claramente en el ámbito del románico o del primer gótico. Lo que sigue no es, quizás no pueda ser otra cosa o por prudencia no deba ser otra cosa, más que un inventario de lo que aún queda, y algunas de las piezas se incluyen más por su expresividad y para testimoniar un modo de hacer. TABLA DE SAN PABLO Museo Catedralicio. Ávila. Procede de la iglesia de San Vicente, incluso es tradición que estaba en su cenotafio, aunque debe pertenecer a un retablo o a un frontal que fue desmantelado y utilizado como tabla ripia en los tejados, según Hernández Callejo, y posiblemente, como se explicará después, formase parte de un conjunto más amplio. Fue San Pablo Mártir en Roma en tiempos de Nerón y los distintos avatares de su vida han dado lugar a una rica y abundante iconografía, recogida principalmente por los Hechos de los Apóstoles y sus propias Epístolas. Generalmente se le representa calvo, nimbado, con barba oscura y afilada, vistiendo el manto y la túnica apostólicos. Suele aparecer con un libro y con espada, símbolo de su martirio y su atributo principal. Para Monreal y Tejada es también representación de lo incisivo de su dialéctica. En sus representaciones es también habitual que le acompañe San Pedro, situándose así los dos encabezando el grupo apostólico. En esta tabla de 1,22 x 0,24 m la representación del santo se adscribe perfectamente a su modelo iconográfico, como muestran su apariencia física, vestiduras y atributos, siendo importante también el marco de arquitecturas esbozadas en que se sitúa el personaje. Se trata de un arco de medio punto, modelo muy repetido en las distintas artes del románico para cobijar las escenas y figuras. Conocida es también la representación del Apostolado en esta disposición, lo que lleva a pensar a M.ª José Redondo que esta tabla podría formar parte de una serie mayor. Para ello se apoya en la disposición de la mano derecha del santo, la dirección de su mirada y la presencia de líneas zigzagueantes que enmarcarían algún “motivo esplendente”. Se trataría entonces de la representación de un Apostolado en torno a la figura central de Cristo en Majestad. Formalmente se observa un estilo ya evolucionado, donde el tratamiento del color, la línea, con magnífico dominio del dibujo, y los volúmenes, así como la postura que adopta la figura, con las piernas cruzadas, indican una búsqueda de nuevas fórmulas expresivas, alejándose un tanto de la extrema rigidez e hieratismo inicial. Grau Lobo retrasa la obra hasta el tercer cuarto del XIII, lo que nos parece mucho retraso, ya que creemos que la obra recoge todos los avances plásticos de la escultura de la basílica y que debe ser de una fecha más cercana al 1200. BIBLIA DE ÁVILA Biblioteca Nacional. Madrid (Bib. Nac. Vit 15-1) A Ávila llega y en la catedral está desde el siglo XII hasta 1869 una de la joyas de la miniatura española, la denominada Biblia de Ávila que desde la última fecha citada está depositada en la Biblioteca Nacional, aunque continúa siendo propiedad del cabildo catedralicio abulense. Recientemente María Rodríguez Velasco ha resumido lo esencial de la cronología del Códice diciendo que “aunque se mantiene casi la total unanimidad a la hora de datar su origen en el siglo XII, es Garrison el que se aventura a una mayor precisión, considerando que estamos ante un manuscrito realizado en la región umbro-romana en los primeros años del tercer cuarto del siglo XII. Más dificil es determinar dónde y cuándo fue ampliado el manuscrito a su llegada a España, aunque todo apunta que fue a principios del siglo XIII cuando se añadieron algunas escenas neotestamentarias”. El Códice fue reordenado en el siglo XVI, para adaptarlo a la liturgia hispana, pero pueden separarse bien las partes italianas y españolas del mismo. A mano italiana se deberán la página del título y las ilustraciones de los Cánones y todas las iniciales miniadas que tienen un acentuado geometrismo y entrelazos muy finos. A la parte española del Códice pertenecerán las fenomenales iniciales que mezclan animales fantásticos y entrelazos y tienen un vivísimo color y escenas historiadas con los símbolos de los evangelistas, la conocida escena del Arca del Noé que aquí se reproduce y seis folios con toscas escenas de la vida de Cristo que se disponen en tres bandas por página y que representan temas como el bautismo de Jesús, las bodas de Caná, presentación en el templo, tentación en el desierto, entrada en Jerusalén y luego todo un ciclo dedicado a los momentos culminantes de su Pasión. Creo que es sugerente y razonable la tesis de Rodríguez Velasco, que recoge las relaciones de la Biblia con San Justo de Segovia y considera sus ilustraciones próximas a la segunda mitad del siglo XII, estando influido por lo mozárabe y siendo algo torpe. TALLAS DE LA VIRGEN Y CRISTO Las tallas de la Virgen y Cristo que a continuación se relacionan aparecen en su mayor parte en la capital y el resto están desperdigadas por la provincia. De la provincia provienen algunas de las del Museo de la Catedral. Grupo aparte es el del Ayuntamiento de Ávila, ya que las tallas proceden de una donación realizada por los hermanos Clemente Romeo sin que conste la procedencia. Ciertamente estas son menos populares, o menos rurales si se quiere, que el conjunto de las tallas abulenses y también están mucho más retocadas. Las vírgenes abulenses corresponden en su mayoría a una versión popular del tipo de Vi rgen Trono o Virgen Madre de Sabiduría, en la que la Vi rgen aparece como el sitial de un Niño con el que no tiene ninguna comunicación. Son tallas rígidas e incluso toscas y es posible que confundamos la tosquedad con el arcaísmo y que algunas de ellas ya no sean de período románico. Es manifiesta la desproporción que en muchos casos existe entre la Vi rgen y el Niño, y en otros entre la cabeza y el cuerpo de la Virgen. Las que se citan son las más interesantes que conocemos o aparecen en inventarios, pero debe resaltarse que alguna de ellas fueron transformadas en imágenes de vestir en el siglo XVII y ello hace difícil la localización, más aún teniendo en cuenta que muchas estaban (algunas aún estarán) en trasteras, en armarios, bajo las escaleras, entre las armaduras y los tejados. En la capital la imagen más conocida, la más venerada, es la de la Soterraña que estaba originariamente en la cripta de San Vicente y que actualmente está en el ábside de la epístola. Es talla que ha conocido excesivas restauraciones. Tradicionalmente ha sido definida como imagen bizantina, lugar común que nada indica. Es de buena factura, los pliegues están cuidados, el Niño más que sentado parece colgar del hombro de la Virgen que se inclina ligeramente hacia el lado contrario. Persiste la incomunicación entre las figuras, pero hay detalles en la ejecución que permiten situar esta imagen en el siglo XIII. En la Catedral se guardan una serie de tallas cuya procedencia no se indica. Algunas están expuestas y otras deben de estar en los depósitos; son vírgenes tosquísimas, difíciles de clasificar aunque la mayor parte parecen piezas del gótico, sumamente primitivas. La más interesante es la Virgen de la Sierra, coronada y pequeña, con la cabeza sumamente desproporcionada, inclinada hacia adelante y a la que parece habérsela arrancado un trozo en el que estaría el Niño. La pieza románica más singular del museo catedralicio es el gran Cristo de cuatro clavos de la sala de cantorales. Muy deteriorado, presenta una anatomía esquemática, pero expresiva, hermosa es su barbada cabeza, con frente muy prominente. El cuerpo, rígido e hierático, no sale del marco del modelo y se acomoda a la imagen del Cristo en Majestad. Similar es el cuerpo del muy restaurado Cristo de la ermita de Sonsoles, llamado ahora Cristo de la buena muerte, pieza que en 1991 dona al Santuario el anticuario Ignacio González, del que no consta la procedencia, pero del que hemos visto una fotografía sin brazos y sumamente deteriorado. Similar y de la misma procedencia es el recientemente donado a la iglesia del Inmaculado Corazón de María de Ávila. También en la capital está la Virgen de la Diputación, pieza que seguramente provenga de alguno de los conventos suprimidos en la Desamortización, quizás del de Concepcionistas en el que estaban los trípticos del Museo Provincial y de Lázaro Galdeano. Esta talla de la Diputación mantiene la rigidez propia del modelo, pero los pliegues ya son del siglo XIII avanzado. Está coronada y en el centro de las rodillas tendría un Niño hoy perdido. La colección de vírgenes del Archivo Municipal, todas ellas del legado de los hermanos Clemente Romeo son piezas muy retocadas, muy restauradas como es frecuente en las vírgenes que provienen de las colecciones particulares. Las cinco están coronadas y dos de ellas, las que tienen el Niño más plásticamente sentado en el trono de la Madre, en una está casi de pies ante ella, son las de mejor factura y las que más se acomodan al modelo románico. Tanto por los rasgos estilísticos como por la procedencia de la colección pienso que estas dos deben situarse en el ámbito de lo vasco-navarro. En la provincia una de las tallas de mejor factura es Nuestra Señora del Soto de la Aldehuela, figura que representa ejemplarmente el grupo de vírgenes realizadas ya bien entrado el siglo XIII, pero que conservan aún las características propias del mundo románico. Hay un cierto contraste entre la figura rotunda, con la cara ya modelada y naturalista de la Virgen y la sumamente ingenua representación del Niño. Otro ejemplar que, como el anterior, hay que relacionar con la larga pervivencia del culto mariano en ermitas que acaban trasformándose en capillas barrocas con camarines, es la dedicada imagen de la Virgen de las Fuentes. El modelo es el ya descrito, es claramente retardatario, lo que se manifiesta tanto en la figura del Niño como en la decoración de la silla o en los pliegues del manto de la Virgen. Los estofados, los repintes y las sartas de perlitas son testimonio de las sucesivas reformas de la imagen. En Fontiveros son dos las tallas a señalar. La primera de ellas es la talla que las carmelitas guardan en la clausura, tosca e inexpresiva y la segunda de ellas es la Virgen de la Pera de la Parroquia, que ya es del modelo de Virgen con esquema compositivo románico y con elementos góticos. El Niño está descentrado y la Vi rgen incluso se gira. Villafranca de la Sierra guarda en la sacristía una de las mejores tallas románicas abulenses, y de las más grandes. La Virgen tiene una cabeza de grandes dimensiones girada hacia su izquierda y extiende sus manos (quizá repuestas), alrededor del Niño que tiene entre las rodillas. Los ropajes son cuidados y angulosos y el tocado es delicado. Creo que es uno de los mejores ejemplares y el modelo de otras tallas marianas abulenses. Prácticamente al mismo esquema, aunque distinta en los detalles corresponde la buena talla de la Virgen de Villatoro, con más movilidad en los paños, con un tamaño medio y seguramente obra de la primera mitad del siglo XIV. Quizás el modelo más plenamente románico, que no el mejor, sea el de la pequeña Virgen de Blacha. Rígida, piramidal, está tallada en un único madero. El Niño es desproporcionadamente pequeño, diminuto, casi del tamaño de la cabeza coronada de la Virgen. Todo está repintado y retocado. La comparación de esta pieza con las de Riocabado o La Alamedilla del Berrocal sirve para constatar dos modos de representación distintos del tema de la Vi rgen y el Niño en el XIII-XIV: tosco el primero e ingenuo el segundo. ESCULTURA MONUMENTAL EN LA CATEDRAL Incluimos aquí, por razones editoriales, las imágenes de las esculturas recientemente descubiertas en lo alto del tramo poligonal de la Capilla Mayor de la Catedral, aún siendo piezas de escultura monumental. Son imágenes que conocemos a través de las fotografías que nos ha proporcionado el restaurador de las mismas. Por ello y por la premura no podemos realizar un análisis detallado, pero creemos obligado dejar aquí constancia de su reciente “descubrimiento”. Tapadas por una clave de madera dorada estaban las ocho figuras ya visibles, siete barbadas y un ángel, ocupando los ángulos más cercanos a la clave de los ocho plementos de la Capilla Mayor. Son piezas magníficas, calizas policromadas con temple de cola y repintes posteriores, que están sujetas con cuadradillos de hierro, que evidentemente están reutilizadas y que en fecha indeterminada -creemos que cercana al cierre de la bóveda- se pusieron en ese emplazamiento. Las siete cabezas barbadas tienen forma de cuña para adaptarse al espacio de unión de los nervios, miden unos 40 centímetros de alto y unos 40 centímetros de ancho en el lado superior (dos son algo más pequeñas) y ocupan los plementos exteriores y más pequeños, el ángel ocupa el ángulo del plemento más grande, el interior que mira a la nave y por ello es algo mayor y no tiene forma de cuña. La parte superior de las siete cabezas es plana y está sin labrar, lo que es indudable testimonio de que estamos ante los restos de unas pequeñas estatuas columnas que fueron adaptadas forzadamente a su nuevo emplazamiento, creando unos peculiares cuellos puntiagudos y embebiento las orejas en los nervios. La estructura general de las cabezas y especialmente los ojos prominentes, que miran hacia abajo confirma que son estatuas columnas. Son figuras muy expresivas, de grandes ojos, con las cabelleras y barbas muy elaboradas y muy variadas, con los perfiles definidos. Nada identifica a las figuras barbadas que no tienen nimbo. El hermosísimo arcángel Gabriel sujeta un libro abierto con inscripción que le identifica (está repintada sobre una incisa) y sale de una nube muy esquemática, con plegado mateano en forma de V, que fue dorada posteriormente. Las alas son delicadas y están muy bien resueltas, una cruzando airosa el cuerpo del ángel. Está toscamente adaptada a su actual emplazamiento y ha sido clavada con un gran clavo. La clave, con un botón central plano y tres anillos de curvadas ovas, se asemeja algo a las de la girola catedralicia y San Vicente, pero es más plana. Todo ello de muy buena factura. A vuela pluma se puede apuntar la presencia de distintas manos y atribuir a maestros de primera fila las figuras espléndidas de Gabriel y las cinco cabezas con barbas puntiaguadas -hay entre ellas diferencias en el tratamiento de la barba y las ya apuntadas de tamaño- y muy marcados pómulos, auténticas obras maestras en las que la expresividad, los netos perfiles y la rotunda belleza permiten aventurar la sombra fecunda del Mateo de Compostela. Nada menos. Distintas y algo menos expresivas son las otras dos figuras. Las imprescindibles pero lejanas referencias abulenses están en todo el Pórtico oeste de San Vicente, cuyas cabezas tienen la misma estructura, pero muy distinta labra, y en la Biblia de Ávila, en la que algunas figuras muestran la misma variedad en barbas y cabellos. Fuera las referencias más manifiestas nos llevan al Pórtico de la Gloria y al coro de Santiago de Compostela. Por el mismo camino se puede llegar hasta la catedral de Orense (tan cercana en lo arquitectónico a lo abulense), y dentro de ella a las figuras de su portada Norte y también a esa magnífica réplica compostelana que es el Pórtico de la Gloria orensano. Como ya se ha dicho, las esculturas confirman la datación propuesta para la Capilla Mayor y vuelven a abrir la no cerrada polémica que en el mundo del tardorrománico existe primero entre la catedral y San Vicente y luego entre lo mateano y lo vicentino, incluso plantean una nueva visión de la figura de Fruchel, el arquitecto y ¿escultor? cuyo rastro se ha seguido con dudosos argumentos por el norte de la Península y además permiten abrir nuevamente la teoría de una primera presencia de Mateo en Ávila. Teoría que aún está sin formular y para cuya formulación será preciso previamente definir la anterior ubicación de estas descubiertas imágenes.