Identificador
49000_0218
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 30' 7.78'' , -5º 44' 41.69''
Idioma
Autor
Rosa Pellón Bustillo
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Zamora
Provincia
Zamora
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
ENTRE EL PASAJE Y LA PLAZA de su nombre y en las inmediaciones de la calle Balborraz se alzan los vergonzantes restos de una de las iglesias románicas de la zamorana Puebla del Valle. Poco sabemos de su primitiva historia, aunque la presencia de sus rectores confirmando documentos a principios del siglo XIII nos prueba su construcción durante la anterior centuria. Ya en 1223 se data la sentencia del pleito entablado entre un presbítero de San Leonardo y los habitantes de la Puebla, disputa motivada por el pago de cierta pensión. Los propios epitafios grabados en su portada occidental, recogidos por Gómez-Moreno, proporcionan datas de 1239, 1240 y 1251. El templo, levantado en sillería de conglomerado de arenisca, ha sufrido notables transformaciones, siendo ya obra del siglo XVI su cabecera poligonal con cornisa de nacela, transparente en el lienzo central, contrafuertes de esquina y capilla de testero plano como cabecera de la colateral. La cabecera se cubre con dos tramos de bóvedas de crucería, cuyo desplome peligra por el estado de la techumbre. Su planta es ciertamente desconcertante en su actual configuración interior de dos naves, aunque creemos que era única en origen, pues los dos formeros -de medio punto uno y levemente apuntado el más occidental, ambos doblados- son de muy desigual compostura. Reafirma esta idea el carácter románico de las zonas bajas del muro septentrional de la actual colateral, rematado con una cornisa achaflanada sobre canes troncopiramidales con cuatro hojitas, al más puro estilo del románico tardío zamorano e idénticos a los del muro meridional de la nave, en el que se abría una portada hoy cegada, observándose sólo un gran arco de medio punto con una muy rasurada chambrana moldurada con bocel, nacela y filete. Esta fachada meridional se protegía con un pórtico, del que restan los canzorros. Sobre la portada se abrió posteriormente una hornacina de ladrillo. El muro meridional de la nave presenta un acusado desplome, causa de la ruina del esquinal sudoccidental y de la refección parcial del hastial, rematado a piñón. En éste se abre la hoy oculta portada occidental del templo, de arco de medio punto y tres arquivoltas almohadilladas, al estilo de la puerta norte de Santiago del Burgo, que apean en jambas escalonadas con dos parejas de columnas en los codillos, rematadas con capiteles vegetales de pencas e imposta con el típico perfil zamorano. En esta fachada se conservan los únicos vestigios de policromía arquitectónica románica de la provincia, aparte los de la catedral, y ha sufrido en el pasado siglo el expolio de los dos altorrelieves que la flanqueaban, a modo de baldaquinos, descritos por Gómez-Moreno del modo siguiente: “A los lados de la puerta del hastial, en alto y sobre amplias repisas con cabezas y bustos humanos pulsando laúd y salterio, posan figuras de una leona, guardando quizá su cría, ante edificio con doseletes y arcos, y un león, teniendo enroscada una serpiente a sus patas; las cobijan guardapolvos con arcos redondos y flores. Obra del siglo XIII, en piedra”. Uno de estos relieves ha desaparecido, conservándose el otro en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York (n.º 16.142). Bajo una especie de dosel con tres arquillos y rematado por tres apuntadas cúpulas perladas se dispone, en la zona inferior, un león -casi de bulto redondo- aplastando a un dragón. Tras él se disponen varias figuras de menor tamaño, divididas en dos escenas. En la parte izquierda vemos una sintética representación de la Anunciación y Coronación de la Virgen, con María sedente en el centro, juntando sus manos sobre su pecho y recibiendo la corona de la descabezada figura de Cristo -también entronizado-, mientras por su derecha transmite su mensaje el arcángel, portador de una filacteria. Las figuras de la parte derecha del relieve se han asociado al ciclo del patrón del edificio, san Leonardo, que aparece liberando a dos cautivos encadenados sobre la representación de una torre decorada con dos arpías. El relieve conserva policromía original de tonos rojos, azules y verdes. David Simon relaciona su estilo con el de la portada meridional de la catedral de Ciudad Rodrigo y con el sepulcro de La Magdalena de Zamora y lo data en los años finales del siglo XII o iniciales del XIII. En el ángulo noroeste del templo se dispone una torre de planta cuadrada, con pasadizo abovedado en cañón como la de San Cipriano, del cual es observable el arco exterior, hoy cegado, netamente apuntado y sobre impostas de bocel, nacela y listel. El acceso al desaparecido cuerpo de campanas de la desmochada torre se realiza a través de una escalera de caracol con entrada desde la nave, siendo añadido -aunque casi contemporáneo- el cuerpo cúbico que la acoge. La iglesia fue adquirida hace unos años por una cantidad irrisoria para destinarla a un uso hostelero que a fecha de hoy no se ha materializado. La contemplación exterior, única posible, de este templo resulta desoladora: acosado por los vehículos en su fachada meridional, a la que también se adosa una abandonada carbonería, rodeada de unas ruinas impropias de un núcleo urbano por el norte, sus cubiertas en inminente trance de desplomarse por falta de cuidado, su último e inapropiado uso como vivienda, que terminó en incendio, etc., se alzan como insultantes argumentos que nos empujan a replantearnos los límites que somos capaces de asumir para la tan cacareada noción de patrimonio cultural.