Identificador
37400_01_002
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 7' 32.07'' , -5º 10' 59.72''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Cantalapiedra
Municipio
Cantalapiedra
Provincia
Salamanca
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LA IGLESIA DE SANTA MARÍA es uno de los ejemplos más notables de la provincia de lo que se ha dado en llamar románico-m udéjar, motivo por el que ya le prestaron la debida atención Gómez-Moreno, Riánsares y Casaseca, entre otros. Sin embargo, al tratar de su estudio no podemos hablar de unidad estilística ya que las reformas y añadidos que se han ido sucediendo a lo largo de los siglos han alterado considerablemente su aspecto primitivo. A tenor de los restos más antiguos conservados, hay que señalar que la construcción del templo se llevaría a cabo en torno a los primeros años del siglo XIII. El material empleado para esta construcción fue el ladrillo combinado con piedra dispuesta en aparejo de mampostería y de sillería. Con independencia de las sucesivas campañas a las que haremos referencia, es de suponer que la estructura original del edificio guardara una estrecha correspondencia con la actual, si exceptuamos los alzados y las cubiertas. En planta consta de tres naves -más ancha la central- separadas por gruesos pilares sobre los que apoyan tres arcos apuntados a cada lado y una cabecera con tres ábsides semicirculares precedidos de tramo recto. Según Gómez-Moreno, los arcos del tramo del crucero fueron reformados más tarde, aunque no especifica cuándo, y los de los pies quedaron parcialmente ocultos por la tribuna. Es posible que los primeros fueran rehechos entre 1614 y 1615, al tiempo que se levantaba la cúpula del crucero, mientras que los del tramo más occidental se vieron afectados por la nueva tribuna que mandó hacer en su testamento el obispo don Juan de Castilla, en 1510, y que fuere formada en la segunda década del siglo XVII. En altura las tres naves se cubrieron en un principio con una techumbre de madera que fue sustituida a finales del siglo XV o principios del XVI por otra de tipo mudéjar de la que se han conservado algunos restos. Sabemos por el Libro de los lugares y aldeas del Obispado de Salamanca (1604-1629) que la iglesia de Cantalapiedra tenía todavía en esos momentos “tres naves bien enmaderadas”. En un mandato de visita de 1617 que publica Hilario Almeida se hace constar el lamentable estado en el que se encontraba el coro alto y la necesidad de levantar la techumbre de las naves laterales. Se ordena por tanto “subir la armadura del tejado por lo más alto della con las bocas canales del crucero y se han de subir las cuatro paredes de piedra de albañilería todo lo que pide la trasposición de la obra, teniendo atención a que reciban las dos corrientes las aguas de las dos capillas de Nuestra Señora y Santiago y las paredes, que han de ser la del nascimiento del sol y la de septentrión, han de subir de piedra doce pies por lo más o menos”. Queda claro que en estos momentos se recrecieron los muros de las naves eliminando el desnivel que existía entre la nave central y las laterales e inutilizando las antiguas ventanas románicas que se abrían en el mismo, algunas de las cuales todavía pueden verse cegadas en el interior. En esos mismos momentos se trabajaba también en la reparación de los pilares de ladrillo que formaban el pórtico exterior, que ya aparecía documentado en 1570. Las bóvedas actuales, de medio cañón con lunetos, fueron construidas en el siglo XVIII, al igual que los contrafuertes de los muros norte y sur. Según Casaseca, en 1712, el maestro Mateo González dio las trazas de las nuevas bóvedas que fueron construidas por Bernardo de Céspedes y Gregorio Sanz. En 1716 fueron tasadas por fray Pedro, carmelita descalzo que residía en Cantalapiedra. Así pues, con el edificio tan transformado, podemos considerar como románico-mudéjar la parte delantera de la iglesia, desde los ábsides hasta las puertas laterales, aspecto que ya contempló Riánsares. El ábside central es de mayor anchura que los laterales, en consonancia con las naves. Accedemos a él por un arco de medio punto y triple rosca, sustentado en pilares escalonados en planta. El tramo recto del presbiterio se cubre con bóveda de medio cañón con tres fajones doblados sobre pilares también escalonados. El hemiciclo absidal se cubre con cuarto de esfera y el presbiterio con bóveda de medio cañón sobre tres arcos fajones doblados. La misma solución se percibe en los ábsides laterales, excepto en su tramo recto donde sólo tiene dos arcos fajones. Al exterior, el ladrillo original de estos ábsides ha sido cubierto por sillería de piedra caliza. Los laterales presentan forma semicircular y el central poligonal. En los tres aparecen ventanas góticas, hoy cegadas. La central posee celosía de piedra y está flanqueada por los escudos del obispo don Diego de Anaya. Esto nos permite suponer que esta reforma gótica del exterior de los ábsides debió realizarse durante su episcopado en Salamanca (1392- 1405). La cornisa de estos ábsides y del brazo norte del crucero descansan sobre canecillos góticos, la mayoría de rostros humanos. La portada septentrional es de arco de medio punto doblado con imposta de nacela de piedra. Está rematada por un friso de ladrillos en esquinillas, todo ello amparado por alfiz. La del mediodía está formada por un arco apuntado de triple rosca rematado en la parte superior por un friso compuesto por un óculo flanqueado por ladrillos inclinados dispuestos dos a dos. Lo más característico de esta portada eran, sin lugar a dudas, los veintiún lóbulos que adornaban su arquivolta central, hoy perdidos. A los lados de la portada meridional aparecen unos curiosos arcos ciegos levemente apuntados. Siempre se ha pensado que su función era meramente articuladora y que nunca fueron practicables. Esto parece confirmarse tras la reciente restauración, que ha descubierto bajo sus claves dos ventanas formadas por un arco de medio punto doblado inscrito en un rectángulo. A los pies del edificio se levanta la torre que fue reformada a mediados del siglo XVIII. En la parte inferior de la misma se disponían también tres cegados; el del centro -posiblemente una antigua portada- formado por un arc o de medio punto y triple rosca enmarcado por alfiz y los laterales apuntados y de tamaño algo mayor, muy semejantes a los del muro sur que acabamos de comentar. El del lado del evangelio está prácticamente oculto por los posteriores revoques, pero en el del lado de la epístola, y tras la limpieza del muro, se observa un curioso ajimez apuntado. El templo fue objeto de una intensa labor de restauración llevada a cabo entre 1993 y 1996 que ha dado lugar a interesantes hallazgos entre los que merece una atención especial el descubrimiento de unas pinturas murales del siglo XV que estaban ocultas bajo los encalados modernos y que han sido atribuidas al taller de Nicolás Florentino. La iglesia de Santa María del Castillo es, en resumen, un edificio de origen románico con muchas modificaciones posteriores. En cuanto a la cronología de las partes primitivas del templo, Gómez-Moreno propone una fecha cercana a la donación de la villa por Alfonso VII (1136), fecha que se nos antoja demasiado temprana para una construcción de las características descritas. A nuestro juicio esta cronología debería retrasarse, al menos, hasta comienzos del siglo XIII, coincidiendo tal vez -aunque no necesariamente- con el desarrollo de la villa como cámara episcopal.