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Crucificado de Gemma del Vino

Identificador
49000_0166
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 29' 55.47" , -5º 45' 15.55"
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

Iglesia parroquial de San Juan Bautista, de Gemma del Vino

País
España
Edificio (Relación)

Museo Catedralicio

Localidad
Zamora
Provincia
Zamora
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
EN EL MUSEO DE LA CATEDRAL de Zamora se conserva un crucificado románico de hacia 1200, procedente de la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Gema del Vino. Realizado en madera policromada, mide 181 x 32 cm. Son muy pocas las obras de imaginería románica que se han conservado en la provincia de Zamora, siendo en la mayor parte de los casos tallas de la Virgen con el Niño. Sólo dos crucificados románicos han llegado hasta nuestros días: el de Moralina de Sayago y el que nos ocupa. El Cristo de Gema se nos muestra hoy en un estado lamentable, con importantes pérdidas volumétricas que son producto de los avatares sufridos por la pieza a lo largo del siglo pasado. Cuando Gómez-Moreno visitó la parroquia de Gema entre 1903 y 1905 halló la imagen completa en el coro. Contaba entonces con una “cruz de gajos, pintada de verde” y tenía unas manos “con los dedos separados unos de otros”. No sabemos en que momento concreto fue retirada de ese emplazamiento, ni cuando perdió la cruz y las extremidades superiores. En 1973 se encontraba ya en Zamora y presentaba un aspecto similar al que hoy tiene, salvo una parte de su brazo derecho que se conservó, al menos, hasta 1988. Pese a las pérdidas sufridas, podemos señalar que el tipo de representación elegida es el que muestra a Jesucristo muerto y sujeto a la cruz con cuatro clavos. Su rostro, de proporciones ligeramente alargadas, tiene los ojos cerrados y una expresión serena e impasible alejada de todo dramatismo. La cabeza está ligeramente inclinada hacia el hombro derecho y peina larga melena que cae simétricamente sobre los hombros en forma de gruesos mechones que dejan ver las orejas. Una barba de suaves bucles y el bigote completan su fisonomía. La anatomía del tronco es abstracta y esquemática como en la mayor parte de las imágenes de este tipo. Obedece a un esquema casi geométrico en el que los pectorales adoptan la forma de capelina y las costillas se hacen muy marcadas, delimitando entre ellas un espacio triangular que se corresponde con la caja abdominal. Apenas hay señales del padecimiento físico, reduciéndose éstas a la herida abierta en el costado derecho. Los brazos se disponían extendidos de forma perpendicular al tronco y con las manos abiertas, como ya indicara Gómez-Moreno. Las piernas parecen talladas por separado, lo que evidencia el alto grado de calidad de la pieza. Se disponen paralelas, con la izquierda un poco más adelantada y el pie derecho ligeramente divergente, tratando así de expresar un movimiento que rompe con el plano único aunque sin abandonar del todo la superficie frontal. La única vestimenta que incorpora es el típico perizonium que le cubre desde la cintura hasta las rodillas, dejando éstas a la vista así como el arco superior de las caderas. Se sujeta con una especie de cinturón orlado sobre el que vuelan un pliegue central en zigzag y otros dos de parecidas características en los laterales. El resto de los plegados caen rectos y paralelos, describiendo en el borde inferior pequeñas ondulaciones o meandros de ritmo continuado. Se completa su decoración con una serie de aplicaciones pictóricas a base de recuadros dorados a modo de estampados y una cenefa con dos líneas perladas que recorren el borde inferior. Pese a estas características, se observan algunos detalles que apuntan hacia un alejamiento de los convencionalismos propios de estas imágenes. El incipiente naturalismo que se atisba en sus formas, el suave modelado de las mismas y el tímido desplazamiento de su pierna derecha son indicios de una cronología más avanzada que puede rondar el año 1200.
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