Santa Llúcia d'Abella
Iglesia de Santa Llúcia d’Abella
El pueblo de Abella se encuentra en el extremo oriental del municipio, en la ribera izquierda de la riera homónima, afluente del Ter. Se llega desde la pista conocida como carretera de Abella, a la que se accede desde un desvío en el punto kilométrico 3 de la carretera GIV-5264, que une las poblaciones de Camprodon y Setcases pasando por Vilallonga.
No se conoce ninguna mención de Abella, ni de su iglesia, anterior al 1266 y, a partir de este momento, las escasas ocasiones en que aparece en la documentación histórica, ésta no aporta ningún tipo de información que permita reconstruir el devenir histórico del templo de Santa Llúcia. Tan sólo es posible determinar que, pese a su cercanía al vecino pueblo de la Roca, Abella se encontraba situada en los dominios del castillo del Catllar y que, en lo eclesiástico, formaba parte de las posesiones del monasterio de Sant Pere de Besalú. Santa Llúcia tampoco aparece en las listas parroquiales, por lo que resulta factible pensar que nos encontramos ante una sufragánea de la vecina parroquial de Sant Martí de Vilallonga de Ter.
Santa Llúcia d’Abella es un edificio de dimensiones modestas, que presenta una única nave cerrada con bóveda de cañón apuntada bajo una cubierta a dos aguas y que, muy probablemente, en origen debió estar rematada por un ábside de planta semicircular, substituido posteriormente por la cabecera plana actual. A los pies, la iglesia está coronada por una espadaña de dos vanos que potencia la verticalidad de la fachada occidental, que aloja la puerta de acces.
En el siglo xviii el edificio fue sometido a varias modificaciones que afectaron su configuración inicial. En primer lugar, en el lado de la Epístola y junto a la cabecera, se añadió a la nave un cuerpo de planta rectangular que desde entonces hace las veces de sacristía, para lo cual fue necesario practicar una abertura en el muro sur que permitiese el acceso a este nuevo espacio. A juzgar por el parecido existente entre la configuración de los paramentos exteriores de la sacristía y del muro presbiteral en su zona central, cabe plantear la hipótesis que fue coincidiendo con esta reforma que tuvo lugar la substitución del ábside románico por la cabecera actual. Hasta el momento, se desconocen las causas del derrumbe de dicho ábside, y no es posible aportar ningún tipo de información acerca de si éste fue debido a la propia degradación de las estructuras arquitectónicas o por alguna otra causa que desconocemos.
A este mismo momento deben corresponderse los cambios que se realizaron en la fachada oeste. También aquí la alteración en la disposición de los sillares permite deducir una modificación de la configuración inicial de la fachada: en concreto, el mortero sobre la puerta permite seguir el perfil del que debió ser un arco de descarga de medio punto, substituido posteriormente por el acceso adintelado actual. Es precisamente la puerta, de doble batiente, la que contiene los elementos más destacados de Santa Llúcia: el cerrojo, la cerradura y los herrajes que la decoran, todos ellos de origen románico. Se trata de varias piezas de hierro forjado, la disposición y configuración de las cuales responde a la tipología más corriente en la decoración de las puertas herradas en el Ripollès (veáse, por ejemplo, el caso de las iglesias de Sant Esteve de Llanars y de Sant Cristòfol de Toses), en su variante más simple. Así, encontramos una cerradura creada a partir de una caja cuadrada, los costados de la cual se prolongan hasta darles una forma cóncava, un cerrojo constituido por un pasador cilíndrico unido en el centro a una maneta de hierro plana, un tirador de anilla y hasta ocho cintas de hierro que unen las tablas de madera que forman las puertas. Algunas de estas piezas se han perdido y las que restan se disponen en ambas puertas de forma simétrica y ocupan casi todo el ancho del batiente. Se trata, como ya se ha mencionado, de cintas lisas de sección rectangular, la mayoría de las cuales presenta un motivo decorativo en sus dos extremos formado por una espiral que crea un círculo completo.
Por encima de la puerta, hay un óculo que, junto con la estrecha ventana rectangular abierta en el muro este, permite una escasa entrada de luz al templo. En el interior, se practicaron algunas aberturas en los muros norte y sur, a modo de pequeños oratorios, y se construyó, a los pies, un coro elevado al que se accede mediante una escalera adosada a los muros este y norte.
Todo el templo carece de decoración escultórica, tanto en el interior como en el exterior, a excepción de la cornisa que recorre todo el perfil del edificio bajo la bóveda, evidenciando la transición entre los muros y la cubierta.
En el interior, los muros están cubiertos por una capa de enlucido, lo que unido a las modificaciones mencionadas anteriormente dificulta la realización de una correcta lectura de los paramentos. En las escasas zonas en las que es visible el aparejo románico, éste esta formado por hiladas regulares de sillares sin pulir.
La historiografía ha fijado la cronología de Santa Llúcia d’Abella en el siglo xii. Las reformas en el edificio y los cambios en el paramento no permiten fijar una datación más concreta, si bien el trabajo del hierro forjado en la puerta de acceso refuerza la hipótesis tradicional.
Texto y fotos: Margarida Muñoz Milán
Bibliografía
Catalunya Romànica, 1984-1998, X, p. 477.