Sant Pere de Llobera
Iglesia de Sant Pere de Llobera
La iglesia dedicada a san Pedro se levanta en la localidad de Llobera, situada a los pies de la sierra de homónima y constituida por una única casa, cerca de las ruinas del castillo medieval.
El templo es mencionado por vez primera en 1036, en el testamento de un tal Riquer, en el que se recoge la repartición de sus bienes muebles entre los clérigos y la propia opera de Sancti Petri Lobera. También dejaba a este templo un alodio que poseía en Llobera. Un año más tarde, la iglesia fue solemnemente consagrada en presencia del obispo de Urgell, Eriball, y dotada por los señores de Llobera, Bonfill Sanç y su mujer Amaltruda. La documentación de la segunda mitad del siglo xi recoge diversas donaciones al templo, como el testamento de 1071, en el que una tal Em legó unas tierras. Asimismo, en 1086 Amaltruda, señora de Llobera, también hizo entrega de varios alodios por vía testamentaria. Las donaciones persistieron en la centuria siguiente. En la ejecución del testamento de Guillem Bernat, datado en 1130 ó 1132, el difunto donaba algunos bienes a Sant Pere, y, algunos años más tarde, Pere Sanç de Llobera hacía testamento y ordenaba donar unas viñas al templo. A finales del siglo xii la iglesia fue motivo de controversia entre el mismo Pere Sanç de Llobera y el obispo de Urgell, Arnau de Preixens. Según diversos documentos conservados de en torno a 1174, Pere Sanç se había apropiado de la iglesia, aunque ésta había sido otorgada a la dependencia y jurisdicción del obispado de Urgell por sentencia judicial. Este hecho motivó la intervención del arzobispo de Tarragona, Guillem de Torroja y la consiguiente excomunión del entonces señor Llobera, que finalmente retornó la iglesia al obispado de Urgell. A finales del siglo xix debió de perder la parroquialidad, pues se le suprimieron las sufragáneas y se incorporó como iglesia de ayuda de la de Sant Pere de Peracamps.
Sant Pere de Llobera ha sufrido múltiples intervenciones que han modificado notablemente su fisonomía original. En la actualidad, los vestigios románicos preservados se reducen al óculo y la ventana situados en la fachada oriental del templo, en lo que pudo ser el primitivo ábside. En su origen, el edificio debía de presentar una planta con una sola nave a la que posteriormente se añadieron diversas construcciones. La más evidente es la rectoría, de planta rectangular y adosada a la fachada occidental. También se anexó un robusto campanario en la esquina sureste, una sacristía al Este y dos capillas, una de ellas de grandes dimensiones, en la fachada septentrional. En la fachada meridional se abre una puerta con arco de medio punto de grandes dovelas que sirve actualmente de acceso a la rectoría, aunque no se puede descartar que se tratara de la primitiva entrada al templo.
Los mencionados testimonios de la primitiva iglesia románica, reaprovechados en el muro oriental., presentan una decoración escultórica merecedora de un análisis pormenorizado. La ventana, hoy tapiada, se abre mediante un arco de medio punto monolítico. El intradós presenta una decoración con tres cabezas humanas en relieve, la central de mayores dimensiones que las laterales. Se trata de una representación bastante común en el repertorio románico, sobre todo en la decoración de cornisas, impostas y capiteles. Entre los conjuntos cercanos, cabe citar, a modo de ejemplo, la presencia del mismo motivo en la iglesia de Sant Jaume de Riner, en la cripta del monasterio de Sant Celdoni i Sant Ermenter de Cellers, en Torà, o en la iglesia de Santa Magdalena del Sàlzer, en Odèn. La parte externa del arco se halla presidida por una cruz en relieve inscrita en un círculo rebajado. Esta cruz se haya flanqueada a ambos lados por varios motivos vegetales y geométricos incisos: flores de cuatro pétalos, flores o estrellas de ocho puntas inscritas en un cuadrado, una palmeta, líneas en zigzag y un pequeño taqueado. Algunos de estos elementos decorativos, como la flor de cuatro y ocho pétalos o las palmetas, se repiten en las jambas, aquí inscritas en círculos o cuadrados. Por último, en el interior de la ventana se observan tres arcos en degradación decorados con motivos en zigzag que se prolongan en la jamba interior. La exterior, en cambio, presenta bolas, combinadas en la jamba derecha con flores de ocho pétalos y lo que parece ser un rostro humano en relieve. Cabe señalar, también, que en el pequeño tímpano que crea el arco menor vuelve a aparecer la flor de ocho pétalos inscrita en un círculo. Estos motivos aparecen de forma recurrente en contextos funerarios, decorando criptas, osarios, sarcófagos o cementerios, como en los templos cercanos de Sant Celdoni i Sant Ermenter de Cellers, Sant Miquel de Fontanet o Santa Maria de Claret, todos en el municipio de Torà.
En cuanto al óculo, situado sobre la ventana, está constituido por un sillar monolítico al que se le ha practicado un vaciado cilíndrico en su parte central. Dos ángeles en relieve sostienen el óculo, en una composición que remite al motivo de la imago clipeata, es decir, a la imagen de Cristo –ya sea representado con forma humana o simbolizado con el crismón– portado por dos ángeles. Conviene recordar que este tipo de representación tiene su origen en el mundo pagano, concretamente en la decoración de los sarcófagos de época romana, donde la figura central es la imagen del difunto portado por victorias aladas. En este contexto, la imago clipeata tenía un claro componente heroico que hacía referencia al triunfo sobre la muerte y al paso del alma al otro mundo. Dicho significado se mantuvo en buena medida intacto en el arte cristiano, donde esta representación tuvo gran fortuna, y en el que las victorias aladas romanas fueron sustituidas por ángeles. En algunos casos, estos acompañaban en su tránsito a una figura humana o a un ave que representaba el alma del difunto. En otros, la imagen central era Cristo en la mandorla o su anagrama, el crismón. El óculo está rematado por una cornisa, parcialmente conservada, que presenta bolas y decoraciones vegetales incisas que parecen flores.
Si atendemos a las interrelaciones de los fragmentos escultóricos con los conservados en otros edificios próximos, se puede establecer la segunda mitad del siglo xii como límite inferior o post quem para la datación de los relieves.
Por último, cabe señalar la existencia de cuatro estelas discoidales en el exterior de la iglesia, frente a la fachada meridional. La primera presenta en una de sus caras una cruz griega rehundida inscrita en una orla, mientras que el precario estado de conservación de la otra dificulta la identificación del motivo que la decora. La segunda, que conserva el pedúnculo, conserva en una de sus caras una cruz latina con sendas hojas a ambos lados del brazo mayor. Las dos estelas restantes fueron modificadas con posterioridad, a juzgar por la inscripción de una de ellas que reza la fecha de 1889. Ambas presentan el motivo de la corona de cuatro puntas así como una cruz griega de brazos redondeados en relieve.
Texto y fotos: Nuria Trigueros Beltrán
Bibliografía
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