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Vista desde el nordeste

Identificador
09572_01_006
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 57' 38.63'' , -3º 49' 58.84''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Nuestra Señora del Carmen (antes San Vicente)

Localidad
Bezana
Municipio
Valle de Valdebezana
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
ESTE TEMPLO, EN EL EXTREMO más oriental del conjunto urbano de Bezana, fue parroquia cuya titularidad de San Vicente figura ya durante la Edad Media y Madoz cita como tal en su famoso Diccionario. La advocación de Nuestra Señora del Carmen es por tanto muy reciente y aunque desconocemos el momento en que se p rodujo el cambio, es posible que fuera a finales del siglo XIX, cuando se levanta la moderna parroquia del Sagrado Corazón. Es un edificio construido a base de sillería arenisca, de modulación bastante irregular, con cabecera cuadrada y una nave con espadaña a los pies, pórtico al mediodía y una capilla adosada a ese mismo lado de la cabecera. Durante largos años permaneció en ruinas, hasta que en tiempos recientes se procedió a su recuperación, aunque aún carece de uso. La primitiva cabecera debió ser cuadrada, con testero a dos aguas, modificada a finales del siglo XVII en todo el lado meridional, cuando se añade la capilla, que dio una nueva imagen exterior a todo este sector del templo. Se conservaría la mitad del testero original, con dos regruesamientos en la base y con una cornisa de listel y chaflán. El muro norte es el primitivo, bastante desarrollado en longitud, con los mismos regruesamientos en el zócalo y conservando ocho de los diez canecillos que tuvo, decorados todos con toscos motivos geométricos: boceles, rectángulos rehundidos, doble nacela... Sin embargo la cornisa se ha perdido por completo. La nave sigue un esquema similar, aunque ya sin los regruesamientos de la base. En el lado norte se ha perdido parcialmente la cornisa, que debió ser igualmente de listel y chaflán, conservando nueve canes, algunos de nacela, otros con sencillos motivos geométricos y otros con doble nacela. En el lado sur el muro fue recrecido por encima del alero, lo que comportó la desaparición de la cornisa, aunque no de los canecillos, en total doce, muy toscos, tallados en arenisca y de los que cuatro son de nacela, otro de doble y otro más de triple nacela, uno con dos rectángulos, otro muy deteriorado y los cuatro restantes figurados: cabeza de ciervo, mujer mostrando el sexo, hombre posiblemente mostrando el sexo y cuadrúpedo. La portada es sencilla y muy tosca, con dos arquivoltas de medio punto y chambrana. El arco interno es liso y el exterior se decora con doble bocel, entre el que se dispone un sogueado, mientras que el bocel superior está cargado con pequeñas bolas; por su parte la chambrana es ajedrezada. Los apoyos son dobles pilastras rematadas en impostas de listel y chaflán para el caso externo y de gola en el interno, lo cual, unido al re g ruesamiento inferior que presentan las pilastras exteriores, da pie para pensar en una modificación llevada a cabo en los siglos posteriores a la Edad Media. A los pies del templo se levanta la espadaña, a la que en tiempos se accedía por una escalera de piedra bajo el pórtico, hoy desaparecida. Sigue el prototipo surgido en época románica, con un cuerpo inferior macizo que se retranquea a media altura, con un pequeño óculo -tal vez original- en la parte inferior y una ventana posmedieval en la alta; una imposta invertida de listel y chaflán da paso al cuerpo de campanas, con dos grandes troneras apuntadas, con guardapolvo de listel y chaflán e imposta corrida del mismo tipo, pero invertida. Sobre esos dos ventanales se dispone otro de menor tamaño y mayor sencillez, rematando el conjunto con un agudo piñón. Esta espadaña parece obra independiente, ya que en el lado meridional se puede apreciar perfectamente su adosamiento al cuerpo de la nave. En el interior la cabecera muestra notable desarrollo y unas características claramente góticas, con bóveda de cañón muy apuntado soportada por un fajón central con semicolumnas adosadas, la del lado meridional desaparecida y la septentrional con un simplísimo capitel liso, de corta cesta. Un elemento más arcaico es la imposta ajedrezada de la que arranca la bóveda, que bien puede ser una reutilización de un edificio anterior o simplemente un rasgo más de la larga supervivencia de cualidades románicas en edificios posteriores que caracteriza a los templos rurales. Todo el lado sur está reformado hacia 1690 -aunque Huidobro dice que en 1609-, cuando el párroco Juan (¿o Diego?) Ruiz de Billán levantó su capilla. Muros y bóveda están pintados con motivos geométricos tardogóticos, aunque en el testero se aprecian otras pinturas posteriores, una especie de arquitectura que enmarcaba al retablo. Los restos conservados no son muchos, aunque en el segundo tramo de la bóveda, en el lado meridional, parece registrarse una escena, donde, tal vez con un poco de imaginación, creemos ver un episodio infernal. Huidobro supone que son pinturas del siglo XIV, pero nosotros entendemos que son posteriores. Junto al muro norte de la cabecera hubo un sacristía, de cuyo testimonio queda una puerta cegada en el muro correspondiente. El arco triunfal es amplio y apuntado, con la arista que mira hacia la nave recorrida por un bocel y con guardapolvo achaflanado. Los apoyos están formados por un plinto, sobre el que se dispone una semicolumna sin capitel, que remata en la imposta, parcialmente ajedrezada. Curiosamente la parte final del fuste y la imposta están tallados en una misma pieza, lo que daría pie para pensar en que ese taqueado es también de época gótica. La nave, como la cabecera, está hecha íntegramente en sillería, revocada ahora en blanco, con algunas figuras sencillas y cartelas con inscripciones -muy borradas-, de cronología posmedieval. La cubierta es de madera, a dos aguas y el suelo actual es de cemento. Huidobro habla de una serie de cruces en relieve repartidas a lo largo de los muros del interior y que él considera cruces de consagración. Durante las últimas reformas se localizó un intere sante fragmento de estela funeraria, correspondiente al disco de la cabecera, que presenta por una de sus caras una decoración incisa en la que parece entreverse un motivo central de cruz griega enmarcada en círculo, bordeado de ancha cenefa recorrida por dientes de sierra, mientras que en la otra cara una cenefa de similares características encierra a un círculo en el que se aloja una estrella o roseta tallada a bisel. Su cronología puede ser románica, e incluso prerrománica. En conclusión, una vez más nos encontramos ante un edificio donde la tradición románica puede enmascarar la verdadera cronología del conjunto. Para Huidobro la cabecera cuadrada “denota su gran antigüedad”, tal vez queriendo ver remembranzas prerrománicas, pero nada más lejos de la realidad pues esta capilla mayor sin duda es una construcción inequívocamente gótica -aunque para Palomero e Ilardia sea la única estructura románica del templo-, cuya cronología podemos fechar al menos en la segunda mitad del siglo XIII, un momento al que seguramente pueda corresponder también la espadaña. Más problemática resulta la adscripción de las piezas que componen la imposta ajedrezada de esa cabecera, cuyo debate entre si son reutilizaciones anteriores o están labradas ad hoc no parece tener resolución. Más dudas aún concita la nave, donde algunos de los canecillos y sobre todo el arco de la portada sí parecen elementos más vinculados a las formas constructivas románicas, aunque posiblemente pasadas por el tamiz de alguna reforma o reconstrucción posmedieval. Así podríamos incluir dentro del período que nos interesa al conjunto de la nave, aunque tampoco podemos desechar la posibilidad de que todo el templo sea una obra del mismo momento gótico y que los rasgos románicos no sean más que la habitual inercia estilística que caracteriza a muchas de las iglesias rurales que se levantan a lo largo del siglo XIII. Esta iglesia sufrió ampliamente los avatares de la Guerra Civil de 1936-1939, cuando, según comentan los vecinos, fue convertida en cocina de las tropas republicanas. Entonces se levantaron las sepulturas del pavimento, con cubiertas de roble, y tuvo que soportar el impacto de una bomba sobre el tejado, que afortunadamente no llegó a explotar. Huidobro dice que además fueron destruidos los altares y trece imágenes, entre ellas una de la Expectación del Parto de Nuestra Señora, que fecha en el siglo XIV. A raíz de estos episodios se debió producir la ruina y abandono del templo, estado en el que ha permanecido durante largas décadas. Durante ese episodio bélico también la iglesia del Sagrado Corazón sufrió severas consecuencias: el retablo se voló con dinamita, se levantó igualmente el pavimento, se llevaron las campanas y, como apunta Huidobro, desaparecieron las imágenes, “entre ellas quince antiguas, una de ellas del siglo XII, muy estimable”.