Identificador
24514_01_013
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 34' 40.79'' , -6º 49' 10.58''
Idioma
Autor
Roberto Llamazares Argüello
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Corullón
Municipio
Corullón
Provincia
León
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
SAN ESTEBAN, MONUMENTO NACIONAL desde 1931 y actual parroquia de Corullón, se emplaza en la parte occidental del caserío. La inscripción, hoy alojada en la torre y que posteriormente analizaremos, certifica la existencia del templo desde los años finales del siglo XI. En 1094, doña Elvira Eriz, viuda de Nuño García, donó a la catedral de Astorga varias propiedades, entre ellas unas enclavadas en Corullón, en la parroquia de San Esteban, que había permutado anteriormente con otras de Munio Pétriz en el mismo pueblo. El 12 de agosto de 1124, don Alón, obispo de Astorga, recibió de manos de Pedro Muñiz la iglesia de San Esteban de Corullón, junto con sus pertenencias. El donante fue también el promotor de la fábrica, como veremos al analizar la conflictiva inscripción, y posiblemente -así lo considera Augusto Quintana-, entregó ésta y sus rentas al obispado tras haberlas disfrutado durante 38 años. En 1223, los diezmos de varias iglesias bercianas, entre ellas la que nos ocupa, son objeto de una concordia entre el obispado asturicense y los cluniacenses de Santa María de Villafranca. En otro documento de Fernando III, éste datado en 1250, el monarca toma bajo su protección al obispado y cabildo de Astorga y sus posesiones, citando entre éstas “en Bierzo el cellero que han de Villafranca, e en San esteban de Corollón, con las pertenencias”. La documentación de la catedral de Astorga también nos aporta una usurpación de la iglesia de San Esteban por parte de los herederos de Nuño Fernández, quienes se habían apropiado de la parroquia aprovechando la ausencia del obispo Martín. Una cédula de Sancho IV, datada en 1293, certifica la pertenencia de la iglesia al obispado de Astorga. Es esta iglesia uno de los edificios señeros del románico leonés que más ha retenido la atención de la historiografía, recibiendo incluso un estudio monográfico reciente (M.ª C. Cosmen Alonso, 1985). Ya desde el somero relato de Quadrado a mediados del siglo XIX fueron principalmente dos los elementos que llamaron la atención del conjunto: la magnífica portada occidental y la inscripción fundacional incrustada en la torre. La docta mirada de Gómez-Moreno a principios del pasado siglo estableció la relación entre la escultura de su portada y la de Platerías de Santiago de Compostela y es este vínculo, y su discutida asociación a la data ofrecida por la inscripción, el causante de su frecuente cita, tanto en las obras generales sobre el románico hispano, como en los estudios monográficos sobre la seo compostelana. Del edificio románico nos resta la nave y el cuerpo bajo de la torre, construidas en mampostería de cuarcita con refuerzo de sillares de toba en ángulos y estribos, habiendo desaparecido su cabecera original. Gómez-Moreno la suponía de ábside semicircular, siendo sustituida por la actual en el siglo XVII, ésta cuadrada y con una sacristía de finales del siglo XVIII adosada a su costado meridional. El interior de la nave se articula en tres tramos mediante pilastras, que se corresponden al exterior con desmochados estribos. Interiormente, los soportes alcanzan el arranque de la primitiva bóveda de cañón que cubría la nave, marcado por una imposta con perfil de nacela. Restan vestigios de los riñones de esta bóveda en los dos tramos occidentales, así como rozas de los fajones que la reforzaban. Tras el hundimiento de la cubierta abovedada se cerró el espacio con una armadura atirantada, realizada durante las obras de 1797. Dos estrechas saeteras abocinadas al interior iluminaban cada tramo de la nave, aunque las del tramo medio fueron re f o rmadas durante las ampliaciones de la segunda mitad del siglo XVIII, que abrieron también la actual portada norte. Posiblemente también rehecho se conserva el arco de triunfo que daba paso a la cabecera. Ante el hastial occidental de la nave se erigió una torre-pórtico, con acceso elevado desde el interior, sobre la portada. Pese a que su cuerpo alto y remate son obra de la primera mitad del siglo XIX, se conserva buena parte de su estructura, incluida la bóveda de cañón de eje transversal al de la nave que cubre el pasadizo generado ante la portada. En el cuerpo románico de la torre se abren dos vanos superpuestos, simples de medio punto en la cara sur, dos ventanas ajimezadas en la occidental y ventana con ajimez el superior y vano simple el inferior en el muro septentrional. Es precisamente bajo éste último vano donde se empotró la inscripción que más adelante estudiaremos. Al menos entre lo leonés conservado, la presencia de torre a los pies del edificio no es frecuente y menos aún el que aparezca protegiendo la portada, sólo pudiendo referir los ejemplos de Santa María del Mercado de León y la muy tardía de Salas de los Barrios, así como los más meridionales y tardíos de Santa María la Mayor de Ledesma y Santa María de la Horta de Zamora. La bella portada occidental se cuenta entre los más destacados restos, junto a San Isidoro de León, del pleno románico leonés. Se compone de arco de medio punto ornado con una cenefa de palmetas, puntas de clavo y cinco cabecitas de felino, y dos arquivoltas molduradas con gruesos boceles entre medias cañas y finos boceles. El conjunto se rodea con chambrana decorada con cuatro filas de tacos. El tímpano liso que llena el semicírculo apoya su dintel monolítico en una pareja de mochetas, figuradas con sendas cabezas rugientes de felino y jambas lisas, al estilo de las de San Isidoro. Las arquivoltas, por su parte, apean en jambas con dos parejas de columnas acodilladas de basas de perfil ático con lengüetas sobre fino plinto. Interesantes son los fustes de las columnas exteriores, entorchado con decoración vegetal de hojitas de parra y tetrafolias lanceoladas el izquierdo, de aire compostelano, y en parte de mármol el derecho, contrastando con el bello granito rosa en el que se levanta la portada, lo que nos habla de su posible reutilización. Los capiteles que coronan estas columnas se realizaron igualmente en granito; los del lado izquierdo presentan, el exterior, dos personajillos de hinchados mofletes y peinado a cerquillo, enredados en serpenteantes y enredados tallos con pámpanos que hacen sonar sendos cuernos, y el interior y sobre fondo de hojas lisas y carnosas con caulículos, una pareja de aves afrontadas que entrelazan sus patas y juntan sus picos. Los cimacios que coronan estos dos capiteles se decoran con un friso de palmetas. La pareja de cestas del lado derecho de la portada reciben decoración vegetal, de tallos entrelazados con bolas y caulículos el interior y hojas apalmetadas de bordes rematados por caulículos y dos volutas con dado central en la parte alta el otro. Los cimacios de estos dos capiteles se molduran con nacelas escalonadas. Completa la decoración escultórica de San Esteban la rica serie de 36 modillones de los aleros de sus muros norte y sur, en los que se desarrollan motivos vegetales (crochets, rollos, acantos, hojas lisas), animalísticos (prótomos de cérvidos y cápridos, felinos de cabeza vuelta o engullendo hojas, águilas, mascarones monstruosos vomitando tallos o una pareja de aves, un felino contorsionista que engulle sus patas traseras, etc.) y antropomórficos. Es esta última categoría la más ampliamente representada y vemos así una serie de personajes en actitudes obscenas, mostrando los genitales, o grotescas (estirando sus labios, rostros simiescos), junto a cabecitas masculinas (una mesándose las barbas, un rabelista) y femeninas, entre la que destacan una portando una máscara monstruosa en su regazo y un escena de parto. En general y como es norma casi común, los canecillos desarrollan temas meramente decorativos o bien relacionables con lo mundano, frente al carácter religioso del resto de la iconografía. Procedente sin duda de esta iglesia, se conserva sobre la puerta de la casa rectoral, situada frente al muro sur de la nave, un fragmento de relieve de 0,47 m de ancho máximo por 0,34 m de altura máxima, re p resentando la lapidación de san Esteban. De la escena se conservan únicamente la figura del santo, nimbado y frontal, mostrando la palma de su mano izquierda mientras sostiene un libro en su diestra. Junto a él aparece la figura del ejecutor de su martirio, personaje con peinado a cerquillo que blande una piedra en su mano izquierda y sostiene en la otra una cestillo con más proyectiles. En el nimbo de San Esteban se labró la inscripción identificativa del personaje: SCI STEFANVS PRI. El remate superior de la pieza se decoró con un bocel sogueado. La inscripción situada en la cara septrentrional de la torre nos informa tanto de la advocación del edificio como del personaje que patrocinó su construcción y del momento de ésta, junto a otros datos ciertamente confusos: IN NOMINE DOMINI NOSTRI IESU CHRISTI ET IN HONORE(m) SANCTI STEPHANI SACRATUS EST LOCUS ISTE AB EPISCOPO ASTORICENSE NOMINE OSMUNDO IN ERA CENTIES DE[ce]NA ET BIS QUINQUAGENA ATQUE DUODENA ET IIII QUOTUM XVII KALENDAS IANUARII PER MANUS DE PETRO MONINCI ET PRESBITER CUIUS ORICO ERAT. POSTEA AD ANNOS VII EIECIT EAM ET A FUNDAMENTO CONSTRUXIT ET IN ALIOS VII FUIT PERFECTA. Es decir, “En el nombre de Nuestro Señor Jesucristo y en honor de san Esteban, fue consagrado este lugar por el obispo de Astorga llamado Osmundo, en la era de cien veces diez, dos veces cincuenta y veinticuatro (1124 de la era, es decir, año 1086), en el día 17 de las kalendas de enero (16 de diciembre), por mandato de Pedro Muñiz y siendo Orico presbítero de la misma. Después de siete años la derribó entera y la reconstruyó desde sus cimientos, y en otros siete años quedó totalmente terminada”. En primer lugar hay una cierta confusión en la interpretación de la frase PETRO MONINCI ET PR (C)UIS ORICO ERAT, que para Augusto Quintana debe interpretarse como que el sacerdote Pedro Muñiz era originario de Corullón y edificaba el templo en suelo propio. Apoya aún más su interp retación Quintana con la transcripción manuscrita y anónima de otra inscripción, hoy desaparecida, que aparece en un ejemplar de la España Sagrada de Flórez (cf. A. Quintana Prieto, 1977, p. 482, n.º 89). Dicho letre ro rezaba: P ETRUS MO/NNINE ET/PR. IUSSIT / HOC OPUS FACERE, es decir, “Pedro Muñoz mandó hacer esta obra”. El padre Flórez, interpretando “P R.” como abreviatura de pater p resenta así al progenitor de Pedro Muñiz junto a éste edificando la iglesia. Otra lectura, aceptada por Quadrado y Gómez-Moreno, transcribe la problemática frase como et parvis origo erat, es decir, “era modesta en su origen”, refiriéndose a la fábrica del primitivo edificio. En nuestra transcripción hemos seguido la aportada por Cosmen Alonso (1985, pp. 40-42 y 1989, pp. 409-410), en la que junto a Pedro Muñiz aparece el presbítero de San Esteban, de nombre Orico. Conocemos relativamente bien la figura del comitente de la obra de San Esteban, Pedro Muñiz, perteneciente a una de las más influyentes familias bercianas. Fue tenente de Losada de Cabrera, aparece como “imperante” en tres documentos de San Pedro de Montes fechados en 1092 y finalmente donó sus heredades de Corullón, entre ellas esta iglesia, al obispo de Astorga don Alón, en 1124. Mayor interés para nuestro estudio encierra el hecho, claramente recogido en el texto epigráfico, de la demolición tras sólo siete años del edificio consagrado en 1086 y su reconstrucción a fundamentis en otros siete años. Ello implica que, de ser el actual edificio al que se refieren estos hechos, la iglesia de San Esteban fue definitivamente construida en torno a 1093-1100 y en este momento o inmediato a él se grabó la inscripción. Quintana Prieto señala la posibilidad de que la consagración de 1086 se refiera al momento en el que la iglesia pasó a manos de Pedro Muñiz, quien a los siete años la derribó (posiblemente se refiera más a una reforma que a un derribo total) para reformarla, dedicando otros siete más a reconstruirla. Sea como fuere, el texto epigráfico nos sitúa la const rucción de San Esteban en el umbral del cambio de siglo, es decir, el gran momento del denominado “pleno románico” (Santiago de Compostela, San Isidoro de León, Frómista). Una fecha tan temprana para un edificio rural como éste motivó cierta polémica, basada en la cronología, entre quienes la aceptaban sin reservas, como Gómez-Moreno y quienes dudaban de tan precoz datación para la escultura de la portada. No es éste el momento de entrar en dicha controversia. El análisis estilístico de la decoración de la portada occidental, sobre todo en los modelos de capiteles vegetales basados en las pencas, los entrelazos, el fuste entorchado y los personajillos de caras redondeadas aprisionados en ondulantes tallos de vid, prueba el conocimiento por parte del escultor de las grandes creaciones del mejor pleno románico hispano, principalmente y como repetidamente se ha señalado, la fachada de Platerías o, con más propiedad y como precisa Moralejo, la de la Azabachería de Santiago de Compostela, y sitúa esta escultura en unos márgenes que, insistimos que atendiendo a lo estilístico, están en torno al cambio del siglo XI al XII, es decir, en plena consonancia con la datación ofrecida por la epigrafía.