Identificador
49000_0966
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 30' 12.92'' , -5º 44' 49.88''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Zamora
Provincia
Zamora
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LA IGLESIA DE SAN JUAN BAUTISTA, más conocida como San Juan de Puerta Nueva por hallarse originalmente junto al acceso más oriental del primer recinto amurallado, se encuentra en la actual Plaza Mayor. Tradicionalmente fue, y lo sigue siendo, una de las principales parroquias de la ciudad. Se levantó intramuros y aunque en 1157 hay una mención al barrio de Sancti Ioannis de Cortina l, la primera referencia concreta de que disponemos es del año 1172, cuando aparece como confirmante en uno de los documentos de la catedral don Tomé de Sancti Iohanis. Poco después, en 1176, es uno de sus monaguillos quien figura como testigo en otra carta, Petrus monazino de portanova. Rápidamente fue quedando -hasta hoy mismo- en el mismo corazón de la ciudad, a medida que fue creciendo el casco urbano, de modo que fue uno de los edificios de referencia en la vida pública local e incluso de los territorios del entorno. Aparece de este modo frecuentemente en la documentación bajomedieval de la catedral zamorana por ser la iglesia ante la que se ubicaba la Audiencia pública, en una pequeña plaza que se abría ante su fachada meridional, un espacio en el que se hallaban también numerosos puestos de mercaderes. Aquí era donde se vendían alimentos como la caza y el sitio exclusivo donde se podía ofrecer el pescado, salvo los días de feria. También el gremio de los zapateros tenía en esta iglesia la sede de su Cofradía de San Crispín y San Crispiniano, e incluso la relación del templo con la actividad artesana y mercantil se pone de manifiesto en el hecho de que el reloj que ya desde la Edad Media se hallaba en su torre, marcaba durante todo el año el horario de apertura y cierre de las tiendas de la ciudad. El edificio medieval quizá no es muy bien conocido en cuanto a su evolución constructiva, pero traspasada la Edad Media las reformas fueron numerosas y mucho mejor conocidas, dando lugar al complejo templo actual, un verdadero compendio de historia de la construcción y de la restauración, lo que en cierto modo genera incontables problemas a la hora de estudiar la etapa artística que nos interesa. La primitiva fábrica románica sufrió las primeras reformas en época gótica pero ya desde comienzos del siglo XVI la torre principalmente, aunque también el resto del edificio, comenzaron a dar problemas pues en el año 1502 se pagan algunos reparos en “la atalaya”, nombre sintomático de la funcionalidad de la pieza. Años después, en 1531 se llama a Rodrigo Gil de Hontañón para consolidar la torre y el templo, desarrollando su labor entre 1531 y 1533, que según el contrato consistió, en palabras de Vasallo Toranzo, quien ha estudiado esta intervención, en “reafirmar la torre y el pilar del lado de la epístola situado en la cabecera, para desde él lanzar el arco formero hasta los pies de la iglesia, y los arcos torales que sostendrían las bóvedas de la capilla mayor-torre y de la capilla de la epístola”. La obra comportó también la construcción de una bóveda de terceletes en la capilla mayor, para soportar la torre, pero el resultado no debió ser todo lo satisfactorio que cabía esperar ya que el 13 de diciembre de 1559 la torre se vino abajo y arrastró con ella buena parte del lado del evangelio. La reconstrucción comenzó de inmediato -en 1564, según una inscripción conservada en el interior- y en el contrato de uno de los maestros, Diego Camarón, existe el compromiso de levantar “el arco grande [del evangelio] conforme está el otro que está hecho y quedó en pie ...con los elegimientos que están hechos y con los mesmos moldes que tiene el otro arco”, e igualmente es ahora cuando se reconstruyen las bóvedas de la cabecera. A partir de entonces, según acuerdo suscrito ese mismo año, la torre pasó a propiedad del Ayuntamiento, en cuyo poder estuvo hasta 1899. Durante esas obras, se reconstruyó el artesonado de par y nudillo que se hizo a consecuencia de la intervención de Gil de Hontañón y tras ellas la torre siguió dando algunos problemas, con distintas intervenciones a lo largo de los años finales de ese siglo y del siguiente, hasta que en las obras llevadas a cabo por el arquitecto Pedro Vidal, entre 1898 y 1908 se eliminó definitivamente el chapitel. En 1642, en una de las reformas de ese chapitel de la torre, se colocó sobre él, a modo de veleta, un antiguo arnés conformando la figura de un guerrero, conocido popularmente como Pero Mato, conservado hoy en el Museo de Zamora y sustituido por una reproducción. En el siglo XVIII se transforma el interior, cubriéndose el artesonado con una serie de bóvedas de yeso, eliminadas también hacia 1980. En 1759 se reconstruyó la fachada occidental, añadiéndose una portada, obra de José de Churriguera, que fue desmantelada durante las restauraciones que se acometieron en el edificio a lo largo del siglo XX. A finales del siglo XIX hubo un proyecto municipal para ampliar la plaza, que comportaba el derribo de la iglesia, lo que afortunadamente no se llegó a consumar, aunque no ocurrió lo mismo con el claustro que tenía adosado a la fachada septentrional que, tras expropiación forzosa, fue destruido en el año 1907. Durante todo el siglo XX, especialmente en la década de 1980, ha sido objeto igualmente de numerosas restauraciones, que fundamentalmente han eliminado elementos añadidos, algunas casas pero también dependencias o estructuras de la propia iglesia, que hoy queda totalmente exenta, uniéndose la antigua plaza de San Juan de Puerta Nueva a la Mayor. A título anecdótico cabe recordar que en esta iglesia fue bautizado Leopoldo Alas Clarín el 27 de abril de 1852. El edificio actual está levantado en sillería arenisca local, un material que se ha empleado a lo largo de todas las etapas constructivas. Consta de triple cabecera de ábsides cuadrangulares y con tres naves separadas por los dos grandes arcos que se realizaron a partir de la reforma de Gil de Hontañón. La torre se levanta sobre la capilla mayor y a ella se accede a través de una escalera cuadrangular adosada a la nave de la epístola, separada de aquélla y comunicada a través de un tramo exterior de escalera. Las portadas son tres, una en el muro norte -cegada actualmente-, otra, la principal, en el sur, y la tercera a los pies. No cabe duda de que la iglesia románica fue de unas dimensiones idénticas a las actuales, aunque quizás algo más baja. Constaba básicamente del mismo formato de triple cabecera cuadrangular, la central más desarrollada, con tres naves de tres tramos, con soportes de pilares con semicolumnas adosadas. Desconocemos el tipo de cubierta, aunque parece lógico pensar en abovedamientos similares a los de Santiago del Burgo, con la que guarda estrecho parentesco; tampoco sabemos cómo era la estructura de la torre, aunque dadas las reiteradas reformas acometidas en ella y las reconstrucciones miméticas llevadas a cabo en la parte de la cabecera, cabe suponer que ya desde el principio tuviera la misma ubicación actual y un formato similar, más aún dada la proximidad de la muralla en ese lado. Las incontables intervenciones en la fábrica han acabado eliminando mucho de la estructura original y así, desde nuestro punto de vista y resumiendo una argumentación que sería demasiado extensa para exponer aquí, del templo románico quedan fundamentalmente las fachadas norte y sur. En la meridional se conserva prácticamente completo el absidiolo correspondiente, la escalera de caracol cuadrangular y el resto del paramento hasta el ángulo suroeste, incluyendo la torrecilla poligonal. En el muro norte se conservaría la portada y el paramento exterior del tercer tramo, aunque los contrafuertes son de recientes restauraciones, mientras que en el interior los muros románicos está muy destruidos por distintas reformas del siglo XVI y por la del siglo XVIII. De la cabecera creemos que original sólo queda el citado absidiolo sur, siendo el mayor -incluida la torre- y el septentrional reconstrucciones completas llevadas a cabo en la obra de 1564, aunque con la misma intención imitadora de lo anterior que también se asumió respecto a la intervención de Gil de Hontañón. Documentado está que en esas fechas se realiza el formero del lado del evangelio, a imagen del de la epístola, realizado algunas décadas antes por aquel arquitecto, aunque entre estas modificaciones sobrevive parte de lo que fue el primitivo arco triunfal de la capilla mayor románica y los lados vecinos de las menores. Finalmente el hastial original ha desaparecido por completo, tanto en el interior como en el exterior, primero por la construcción de la portada gótica, con el gran ventanal sobre ella y después por las modificaciones barrocas en los hastiales de las naves laterales. Aún así exteriormente los volúmenes son muy similares a los que tuvo el templo románico original. Sabido esto nos centraremos en el análisis de los restos supervivientes. Comenzando por lo que queda del arco triunfal mayor, se aprecian las semicolumnas adosadas a pilares cuadrangulares, un esquema que seguían también los triunfales de los absidiolos, aunque en el de la epístola sólo queda el cuerpo del pilar norte y en el del evangelio el pilar y la semicolumna meridionales. El absidiolo de la epístola conserva prácticamente toda su estructura románica, a excepción de la cubierta, que fue elevada y renovada. Exteriormente presenta someros contrafuertes en los extremos de los muros y en el testero se aprecia la primitiva altura con vertiente a un agua y un ventanal compuesto por saetera abocinada enmarcada por arco de grueso bocel entre mediascañas y chambrana de nacela, con dos columnillas que sostienen capiteles de acantos de fina y profusa labra, con cimacios también de acantos que se prolongan en imposta por el testero. La fina talla de estos elementos, muy superior a la que se puede ver en el resto del edificio nos recuerda al delicado trabajo escultórico de San Vicente y tal diferencia hizo dudar a Álvaro Ávila de la Torre de la autenticidad del ventanal, dado que además no aparecía en los planos de restauración de 1979. Sin embargo y a pesar de que parte de la ventana sí está reconstruida, los elementos decorados creemos que son auténticos -e incluso los cimacios están parcialmente rotos-, pues precisamente si algo no sorprende en la construcción románica es la presencia en un mismo edificio de escultores de muy distinta pericia y formación. La fachada sur de este absidiolo muestra la piedra muy renovada ya que aquí hubo adosada una estancia de la que se conserva una esquina y una puerta cegada y que tuvo más o menos unas dimensiones similares al semisótano que hoy alberga la calefacción. La imposta que recorría el paramento fue mutilada y todo el pretendido alero románico es completamente nuevo, salvo el canecillo más occidental, muy mutilado pero que parece ser igual a las copias modernas, de forma troncopiramidal invertida, de lados curvados y con cuatro hojitas lanceoladas planas. En cuanto a la ventana, aunque muy restaurada, es también románica, con saetera (nueva por completo) y doble arco cuyas dovelas están recorridas por el mismo motivo de molduras en zigzag, formadas por nacela rellena de botones flanqueada por medios boceles, decoración que se repite tanto en el frente como en el intradós. La chambrana ha desaparecido y los dos capiteles derechos, muy erosionados, son de acantos, con fustes y basas nuevas, al igual que todo el conjunto de soportes del otro lado. Creemos que muy acertadamente Á. Ávila pone en relación la decoración de las dovelas con una jamba del castillo conservada en el Museo de Zamora, o con la que aparece en los ábside de la benaventana Santa María del Azogue, aunque en realidad la conexión deriva aún más hacia el norte, hasta la colegiata leonesa de Arbas del Puerto y de aquí a algunos templos asturianos como el de Santa Eulalia de Ujo. En el interior este absidiolo está bastante más alterado, cubierto por bóveda de terceletes que probablemente sustituya a otra anterior de cañón de la que sólo quedan leves testimonios en el muro sur de una imposta que le serviría de base. Los paramentos e incluso la ventana de mediodía están también muy renovados. El paso de la cabecera a la nave se hace en esta fachada meridional mediando un cuerpo cuadrangular en cuyo interior se dispone una escalera de caracol -de bastante menor tamaño- y la chimenea de la calefacción, trazada rompiendo el muro. No está muy clara su función, sí tenía utilidad en sí misma o si simplemente era una subida a la torre, como ocurre ahora, aunque en todo caso parece desmochada y el remate se hace con piedra nueva. Es muy maciza, con una pequeña saetera y con una imposta rompiendo la verticalidad, situada a la altura del alero y moldurada con listel, nacela y bocel. Conserva dos canzorros situados a la misma altura de los que aparecen en toda la fachada meridional, los que sin duda soportaban un pórtico de difícil precisión cronológica; en el lado sur tiene además un arcosolio funerario, de medio punto, muy restaurado, pero probablemente también contemporáneo de la construcción. La fachada meridional del cuerpo de naves es lo mejor conservado del templo románico. En el interior aparece perfectamente dividida en tres tramos por semicolumnas adosadas a pilastras y dispuestas a un lado y otro de la portada, con basas sobre podium y plinto y con capiteles decorados con doble hilera de crochets bajo cimacios moldurados con listel, caveto y bocel -verdaderamente típico de las iglesias románicas de la capital-, prolongándose en impostas que recorren todo el muro. Sobre estos capiteles cabe decir que tienen un formato ancho y bajo, algo que será característico de estas piezas en época gótica, lo que quizá sea un dato a tener en cuenta. En el primer tramo de la nave aparece una ventana, abocinada hacia el interior, donde está enmarcada por un arco de dovelas lisas sobre columnillas con capiteles vegetales, de hojas lisas y carnosas que se enrollan en la parte superior y con cimacios que enlazan con la imposta descrita. Exteriormente el enmarcamiento de la saetera se hace con arco doble y chambrana, de profusa molduración a base de boceles y mediascañas, con cuatro columnillas cuyos capiteles muestran hojas lanceoladas dispuestas en dos alturas, cuyos extremos se enrollan o simplemente vuelven, mostrando alguno de ellos labor de trépano, unas piezas que ya Á. Ávila relaciona con Santiago del Burgo o con San Esteban. Por su parte los cimacios, derramados hacia el exterior, son de la moldura habitual. Toda esta fachada conserva el alero románico, con cornisa como las impostas descritas y con un conjunto de canecillos muy erosionados entre los que dominan inequívocamente los de cuatro hojitas lisas lanceoladas, junto a alguno de forma similar, aunque rematados en dos bolas, unos y otros repetidos hasta la saciedad en las iglesias de la capital. Por encima de esta cornisa hay dos hileras de sillares que nos parecen originales y que formarían un parapeto defensivo, una especie de adarve que uniría la escalera de caracol cuadrangular situada hacia el este, con la otra, de planta poligonal, situada en el extremo oeste y que seguramente confirieron a esta iglesia, ya desde su fundación, un carácter defensivo, más aún si tenemos en cuenta su proximidad a una de las puertas de la muralla y la mención de la “atalaya” en la documentación de comienzos del siglo XVI. La portada se halla en el centro del muro, en un grueso cuerpo que se corresponde con el segundo tramo de la nave y que avanza sobre el primero y el tercero. Está flanqueada por dos semicolumnas, con podium de arquillos ciegos -o triglifos- como los que aparecen en San Ildefonso o en la catedralicia Puerta del Obispo. Los capiteles están muy erosionados, especialmente el occidental, donde parecen reconocerse algunas formas ondulantes. El oriental tiene una especie de dos bandas cruzadas rematada en bolas. La portada consta de tres arcos de medio punto, el interior decorado en el frente con casetones cuadrangulares rellenos de hojas dentadas en disposición perimetral, con roseta central, mientras que el paso hacia la segunda arquivolta se hace mediante un estrecho filete que recorre el ángulo y se decora con pequeñas cuatripétalas lanceoladas. Los dos potentes arcos exteriores se decoran a base de casetones cuadrangulares rellenos de una especie de flor de cardo, con ocho hojas y roseta central, un motivo casi más propio de época barroca que de la románica y que se dispone tanto en el frente como en el intradós. La chambrana es de listel y nacela y en cuanto a los apoyos, salvo el arco de ingreso, que lo hace sobre jambas simples, con basamento de arquillos o triglifos y capitel cuadrangular de pencas, con ábaco de tacos, los demás lo hacen sobre grupos de tres columnillas con el mismo tipo de podium e igualmente con capiteles de pencas y tacos, aunque los fustes ocasionalmente están recorridos por molduras helicoidales o por otras en zigzag horizontal, e incluso con algún pequeño detalle vegetal. Los cimacios repiten de nuevo el mismo esquema de listel, caveto y bocel y en el más occidental aparece una inscripción en dos renglones, hecha con letra carolina cuya cronología creemos que es del siglo XIII. Su lectura es la que sigue: HIC EST MARINA FERNA(n)DI FILIA FERNA(n)DI CAPITIS ET ... DESEI(us) PAT(er) ET MAT(er) ET VIR EI(us) Que interpretamos como: “Aquí está Marina Fernández, hija de Fernando Cabeza y ... La anhelan su padre, su madre y su esposo”. No llegamos a leer el nombre de la madre, que figuraría sin el apellido, a juzgar por el espacio. En todo caso por algunos trazos pudiera ser el de María. Otra duda distinta se refiere al nombre del padre, sobre el que cabe preguntarse si no fuera quizás el Fernando Fernández que aparece como tenente en Zamora en el año 1205, el mismo que, titulado conde, junto con su esposa, llamada precisamente María, y con la condesa Estefanía, hacia 1201-1203, hacen una serie de donaciones al monasterio de Moreruela para la construcción de su iglesia. Tal hipótesis se fundamenta en la posibilidad de que el apellido Capitis pudiera ser más bien el atributo de un rango principal. Sobre la portada se halla un rosetón -casi un cilindro, dado el espesor del muro-, idéntico en el interior y en el exterior, con tracería de ocho arquillos de medio punto dispuestos radialmente, con aristas perladas y columnillas rematadas en capiteles vegetales de variada composición: hojas lanceoladas, hojas enrolladas, vueltas y alguno de ellos con pencas similares a las de la portada. El centro lo ocupa una cruz patada decorada con hojas planas y nervadas. El tercer tramo de la nave es macizo, con los paramentos muy renovados y con una sencilla saetera, también muy restaurada pero de traza original. En el interior de la iglesia aparecen dos arcosolios funerarios creemos que igualmente originales. Esta fachada remata en su extremo occidental en un cuerpo poligonal en cuyo interior se aloja una escalera de caracol que sale al adarve que recorre toda la fachada. A partir de esta altura la torre continúa en alzado, aunque es ya más estrecha, con las últimas hiladas reconstruidas en las restauraciones últimas. El problema que plantea es su funcionalidad, aunque creemos que sin duda está relacionada con la función de fortaleza del templo que antes apuntábamos. Su forma y el enlace con la otra torrecilla así parecen confirmarlo y su cronología románica nos parece fuera de duda, aunque hemos de reconocer que la imposta central es una reforma gótica, momento en que se deben alterar los paramentos inferiores, construyéndose quizá también entonces el arcosolio que se abre en su lado oeste. El hastial fue muy transformado ya a finales del siglo XIII o incluso en el XIV, cuando se abrió -o sustituyó- la puerta occidental. Si algo original quedó de época románica desapareció al modificarse este sector en época barroca y más recientemente con las últimas restauraciones que eliminaron los añadidos del siglo XVIII. El muro norte, como ya dijimos, conserva menos restos, que cor responden al machón noreste interior, el entorno de la portada y el paramento exterior del tercer tramo. En el primer tramo, salvo el citado machón, el interior fue destruido para abrir en 1597 la capilla de Nuestra Señora de la Soledad -ya desaparecida- y el exterior es un forro hecho durante las restauraciones, añadiéndose entonces también los tres primeros contrafuertes. En el segundo tramo se halla otra portada románica, alterada en el interior para abrir en 1585 la capilla de la Consolación, también desaparecida, con un cerramiento moderno. También en el interior esta portada aparece flanqueada por pilastras con semicolumnas, aunque la oriental ha sido mutilada, conservando la occidental el capitel decorado a base de hojas lisas, planas y estrechas, que se entrecruzan y acogen bolas en su parte superior. En el exterior este segundo tramo avanza muy ligeramente sobre el paramento y la portada es mucho más simple que la principal, con arco de medio punto, doblado, decorado con molduras de boceles y mediascañas y trasdosado con chambrana de nacela. Los cuatro capiteles que decoran las columnas acodilladas son de cestas lisas rematadas en tacos, aunque uno de ellos es nuevo. En el centro se ha colocado una clave de bóveda con la representación de un Agnus Dei y junto a la jamba oriental se llegan a ver restos de una inscripción que presumimos funeraria, con parte de dos borrosas líneas, en la inferior de las cuales creemos leer algunas letras: ... [F]AMV[LVS] [D]EI, aunque también pudiera estar en femenino. Otro óculo da luz al interior desde este lado, también sobre la portada, con círculo central a partir del que se forma una especie de estrella de seis brazos hexagonales. El círculo aparece decorado con hojitas y los brazos con rosetillas de tres gajos, dando lugar todo a un tipo prácticamente idéntico al que lucen las dos fachadas de Santiago del Burgo y muy especialmente al que porta el testero de la nave de Sancti Spiritus. En cuanto al tercer tramo el paramento interior cuenta con una hornacina o arcosolio que creemos abierto en el siglo XVI y el resto corresponde a reformas barrocas y restauraciones. Al exterior se conserva en buena parte el paramento románico, incluyendo un arcosolio y el contrafuerte del extremo oeste, cuya existencia hace pensar en que los otros tres, aunque reconstrucciones modernas, ya existieran en época románica, como sucede en Santiago del Burgo. Finalmente se conserva también buena parte del alero antiguo, con canecillos generalmente de cuatro hojas lanceoladas, aunque también hay una cabecita monstruosa leonina. En las distintas reformas llevadas a cabo en este templo han aparecido algunos elementos arquitectónicos o escultóricos medievales entre los que destaca una pieza con dos capitelillos con cestas casi lisas, con caulículos. Seguramente corresponda a un arcosolio funerario románico. Otras dos inscripciones se conservan en el templo, ambas de época gótica, una fragmentada y descontextualizada, seguramente del siglo XIV, y otra funeraria, empotrada en el muro de la epístola y perteneciente a una doña Estefanía, fallecida en 1262 (era MCCC). En conclusión podemos decir que, a pesar de lo mutilada que se conserva la iglesia románica de San Juan de Puerta Nueva, es un interesante y particular ejemplo del románico de la capital, respondiendo a un tipo de planta muy reproducida en Zamora y con numerosos parentescos con otros edificios capitalinos, manifestados a través de los típicos canecillos de hojas lanceoladas, las molduras de listel, nacela y bocel de las impostas y cimacios, o las de bocel entre medias cañas que aparecen en el dovelaje de la portada norte, además de por los rosetones o por los capiteles de pencas. Sin ser prolijos ni reiterativos recordaremos que veíamos conexiones con San Vicente en el ventanal del testero del absidiolo sur, con el castillo en la decoración del ventanal sur del mismo absiodiolo, pero también con la Puerta del Obispo de la catedral o con San Ildefonso en los capiteles de pencas o en los basamentos de la portada norte, una portada que si tiene algo auténticamente personal es su dovelaje. Pero sin duda la conexión más estrecha es con Sancti Spiritus, con San Esteban y sobre todo con Santiago del Burgo, tanto en lo que se refiere a planta como a alzados como a decoraciones, compartiendo a veces incluso un mismo modelo de óculo. Son todos éstos unos edificios levantados en los años finales del siglo XII, rozando o traspasando incluso la fecha de 1200, dentro de la euforia constructiva que inunda la capital. La particularidad de San Juan de Puerta Nueva es que en estos mismos momentos se le dota de unas cualidades de fortificación -quizá por su proximidad a la muralla- que en el resto de los templos no existe o al menos no es tan evidente.