Santa Maria de la Bovera
Santuario de Santa Maria de la Bovera
La tradición popular cuenta que en el lugar donde se localiza este santuario mariano, un joven pastor que había perdido un par de bueyes, encontró a uno de ellos arrodillado frente la imagen de la Virgen María que se hallaba escondida dentro de una encina. A pesar de que repetidas veces se trasladó la imagen a la iglesia del pueblo, ésta desaparecía y volvía a su lugar de aparición. Dada la imposibilidad de venerar a la Virgen en la parroquia, los habitantes decidieron construir un nuevo santuario en la cima de la colina, la cual se llamada Bovera, en referencia a los bóvidos de la leyenda.
Según el testamento del caballero Pere de Tàrrega, fechado en 1215, el santuario de la Bovera ya existía en 1195. No obstante, hay que buscar su origen en una comunidad eremítica femenina, anterior a 1185. Pere de Tàrrega decidió fundar allí un monasterio femenino bajo la protección del convento cisterciense de Vallbona, que con probabilidad aconsejó al noble realizar dicha obra. Una de sus hijas, Eliardis (o Elisenda, según las fuentes), fue su primera abadesa en 1215. La comunidad estaba formada por una docena de monjas con una abadesa. Las condiciones geográficas del lugar escogido no eran las más favorables para la vida en comunidad, motivo por el cual se decidió el traslado a otra ubicación en el mismo valle del río Corb, entre Guimerà y Ciutadilla. Se ha propuesto que mientras que algunas de las monjas se dirigieron al monasterio de Valldaura, la mayoría de la comunidad constituiría Vallsanta, cambio, este último, que fue autorizado por el papa Gregorio IX en 1237, si bien, algunos datos apuntan que se hizo efectivo hasta 1249, bajo el mandato de Agnès de Guimerà, cuando la comunidad constaba de unas treinta religiosas. Durante la segunda mitad del siglo xiii e inicios del xiv, el santuario fue habitado por personas piadosas que se convirtieron en los ermitaños del lugar. En 1438 el señor de Guimerà, Felip Galceran de Castre promovió la construcción de una torre campanario, que fue parcialmente destruida durante la guerra de Juan II. A finales del siglo xv, el estado deplorable de la ermita obligó a realizar una profunda restauración. En 1726 se puso la primera piedra de una nueva iglesia adosada a la edificación existente. Una vez más, a finales del siglo xviii se llevó a cabo una remodelación del conjunto arquitectónico. Deshabitado desde 1965, durante la década de los ochenta se consolidó y restauró el santuario que hoy funciona como un lugar de esparcimiento.
Algunos restos del primitivo monasterio se conservan formando parte de la denominada casa del ermitaño, la cual está adosada al santuario barroco de la Bovera. Anexada al muro occidental de éste, se encuentra un edificio rectangular elaborado con sillares bien labrados y escuadrados, en el que se abre una puerta de arco de medio punto con largadas dovelas, que podría corresponder con alguna de las dependencias del cenobio, incluso con la parte baja de una torre. A pocos metros, se hallan los vestigios de una galería formada por cuatro arcos de medio punto sostenidos por grupos de dos –en los extremos– y cuatro columnas unidas, y rematadas en grupos de dos y cuatro capiteles, respectivamente, de forma troncocónica invertida. Algunos de ellos están decorados con motivos heráldicos, entre los que se incluyen varias representaciones del escudo con alas de la familia Alemany, que fueron señores de Guimerà durante un período comprendido entre los siglos xii y xiv. Su relación con el convento fue muy estrecha, como lo demuestra el hecho de que Ramon Alemany, en su testamento de 1286, estableciera una capellanía en el santuario. También figura en un capitel un escudo con la cruz de san Benito, coherente con la vinculación del cenobio con la Orden cisterciense. La simplicidad decorativa y la tipología de los capiteles han llevado a algunos autores a vincular la galería de la Bovera con el claustro de Bellpuig de les Avellanes. Las columnas, dispuestas sobre un basamento, presentan unas basas formadas por un fino toro, una escocia, un segundo toro de tamaño considerablemente más grande que el primero y un plinto. Las dos columnas y capiteles del lado occidental fueron completamente reconstruidos durante una reciente restauración, por lo que se desconoce si la arquería era más larga de lo que hoy se conserva. A pesar de que esta arquería parece haber estado asociada a un claustro, no hay suficientes elementos que permitan confirmarlo, ya que también podría tratarse de un atrio o, incluso de la entrada a una capilla.
En los muros exteriores del edificio se encuentran algunas marcas de cantero, como estrellas y cruces.
Se conservan descontextualizados en el santuario, un capitel con motivos vegetales, bastante deteriorado, y un fragmento, quizás de una imposta, con decoración de puntas de diamante y cabezas de bóvidos. Ambos estaban reutilizados en una casa anexa al santuario.
Se pueden datar los restos conservados del monasterio a finales del siglo xii o primera mitad del xiii.
Texto: Nuria Montoya Vives/Juan Antonio Olañeta Molina - Fotos: Nuria Montoya Vives
Bibliografía
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