VILADRAU

La población de Viladrau se encuentra en un enclave privilegiado entre las laderas del Montseny y las Guilleries. Son varias las noticias documentales que se han asociado con el topónimo de este municipio, cuya primera mención (villare de Gaudila) se remonta al año 898. No obstante, la primera referencia precisa del término aparece algunos  años después (934), cuando en un documento de venta de una viña se establece como delimitación de las tierras in fines de villari Adrali. De hecho, la evolución de este topónimo experimentó varios cambios hasta llegar al siglo xiii, momento en que pasó a conocerse de modo definitivo como Villa Atralis, y más tarde como Viladrau.

Tradicionalmente se ha situado el origen de la población hacia el siglo ix, en relación con la fundación de la capilla de Santa Maria de Puigdot. Sin embargo, las últimas aportaciones se muestran favorables a considerar que el primer núcleo poblacional se estableció alrededor de la parroquia de Sant Martí, documentada desde el año 989. Desde sus orígenes el lugar permaneció bajo la jurisdicción del castillo de Taradell, y en el siglo xiv contaba con una sagrera consolidada, documentada en el año 1340, mientras que el término parroquial aglutinaba en este mismo momento un total de 82 masías.

Iglesia de Sant Martí

La iglesia parroquial de Sant Martí se halla dentro del antiguo término de jurisdicción del castillo de Taradell en el lugar de Viladrau, del que se tiene constancia por primera vez en el año 934, en el que consta, in fines de villare Adrali (en el límite de Viladrau), como término de delimitación de una viña situada en el castillo de Taradell. La primera mención de la parroquia de Sant Martí se localiza en un documento del año 908, en que se establece la venta de unas tierras situadas en la parroquia de Sant Martí en Osor (la actual Riera Major), que verosímilmente se ha identificado con Sant Martí de Viladrau. No obstante, debemos esperar algunos años más (982) para hallar una cita explícita a la domum Sancti Martini, mencionada en el testamento del noble Eldemar, señor del castillo de Clariana. Esta iglesia fue modificada y probablemente sustituida por una nueva construcción durante la segunda mitad del siglo xi, puesto que se conserva el acta de su consagración, que tuvo lugar en el año 1082. El templo románico fue ampliado y modificado posteriormente, sobre todo a partir del siglo xvi, con el añadido de la capilla de San Sebastián y también la del Rosario, en 1593. Más tarde, en el siglo xviii se amplió con dos naves laterales, y en 1769 fueron renovados distintos lienzos de la fachada y del campanario. En el estado actual, resulta difícil vislumbrar las estructuras primigenias de la construcción románica, de la que tan solo quedan dos arcadas que se conservan en el interior de la iglesia.

Cabe pensar que la iglesia románica, consagrada por el obispo Berenguer Sunifred de Lluçà el 13 de diciembre del año 1082, presentaba una nave única de trazado rectangular, rematada por ábside semicircular destacado. Tal y como ya hemos apuntado, los únicos vestigios de época medieval que se conservan actualmente son las dos arcadas que, por su tipología, han sido identificadas con la estructura de un pórtico. Éstas descansan sobre la estructura de una doble columnata con sus correspondientes capiteles, decorados con cuatro hojas estriadas de grandes dimensiones, que abarcan toda la altura del capitel, en el centro de las cuales aparece un pequeño motivo esférico de carácter vegetal. El modelo al que remite este tipo de follaje y su disposición sobre el capitel cuenta como precedente más inmediato con un capitel del interior del ábside y algunos modelos presentes en el claustro de la canónica agustiniana de Santa Maria de Vilabertran. Algunos autores han establecido paralelos con un capitel del claustro de la canónica también agustiniana de Santa Maria de Manlleu, y con otro de la portada de Sant Vicenç d’Espinelves. Sin duda, la inclusión del motivo esférico en la parte central de la hoja remite a la decoración que encontramos en algunos modelos de arquivoltas y otras estructuras de las portadas de la segunda mitad del siglo xii. De este modo, parece adecuado situar estos capiteles, junto a la estructura arquitectónica de la que forman parte, en el marco de una ampliación de la iglesia que debe situarse a lo largo del siglo xii.

Texto: Laura Bartolomé Roviras

Bibliografía

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