EL EDIFICIO QUE HA LLEGADO hasta nosotros es una sencilla construcción tardorrománica adscrita por Gómez-Moreno y Álvarez García a principios del siglo XIII. Consta de una nave y cabecera recta, todo ello realizado en sillarejo y mampostería rejuntada con cemento tras alguna reciente y poco afortunada restauración. En el muro sur se disponen tres contrafuertes, dos de ellos coinciden con los arcos fajones del interior, mientras que el tercero, más próximo a los pies, corresponde a una campaña constructiva diferente. Entre los dos primeros se construyó posteriormente una sacristía de planta rectangular. En el lado oriental del ábside se abre una ventana románica formada por un arco de medio punto moldurado con bocel que alberga una estrecha aspillera también moldurada con pequeños boceles concéntricos. En el espacio que queda entre ambos arcos se tallaron dos cruces patadas inscritas en círculos en las que algunos han querido ver el emblema de los hospitalarios. En el lado meridional hay otra aspillera románica con doble derrame y arco de medio punto. Por debajo del alero actual de la cabecera se conserva la primitiva línea de canecillos lo que demuestra que en origen existía un desnivel entre la cubierta de la nave y la del ábside. En época difícil de precisar fueron recrecidos los muros de la capilla mayor unificándose el nivel del tejado. Sobre el hastial occidental se yergue una pequeña espadaña formada por un arco de medio punto sobre imposta biselada y remate a piñón. Orientada al norte se dispone la puerta de acceso compuesta por tres arquivoltas de medio punto decoradas con molduras de boceles, motivo que se extiende también por los bordes de la imposta, en la arista de las jambas y en el basamento. En el interior, la nave se divide en dos tramos cubiertos con bóveda de cañón apuntado separados por un arco fajón que apoya sobre pilastras. Marcando el arranque de la cubierta se extiende una línea de imposta con perfil de nacela que se interrumpe a la altura del coro de madera colocado a los pies del templo. Se accede a la cabecera, también cubierta con cañón apuntado, a través de un arco triunfal que apoya directamente sobre las pilastras. El aspecto es bastante sobrio, sin ningún tipo de decoración escultórica y con la bóveda pintada de blanco. Aunque hace algunos años fueron picados los muros de la nave dejando a la vista el aparejo de mampostería de piedra y canto rodado, éstos en origen debieron ir enlucidos y pintados. Bajo la capa de cal que cubre la bóveda del ábside todavía se observan vestigios de pintura mural a base de líneas rojas dispuestas sobre un fondo de cal imitando el despiece de un paramento de sillería. Este tipo de decoración parece de factura ya gótica y debió de ser muy habitual en las iglesias medievales, pero el laborioso y destructivo picado de las paredes realizado por manos inexpertas ha dado al traste con buena parte de estas muestras. La parte más occidental del la nave parece haber sufrido alguna remodelación, posiblemente en el momento de colocar el coro de madera. Se explicaría así la existencia del contrafuerte exterior, diferente a los otros dos, así como la apertura en esa parte de dos ventanas modernas.