Sant Joaquim d'Olivars
Capilla de Sant Joaquim d’Olivars
El núcleo rural disperso de Olivars, formado por la ermita románica de Sant Joaquim d’Olivars (o de Santa Maria) y cuatro grandes masías, se encuentra en la orilla derecha del río Terri, en el sector septentrional del término municipal de Sant Julià de Ramis. Se accede a este tranquilo lugar desde Girona siguiendo la N-II en dirección Norte y tomando un desvío a mano izquierda que nace unos 200 m después del km 732 de esta misma vía. Éste nos lleva por una pista forestal que cruza por debajo la autopista AP-7 y que lleva hasta Olivars, lugar que encontramos a unos 1’5 km, rodeado de verdes campos después de atravesar un bosque húmedo mediterráneo de encinares y alcornoques.
El antiguo templo románico, reformado en el siglo xvii, se encuentra hoy en severo estado de abandono y ruina; su tejado ha caído, sus muros se han abierto y la vegetación se ha adueñado del pequeño espacio interior de su nave y cabecera.
J. M. Marquès i Planagumà apunta lo erroneo de la actual advocación de la iglesia, dedicada a san Joaquín, ya que con tal nombre no aparece en los documentos. Propone, en cambio, la más probable advocación original la Virgen, pues aparece varias veces documentado un templo llamado “Santa Maria d’Olivars”. La primera noticia se conserva en un testamento del año 1189 por el que un tal Guillem Barbavella hace un legado a Santa Maria. Hay dos legados testamentarios más, ya en el siglo xiii, a Santa Maria d’Olivars, concretamente en 1259 y en 1278. Y luego, en el siglo xiv, dos licencias para pedir caridad para decorar la capilla, con fecha de 1328 y 1389.
Finalmente, sabemos que el templo aún cumplía sus funciones bien entrado el siglo xviii, pues a raíz de la visita pastoral hecha por Quirze Molar, sacristán de Figueras, se firma una concordia con fecha de 1734 dónde se deja constancia de los acuerdos pactados entre los vecinos de Olivars y el párroco de Sant Julià para celebrar oficios en el lugar. En dos visitas posteriores, de 1750 y 1759, se dice que no se han cumplido los acuerdos y que la iglesia queda cerrada, y que en ella sólo quedan las campanas. Aparece por última vez, en 1828, como “Nuestra Señora de las Nieves”.
Las ruinas del templo de Olivars corresponden a los vestigios de un edificio de pequeñas dimensiones, románico, de una sola nave que habría estado cubierta por una bóveda de cañón, pues en el interior se distingue el arranque de ésta, y coronada a levante por un ábside semicircular, hoy en muy mal estado, en el centro del cual se aprecian el alféizar y ligeramente los laterales de una ventana de doble derrame, que sería, con toda probabilidad de medio punto. El ábside, cuya anchura es igual a la de la nave, se encuentra abierto directamente a esta. Exteriormente, los tres gruesos contrafuertes que refuerzan el muro perimetral norte, y la fachada occidental que culmina con un campanario de espadaña de doble apertura, corresponden a reformas e intervenciones posteriores fechadas en el siglo xvii gracias a las inscripciones del dintel de la puerta principal y el óculo de la fachada principal.
Aunque en estado ruinoso el edificio conserva el alzado de sus muros perimetrales, excepto el extremo oeste del muro de mediodía, dónde hay una acusada pérdida. El paramento compuesto sillería de piedra caliza muy clara, desbastada, sin pulir, pero bien escuadrada y regular, exteriormente presenta diferencias claras entre el muro semicircular del ábside y los muros laterales, donde se aprecia la conjugación de sillares de caliza con otros de piedra local dispuestos en hiladas más o menos regulares unidos con abundante argamasa y con presencia de ripios.
A diferencia de éste, el muro semicircular del ábside se dispone en hiladas muy regulares sillares medianos de piedra caliza, casi a hueso. En el centro de este muro, se aprecia la hilada inferior, medio oculta por la vegetación, hecha con sillares de mayores dimensiones y algo avanzada respecto al resto del muro. Los sillares de las siguientes dos hiladas inferiores también son ligeramente mayores que los que componen el resto del paramento.
En el extremo norte del muro del ábside se aprecia el cambio en el paramento, solidario con el paño norte, que viene reforzado por tres gruesos contrafuertes. Exteriormente observamos en este muro varias intervenciones, pues mientras el primer medio metro aproximadamente está compuesto por sillarejo de arenisca, el resto del muro se levanta a base de hiladas de sillares de caliza escuadrados, a soga y tizón, unidos con abundante argamasa. En el extremo oeste de este mismo muro, el paramento externo ha caído quedando a la vista el relleno de los gruesos muros perimetrales hecho a base de una argamasa de arena y cal mezclada con bolos de río y sillarejo sin desbastar. El grosor de este muro se observa perfectamente en el extremo norte de la fachada occidental, afectado por una acusada grieta. La fachada, en fin, fue severamente reformada en el xvii.
El interior del edificio muestra dos grandes arcos de medio punto formeros adosados al muro septentrional (que veíamos reforzado por tres contrafuertes), a base de dovelas de arenisca, ligeramente abujardada, que descansan en pilares cuya imposta sobresale ligeramente hacia el intradós del arco. Esta se distingue únicamente en el pilar central, medio oculto por la vegetación que ha crecido sobre las ruinas de la cubierta que han elevado aquí enormemente el nivel del suelo.
Ambos arcos se encuentran abiertos en un muro de sillares de piedra caliza que denota el arranque de una cubierta abovedada. Junto a los arcos, correspondería a una reforma posterior del templo románico original, en el que se sustituiría la techumbre de madera por una bóveda, suponemos, de cañón. Cabe notar que en el muro interior del vano del arco más cercano al altar, se encuentra incrustado y reutilizado un gran sillar con decoración escultórica simple muy deteriorada a base de dos incisiones longitudinales, en dos de sus costados y una franja con una muy desdibujada decoración vegetal: podría tratarse de un cimacio o una imposta del primitivo templo.
Dado el estado ruinoso del edificio y la falta de ornamentación, solamente podemos apuntar una similitud formal del templo con otras pequeñas iglesias rurales de la región gerundense del siglo xii.
Texto y fotos: Annaïs Pascual Alfaras
Bibliografía
Arnau i Guerola, M., 1993, pp. 411, 419-422; Catalunya Romànica, 1984-1998, v, p. 203; Llinàs i Pol, J. y Merino i Serra, J., 2010, pp. 102-103; Marquès i Planagumà, J. M., 2000, p. 131; Pujol i Camps, C. y Alsius i Torrent, P., 1883, p. 8; Rodà de Llanza, I., 1972, pp. 44, 53-55.