Pasar al contenido principal
x

Planta

Identificador
24320_01_051
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 22' 15.20'' , -5º 1' 56.00''
Idioma
Autor
Pedro Javier Rosales Mateo
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Tirso

Localidad
Sahagún
Municipio
Sahagún
Provincia
León
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA PARROQUIA DE SAN TIRSO se alza en la calle Alfonso VI, ante la portada neoclásica de orden jónico que guarda las ruinas románicas del monasterio de San Benito, junto a la denominada “Torre del Reloj”, obra neoclásica debida, como dicha portada, al arquitecto fray Miguel Echano (1824-1831). Los alarifes (maestros) y albañiles mudéjares de Sahagún levantaron las primeras iglesias románicas adornadas con motivos de origen islámico. Eran buenos conocedores del sistema de construcción barato, realizado con ladrillo, madera, mampostería y yeso, que era empleado por los almohades en al-Andalus. Sus servicios fueron requeridos por los burgueses de la villa, que deseaban levantar nuevas parroquias en sus barrios, y muy posiblemente por los judíos para hacer su sinagoga, del mismo modo que ocurrirá en Toledo en el siglo XIV, cuando don Samuel Leví (†1366), almojarife del rey don Pedro I de Castilla, patrocine la construcción de la sinagoga del Tránsito. Fue el mudéjar, en consecuencia, un arte popular, que utilizó el ladrillo como material primordial, mientras en el poderoso monasterio de San Benito el Real unos maestros constructores, posiblemente extranjeros, levantaban en perfecta sillería el suntuoso templo de estilo románico francés donde recibieron sepultura el rey don Alfonso VI y su familia, así como destacados personajes de la alta nobleza leonesa. Respecto a la iglesia que nos ocupa, Gómez-Moreno menciona un documento, fechado en 1123, que se refiere a la existencia de una primitiva parroquia de San Tirso. Fernández Catón, por su parte, publicó una escritura de donación firmada por la infanta doña Sancha, hermana de Alfonso VII el Emperador, y fechada en Sahagún el 7 de septiembre de 1126, la cual se dirige al monasterio de San Pedro de las Dueñas en estos términos: Facta... huius... per manum Adefonsi eclessie Sancte Tyrsi . . . Como veremos, el análisis morfológico delata que el templo actual pudo ser iniciado por el ábside central en románico de piedra hacia 1170, siendo terminado en ladrillo hacia 1200. Pertenece al estilo románico de ladrillo, a excepción del arco triunfal de la capilla mayor, que era apuntado, y del muro meridional. En el muro de los pies es visible la huella de otra puerta con arco de medio punto, compuesta con bloques de piedra. Los estudios más recientes confirman que el mudéjar hispánico vio la luz en Sahagún hacia 1150, cuando se levantó al norte del templo monástico un edificio o corredor de ladrillo cuyo muro meridional, el único superviviente, fue aprovechado algo más tarde para levantar la nave protogótica que hoy conocemos con el nombre de capilla de San Mancio. Ésta fue consagrada en 1184 en honor de San Benito, que no de San Mancio, asistiendo a la ceremonia Fernando, obispo de Astorga; Pedro, obispo de Ciudad Rodrigo; Alfonso, obispo de Orense, y Juan, abad del monasterio, según consta en la inscripción conservada en uno de los contrafuertes románicos del interior. En efecto, su apoyo meridional lo constituye el propio muro del templo románico, del que se aprovechan los contrafuertes para sostener una bóveda de crucería con nervios de piedra y plementería de ladrillo. Como ya señaló Valdés Fernández, el muro septentrional, de ladrillo, es más antiguo que la capilla y se articula mediante arcos ciegos de medio punto encerrados en recuadros. Es la manifestación de románico mudéjar más antigua que se conoce, aunque la ausencia de elementos decorativos islámicos exige la más prudente denominación de románico de ladrillo, realizado, eso sí, por albañiles mudéjares. A este románico de ladrillo pertenecen los muros de separación de la nave del evangelio en la iglesia del monasterio de San Pedro de las Dueñas, de monjas benedictinas, que había sido construido en piedra y en estilo románico hacia 1100 bajo los auspicios del de Sahagún. Dichos muros de ladrillo debieron ser levantados poco después de la construcción de los que hemos mencionado de la capilla de San Mancio en el monasterio masculino, pues en ellos vuelven a utilizarse los arcos ciegos de medio punto encerrados en recuadros. El bajo coste de los materiales empleados por los mudéjares debió ser la causa de la construcción con ladrillo de la nueva iglesia parroquial de San Tirso, ubicada frente a los tres ábsides pétreos de la iglesia románica del monasterio de San Benito. Hacia 1170 se utilizó la sillería para comenzar el ábside central, pero a partir del zócalo toda la obra se trocó en ladrillo dispuesto entre espesas capas de argamasa. Su planta es de tres naves, separadas por pilares rectangulares de ladrillo que en sus dos tramos cercanos al crucero sostienen arcos de medio punto de amplia luz, posiblemente realizados en el siglo XVII. Solamente es original el tramo de los pies, cuya disposición delata el aspecto primitivo que tuvieron las naves. Según dicho fragmento, las naves estaban separadas mediante cinco arcos de medio punto de unos 2,60 m de luz por 2,80 de alto. Sobre ellos se disponían dos pares de recuadros ciegos separados por un rectángulo vertical saliente. Los muros exteriores de las naves sufrieron innumerables reformas, sobre todo en el lado septentrional, cuando en 1897 se construyó la nueva puerta con su atrio y enrejado. El más antiguo es el meridional en su mitad inferior, que debió ser construido hacia 1200, con ladrillos más oscuros aparejados entre gru esas capas de argamasa, como ocurre en las iglesias de San Lorenzo y Santiago. Muestra elegante labor de seis recuadros ciegos y doblados, rematados en friso de esquinillas, y conserva la portada original del templo, de triple arquivolta ojival protegida con un recuadro horizontal de ladrillos que encierra un friso de esquinillas. Hoy la vemos cegada y hundida en su parte inferior hasta unos dos metros de profundidad a partir del nivel actual de la calle, hecho que viene causando serios problemas de humedad en el interior del templo. Posee crucero ligeramente saliente en planta. En su centro hay pilares acodillados de sección cruciforme que descansan sobre bases cilíndricas y sostienen arcos de herradura de amplia luz y rosca doblada, descansando la exterior sobre ménsulas. Sobre dichos arcos continúa el muro de ladrillo, que remata en una banda horizontal de ladrillos colocados verticalmente y en otra superior de opus spicatum. Pero todos los arcos de herradura de la cabecera y el remate central del crucero que acabamos de describir son obra moderna, realizada durante la reconstrucción del templo en 1948-1960. Como es sabido, en el siglo XIX observó José María Quadrado que el crucero y su cúpula eran obra “moderna”, que los tres arcos que daban paso a las naves eran de medio punto y sostenían la techumbre de madera de dichas naves, y que el arco triunfal de la capilla mayor era apuntado, aunque asentaba sobre columnas románicas de piedra. Según consta en el Libro de Actas de la Comisión de Monumentos de León, en 1885 sobrevivía un fragmento del primitivo artesonado, pero actualmente tanto la nave central como el crucero se cubren con artesonados realizados en los años 50 del siglo XX bajo la dirección de D. Luis Menéndez-Pidal. Las naves laterales tienen techo plano de yeso, realizado en la pésima restauración de los años 80. Los arcos de acceso a los tres ábsides semicirculares son actualmente de herradura, doblados los laterales y triple el triunfal, pero sabemos que se deben a la reconstrucción de 1948-1960 y que el de la capilla mayor fue ojival. Dichos ábsides están abovedados con cuarto de esfera y vienen precedidos por un tramo rectangular cubierto con bóveda de cañón, marcando la separación en el central un arco fajón de medio punto de ladrillo que descansa, como el triunfal, sobre dos columnas románicas de piedra empotradas en el muro. Descansan sobre el banco pétreo que recorre el semicírculo interior del ábside y señala el límite de la obra en piedra, componiéndose de basa con toro superior, bastante tosca; fuste de cuatro bloques de piedra, capitel semicilíndrico de dos molduras y caveto, y cimacio rectangular con caveto y bocel. Algo más elaboradas son las dos columnas de piedra que sostienen el arco triunfal sobre el basamento cilíndrico de los pilares. Tienen basa ática, fuste de varios bloques de piedra (seis el derecho y cinco el izquierdo) y capitel formado por equino decorado con una fila de abultadas ruedas solares dextrógiras, situadas entre el astrágalo y el anillo superior, y ábaco cuadrangular con protuberancias vegetales en los ángulos, caveto y filete superior. En estos mismos pilare s se hallan dos responsiones exteriores de ladrillo de sección cuadrada que miran a las naves y descansan sobre soportes de piedra, formados por podio cuadrado y basa ática con garras. Las tres capillas de la cabecera se comunican mediante dos puertas laterales de medio punto abiertas en sus tramos rectos, los cuales rematan en una moldura superior que señala el arranque de las bóvedas. Ilumina cada ábside una pequeña ventana abocinada de medio punto. En el central, hacia la derecha, pueden verse algunos restos de las pinturas góticas del siglo XIII que originariamente debieron cubrir toda su superficie interior. Exteriormente, el ábside central muestra obra románica de sillería con el inicio de cuatro columnas entregas hasta unos 3,40 m de altura. En los años 80 del siglo XX fue desenterrada su parte inferior, apareciendo el basamento del muro y las basas de las citadas columnas. Como aparecieron deterioradas, las citadas basas fueron completadas con una capa de cemento que felizmente fue eliminada poco después. El resto de los ábsides se continuó en obra de ladrillo similar a la que los patrocinadores pudieron haber visto en la capilla de San Mancio. En el central se hizo una fila de ocho arcos ciegos de trasdós doblado de medio punto que descansan en pilastras de ladrillo, apoyadas alternativamente sobre las columnas de piedra y sobre ménsulas escalonadas de ladrillo apoyadas directamente en el muro románico de piedra. Por encima corre un segundo cuerpo de nueve arquillos ciegos de medio punto, encerrados por separado en recuadros verticales. En el arquillo central se abre un vano de medio punto en aspillera y abocinado, con derrame interno. Remata este ábside un alero en voladizo, formado por una moldura doble de ladrillos dispuestos en nacela. De los dos ábsides laterales solamente es original el del lado de la epístola, que en las fotografías de principios del siglo XX aparece oculto por una pequeña construcción que estaba dedicada al culto de las ánimas del Purgatorio. Una vez derribada, pudo contemplarse el exterior del ábside de ladrillo, en el que se había utilizado la misma decoración que en el central, aunque invirtiendo los motivos. Así, la primera altura viene recorrida por arcos ciegos de medio punto encerrados en recuadros y la segunda por arquillos ciegos de trasdós doblado, dispuestos sobre ménsulas cúbicas con base en nacela. No sabemos cuándo fue derribado el ábside septentrional para levantar en su lugar una sacristía. El que vemos actualmente fue construido en los años 50 del siglo XX, a semejanza del que acabamos de describir, según proyecto aprobado por la Dirección General de Bellas Artes y supervisado por el arquitecto D. Luis Menéndez Pidal, que restauró la iglesia completamente tras el derrumbamiento de la torre. A los pies del templo, en la nave del evangelio, se encuentra la escalera de madera que asciende al tejado y sirve para acceder a la torre desde su lado oeste, pero en origen, como señala Gómez-Moreno (Catálogo Monumental de la Provincia de León, 1906-1908, Madrid, 1925, p. 351), existió una angosta escalera abovedada con cañones rampantes que iba embutida entre los dos ábsides originales y debió desaparecer en 1948. Dicha torre presenta la peculiaridad de que no asienta sobre el centro del crucero, sino sobre el tramo recto y rectangular que precede al semicírculo del ábside central, siendo por ello de planta rectangular, de 4,70 x 2,80 m de lado. Posee un basamento cuyos extremos cortos descienden en talud, abriéndose un vano de medio punto en el lado oriental, que cae recto, como su opuesto. El cuerpo principal de la torre posee dos pisos de arquerías. El más bajo tiene en sus caras este y oeste un par de arcos geminados separados por un pilar de ladrillo de sección cuadrada. En los lados cortos hay un solo arco geminado, exactamente igual a los anteriores. Están formados por dos arcos de medio punto con doble rosca, separados por una columna central de piedra que descansa, en cada caso, sobre podio cúbico de ladrillo. Estas seis columnas de piedra poseen basa ática con garras, fuste monolítico y capitel troncocónico inverso, adornado en unos casos con abstracciones cóncavas de cuatro hojas con nervio central, y en otros con cuatro esferas con ruedas solares. Constan los ábacos de caveto, bocel y listel superior. En cada lado ancho del segundo piso de arquerías se disponen seis ventanas rematadas en otros tantos arcos de medio punto de doble rosca asentados sobre cinco columnillas dobles, dispuestas perpendicularmente con respecto al muro. En los laterales se usa el mismo motivo, pero aparece transformado en dos arcos geminados con sus columnillas dobles de piedra, separados por un pilar central de ladrillo. En todos los casos, las dobles columnillas presentan basa ática común a ambas, fustes monolíticos, capiteles con abstracciones geométricas de cuatro hojas y ábaco moldurado único. Más estrecho, el último cuerpo de la torre presenta siete vanos lisos con arco de medio punto en las caras anchas de la torre y otros cinco en los laterales. Dos molduras salientes de ladrillo forman la cornisa superior, sobre la que apoyan los modillones de madera que sostienen la techumbre a cuatro aguas. En realidad, nos encontramos ante una reconstrucción exacta y completa de la desaparecida torre original, la cual presenta un estado de avanzado deterioro en las fotografías anteriores a 1948 (véanse, por ejemplo, las publicadas en las enciclopedias Ars Hispaniae y Summa Artis). En la tarde del domingo 29 de febrero de 1948 la torre fue inspeccionada por el arquitecto D. Juan Torbado y por D. José Calderón de Ayala, observando que a cada paso que daban caía polvo por todas partes. El arquitecto Torbado emitió un juicio claro: “mañana mismo hay que apuntalar”. Pero a las 22 horas del mismo día la vetusta torre mudéjar se vino abajo en medio de un formidable estrépito, destruyendo toda la cabecera del templo y arrastrando consigo el tendido eléctrico. Toda la villa se quedó sin suministro de luz y se vio envuelta en una espesa niebla de polvo en suspensión. La misma noche del derrumbe el pueblo devoto rescató el Santísimo, que fue llevado en solemne procesión hasta la iglesia de San Lorenzo a la luz de las velas. Se hizo cargo de la reconstrucción del templo la Dirección General de Bellas Artes, bajo la supervisión del arquitecto D. Luis Menéndez-Pidal, personaje que dejó grato recuerdo en la villa. Dirigió las obras un albañil zaragozano experto en los materiales propios del mudéjar, que reconstruyó por completo el centro del crucero, el tramo que precedía al ábside central y la torre. También construyó completamente el ábside septentrional, tomando como modelo el lateral que sobrevivía al otro lado. Finalizaron las obras en 1960, con la colocación de la techumbre y las campanas en la torre. De este modo se salvó para la posteridad la más antigua iglesia mudéjar de España. En el atrio del siglo XIX se conservan varios sepulcros trapezoidales de piedra con hueco interior adaptado para la cabeza del difunto. Ya en el interior del templo, junto a la entrada, hay una pila de agua bendita sobre su pilar, del siglo XVII, y cuatro sillares esculpidos de piedra que proceden de cornisas adornadas con acantos y rosetas, de época gótica, como los restos de pinturas del ábside central. Hay también dos notables piezas escultóricas de estilo gótico realizadas en piedra hacia 1240. La primera de ellas es una estatua de san Juan Evangelista hallada en 1991 dentro del “arco de San Benito” que presenta restos de policromía y debió pertenecer a la portada primitiva del monasterio. La otra es un sepulcro procedente del monasterio de Trianos cuya cama recoge la efigie yacente de un caballero con espuelas, perteneciente quizá al linaje de los Téllez de Meneses. En el extremo triangular de la tapa, en la cabecera, figura el Cordero Pascual entre ángeles turiferarios. En los lados largos de la caja del sepulcro pueden verse, a mano izquierda, el Pantocrátor con el Tetramorfos y el Apostolado, y a la derecha el funeral celebrado por dicho difunto. En los lados cortos aparecen junto a la cabecera una escena cortesana y a los pies dos ángeles llevando en un sudario la representación del alma del difunto, que está vestido con un manto. En el extremo meridional del crucero se abren dos sepulcros de arcosolio de medio punto, cuyas lápidas están siendo destruidas por la humedad procedente de la calle, hoy situada muy por encima de su nivel original. Pertenecieron al doctor D. Jerónimo Coronel Velázquez, natural de Valladolid, provisor de las catedrales de Valladolid, León y Astorga, párroco de la iglesia de San Tirso de Sahagún, provisor de la abadía y juez ordinario del Tribunal de la Santa Inquisición. En 1642 fundó una Obra Pía para la dotación de huérfanas pobres y de buena conducta que aún funcionaba en 1920. También dotó y fundó en San Tirso una capilla familiar dedicada Nuestra Señora de los Ángeles, que es la que nos ocupa, adonde trasladó los restos de sus abuelos y hermano desde la parroquia de Santa Cruz. Todavía es posible leer la inscripción del arcosolio de la derecha: AQVI ESTAN LOS HUESSOS DE LUIS PEREZ Y LEONOR CORONEL, ABUELOS DEL Dor C ORONEL BELAZQUEZ Sor DE ESTA CAPILLA, Y LOS DE ALONSO BELAZQUEZ SV HERMANO CVRA DE Sª CRVZ, QUE ESTABAN SEPVLTADOS DENTRO DE ELLA Y LOS MANDO TRASLADAR DE POR Y SV TESTAMENTO A E STA PARROQVIA... GADO ANTE POR... ACAVOSE ESTA CAPILLA EL AÑO DE 1654. La inscripción del arcosolio de la izquierda, por el contrario, está excesivamente deteriorada, pero todavía alcanzamos a leer que perteneció al titular de la capilla: AQVI YACE EL Dor GERONIMO CORONEL BELAZQUEZ... Sobre cada inscripción, dentro también del arcosolio, hay dos escudos de armas de yeso policromado pertenecientes al linaje de los Coronel. A pesar de su avanzado deterioro todavía son visibles formas y colores. Es un escudo partido, 1 de gules con cinco águilas de plata coronadas de oro, puestas en sotuer, y bordura dimidiada de azur con ocho flores de lis de oro; 2 de azur con un árbol de sinople y un león de su color coronado de oro y empinado al tronco, y jefe de plata con un coronel de oro. Por detrás sobresalen los extremos de una cruz floronada y gironada de plata y sable que delata la pertenencia del titular a la Orden de Padres Predicadores de Santo Domingo. El mismo escudo, aunque invertido como si lo viéramos en un espejo, se repite en el arcosolio izquierdo. Garci Alonso de Torres, natural de Sahagún y rey de armas del título “Aragón” en la Corte de Fernando el Católico, escribió en 1496 en su Blasón d´arm a s que los Coroneles “traen de gulas con çynco águilas de plata”, y añade en su Blasón y recogimiento de arm a s, escrito hacia 1515, que los de esta familia “han havido su asiento en la çiudad de Sevilla y agora en la çiudad de Segovia”. La coincidencia heráldica demuestra que el doctor Coronel Velázquez era descendiente de ese linaje converso, cuyos componentes fueron bautizados el 15 de junio de 1492 en el monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe en presencia de los Reyes Católicos, que fueron sus padrinos. De este modo, Abrahem Seneor, que era recaudador real, tesorero general de la Santa Hermandad y rabí mayor de las Aljamas de Castilla, pasó a llamarse Fernán Pérez Coronel, fue nombrado regidor de Segovia y contador mayor del príncipe don Juan, y recibió carta de hidalguía para sí y sus parientes y descendientes. Su yerno, el rabí mayor Melamed, arrendador de las rentas reales, fue bautizado con el nombre de Fernán Núñez Coronel. Hijos del primero fueron Juan Pérez Coronel (Salomón Seneor) e Íñigo López Coronel (†1522), chambelán del emperador Carlos V. Hija del citado Íñigo López Coronel fue María Coronel, esposa del comunero segoviano Juan Bravo. Otro de sus parientes, llamado Pablo Coronel (†1534), colaboró en la redacción de la Biblia Políglota Complutense y destacó como “catedrático de Hebrayco” en la Universidad de Salamanca. Descendiente de este linaje converso fue el doctor don Jerónimo Coronel Velázquez, párroco de la más antigua parroquia mudéjar de España, a la que regaló una reliquia de San Tirso y en la que decidió ser enterrado al final de sus días junto a sus abuelos y hermano.