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Capitel de la arquería lateral derecha de la cabecera

Identificador
40532_02_133
Tipo
Fecha
Cobertura
41º 25' 2.05" , -3º 45' 1.42"
Idioma
Autor
José Manuel Rodríguez Montañés
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de la Virgen del Barrio

Localidad
Navares de las Cuevas
Municipio
Navares de las Cuevas
Provincia
Segovia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
SOBRE UN ALTOZANO, a unos 300 m al noreste del caserío de Navares siguiendo el camino asfaltado que conduce a Ciruelos y Carabias, se alza la ermita de la Virgen del Barrio, antigua parroquia del hoy despoblado Barrio, asentada en acusada ladera. Declarada Monumento Histórico-Artístico en 1982, la dilatada historia de este templo se refleja en la diversidad de aparejos y la compleja lectura de sus paramentos, en los que creemos distinguir al menos cinco fases constructivas, de las cuales las tres primeras corresponden al periodo medieval. A la más antigua de ellas, probablemente de temprana cronología, corresponde la cabecera de testero plano y parte de la estructura de la nave. Se levanta este sector del templo en mampostería enfoscada interior y exteriormente, sin refuerzo de sillería en los esquinales, siendo notoria tanto la falta de ortogonalidad de la capilla como su esviaje respecto a la nave, aspectos ambos que parecen responder a un error de traza quizás motivado por la notable diferencia de asientos. Interiormente, animan los muros laterales del ábside -sin presbiterio marcado- sendas series de tres arcos ciegos de medio punto, alzados sobre un banco corrido moldurado con un bocel en la arista, banco que sirve también de apoyo a los machones con semicolumnas que recogen el arco triunfal. Se cubre la capilla con una bóveda de medio cañón que parte de imposta con perfil achaflanado; en el testero de la misma se abría una saetera abocinada al interior, recercada de sillería labrada a hacha, vano que iluminaba el altar antes de ser cegado al instalarse el retablo. Las arquerías laterales de la cabecera apoyan en machones y en dos parejas de columnas adosadas, de fustes monolíticos alzados sobre basas de perfil ático -en algún caso con el toro superior ornado con sogueado- y coronadas con toscos capiteles de arcaizante decoración, bajo cimacios moldurados con chaflán. Los más próximos a la nave se ornan con somera decoración vegetal de hojas lisas picudas y otras partidas, o bien bastoncillos en el centro, insinuándose en ellos los cuernos del remate de la cesta; los capiteles más orientales son aún más simples, mostrando su volumen troncopiramidal en el que sólo se insinúan el astrágalo y el remate superior, en el caso del muro meridional con chaflanes en los ángulos que parecen sugerir sendas hojitas. El capitel frontero en la arquería del muro norte, de similar morfología, se decoró además con un bastón sogueado y torpe cuadrúpedo inciso, quizás un cáprido, bajo una extraña y cortada cenefa que para Calleja Martín parece insinuar una ilegible inscripción; sobre su presunta progenie prerrománica volveremos más adelante. Da paso a la cabecera un arco triunfal de medio punto, doblado hacia el oeste, que apea en una pareja de columnas entregas, bajo cimacio achaflanado que sigue la línea de imposta del ábside. Se alzan las columnas sobre basas áticas de grueso toro inferior, con garras y sobre plinto, dispuestas sobre el banco corrido en el que se asienta la cabecera. Las coronan grandes capiteles decorados con sumarios motivos vegetales: el correspondiente al lado del evangelio recibe hojas picudas a modo de pencas en los ángulos y tallos rematados en bifolias en el frente y lados cortos, entre los que se inscribe una especie de punta de lanza en la cara que mira al altar. El capitel frontero en el lado de la epístola se orna con pencas rematadas por bolas en los ángulos, una hojita lanceolada bajo un bastoncillo con bola y dos dobles volutas incisas en el frente. Ambas cestas marcan un achatado collarino e insinúan los cuernos del remate, denotando su talla algo mayor ambición decorativa aunque la misma acusada rudeza del resto. La nave, alzada sobre un banco de fábrica de arista abocelada, fue recrecida aún en época románica realzando los muros con dos hiladas de sillería labrada a hacha. Posteriormente recibió una tercera hilada, verosímilmente cuando se instaló la parhilera moderna que hoy la cubre y que es probable que fuese el sistema original de cubierta, dada la ausencia de contrafuertes. La elevación de la nave quizá responda a la construcción, en época muy avanzada, de la portada abierta en el muro meridional, de sorprendentes proporciones para la modestia de la fábrica del templo. Extraordinariamente abocinada, hubo de ser inscrita entre dos potentes machones que regruesan el muro de la nave, sin entregarse a los mismos, combinando en su sillería las piezas labradas a hacha con otras -la mayoría- a trinchante. Se alza el antecuerpo sobre un zócalo apenas resaltado, ornado con bocel entre biseles. Consta la portada de un arco de medio punto en arista viva sobre jambas matadas con bocel e impostas molduradas con listel y dos boceles entre biseles en gradación, corridas sobre los capiteles. Rodean al arco seis arquivoltas molduradas alternativamente con mediascañas entre dos boceles unas, y haces de tres boceles entre mediascañas las otras, completándose el conjunto de arcos con chambrana apenas destacada de junquillos entre dobles biseles. Apean los arcos en seis parejas de columnas adosadas al derrame recto, de fustes labrados a trinchante y basas derivadas del perfil ático, aunque muy degenerado, compuestas de toro superior, escocia rehundida y amazacotado toro inferior, sobre plinto. Los capiteles que las coronan, de muy ruda talla, repiten malhadadamente tres modelos frecuentes en la decoración vegetal tardorrománica, caso de algunas cestas del románico del Duratón como en la galería de Perorrubio, puerta sur de Santa Marta del Cerro, portada este del atrio de Duratón, ventana y capiteles del presbiterio de Sotillo, etc. El primero de ellos muestra, sobre astrágalo facetado, dos coronas vegetales, la inferior de estilizados y secos remedos de acantos y piso superior con amplios caulículos de nervios ornados con contario. El segundo modelo sustituye los caulículos por grandes palmetas pinjantes, mientras que el último muestra un piso inferior bien de hojitas lanceoladas de nervio central, bien de tallos rematados en hojas trilobuladas o aún sencillos tallos con bifolias, y una corona superior de tallos y palmetas pinjantes. La seca y geometrizada talla de estos capiteles remite a los también tardíos modos de algunas iglesias sorianas como las de Aguilera o Fuentelárbol, debiéndose situar su cronología ya en la segunda mitad del siglo XIII. Protege este acceso un pórtico, simplificación de los de San Bartolomé de Sepúlveda o Valdevarnés, alzado en sillería, que combina en su aparejo las piezas labradas a hacha y a trinchante con otras fruto de su moderna restauración. Se compone de portada de acceso en arco de medio punto doblado al exterior sobre impostas molduradas con listel y bisel, flanqueado este acceso por dos vanos de arcos de medio punto sobre impostas similares. Otros dos arcos, hoy cegados, daban acceso al pórtico por el este y oeste; en el relleno que los anula se utilizaron sillares románicos y otros posteriores, siendo abundantes en ellos los grafitos, con un alquerque, dos cuadrúpedos, una ilegible letrero, etc. En el invierno de 1977 se produjo la ruina casi total del pórtico meridional, así como de la parte superior de las arquivoltas de la portada (vid. AA.VV., 1979, p. 15), siendo restaurada a principios de los años 80. A los pies del edificio se dispone una maciza torre de planta ligeramente trapezoidal y robusto aspecto. Se alzan sus gruesos muros en encofrado de calicanto en el piso bajo y el resto en buena sillería sólo perforada por dos parejas de ventanas en los lienzos oriental y occidental -éstos parcialmente cegados-, y dos vanos de medio punto para las campanas en el meridional, todos en el piso alto de la estructura. El piso inferior de la torre está ocupado por una estancia a la que originalmente se accedía exclusivamente desde la nave, a través de una puerta de arco de medio punto que conserva las quicialeras; ya en época moderna se abrió un vano adintelado en el muro meridional que da acceso desde el exterior. La sala está construida en recio calicanto reforzado por sillares en los ángulos y en las sendas series de dos arcos ciegos de medio punto que corren por sus muros norte y sur, apeados en robustos machones prismáticos coronados por impostas con perfil de filete y nacela. Sobre estos arcos corre una imposta nacelada -otra del mismo tipo marca las dos alturas al exterior- sobre la que voltea una bóveda de cañón apuntado construida en encofrado de calicanto, bóveda de rudo aspecto que se refuerza en sus lados cortos con sendos arcos apuntados de sillería. Una saetera, hoy cegada por el muro de refuerzo que dobla por el oeste la estructura, daba luz a este espacio. El acceso al piso de campanas se realiza hoy a través del coro, aunque quizás en origen el mismo se realizase a través de una escalera de madera que partía de la antes descrita estancia inferior. En este cuerpo intermedio, levantado en buena sillería, se dispone la escalera lígnea que da servicio al cuerpo superior. Este se cierra con una interesante bóveda de encofrado reforzada por dos nervios cruceros que parten sobre simples sillares escuadrados embutidos en la zona media de los muros, y no de los ángulos. Uno de los nervios -el que corre en dirección este-oeste- es pasante, mientras que el otro se entrega al anterior, instalando en este encuentro sendas pequeñas dovelas con forma de cuña. Sobre estos arcos y dos cerchas más por plemento, se dispuso el tablazón del encofrado, del que son bien visibles las improntas, constituyendo así una bóveda de doce paños. Tanto la disposición de los nervios como el sistema constructivo nos remiten a soluciones de progenie morisca, relacionándola con otras cubiertas del románico segoviano como la de la torre de la iglesia del Salvador de Sepúlveda, las del crucero y bóveda de la torre de San Millán, en la capital, y quizás la de la torre de la parroquia de Navares de Ayuso, de la que restan escasos vestigios. La solidez del sistema queda demostrada por su perduración, siendo sólo visible una reparación con sillarejos en la zona inferior de la parte occidental de la cubierta. Aunque el esquema de capilla de testero plano con arquerías y humilde nave es común a numerosos ejemplos castellanos como San Miguel de Fresno de la Fuente, San Millán de Sepúlveda y quizás la derruida de San Pedro de la misma villa, o suprimiendo las arquerías en la ermita de Santa Cruz de Maderuelo o las burgalesas de Coruña del Conde, Hontangas de Roa, San Vicente de Cebrecos, Baños de Valdearados, etc., la notable rudeza de la que nos ocupa y la bárbara decoración del arriba citado capitel figurado de la arquería, junto a la propia morfología de la capilla, motivaron su general adscripción a la época prerrománica, bien en relación a lo asturiano (CABELLO DODERO, 1923), o al arte de época condal, incluyendo una datación en el periodo visigodo para el capitel historiado de la arquería presbiterial. Sin pretender descartar tal supuesto, sí nos parece oportuno matizarlo, puesto que el referido capitel nos parece más rudo que antiguo, la similitud de la capilla con la de San Miguel de Fresno nos invita a hacerlas coetáneas y pensar en ambas como herederas de una tradición que, hundiendo sus raíces en el periodo prerrománico, atraviesa toda la época románica para alcanzar, estilizando las proporciones, a buen número de templos del gótico en medio rural. Dicho lo cual, el recrecimiento con sillares de la fachada norte abre la posibilidad de una reforma aún en época románica de un edificio de los años finales del siglo XI, al cual correspondería la cabecera y la caja de muros de la nave. A esta reforma, si es que hubo tal, podemos adscribir la erección de la torre, finalizando el proceso con la portada meridional, cuyas trazas y seca ornamentación parecen obra de bien entrado el siglo XIII. Finalicemos reseñando la belleza de la imagen de la Virgen del Barrio que preside el retablo de la ermita, notable talla policromada gótica de la Virgen con el Niño, obra ya del siglo XIV.