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Capitel de la ventana absidal

Identificador
34407_05_003
Tipo
Fecha
Cobertura
42º 37' 48.70'' , -4º 30' 12.89''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Andrés

Localidad
Revilla de Collazos
Municipio
Revilla de Collazos
Provincia
Palencia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
COMO TANTA VECES OCURRE, el silencio de las fuentes hace del edificio mismo testigo único de su historia. El lugar es citado por el Libro Becerro de las Behetrías como Ribiella çerca de Collaços, perteneciente a la merindad de Monzón y behetría de Fernan Garçia Duque. En la fábrica de la iglesia se distinguen claramente dos campañas principales, una primera románica de finales del siglo XII -responsable de la bella cabecera- y otra u otras, fechables entre los siglos XVI y XVIII, que dieron al templo su actual aspecto. Del primitivo edificio nos resta el ábside y el presbiterio rectangular que lo precede, construidos en excelente sillería arenisca de bloques regulares bien escuadrados y ligados por finas juntas de argamasa. Al exterior el tambor del ábside se articula en tres calles por contrafuertes, prismáticos hasta media altura, donde dejan paso a columnas adosadas. Se rematan éstas por capiteles sencillamente decorados con hojas de agua que se funden en la hilera de canes de perfil de nacela que soportan la cornisa. En altura el ábside se divide en dos pisos, separados por una imposta decorada con triple hilera de billetes, del tipo de los de la cercana iglesia de Collazos de Boedo. En el piso superior se abrían las tres ventanas que iluminaban el altar, de las cuales sólo subsiste la meridional, habiendo sido cegadas la oriental y septentrional. Interiormente, el hemiciclo se cubre con cascarón de cuarto de esfera apuntado y el presbiterio con cañón apuntado. El arco de triunfo, igualmente apuntado, descansa sobre dobles columnas, como en los triunfales de la iglesia del monasterio de Aguilar, Cezura y Villavega de Aguilar. A media altura los fustes integran capiteles dobles decorados con sencillas hojas de agua del tipo de las vistas en la cornisa absidal. Rematan las columnas interesantísimos capiteles historiados de los que más adelante nos ocuparemos. Dos molduras recorren el paramento interior del ábside, una con perfil de nacela en el arranque de la bóveda y otra de nacela y baquetón bajo el cuerpo de ventanas. Las importantes reformas en época moderna (principios del siglo XVII y siglo XVIII) alteraron el primitivo aspecto de la nave románica, presumiblemente única. La estructura actual muestra dos naves levantadas en mampostería; la de la epístola, que aprovecha el muro meridional de la primitiva -paralelo al eje longitudinal definido en la cabecera- y la del evangelio, cuyo eje es ligeramente oblicuo al anterior. Ambas naves presentan amplios tramos orientales, rectangulares y cubiertos por bóvedas de crucería estrellada y lunetos en la nave meridional y arista con yeserías en la nave norte. Los arcos son ligeramente apuntados. Dos nichos se abren en cada nave; el de la norte, cubierto con un cañón, se extradosa y hace función de baptisterio y el de la sur, no sobresaliente en planta, pudiera corresponder al primitivo acceso románico. Extremadamente complicado es el cuerpo occidental de la nave sur, dividido en dos pseudotramos cubiertos con bóvedas de falsos lunetos. Sobre el occidental, sumamente irregular, se sitúa el coro alto de madera y sobre él la torre-campanario, de planta cuadrada, construida en sillería, con dos troneras de medio punto por cara y remates con bolas. Como refuerzo de la estructura se adosó al exterior un muro de sillería y se erigió al interior un grueso pilar circular bajo el toral. El acceso al cuerpo de campanas se realiza mediante una escalera de caracol integrada en el ángulo suroccidental de la nave. Adosados al muro meridional de la nave de la epístola aparecen la sacristía, de planta ligeramente trapezoidal y dividida en dos dependencias y un espacio con función de trastero, ambos levantados en mampostería y sillares en los ángulos. Posteriormente se les añadió un pórtico en ladrillo que protege el acceso a las naves. La decoración escultórica del edificio, si exceptuamos las repisas esculpidas con angelotes que recogen los nervios de la bóveda del siglo XVII, se reparte entre el exterior de la ventana meridional del ábside, los capiteles del arco de triunfo, la estatua-columna reutilizada como atril y la mesa de altar, restos que, pese a su carácter fragmentario, manifiestan una cierta diversidad de estilos que más adelante analizaremos. El exterior de la ventana absidal sur se articula alrededor de un vano de medio punto flanqueado por una pareja de columnas sobre las que reposa un grueso baquetón, rodeándose el conjunto por una chambrana profusamente decorada con una hilera de acantos rizados rematados por cogollos de hojas dobladas en molinillo, esquema decorativo que vemos repetido en las ventanas absidales de Vallespinoso de Aguilar y la parroquial de Perazancas. Dos niveles de similares acantos de marcadas canaladuras y agudos nervios decoran el capitel derecho de la ventana, coronados aquí por amplias volutas, las centrales, como en Arenillas, recogidas por un anillo. El tratamiento de los acantos recuerda los de la portada de Arenillas de San Pelayo, otros de Vallespinoso de Aguilar, etc. En el fondo se reproduce aquí el diseño del acanto clásico que, por probable intermedio borgoñón, penetró y marcó la decoración vegetal de buena parte de las mejores realizaciones hispanas de fines del siglo XII. Baste cotejar su diseño con el de los acantos del capitel del caballero procedente de la iglesia del monasterio de Aguilar y conservado hoy en el MAN de Madrid. El capitel del lado izquierdo se decora con una pareja de centauros afrontados en posición heráldica, enredados en tallos y hojas carnosas. Ambos aparecen barbados y cubiertos con extraños tocados y muestran ciertas concomitancias con otros de la portada de la galería de Rebolledo de la Torre. Los rostros y la hojarasca que cubre los cimacios nos llevan de nuevo a la galería burgalesa de Rebolledo como paralelo más inmediato. El cimacio del lado derecho presenta una carátula vomitando tallos, motivo éste frecuente en el norte palentino (Arenillas, Moarves, Vallespinoso, Piasca, etc.) La pareja de capiteles que coronan las dobles columnas del triunfal aparecen cubiertos, al igual que el pilar, por una fina capa de revoco con pintura imitando el veteado del mármol, circunstancia ésta que enmascara detalles y dificulta su análisis estilístico. El correspondiente al lado de la epístola ofrece la representación de un tema relativamente frecuente en la escultura románica tardía, identificado por Margarita Ruiz Maldonado como la Pax Dei y la Tregua Domini. Como en la mayoría de los ejemplos catalogados por la citada autora, la traducción plástica de dicha institución se concretiza en una composición simétrica en la que dos caballeros, armados con casco cónico, cota de malla, escudo de tipo normando, espada al cinto y lanza en ristre, se aprestan a consumar su duelo mientras que un personaje mediador -en Revilla, como en buen número de casos, una mujer- detiene las monturas sujetándolas por las riendas. Una iconografía similar la ofrecen los capiteles palentinos de Gama, Villavega de Aguilar, Resoba o Cezura, los burgaleses de Boada de Villadiego y Fuente- Urbel o el cántabro de Retortillo, entre otros. Dos cogollos completan la composición en los ángulos. El capitel del lado del evangelio ilustra una Ascensión de Alejandro, escena ésta infrecuente en la plástica románica y cuya significación es polivalente. Francesca Español identifica en España apenas quince ejemplos, repartidos por todo el norte peninsular (cf. Francesca Español Bertrán, “El sometimiento de los animales al hombre como paradigma moralizante de distinto signo: la ‘Ascensión de Alejandro´ y el ‘Señor de los animales´ en el románico español”, en Actas del Vª CEHA, vol. I, Barcelona, 1984, pp. 49- 64). A su lista habrá que añadir este de Revilla de Collazos, sin duda entre los más fieles del grupo al relato de la Historia de Alejandro. Según ésta, el monarca macedonio ascendió a los cielos arrastrado por dos grifos hambrientos que se elevaban persiguiendo en vano los trozos de carne ensartados en dos varas que el mismo Alejandro sostenía. En el relieve de Revilla vemos a Alejandro sentado sobre una cuerda que enlaza los cuellos de las bestias y sosteniendo las varas, cruzadas sobre su pecho, en las cuales se ensartan las piezas de carne que persiguen con sus picos los grifos. La visión frontal y majestuosa no deja de recordar las apoteosis imperiales romanas. La interpretación de la escena es delicada, ya que la figura de Alejandro fue considerada ya paradigma del héroe y modelo de gobernantes (y así en su ascensión podríamos ver una prefiguración de la de Cristo), ya ejemplificación de uno de los vicios más condenados en la Edad Media, como es la soberbia. En el caso concreto de Revilla el contexto mismo de la escena, frente a la imagen de la Pax Dei y su ubicación en el arco triunfal de la iglesia, y no en portadas o claustros como es habitual, nos obligará a ser prudentes a la hora de ofrecer una lectura de la escena y decantarnos por su carácter positivo. Estilísticamente, y pese al inconveniente del revoque que camufla ciertos detalles, parece concretarse la filiación de estos capiteles con el grupo palentino ligado a los escultores que trabajaron en la galería burgalesa de Rebolledo de la Torre y en el apostolado de Moarves. En este sentido son reveladoras las semejanzas con los capiteles del interior de Gama, patentes en las estilizadas figuras de los caballos, en los rostros algo inexpresivos, con ligera exoftalmía y rictus de los labios con comisuras caídas, etc. El tipo de montura de largo cuello con diminuta cabeza y finas patas se repite igualmente en un capitel del interior de Zorita del Páramo. La estatua-columna que hace función de atril es la pieza escultórica más conocida del edificio. Alta de 1,20 m, se compone de basa sobre plinto de prominente toro inferior con una cabecita de felino a modo de garra, escocia lisa y toro superior atrofiado. Adosada al fuste aparece la figura de un tañedor de viola con arco, vestido con túnica cuyos fruncidos y ondulados pliegues aparecen bajo su sayón. Su rostro hierático luce larga cabellera, barba mediana y ojos almendrados e inexpresivos. Bien que sean evidentes las desproporciones del canon, éstas no restan gracia a la figura, que se despega airosa del fuste que la sustenta. El gran capitel que remata la columna se decora con dos series de tallos perlados vueltos y rematados por hojas que acogen cuatro gruesas bolas que pudieran querer representar frutos. La composición, no demasiado afortunada, es original aunque toscamente resuelta. Se ha supuesto esta columna perteneciente a la desaparecida ventana central del ábside. Sus dimensiones y el bisel de la parte posterior así lo sugieren, aunque la tipología de la basa y astrágalo no concuerda con los de las columnas conservadas en la ventana sur del hemiciclo. Se viene asimilando a este músico con el rey David, aunque falten elementos definitorios para determinar con certeza tal identificación. Estilísticamente el personaje músico se ha relacionado con el primer taller que trabaja en la iglesia de Aguilar de Campoo. El rostro del posible David, con el característico rictus de los labios, de comisuras caídas, y el perfil en forma de pico de ave de la boca sugieren una relación del escultor con el artista de la galería de Rebolledo de la Torre (compárese su rostro con el del avaro de uno de sus capiteles) o incluso con el taller del friso de Moarves de Ojeda, aunque los estereotipados pliegues de su indumentaria no nos permitan profundizar en una tal relación. La pila bautismal gótica, situada en el nicho abierto en la nave de la epístola, presenta copa troncocónica lisa con decoración de sogueado en el borde y apoya sobre un pedestal circular y un trono de leones del tipo frecuentemente utilizado en la decoración de los soportes de sarcófagos. Mide 125 cm de diámetro y su altura, pedestal incluido, es de 92 cm. Merece nuestra atención por último el bello altar protogótico decorado con capiteles vegetales de clara filiación andresina -gruesas hojas carnosas rematadas en prótomos de hojas entrelazadas y hojas lisas rematadas en bolas- y tenante central con motivo de cadeneta. El borde de la mesa se decora con ovas o semibezantes andresinos. Su datación, en función de la otorgada al conjunto de San Andrés de Arroyo, se inscribe pues en los años finales del siglo XII o principios del XIII.