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Capiteles de la portada meridional de la nave

Identificador
49000_1613
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 30' 5.68'' , -5º 44' 53.69''
Idioma
Autor
José Manuel Rodríguez Montañés
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santa María de la Horta

Localidad
Zamora
Provincia
Zamora
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
SANTA MARÍA DE LA HORTA se sitúa en la Puebla del Valle, prolongación de la trama urbana hacia el este siguiendo la línea del Duero, documentada a fines del siglo XI y arrabal de la ciudad al menos desde la centuria anterior. Su desarrollo se producirá en la segunda mitad del siglo XII, cuando a los contingentes hispanos que la poblaban se sumen otros de origen franco, así como los numerosos comerciantes y artesanos atraídos por el mercado y las tiendas instaladas en torno a la calle Balborraz. Los orígenes de Santa María de la Horta se encuentran envueltos en una nebulosa, aunque lo que parece claro es que su construcción responde a la consolidación del entramado urbano de la Puebla a fines del siglo XII en torno, en este caso, a un templo erigido por la Orden de San Juan del Hospital, quien hizo de ella su casa matriz. Descartada por muy dudosa y nulamente documentada la pertenencia inicial al Temple del edificio (Quadrado, Antón, etc.), debemos pensar que su construcción fue obra de la firmemente asentada en territorio zamorano Orden de San Juan, que poseía en la ciudad, además de la Horta, los templos de La Magdalena y San Gil. El propio Quadrado copió un epitafio de la desaparecida sala capitular que rezaba: HIC IACET DOMINICUS PETRI ALUMPNUS HOSPITALIS PRESBITER... ERA MCCLXXXIIII, certificando el carácter sanjuanista de la encomienda. Aunque sea probable que su presencia date de 1163 (Barquero Goñi, 1997, p. 479), ésta se constata de modo más fiable en 1212, cuando Sanctio Fernandi, comendatore de Sancta Maria de Çamora confirma el fuero concedido por la Orden a la villa de Portomarín. En 1232, en el documento de acuerdo de límites entre el concejo de Toro y la orden de San Juan aparece como representante de esta última “García Rodríguez, comendador de Santa María de la Orta”. Tal dignidad la ocupaba, en 1248, Pedro Pérez; los traslados de 1263 de sendas donaciones de Alfonso IX al obispo Martín, realizadas en 1210 y 1211, los firma autorizándolos un “fray Fernando, rector de la iglesia de Santa María de la Horta”; en 1277 encontramos a “frey Alfonso Perez Orisco”; en enero de 1282 fray Juan Yanes, prior del Hospital en Castilla y León, acordó con el obispo Suero sobre la provisión del rector de Santa María de la Horta, iglesia de la orden; fray Pedro Arias figura como “comendador de la bailía de Santa Maria de la Orta” en 1286. En 1300, varios vecinos “que moran en la puebla de Santa Maria de la Orta” actúan como testigos en un acta de donación a los sanjuanistas de un heredamiento en San Pedro del Arroyo (Ávila). Los caballeros hospitalarios se mantuvieron en la encomienda hasta el traslado a ella, en 1535, de las monjas de la orden procedentes del convento de Fuentelapeña, permaneciendo las dueñas hasta su exclaustración en 1837. En su torre se custodió el archivo del priorato de Castilla y León hasta su lamentable disgregación -con pérdidas incluidas- y traslado al Archivo de Alcalá y luego al Histórico Nacional a finales del siglo XIX. Rodean la iglesia de Santa María, por el sur la plaza de la Horta, por el oeste la calle del mismo nombre y por el norte la de San Juan de las Monjas, tras la cual se alza San Leonardo. Su silueta aparece ya asociada en el perfil urbano de Zamora a la inmediata chimenea de ladrillo que la dobla en altura, vestigio último de la licorera que acogió el inmueble hasta fechas recientes. Apenas quedan restos de la encomienda sanjuanista adosada al templo, junto a la que hoy se ha construido un moderno hotel. Quadrado, que alcanzó a ver su claustro y sala capitular, describe el primero como “sombrío (...), cuyos gruesos arcos oprimen cortas columnas pareadas en línea transversal, y penetran en una estancia contigua rodeada de tumbas, destinada sin duda á sala de capítulo”. Los actuales vestigios corresponden al siglo XVI, con las armas del duque de Alba campeando en su portada. El templo original constaba de nave única dividida en tres tramos iguales, con portadas abiertas al norte -a la encomienda-, sur y oeste, donde se remató con una torre cuadrada, levantada ya en el siglo XIII. El conjunto se construyó en el conglomerado de arenisca local de mediana calidad impropiamente denominado pudinga zamorana, materia prima de prácticamente todo el románico de la capital. La cabecera se compone de ábside semicircular, elevado sobre un breve zócalo y cubierto con bóveda de horno generada por un arco doblado levemente apuntado, encima del cual se abrió, en el hastial del presbiterio, un óculo polilobulado. Este arco apea en semicolumnas que no alcanzan el suelo, rematándose bajo la imposta del piso bajo en sendos cul-de-lampe, cuya molduración nos hace dudar de su carácter originario. El capitel del lado de la epístola es vegetal, decorado con acantos, y el del lado del evangelio recibe una pareja de arpías afrontadas y un dragón atacando a una arpía. Al tramo recto que antecede al hemiciclo, cerrado con una bóveda de medio cañón peraltada, le da paso desde la nave un arco triunfal de medio punto doblado, netamente peraltado y deformado, que apea en gruesas semicolumnas también mutiladas -bajo la imposta inferior- en época moderna y rematadas en capiteles vegetales de grandes y carnosas hojas de acanto con piñas y bayas en sus puntas. Ambas bóvedas de la cabecera parten de sendas impostas molduradas con bocel y nacela. Exteriormente, el ábside aparece dividido en cinco tramos por cuatro semicolumnas adosadas que parten del zócalo, cuyos capiteles vegetales -ornados con palmetas, acantos y hojas lisas con pomas- se integran e interrumpen la cornisa. El tambor absidal presenta tres niveles, delimitados por sendas impostas: de bocel entre cavetos bajo el cuerpo de ventanas (ésta se continúa por el presbiterio), y de caveto, bocel y listel continuando al nivel del arranque de los arcos de éstas. Curiosamente, el muro se adelgaza a partir de esta última imposta, retranqueándose el paramento exterior. En cada una de las calles centrales se abren vanos rasgados que dan luz a la capilla, rodeados por ventanas aboceladas de exagerado abocinamiento exterior e interior, similares a las absidales de San Juan del Mercado de Benavente. El tramo recto aparece iluminado por dos ventanas compuestas por estrechas saeteras de perfil abocelado y arcos de medio punto ornados con bocel, chambranas con perfil de nacela y cimacios “zamoranos”, todo sobre una pareja de columnas acodilladas rematadas por capiteles vegetales de hojas lisas y picudas en la meridional y acantos y una tosca representación de Daniel en el foso de los leones en la norte, ventana ésta que, al exterior, muestra un arco de medio punto peraltado ornado con un grueso bocel que apea en semicolumnas con capiteles vegetales. Interiormente, a la altura de los capiteles, ambas ventanas invaden los riñones de la bóveda. La nave se articula en tres tramos iguales -delimitados por anchos responsiones prismáticos con semicolumnas adosadas para recoger los fajones levemente apuntados-, cubiertos con bóvedas de crucería sencilla, de nervios moldurados con haces de tres boceles. Los capiteles de estas semicolumnas son vegetales, de grandes hojas apalmetadas rematadas en volutas, acantos acogollados, tallos entrelazados con brotes, hojas anilladas y avolutadas, etc., y las basas de perfil ático con fino toro superior. Cuatro columnas se acodillaban en los ángulos interiores de la caja de muros de la nave para recoger los nervios cruceros de los tramos extremos, de las cuales las dos más occidentales fueron eliminadas. Se iluminaba esta nave con ventanas de arcos doblados de medio punto en cada tramo salvo el oriental, siendo los vanos estrechas saeteras abocinadas al interior. Sobre la portada del hastial occidental se abrió una ventana de notable desarrollo, con dos arcos abocelados de medio punto sobre dos parejas de altas columnillas. Frente a la puerta sur, hoy descentrada, hay un gran arco que acoge un bello retablo, aunque hacia el oeste aún se observa el arco cegado de la primitiva portada septentrional, que al exterior conserva un epitafio ilegible. En fecha imprecisa se abrió en el muro norte una portada de arco apuntado, hoy cegada y usada como hornacina para la imagen de la “Virgen de la Salud”, de la que aún se advierten las quicialeras. En el muro norte del tramo occidental de la nave se abre un acceso -vano adintelado con dos mochetas triangulares de sumaria decoración de hojitas - a una escalera de caracol que hoy sube al tejado y probablemente en origen comunicase con la inmediata encomienda. El paramento externo del muro norte de la nave muestra las numerosas cicatrices provocadas por el uso industrial del edificio. Se refuerza con contrafuertes prismáticos y aparece coronado por una cornisa de arquillos trilobulados sobre canes piramidales. La portada meridional, hoy protegida por la colateral adosada a principios del siglo XIII, consta de arco apuntado y liso, rodeado por dos arquivoltas y chambrana de nacela. La arquivolta interior se decora con chevrons, mientras que la exterior recibe lóbulos y oculillos calados, especie de tosco remedo de la Puerta del Obispo de la catedral. Apean los arcos en una imposta de listel, bocel y nacela y jambas escalonadas en las que se acodillan dos pares de columnas. Su capiteles interiores presentan hojas lisas con cogollos y los extremos se ornan con sendas parejas de grifos atacando a híbridos de cabeza humana, cuerpo serpentiforme y patas de cabra, motivo luego remedado en la portada exterior de la colateral y que encontramos en un capitel de ventana de San Juan de Benavente. Como ya intuyó Gómez-Moreno, la torre-pórtico corresponde a un momento posterior, aunque dentro de la primera mitad del siglo XIII, y frente al influjo foráneo que veía el autor granadino en la iglesia, considera a los autores de esta estructura plenamente inmersos en la tradición constructiva zamorana, como demuestran las ventanas de la cara occidental y la típica molduración zamorana de sus impostas. Levantada en similar sillería a la de la nave, su planta es cuadrada, de ángulos ceñidos por contrafuertes, y le da servicio una escalera de caracol con acceso desde el atrio cerrado del piso inferior. A este pórtico se accede a través de una sencilla portada de arco doblado de medio punto sobre jambas lisas y chambrana. En la cara meridional de este piso inferior -donde se adosó una estancia actualmente eliminada- se abrió un arcosolio de medio punto. Sobre este piso y separado por una imposta del recurrente perfil, se alza otro liso con una sencilla ventana de arco de medio punto sin columnas, en cuya sala abovedada se albergaba el Archivo General de la Lengua de Castilla de la orden hospitalaria. Los contrafuertes que refuerzan los ángulos de la torre se rematan en talud a la altura de la cornisa de la nave y aproximadamente dos tercios de este nivel. Una nueva imposta de perfil zamorano le separa del piso siguiente, más breve, en cuyos lienzos este y oeste se abren sendas ventanas de arcos abocelados, apuntados y doblados, con columnas en los codillos y erosionados capiteles. Remata la estructura el arruinado cuerpo de campanas, sobre cornisa sustentada por los típicos canecillos piramidales, con dos vanos por cara que han perdido sus arcos, coronándose con un al menos curioso remate con chapitel fruto de una reciente restauración. La portada del hastial occidental, cobijada bajo el cuerpo de la torre, es un trasunto de la meridional de la nave, y consta de arco de medio punto liso que, como las jambas, mata su arista con una mediacaña ornada de botones vegetales. Se rodea de dos arquivoltas -la interior decorada con chevrons y la exterior lisa- y chambrana con puntas de clavo, que apean en columnas acodilladas sobre zócalo escalonado, de basas áticas con desarrollado y aplastado toro inferior. Los capiteles manifiestan su carácter tardío, destacando entre los vegetales de hojas lisas con caulículos y dos niveles de pencas el interior del lado derecho, con un híbrido de cuerpo serpentiforme, patas de cabra y rostro humano, similar a otra cesta de la portada de la colateral. También de la primera mitad del siglo XIII y de similar progenie que la torre parece datar la colateral añadida al costado meridional de la nave, hoy muy compartimentada al transformarse sus tramos en capillas. La cabecera de esta colateral, situada al sur del presbiterio, presenta testero plano y manifiesta unas características constructivas y decorativas que entroncan con el resto del románico inercial zamorano de las dos primeras décadas del siglo XIII. Sus muros se rematan con una cornisa de bocel, nacela y listel, sobre canes piramidales decorados con hojitas. En el testero y muro meridional se abrieron sendas ventanas de arco de medio punto liso, sobre impostas de perfil zamorano y capiteles decorados con secos acantos con nervio central perlado y cogollos, de espinoso tratamiento y otros de hojas lisas con volutas. La portada meridional de esta nave, hoy con función de pórtico, consta de arco de medio punto ornado con bocel entre mediascañas y tres arquivoltas de similar molduración, el conjunto rodeado por chambrana de nacela. Apean estos arcos en jambas escalonadas con tres parejas de columnas acodilladas y sobre ellas cimacio corrido con perfil de bocel, mediacaña y listel. Los capiteles del lado izquierdo se decoran, los extremos con sendas parejas de híbridos -cuadrúpedos de cuerpo serpentiforme, que muerden la cabeza de personajes masculinos con peinado a cerquillo- y la cesta central es vegetal, con dos coronas de acantos de tratamiento espinoso. En los del lado derecho, el interior presenta dos niveles de hojas nervadas y lobuladas, el medio tallos entrelazados con brotes y el extremo una extraña arpía de largo y retorcido cuello enredada en tallo vegetal, que nos recuerda a otra del exterior del ábside del evangelio de San Juan de Benavente. En el interior de la jamba izquierda de la portada se grabó un epitafio, hoy prácticamente ilegible, del que apenas discernimos: HIC IACET / DEI FAMULO... Hacia el oeste de esta portada, en el muro exterior de la capilla de Juan de Vega, se abrieron tres arcosolios levemente apuntados y ornados con boceles, de aspecto reformado. En el intradós del arco del más oriental se grabó la inscripción: HIC IACET (famu)LV... / (D)EI O... La referida capilla, adosada al mediodía y ocupando el ancho del primer tramo de la nave del templo, recibió una bóveda de crucería estrellada a finales del siglo XV, cuando se transformó en capilla por el patronazgo de Juan de la Vega. En los lucillos que contiene se lee el epitafio: “(aquí yace) el onrado juan de Vega, criado del re y don fernando y de la reyna doña ysabel y su maçero mayor, e su muger ... los quales edificaron esta capilla a servicio de dios e de nra. señora la virgen maria en el año de mill e cccc e xc e v años” (1495). Procedentes de Santo Tomé, hoy se custodian en esta capilla las reliquias de san Cucufate. Por último, señalar que en el ábside de Santa María de la Horta se conserva uno de los escasos ejemplares de mesa de altar románica, bloque paralelepípedo de fábrica de 1,75 m de longitud, 0,85 m de altura y 0,79 m de profundidad. De bella factura, decora su frente y laterales con una arquería ciega de arcos de medio punto o levísimamente apuntados -cuatro en el frente y dos en cada lateral- ornados con bocel y dientes de sierra. Apean los arcos en capiteles de hojas lisas con crochets, uno con dos aves afrontadas y enredadas en follaje picoteando una hojita, otro vegetal, de idéntico diseño a uno de la nave, con palmetas colgantes, de helechos, etc. Restos de un altar similar se conservan en la iglesia de Santiago del Burgo. Para Gómez-Moreno, en este edificio “se alía la tradición románica de la Catedral con un gótico primitivo que acaso recibió su inspiración en Ávila [...] donde es de notar lo gótico forastero precediendo en su construcción a las influencias locales, que apenas atañen sino a los cuerpos accesorios” (op. cit., pp. 162-163). Ciertamente, el estilo de la decoración escultórica de esta iglesia se desmarca de la corriente general de la capital, excepto en los añadidos -torre y nave sur- más tardíos, donde volvemos a encontrar los ecos de los talleres más arcaizantes de inicios del siglo XIII. Arquitectónicamente, la primera campaña constructiva de Santa María de la Horta responde a preceptos similares a los aplicados en la cabecera de otra iglesia sanjuanista, la de San Juan del Mercado de Benavente, obra con la que comparte algunas soluciones decorativas como la cornisa de arquillos-nicho trilobulados, los chevrons, similares diseños de motivos vegetales y animalísticos en sus capiteles, etc., hasta el punto de poderlas considerar, al menos, obras hermanas en concepciones constructivas y estéticas. En función de la datación comúnmente aceptada para la cabecera benaventana -ca. 1188-, podemos precisar la construcción de nuestro templo dentro de las dos últimas décadas del siglo XII.